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Myiopsitta monachus



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La cotorra argentina,[2][3]perico monje argentino o perico monje, (Myiopsitta monachus),[3]​ también conocida como cotorra monje o cotorrita verdigrís es una especie de la familia Psittacidae. Mide 30 cm de largo y pesa 140 g en promedio. Se caracteriza por su color verde claro, más grisáceo hacia el pecho. Pico color cuerno y patas grisáceas. La especie se distribuye de forma natural en América del Sur y ha sido introducida en numerosos países alrededor del mundo. Se adapta muy bien a distintas condiciones ambientales ya sean tropicales, templadas o frías. La UCN2019-1 clasifica a la especie en su categoría de preocupación menor. Esta cotorra es apreciada como mascota para el hogar.[3]

Es de tamaño pequeño, de entre 28 y 31 cm de largo,[4]​ y tiene entre 120 y 140 g de peso.[5]​ Su plumaje es de un verde brillante, con las alas verdes azuladas; la frente, mejillas, garganta, pecho y vientre son grises claros. Su cola es larga y puntiaguda, de color verde, como el dorso; el pico es ocre y las patas son grisáceas.[4][5]

Es originaria de Sudamérica, de la zona centro y sur, desde Bolivia y Brasil hasta Argentina, Paraguay y Uruguay. Las introducciones por parte del humano, al comprarla enjaulada y liberarla después, la han extendido por numerosos países de América, Europa, Asia y África, como Chile, Estados Unidos, México, Francia, España, Italia, Portugal, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Grecia, Israel y Marruecos, entre otros.[5][6][7]​ En Argentina originariamente se encontraba solo hasta el sur de la provincia de Córdoba pero, con el avance del hombre y la forestación que tuvo lugar en la pampa húmeda, hoy día se hallan colonias hasta en el sur de la provincia de Buenos Aires, lo que hace notar su enorme capacidad de adaptación a otros climas y ecosistemas.

Son animales muy inteligentes y de una adaptabilidad muy flexible. Desarrollan su vida en grupos sociales de gran complejidad llegando a construir nidos comunales en la mayor altura posible disponible, generalmente en los árboles. Es la única especie de loro que construye sus propias nidificaciones utilizando ramas.[8]

Posee una gran adaptación alimentaria y suele explotar diversos recursos alimenticios, esto es gracias a la gran adaptabilidad morfológica conformada por un pico muy fuerte y versátil como una estructura flexible de sus patas que le permite trepar en la vegetación y asir alimentos.[8]

En la naturaleza vuelan en ruidosas bandadas a gran velocidad, nunca levantando las alas por encima del cuerpo, y aleteando constantemente.[cita requerida]

Es capaz de emitir una amplia variedad de chillidos y graznidos,[5]​ también puede vocalizar o imitar palabras.[9]

Es una especie principalmente granívora; en la naturaleza se alimenta de semillas de plantas tanto silvestres como cultivadas. Entre las primeras se destacan las semillas de cardo; entre las segundas muestra preferencia por el sorgo, el maíz y el arroz. También consume frutos y flores, así como insectos adultos y sus larvas.[5]​ Pese a la importancia de los elementos vegetales en su dieta, si la ocasión se presenta, las cotorras monje pueden alimentarse de la carne de animales muertos.[cita requerida]

Son aves altamente gregarias. Construyen un nido, al contrario que la mayoría de los loros. Nidifican comunitariamente, construyendo nidos que pueden llegar a ser bastante grandes, utilizando ramitas de plantas espinosas entretejidas, y compartiendo cada nido un buen número de parejas.[5]​ El nido lo ubican en árboles o en estructuras artificiales, como torres de radiocomunicación o tendidos eléctricos.

Ponen de cinco a ocho huevos por nidada, y la incubación dura unos veintiséis días.[5]​ Los huevos se adaptan a cualquier tipo de climas templados o tropicales; esto se da por la protección térmica que proporcionan las cámaras de los nidos coloniales.

Sus principales depredadores naturales son las aves rapaces y la comadreja colorada (Lutreolina crassicaudata).[cita requerida]

Se ha introducido en muchos lugares como mascotas que se liberaron y se liberan en la actualidad deliberadamente o por accidente y se asilvestraron. Aunque muchos artículos periodísticos[cita requerida] repiten que compite o desplaza a las especies autóctonas como el gorrión común (Passer domesticus), parecen estar basados en el imaginario colectivo, ya que no existe un solo estudio científico que apoye la teoría de que afectan negativamente a ninguna especie animal fuera de Sudamérica.[10]​ Aun así, se ha constatado situaciones de competencia alimentaria por los frutos de Phoenix spp. con el mirlo común (Turdus merula), con el cual convive en el área metropolitana de Barcelona, que se manifiestan en ataques y expulsiones por parte de Myiopsitta monachus.[11]

La población de Myiopsitta monachus se ha multiplicado en España, donde las cotorras son ya un problema para especies autóctonas y para los agricultores en varias ciudades y sus alrededores.[12][13][14]​ Debido a su potencial colonizador y a constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, esta especie ha sido incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, regulado por el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por lo que está prohibida en España su introducción en el medio natural, posesión, transporte, tráfico y comercio.[15]

Entre los impactos y amenazas que justifican esta catalogación, destacan:[16]

En 2015 la Sociedad Española de Ornitología coordinó un censo para cuantificar el número de cotorras argentinas y su distribución por toda España. Éste es el mayor censo del mundo realizado hasta la fecha basado en estimar el número de cotorras argentinas a partir del recuento de todos los nidos y el cálculo de la ocupación de cotorras por nido. Se censaron más de 450 municipios y se contabilizaron entre 18.980 y 21.455 cotorras argentinas distribuidas por 142 municipios pertenecientes a 13 comunidades autónomas. Aunque está ampliamente distribuida por toda España, las ciudades de Madrid y Barcelona acumulan más del 51% de las cotorras de España.[17]​ Muchas de las ciudades españolas donde se han estudiado las cotorras argentinas a lo largo del tiempo muestran un crecimiento exponencial, es decir que cuanto más grande es la población más rápido crece, lo que establece una situación de cuenta atrás si se quiere gestionar antes de que sea demasiado numerosa.[17][18][19]

En Madrid capital, según un estudio de 2013 realizado en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, la población de estas aves rondaba los 1768 ejemplares,[20]​ cifra que se elevaba hasta las 12 000 cotorras en 2019.[21]​ La Comunidad de Madrid, por medio de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, establece en el artículo 22, de la Orden 1613/2013, de 25 de junio, el permiso regulado para la captura y muerte de cualquier ejemplar de cotorra de Kramer (Psittacula krameri) y de cotorra argentina (Myiopsitta monachus) durante la práctica de cualquier actividad cinegética autorizada, durante los períodos hábiles de caza. Además, faculta a todos los municipios de la Comunidad de Madrid para establecer mecanismos de control de las especies de fauna declaradas como exóticas invasoras.

A principios de octubre de 2019, la actual administración del Ayuntamiento de Madrid anunció que atajaría el problema en lo que respecta a la capital, debido a que es algo que le acucia imperiosamente a la ciudad. El consistorio pondrá en marcha un plan para poder erradicar a la especie, que abunda y prolifera sobre todo en sitios específicos de la capital, con un coste que oscila entre los 6 y 8 euros por pájaro, lo que supone un coste de 100.000 en total. [22]

Entre 1960 y 1980 se introdujeron miles de cotorras a los Estados Unidos como mascotas.[23]​ Muchos se escaparon o abandonaron intencionalmente, lo que permitió la proliferación de la especie en estado asilvestrado. En la década de 1970 había ejemplares en siete estados y en 1995 se había difundido a otros ocho. Se calcula que en Florida debe haber entre 150,000 y 500,000 a principios del siglo XXI.[24]​ Es considerada una plaga invasora.

En Chile esta especie fue introducida luego de que las hayan traído como mascotas, actualmente se encuentran desde Arica a Puerto Montt, es considerada una plaga en ciudades como Santiago, y esta especie es un peligro para otras especies de loros nativos.[cita requerida]

Tiene descritas cuatro subespecies:[25]



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