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Nemesis



En la mitología griega, Némesis (Νέμεσις / Némesis), llamada Ramnusia - “la diosa de Ramnunte” - en el santuario que tiene en esa ciudad del Ática, es la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza, el equilibrio y la fortuna. Castigaba a los que no obedecían a aquellas personas con derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos que no obedecían a sus padres. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o la infidelidad de su amante.

Su equivalente romana, casi en todo, era Envidia, aunque en el lenguaje usual en español y otros idiomas romances, hoy día se usa la palabra Némesis o némesis con el significado de alguien que es artífice de una venganza en cuanto es la justicia retributiva.

Némesis ha sido descrita como la hija de Océano (por Pausanias) o Zeus. Por su parte, Hesíodo la cree hija de la noche (Nix).

En los Cantos ciprios se habla de la unión de Zeus y Némesis, para dar nacimiento a Helena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste. Némesis fue perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas de monstruos marinos y de diversos animales terrestres. Finalmente se transformó en una oca. Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla y, fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por unos pastores y entregado por ellos a Leda, que lo cuidó. Ésta es una de las versiones del origen de Helena de Troya.

Es una deidad primordial, por lo que no está sometida a los dictámenes de los dioses olímpicos. Castiga sobre todo la desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar claro a los mortales que, debido a su condición humana, no pueden ser excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.

También se considera que era la diosa griega que medía la felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la Fortuna. Con este carácter nos la presentan los primeros escritores griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como la diosa que castigaba los crímenes. El poder irresistible de Némesis está expresado por su asociación con Adrastea, divinidad asiática que se confundió con ella, hasta ser este nombre uno de sus epítetos. Némesis es uno de los atributos del dios supremo, y era, en unión de Adrastea, el instrumento de la cólera divina.

Se la representa con una corona y a veces con un velo que le cubre la cabeza; suele llevar una rama de manzano en una mano y una rueda en la otra. La cabeza de Némesis se ve coronada en los monumentos griegos y algunas veces sale de ella un asta de ciervo para indicar la prontitud con que da a cada uno lo que le corresponde. Los etruscos le ponían una diadema de piedras preciosas. La flor del narciso adornaba también su corona como símbolo de un joven orgulloso enamorado de su propia hermosura. Solían representarla los artistas de la antigüedad con alas para expresar la prontitud con que atendía todas sus funciones y armada de antorchas, espadas y serpientes como instrumentos de su venganza.[1]

El origen del culto a Némesis hay que buscarlo en el temor que sentían los griegos a la cólera divina. Hesíodo presenta a Aidos y Némesis indignados del espectáculo de la perversidad humana, huyendo de la Tierra, envueltos en velos blancos; de suerte que, para él, Némesis no es más que una personificación del sentimiento moral, reprobador de toda violencia y de todo exceso. El primer templo y los primeros altares que tuvo Némesis estuvieron en Ramnonte, situado en la región del Ática. Durante mucho tiempo su culto no salió de allí.

Considerada por algunos como la fuerza o poder del Sol, su culto se había extendido por toda la tierra. Era venerada por los persas, asirios, babilonios, egipcios y etíopes. Orfeo llevó su culto a Grecia e Italia y la colocó entre sus principales divinidades bajo el nombre griego de Némesis. Tenía un altar en el Capitolio al que los guerreros iban a sacrificar antes de partir para los combates y le ofrecían un machete o una cuchilla.[1]

Pax-Némesis fue una extraña asociación venerada en tiempos de la Roma imperial como patrona de los gladiadores, los venatores y una de las deidades de las tierras de labor (Nemesis campestris).

La diosa aparece acuñada solo en monedas imperiales de los emperadores Claudio y Adriano. El poeta Mesomedes escribió un himno a Némesis a principios del siglo II, donde la describe así:

Amiano Marcelino también la incluye en una disertación sobre la justicia tras su descripción de la muerte de Gayo César.[2]




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