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Neopopulismo



El neopopulismo es un término empleado para designar al resurgimiento de la corriente populista en Latinoamérica, tras las dictaduras de la década de los 80 en la región. La ciencia política lo define como "el conjunto de ideas que a veces pueden parecer doctrina, en el cual se afirma tener como objetivo primordial la defensa del pueblo, indicando como tal a la población menos favorecida, dentro del entramado socioeconómico y político."[1]

Aunque el modelo populista como tal tiene sus orígenes en Rusia y Estados Unidos en el siglo XIX, es en América Latina donde el neopopulismo encuentra una permanencia más prolongada con el binomio “populismo de la calle” pero también “populismo en el poder”.

En Latinoamérica, la vertiente clásica del populismo tiene lugar en la década de 1940. Surge como una respuesta a las nuevas demandas económicas, sociales y políticas tras las migraciones campo-ciudad.[2]​ Según Jesús Reyes, el populismo destaca por tener, en primer lugar, una elite que no desea mantener el estatus-quo, es decir, el orden de las cosas tal cual están. En segundo lugar, una masa movilizada por el factor esperanza o un cambio creciente de las expectativas y en tercer lugar la presencia de un discurso demagógico de amplio contenido emocional.[3]​ En cuanto a su relación con la democracia, existen dos principios que la relacionan con el populismo, uno es de diferencia y otro de semejanza. El primero se caracteriza por ceder la mayoría de las facultades políticas a un representante que se define como el mejor para llevarlas a cabo; el segundo, es que al igual que en la democracia el pueblo se siente identificado con el líder y por eso escogen a individuos con modismos y habla con los cuales se sienten familiares.[4]

Además de estas características, la mayor parte de estos regímenes cuentan con un líder carismático que es en gran medida responsable por la política tanto económica como social de su nación. Mediante la estructura gubernamental, se involucran a las masas y sectores populares, esto se logró mediante la utilización de distintos mecanismos como el sindicalismo y el corporativismo.

Así, Abad[2]​ resume sus características de la siguiente manera:

De acuerdo a los diferentes enfoques de política pública es posible identificar tres «olas», según Sussane Gratius:[5]

De igual manera se pueden identificar de acuerdo a su inclinación política[6]​ en:

En contraposición con el populismo, el neopopulismo tiene algunas divergencias. En primer lugar, los líderes neopopulistas de la segunda ola han buscado políticas de buenas relaciones con Estados Unidos y una apertura comercial a este, en lugar de una acelerada industrialización y economía centrada en el mercado nacional.[10]​ De igual manera, contrario al populismo de los años 40 o 50 que solía ser más conservador, específicamente en términos morales, el neopopulismo tiende a ser ideológicamente más radical, apegándose de manera más exacta a los ideales de izquierda o derecha, según sea el caso. El neopopulismo moderno se podría definir como:“Una forma de gobierno concreto que puede ser articulado desde lo político con una teoría marxista. Implicando redistribución, atención a los de abajo, y protagonismo de los que están más excluidos del sistema económico capitalista puro".[11]

El neopopulismo se separa del populismo latinoamericano anterior en el sentido en que no parece buscar una conciliación de sectores sociales con vistas a la modernización, como ocurría en la época de las grandes industrializaciones de mitades de siglo, sino que ha heredado del marxismo tradicional un lenguaje de confrontación social. Esta confrontación, por otra parte, no es en el sentido de clases, sino que se apega a un enfrentamiento entre los sectores modernos y no modernos de las sociedades latinoamericanas en donde este modelo triunfa.[12]

El caso de Venezuela es un ejemplo del neopopulismo autoritario. Según Hellinger y Ellner, la condición política de Venezuela antes de Chávez era la de una república bipartidista; un sector de la población se inclinaba por el partido Acción Democrática (AD), mientras que los que se encontraban en mejores condiciones sociales lo hacían así por el conservador Partido Demócrata Cristiano Copei. La combinación de crisis económica y desigualdad provocó una fragmentación en la sociedad civil, lo cual se reflejaba en la disminución de la participación de los sindicatos como canales de representación política popular. Asimismo había un gran desencanto debido a la corrupción y el dominio total ejercido por el AD y el Copei, quienes aparecían en el último lugar en las encuestas sobre confianza en las instituciones nacionales. El 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez intentó un golpe de Estado en Venezuela contra el Presidente Carlos Andrés Pérez del partido AD, quien gobernaba a un país sumido en la miseria mientras se imponían las recetas del Fondo Monetario Internacional. La rebelión fue fallida y el entonces Comandante Hugo Chávez se entregó públicamente tras asumir la responsabilidad del levantamiento militar, por lo que fue enviado a prisión. Después de ser liberado, Chávez viajó por el país contactando a simpatizantes izquierdistas y antiguos militares para unirlos así a un nuevo movimiento en el cual se comprometía a combatir la corrupción, detener el régimen de los partidos dominantes y el deterioro social que, según afirmaba, había sido provocado por el modelo neoliberal. Cuando Chávez llegó al poder, gracias al gran apoyo de sus simpatizantes y promesas de campaña, el sistema de partidos que había dominado la escena política en Venezuela hasta entonces colapsó y comenzó una nueva etapa en la que el gobierno residía casi exclusivamente en la persona del presidente.[13]

Argentina es un ejemplo más del populismo debido a que ha experimentado las "tres olas" o modelos del mismo.[cita requerida] El mayor exponente del neopopulismo en este país es Néstor Kirchner, y más recientemente su esposa Cristina Fernández de Kirchner, ambos representantes de un sistema de populismo "más democrático", sin los componentes de sistema autoritario o militarismo. En este sentido, según Gratius, este gobierno es más cercano al populismo histórico que al populismo de su predecesor Carlos Menem.[5]

Estos ideales fueron postulados en su discurso titulado "Cambio Profundo" del 25 de mayo de 2003. De manera que el neopopulismo en Argentina desde el discurso de Néstor Kirchner implicó la reconstrucción de una Argentina en términos políticos y sociales, pero también en términos de identidad, reforzando la idea del Estado y la indirecta debilitación del capitalismo a través de la justa repartición de la riqueza y el apoyo al trabajo en comunidad.[14]​Lo que buscaba con este nuevo enfoque Kirchnerista era la construcción del país para que este se unificara, fuese incluyente e identificara como ciudadanos a todos los habitantes. Evitando la exclusión social y reforzando el país en términos de progreso económico, político y social, que adquirió fuerza y reconocimiento a medida que construía la búsqueda por una recuperación general del país y alentaba la idea de cambio.

El caso del populismo en Nicaragua es especial porque, como afirma Chamorro, a diferencia de otros países latinoamericanos, Daniel Ortega no ganó las elecciones presidenciales del 2006 con una vasta mayoría y así no tenía el mismo poder de convocatoria que otros líderes como Evo Morales o Rafael Correa. Este presidente está afiliado al Frente Sandinista de Liberación Nacional, grupo que surgió en 1961 y que ha tenido una gran importancia en los procesos políticos de Nicaragua y en la Revolución de este país, que derrotó a Anastasio Somoza Debayle y lo llevó al poder por primera vez en 1985.

El mandato de Ortega es un resultado de los deseos de los nicaragüenses que buscaban luchar contra la pobreza y una transformación en las instituciones. En materia económica, a pesar de que sí tiene políticas que se oponen al neoliberalismo ortodoxo, muestra una actitud pragmática en sus relaciones con Washington negociando un pacto con el Fondo Monetario Internacional ratificando la participación de Nicaragua en el Tratado Centroamericano de Libre Comercio (CAFTA). Su propuesta populista conlleva a, en palabras del propio Ortega "entregar todo el poder a la gente" logrando esto mediante la creación de Consejos de Poder Ciudadano que permiten la participación de estos, aunque esta participación es mediada por el sistema.[15]



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