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Murallas de Sevilla



Las murallas de Sevilla fueron unas cercas militares que rodeaban el casco antiguo de la ciudad de Sevilla. A lo largo de la historia, Sevilla ha tenido varios recintos amurallados, según fue creciendo, las referencias más antiguas de la existencia de murallas aparecen en el periodo romano, pero debió existir alguna previa, como suele ser en toda ciudad de la antigüedad

Sabemos de la existencia de un primer recinto de origen romano del que no subsisten en la actualidad vestigios visibles, que englobarían el cuadrante sur-oriental del actual casco histórico (zona desde Puerta Jerez hasta San Martín, Encarnación, Puerta Osario, Puerta de la Carme y Alcázar). Los únicos restos detectados corresponden a hallazgos fortuitos en el subsuelo de la ciudad, siendo  estos datos, junto con la observación de la topografía urbana actual los que han permitido trazar un recorrido hipotético de la primera muralla de Hispalis.

Las murallas que actualmente se conservan pertenecen al último sistema defensivo realizado en el siglo XII, principalmente por los almohades; no queda nada de la muralla romana, solo material reutilizado en época califal o taifa principalmente, que además no iría por el mismo espacio que la actual ya que la ciudad era mucho más pequeña

Las murallas subsistieron hasta el siglo XIX en que fueron parcialmente derribadas tras la revolución de 1868, conservándose en la actualidad algunos paños en el barrio de la Macarena, Jardines del Valle, Jardines de Murillo, el entorno del Real Alcázar de Sevilla, medianera de casa en la zona del Arenal, principalmente.

Existieron hasta dieciocho puertas y postigos de acceso, de las cuales permanecen únicamente cuatro: la puerta de la Macarena, la puerta de Córdoba, el postigo del Aceite y el del Alcázar. Los restos conservados en la actualidad mantienen un aspecto claramente almohade, mezclado con el aire clasicista que le proporcionaron las restauraciones de las puertas existentes en el siglo XVIII.

Según algunos investigadores las fuentes islámicas solo nombran 12 puertas y 3 postigos. Según el libro del Repartimiento, aparecen 8 puertas (Macarena, Córdoba, Sol, Osario, Carmona,  Judería, Triana y Goles). Según los documentos del s.XIII aparecen 11 puertas (Macarena, Córdoba, Sol, Bib Alfat, Carmona, Judería, Aceituna, Arenal, Triana, Goles y Bibarragel). Según los documentos s.XIV aparecen 12, añadiéndose la Puerta del Ingenio (Puerta de San Juan). Según los documentos s.XV aparecen 13, añadiéndose la de Jerez

Según los topónimos de las puertas son nombres de origen Macarena, Carmona, bib Alfat, Triana y Bibarragel. Las que no tienen un nombre de origen islámico serían Sol, Aceituna (Aceite), Arenal, Goles,

Judería, Córdoba y Osario

Los restos actuales están formados por una muralla de tapial, con un espesor de 1,90 metros, el de la barbacana de 1,45 metros y ambas están separadas entre sí una distancia de unos 3 metros. Presenta torres situadas a distancias variables comprendidas entre 40 y 50 metros, ocho de ellas son rectangulares, con una anchura de 4 metros

Es una leyenda sin fundamentos que las cercas defensivas de la ciudad fueron construidas en tiempos de Julio César, ya que cuando llegan los romanos durante la I Guerra Púnica, la ciudad presentaba unas murallas. Posiblemente este sistema defensivo sería ampliado y perfeccionado durante el comienzo del imperio, a partir de César Augusto debido al crecimiento de la ciudad.

Los restos materiales de esta etapa sólo son reconocibles en el material reutilizado en época taifa, finales del s.XI en la nueva muralla del Real Alcázar, en la zona de Plaza del Triunfo

Durante el dominio islámico, concretamente en el año 844 la ciudad fue arrasada por los vikingos. Tras ello el emir Abderramán II, cuarto emir omeya de Córdoba (822-852) mandó reforzar las murallas. Fueron nuevamente destruidas por su tataranieto Abderramán III, octavo emir independiente (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961), posiblemente en el año 913, no sabemos si realmente fue todo el recinto, pensando con ello que se evitarían conatos de secesión contra Córdoba.

En la segunda mitad del siglo XI o bien a principios del siglo XII se llevó a cabo una importante reforma e incluso posible ampliación con los almorávides. Sevilla era una ciudad bien defendida en el momento de la llegada de los Almorávides, año 1090, y lo demuestra el hecho de que la entrada de éstos sólo fue posible con la connivencia de algunos de los caballeros que custodiaban las puertas de la ciudad

Durante la segunda mitad del siglo XII y principios del siglo XIII serían los almohades los que reforman, amplían y refuerzan el sistema defensivo, que es el que actualmente se conserva. En esta época disponían de una dimensión de siete kilómetros de muro, con 166 torreones, 13 puertas y seis postigos.

Tras la reconquista cristiana de la ciudad por parte de Fernando el Santo en 1248, la Corona de Castilla mantuvo la fisionomía de los muros que había sido impuesta por los almohades durante su construcción, y como era usual en el reino de Castilla. Era muy común que los reyes de Castilla cuando visitaban la ciudad, juraran respeto a sus fueros en la puerta de entrada, la usada hasta el siglo XVI fue la Puerta de la Macarena; en la puerta de la Macarena juraron Isabel I de Castilla (1477), Fernando II de Aragón (1508), Carlos I de España y su prometida Isabel de Portugal (1526), y por último Felipe IV (1624), mientras que en la puerta de Goles lo hizo Felipe II de España (1570), motivo por el cual pasó a denominarse puerta Real.[2][3]

Durante el reinado de Carlos I se llevó a cabo una importante remodelación de muchas de las entradas de la muralla, bien para hacerlas más prácticas o bien sobre todo desde el punto de vista estético por motivos de propaganda del poder. Estas remodelaciones afectaron a la puerta de Carmona, a la de la Carne, a la puerta Real, a la puerta del Arenal, al postigo del Aceite, en el que Benvenuto Tortello realizó obras en 1572, la puerta de Triana, originalmente en la calle Zaragoza, que fue trasladada en 1585 más al norte, en la confluencia de dicha calle con la de San Pablo. Otras, como la Puerta de la Macarena, sufrirá reformas en el siglo XVIII.

Con el tiempo su función militar dejó de tener importancia, pero mantuvo otro principal valor de uso, el servir de protección frente a las crecidas del río Guadalquivir. Además tenía una funcionalidad comercial, pues su presencia y factor de aislamiento la convertían en una aduana a través de la cual se canalizaba y regulaba el acceso a la ciudad, estipulado con el pago del arancel. También esta vigilancia facilitaba el cobro de importantes impuestos y tributos que se aplicaban al tránsito de personas y mercancías, de entre los que destacaban el portazgo, la alcabala o el cornado de la cerca, tributo especial existente en Castilla para este tipo de construcciones; finalmente se convertía en una barrera sanitaria, que permitía el control de enfermedades.

En el siglo XVIII se vuelven a llevar a cabo remodelaciones en las puertas de acceso. Fue reconstruida la puerta del Arenal, se abrió una pequeña capilla en el costado derecho del postigo del Aceite, donde se colocó un retablo barroco con la imagen de la Inmaculada Concepción (patrona del barrio del Arenal); finalmente se levantó la puerta de San Fernando, a la altura de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.

La destrucción de las murallas se inició en 1830, cuando el asistente José Manuel de Arjona procedió al derribo de la coracha que enlazaba la Torre del Oro con el recinto amurallado principal, con objeto de prolongar el llamado Paseo del Río y de crear los jardines de Las Delicias y el salón de Cristina. A partir de la revolución de 1868 se comenzó a derribar gran parte de ellas, debido esencialmente al crecimiento de la ciudad; se salvaron al derribo los tramos desde la Macarena, donde se contabilizan siete torreones cuadrados y uno octogonal, hasta la puerta de Córdoba, así como algunos tramos en los jardines del Valle y el sector del Real Alcázar. Además se conservan las torres de Abd el Aziz, la de la Plata, la del Oro y la Torre Blanca, propias de las defensas del recinto amurallado. El derribo de la muralla se justificó con razones higiénicas, simbólicas y económicas, al considerarlas como perjudiciales para la salubridad pública, un estorbo para el tráfico de personas y mercancías, un emblema de la opresión, un impedimento para el crecimiento de la ciudad y el desarrollo económico. El sector sureste y el Arenal va a ser la primera zona que experimenta la destrucción por ser una zona de expansión económica, frente al sector norte, más pobre y dedicado a las huertas sin tanta necesidad expansionista.

A raíz de la pretensión del Ayuntamiento de derribar los restos de la muralla de la ciudad, Gestoso movió sus amistades personales, especialmente en la Real Academia de la Historia, era Vicepresidente de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Sevilla, principal responsable de su protección y conservación. Su estrategia era impedir la destrucción de lo que quedaba las murallas consiguiendo su declaración como Monumento Nacional por parte del Ministerio. El día 24 de noviembre de 1906 redactó hasta tres documentos, la Academia de la Historia acabó mandando redactar un preceptivo Informe en 1908; el día 11 de enero de 1908, y por Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, el tramo de murallas entre la Puerta de la Macarena y la Puerta de Córdoba de la ciudad eran declaradas Monumento Nacional

El acceso a la ciudad se realizaba principalmente por los denominados postigos o puertas, que las había de dos tipos: reales o públicas, y privadas. Las puertas tenían su acceso acodado, según se observa en la puerta de Córdoba, y carecían de decoración a diferencia de las que se ven en el Magreb. Entre puertas y postigos contaba la ciudad con diecinueve accesos:

Se trata del tramo más amplio y mejor conservado, con la excepción de los dos postigos abiertos en 1911 cuya apertura motivó una queja por parte de la Real Academia de Historia,[6]​ incluye las puertas de la Macarena y de Córdoba, esta última anexa a la iglesia de San Hermenegildo, siendo esta puerta la mejor preservada de época califal; incluye igualmente varios torreones, entre los que destaca la Torre Blanca.

Es el segundo tramo de mayor longitud, estuvo oculto a la vista en el interior del convento del Valle, perteneciente a la orden de los franciscanos, que quedó desamortizado en el siglo XIX, siendo adquiridos por la marquesa de Villanueva que los donó para el establecimiento de un colegio de las religiosas del sagrado corazón; dicho colegio, desapareció a mediados del siglo XX, convirtiéndose algún tiempo después en los actuales jardines del valle.

Hay que distinguir tres tipologías de muralla en el alcázar;

Se trata de un pequeño paño, visible en el interior del local comercial del edificio que se sitúa junto a dicha torre.

La tercera de las puertas exteriores de la muralla que se conserva en nuestros días.

Se trata de un pequeño tramo de unos 50 metros, visible desde la plaza del cabildo, así como desde la calle posterior, incluye un torreón.

Este tramo, incluye el arranque del postigo del carbón, y parte de la muralla que unía la torre de la plata con la torre del Oro. En esta zona, se descubrieron en 2012 los restos de un nuevo torreón, que datan de finales del siglo XI o principios del XII.[8]

Se trata de un pequeño paño de muralla en la confluencia de las calles Alfonso XII y Goles.

Murallas con torreones en la Macarena.

La Torre Blanca en la muralla en las cercanías de la Macarena.

Antigua imagen del postigo del Aceite.

Callejón del Agua (intramuros), en las cercanías del Alcázar de Sevilla.

Paño de muralla visible en la Plaza del Cabildo

Puerta de la Carne

Puerta de la Carne (1840)

Puerta de Triana

Puerta de Jerez y puente sobre el río Tagarete

Puerta Real

Puerta de Carmona

Puerta Nueva o de San Fernando




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