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Corporativismo



El corporativismo [1][2]​es un sistema de organización o pensamiento económico y político que considera a la comunidad como un organismo sobre la base de la solidaridad social orgánica, la distinción funcional y las funciones sociales entre los individuos.[3][4]​ El término corporativismo procede del latín corpus que significa cuerpo.[4]​ En el uso contemporáneo, el corporativismo es utilizado comúnmente como un término peyorativo contra la "corporatocracia" y la política dominada por las corporaciones y los negocios. Un caso de corporativismo económico colaborativo con sindicatos débiles existe en Japón.[5]​ En cuanto al corporativismo económico, la versión japonesa difiere en gran medida del corporativismo europeo que incluye a los sindicatos como una parte integral del corporativismo.[5]

El corporativismo en los países centro europeos utiliza la formación profesional dual con puestos de aprendiz en las empresas. Lo que genera altas tasas de ocupación profesional. El corporativismo centroeuropeo tiene unas finanzas bien dimensionadas tanto a nivel de personal, como presupuestario. Sin estas provisiones de divisas no se crearía empleo, ni existiría una economía social de mercado.

El corporativismo está relacionado con el concepto sociológico de funcionalismo estructural.[6]​ La interacción social corporativa es común entre grupos de parentesco tales como las familias, clanes y etnias.[7]​ Otras especies animales son conocidas por exhibir una fuerte organización social corporativa, como es el caso de los pingüinos.[8]​ En la ciencia, las células en organismos son reconocidos al involucrar una organización e interacción corporativa.[9]

Los puntos de vista corporativistas de comunidad e interacción social son comunes en muchas religiones mundiales principales, tales como el budismo, el cristianismo en ciertas variantes, el confucionismo, el hinduismo y el Islam.[10]

Los modelos corporativistas formales se basan en el contrato de grupos corporativos, tales como afiliación agrícolas, de negocios, étnicas, laborales, militares, científicas o religiosas, en un cuerpo colectivo.[11]​ Los países que mantienen sistemas corporativistas típicamente utilizan una fuerte intervención estatal para dirigir políticas corporativistas. El corporativismo ha sido utilizado por muchas ideologías del espectro político, incluyendo el absolutismo, conservadurismo, nacionalismo, fascismo, progresismo, reaccionismo, socialdemocracia, socialismo y sindicalismo.[12]

En la ciencia política, se puede utilizar también el término "corporativismo" para describir el proceso por parte de un Estado de dar licencia y reglamentar para incorporar organizaciones sociales, religiosas, económicas o populares en un solo cuerpo colectivo. Así, se puede usar el término "corporativismo" cuando estos Estados cooptan el liderazgo empresarial o circunscriben la capacidad de desafiar la autoridad estatal mediante el establecimiento de organizaciones como la fuente de su legitimidad o gobernando el Estado a través de las corporaciones. Este uso es particularmente común en los estudios sobre Asia del Este y algunas veces también es referido como "corporativismo estatal". Algunos analistas han aplicado el término "neocorporativismo" a ciertas prácticas en los países de Europa occidental, como el Tupo en Finlandia y el sistema Proporz en Austria.[13]

Los primeros conceptos de corporativismo han sido rastreados hasta las ideas encontradas en la Antigua Grecia, la Antigua Roma y religiones tales como el budismo, cristianismo, confucionismo, hinduismo y el Islam.[10]

El corporativismo basado en el parentesco y centrado en la identificación étnica, por clanes y familias ha sido un fenómeno común en África, Asia y América Latina.[7]​ Las sociedades confucionistas basadas en grupos, familias y clanes de Asia del Este y el Sudeste Asiático han sido consideradas precursoras del corporativismo moderno.[7]China tiene fuertes elementos de corporativismo de clan en su sociedad que involucran normas legales que norman las relaciones familiares.[14]​ Las sociedades islámicas a menudo tienen fuertes clanes o tribus que forman la base para una sociedad corporativista basada en la comunidad.[7]

El corporativismo cristiano es rastreado hasta el Nuevo Testamento de la Biblia en la Primera epístola a los corintios (12:12-31), donde Pablo de Tarso habla de una forma orgánica de política y sociedad donde todo el pueblo y los componentes están unificados funcionalmente, como el cuerpo humano.[15]

Durante la Edad Media, la Iglesia católica del momento patrocinó la creación de varias instituciones, incluyendo cofradías, monasterios y órdenes religiosas, así como asociaciones militares, especialmente, durante las Cruzadas para establecer una conexión entre estos grupos.[16]​ En Italia, se crearon varias instituciones y grupos basados en la función, tales como universidades, gremios para artesanos y otras asociaciones profesionales.[16]​ La creación de los gremios es un aspecto particularmente importante en la historia del corporativismo debido a que involucró la asignación de poder para regular el comercio y los precios, lo que es un aspecto importante de los modelos económicos corporativistas de administración económica y colaboración de clases.[16]

En 1881, el papa León XIII encargó a teólogos y pensadores sociales el estudio del corporativismo y proveer una definición para el mismo. En 1884, en Friburgo de Brisgovia, la comisión declaró que el corporativismo era un "sistema de organización social que tiene como su base la agrupación de hombres, de acuerdo a la comunidad de intereses naturales y funciones sociales, y como órganos verdaderos y adecuados del Estado dirigen y coordinan el trabajo y el capital en los asuntos de interés común."[17]

A raíz de la reunión de Friburgo, el corporativismo creció en popularidad y, en 1890, se formó la Internacional corporativista seguido de la publicación del Rerum Novarum por la Iglesia católica que por primera vez declaró la bendición de la Iglesia a los sindicatos e hizo un llamando para que el trabajo organizado fuera reconocido por los políticos.[18]​ Muchos sindicatos corporativistas en Europa fueron respaldados por la Iglesia católica para desafiar el surgimiento de sindicatos anarquistas, marxistas y otros radicales, ya que los sindicatos corporativistas eran bastante conservadores en comparación con sus rivales radicales.[19]​ En respuesta al incremento de corporativismo católico en los años 1890, creció el corporativismo protestante, especialmente, en Alemania, los Países Bajos y Escandinavia;[20]​ sin embargo, el corporativismo protestante ha tenido mucho menos éxito en ser apoyado por gobiernos que sus contrapartes católicas.[21]

El Rerum Novarum y su reconocimiento de los derechos laborales corporativistas llevaría gradualmente al establecimiento de democracias cristianas.[22]​ Continúa siendo influyente en Europa y América Latina, aunque en varios de los países el ethos cristiano ha sido diluido por la secularización.

En la encíclica Rerum novarum el papa León XIII (1891) escribió:

El confucianismo tiene un énfasis corporativista en la comunidad, la familia, la armonía y la solidaridad.[23]

El corporativismo está presente en varios conceptos sociales en el hinduismo, tales como el énfasis en la "armonía, consenso y comunidad".[23]​ La organización en castas en la India ha estado fundada en la organización corporativa.[23]​ Los temas corporativistas del hinduismo han influenciado la economía y la política de la India, dado que la India es más adversa al pluralismo individualista y a los modelos políticos y económicos de conflictos de clase de Occidente.[23]​ La sociedad india favorece una forma de pluralismo integral.[23]

El contractualismo islámico ha sido promovido por musulmanes que citan tendencias comunitarias en el Corán.[24]​ El contractualismo islámico difiere del corporativismo en Occidente en que enfatiza el moralismo comunal más que el formalismo corporativo.[25]​ El contractualismo islámico también es diferente del corporativismo occidental en que promueve el principio meritocrático de estatus por logros más que estatus por adscripción como en el corporativismo occidental;[26]​ sin embargo, algunos críticos sostienen que Mahoma enfatizó la confesión y responsabilidad individual sobre el comunalismo.[24]Ibn Jaldún, un célebre académico musulmán que estudió las comunidades corporativas orgánicas, afirmó sobre el tema del poder político que ningún poder podía existir sin identidad y, por su parte, ninguna identidad podía existir sin cohesión.[27]

El corporativismo en su forma contemporánea se caracteriza por la rígida intervención del Estado conformado por los representantes de los gremios en las relaciones productivas. Los representantes de los gremios, son quienes asumen la actividad política en la sociedad y dictan las leyes específicas que atañen a cada sector.

Para la participación a todos los niveles económicos, se plantea la creación de sindicatos verticales que permitan el control. Es central también en ella la búsqueda del Bien Común y del interés nacional, poniendo bajo el control del Estado las regulaciones de las relaciones laborales. Este modelo se desarrolló y puso en práctica durante la Italia fascista.

El fascismo ofreció una nueva base ideológica, distinta a la tradicional, para el sistema corporativista. Mussolini provenía de la órbita socialista italiana y gran parte de los principios del fascismo en el campo de la economía eran adaptaciones a su ideología nacionalista. El apoyo del empresariado al fascismo italiano fue en parte debido al miedo que tenían a la revolución socialista. Por eso Mussolini no pudo nacionalizar la totalidad de la economía, para no perder apoyos en su principal fuente de ingresos, pero sí que introdujo en la economía de la Italia fascista multitud de elementos de intervención que sentaron las bases del corporativismo.

Esto surge en contexo del impacto de la Primera Guerra Mundial y el avance del bolchevismo en la credibilidad del modelo democrático/capitalista para el futuro de la sociedad occidental, y la sensación experimentada por muchos observadores extranjeros (incluso Winston Churchill inicialmente) de que el fascismo de Mussolini ofrecía una solución dinámica, poderosa y creativa a los problemas planteados por la modernización de un estado nación atrasado en una época de inestabilidad global y la amenaza del comunismo. Aparentemente estaba nacionalizando a las masas, aprovechando las energías populistas y logrando el estatus de una "Gran Potencia" moderna sin sacrificar los elementos centrales de la jerarquía social tradicional y las ideologías que la legitimaron.[28]

Adolf Hitler también se vio atraído por las ideas de Mussolini, y no tardó en mandar a sus hombres que adaptaran las ideas económicas del fascismo a la situación del III Reich. La base económica del nacionalsocialismo era corporativista en el mismo sentido que el fascismo italiano. Sin embargo, ninguno de estos dos regímenes implementó explícitamente el corporativismo como régimen político.

A medida que se profundizó la crisis en Europa durante el período de entreguerras (entre la I y II Guerra mundial) en la que era 'normal' para las élites tradicionales que buscaban obtener el control sobre las fuerzas 'emancipadoras' (para ellas 'subversivas') desatadas por el liberalismo, la democracia, el poder sindical y el ascenso de las masas para invertir sus esperanzas y sueños no en la supervivencia de la democracia liberal, ahora equiparada con la decadencia de Occidente Spengleriana, sino en regímenes fascistas y filo-fascistas. Así, muchos se propusieron no liberalizar la sociedad y la política, sino girar al fascismo ('fascilizar') desde arriba para aprovechar las fuerzas 'subversivas' de las masas y generar una nueva base pseudopopulista de legitimidad para un gobierno dictatorial que alentaría la participación de la iglesia, la aristocracia, las grandes empresas, la burguesía, las élites tecnocráticas y el 'pueblo', mientras se trata despiadadamente de todos los elementos 'anárquicos' que desafiaron demasiado vociferante o abiertamente el status quo. Obviamente, cada estado parafascista se adaptó de manera única al contexto nacional. No obstante, es probable que se revelen patrones significativos de afinidad desde esta perspectiva incluso entre regímenes de la década de 1930 tan distantes como el Brasil de Vargas, la China nacionalista y el Japón imperialista. [28]

Este buscó crear una red institucional en la que el sistema triangular de mediación entre los intereses industriales del Estado, las organizaciones empresariales y los sindicatos, que por supuesto era muy asimétrico y perjudicaba a los trabajadores, buscaba mantener el control del trabajo -Fuerza y ​​el desarrollo y orientación de políticas económicas. Por tanto, las organizaciones empresariales formaban parte de un mecanismo mucho más amplio. Surgió un original sistema de mediación entre las autoridades políticas y los grupos sociales, que en muchos casos incidió directamente en el funcionamiento de las instituciones estatales y las políticas económicas, sociales y laborales.[29]​ En el caso de España, luego de la guerra civil, se intentó crear por parte de las nuevas autoridades un sistema político inspirado en el corporativismo, al que llamaron "democracia orgánica".[30]​ Aun así, la mayoría de los expertos señalan que el régimen no cumplía con la mayoría de características de un sistema verdaderamente democrático, siendo en la práctica una dictadura militar.

En Italia de Mussolini, la búsqueda general de los intereses socioeconómicos estaba subordinada a los principios y objetivos del fascismo. Se introdujo el principio del reconocimiento legal de las asociaciones de empleadores y de empleados, que solo se otorgaría a aquellas asociaciones que pudieran dar "prueba de su competencia, buen comportamiento moral y sólida lealtad nacional". Este reconocimiento solo podía otorgarse a una asociación por categoría (sector económico) e invariablemente funcionaba en beneficio de los sindicatos fascistas, que en última instancia monopolizaron la representación. El objetivo de estas asociaciones no era solo salvaguardar los intereses económicos de sus miembros, sino también proporcionar asistencia, formación y "educación moral y nacional", es decir, asegurar su adhesión a los principios y objetivos del fascismo.

Además de reprimir la libertad y el pluralismo de los sindicatos, la ley prohibió las huelgas y los cierres patronales, el principal y más eficaz medio de lucha. Toda una serie de derechos ganados con esfuerzo por los trabajadores durante las últimas décadas simplemente fueron eliminados. El objetivo era sofocar la lucha de clases y establecer una sociedad ordenada y armoniosa. En la práctica, la supresión de la libertad sindical afectó especialmente a los sindicatos cercanos a los partidos socialista y comunista, los que en el pasado contaban con el mayor número de adherentes. Las organizaciones de empleados no se vieron tan afectadas, ya que solo existía una por sector. La reforma sindicalista, por tanto, favoreció a los industriales y terratenientes, en detrimento de los trabajadores, peones y demás trabajo contratada.[29]



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