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Nueva economía keynesiana



La Nueva economía keynesiana o Nuevo keynesianismo es una escuela de pensamiento económico que busca proveer fundamentos microeconómicos a la economía keynesiana. Se desarrolló como respuestas a las críticas a la macroeconomía keynesiana realizada por los seguidores de la llamada Nueva Macroeconomía Clásica.[1]

De acuerdo con David Colander, para el nuevo keynesianismo la preocupación neoclásica y neokeynesiana con flexibilidad de precios y salarios es irrelevante. En su lugar, se concentra en fallas de coordinación institucional o sistemática, macroexternalidades[2]​e interdependencia de los factores y elementos económicos, lo que lleva al reconocimiento de múltiples puntos de equilibrio económico, todo lo cual cambia la naturaleza del debate macroeconómico.[3]

De acuerdo con los proponentes originales del término - Mankiw y Romer[4]​ - el Nuevo Keynesianismo se caracteriza por dos conceptos centrales: no acepta la dicotomía clásica[5]​ y asume que los fallos de mercado son cruciales para comprender fluctuaciones en el mismo[6]

Al igual que el nuevo clasicismo, asume que tanto los hogares como las empresas se comportan de acuerdo con la teoría de las expectativas racionales (de Muth y Lucas), pero el análisis nuevo keynesiano asume que las fallas de mercado existen y tienen consecuencias reales. Entre esas fallas esta la pegosidad, inercia o rigidez de tanto precios como salarios. En otras palabras, que ni precios ni salarios responden inmediatamente a cambios en el mercado.

Esa pegosidad de precios y salarios y las otras fallas presentes en el modelo implican que la economía puede fallar en obtener pleno empleo. Consecuentemente -se alega- la implementación de políticas de estabilización por parte de los gobiernos y bancos centrales - políticas fiscales y políticas monetarias- llevara a resultados macroeconómicos más eficientes de acuerdo con Pareto que políticas del laissez faire.

A partir del auge de las teorías keynesianas en la primera mitad del siglo XX se propusieron una variedad de teorías macroeconómicas que buscaban modificar esa propuesta.[7]​ Entre las más conocida y exitosa se encuentra la conocida como la síntesis neoclásica, término introducido por Paul Samuelson para referirse al proyecto de integrar las visiones neoclásicas con la keynesianas. Una tesis central de esa síntesis es que uno de los objetivos principales tanto de los gobiernos como de los bancos centrales es la obtención y mantenimiento del pleno empleo, a fin de asegurar que la noción neoclásica de la escasez de recursos tenga validez práctica.

Consecuentemente los partidarios de la síntesis esperaban que la implementación correcta de medidas monetarias y fiscales lograrían no solo ese empleo pleno sino también aseguraría una expansión del sistema que implicaría la reproducción de un equilibrio competitivo a largo plazo.

Posteriormente, a partir de la década del 70 del siglo XX Robert Lucas y otros criticaron tal propuesta -desde la perspectiva de la Teoría de las expectativas racionales- en dos líneas de ataque principales; A) que los actores económicos tomarían en cuenta las acciones de las autoridades fiscales y monetarias, lo que las haría impotentes y B) que las expectaciones racionales por sí mismas pueden llevar a una situación en la cual los mercados se vacían y se obtiene pleno empleo con equilibrio de largo plazo. Esta visión llegó a llamarse Nuevo clasicismo.[8]

Aún con anterioridad economistas tales como Franco Modigliani y James Tobin, etc -los llamados neokeynesianos- habían puesto énfasis en las fundaciones microeconómicas de procesos tales como el consumo y la inversión.

Derivando inspiración de esa perspectiva, autores tales como John B. Taylor, Gregory Mankiw, Paul Krugman, David Romer, Olivier Blanchard, Nobuhiro Kiyotaki, y Michael Woodford, buscaron mostrar que factores microeconómicos pueden tener efectos al nivel macroeconómico. Específicamente, que la rigidez o inercia de sueldos y precios dificulta ese vaciamiento de mercados, y consecuentemente, impide la implementación de un equilibrio de largo plazo. Esta aproximación ha llegado a ser llamada "Nuevo keynesianismo".

Mientras los nuevos clásicos sugieren que los ajustes de precios y salarios pueden obtener una situación de pleno empleo estable en el corto plazo, los nuevos keynesianos sugieren que ese equilibrio solo es obtenible -dado la pegosidad de sueldos y precios- en el largo plazo y a través de la acción de autoridades fiscales y monetarias. La percepción nuevo keynesiana del largo plazo es que puede ser un periodo realmente largo, quizás inalcanzable en la práctica (en la medida que fluctuaciones previas modificaran continuamente la situación) (ver más abajo)

Esa intervención estatal se basa en la percepción keynesiana de la necesidad de coordinar los diferentes elementos de la política macroeconómica.[9]​ Nuevos keynesianos enfatizan esa necesidad, especialmente en el contexto de la crisis del 2008, a nivel internacional a fin mantener un sistema de comercio abierto. Esto se ha reflejado en las posiciones de economistas del FMI y del Banco Internacional de Desarrollo.[10]

De acuerdo con Mankiw[11]​ el desacuerdo primario entre los Nuevos clásicos y los nuevo keynesianos es acerca de la rapidez con la cual los precios y salarios se ajustan a cambios de mercado. Los economistas nuevo clásicos construyen sus modelos en la asunción que esos salarios y precios son flexibles -es decir, responden rápidamente- y consideran que esa flexibilidad contribuye a un equilibrio entre la oferta y la demanda que limpia el mercado. Los nuevo keynesianos creen que esos modelos no pueden explicar algunos problemas de corto plazo[12]​ y -a fin de explicar esos problemas- postulan modelos que contienen rigideces o pegosidades de precios y salarios. Los modelos nuevo keynesianos dependen sobre esa pegosidad y otros factores microeconómicos para explicar desempleo involuntario y por qué las políticas monetarias tienen influencia en la actividad económica.

Por ejemplo, una tradición económica de largo plazo enfatiza que la política monetaria puede afectar el empleo y producción en el corto plazo debido a que los precios responden lentamente a cambios en la oferta de dinero. De acuerdo con esta percepción, si la oferta decae (o tasa de interés bancario incrementa) los individuos gastan menos y la demanda decae. Pero, dado que tanto los salarios como los precios son inflexibles -no decaen inmediatamente- ese menor gasto produce una disminución en la producción y una caída en los niveles de empleos. Los economistas nuevo clásicos critican esta percepción porque carece de un modelo teórico coherente, especialmente una que permita explorar y explicar esa inercia de precios. Los nuevo keynesianos tratan de remediar esa situación.[13]

La exploración de esas percepciones por los keynesianos comenzó en la década de los 80 del siglo XX. En 1991 Mankiw y Romer publicaron una obra -llamada "Nueva Economía Keynesiana"[4]​ - en dos volúmenes que aglutinan contribuciones significantes a la percepción delineada. La mayoría de esos trabajos se concentraba en explorar el como algún factor microeconómico puede producir efectos macroeconómicos keynesianos más que en tratar de construir un modelo general.

Por ejemplo Mankiw estudia los efectos de los llamados Costos de menú -costos asociados con cambios necesarios cuando hay nuevos precios, por ejemplo, imprimir y distribuir nuevamente el catálogo, etc-. Esos costos, a pesar de que parecen pequeños en cada oportunidad, pueden amplificar problemas de corto plazo. Adicionalmente -sugiere Mankiw- una firma que baje sus precios esta efectivamente incrementando los fondos disponibles de sus clientes, fondos que no serán necesariamente gastados en comprar de esa firma. En otras palabras, la empresa asume un costo y riesgo que reduce el incentivo a responder al cambio.[14]

Posteriormente, macroeconomistas comenzaron a construir modelo de un Equilibrio general dinámico estocástico (EDGE) con aspectos keynesianos. La metodología para construir esos modelos fue examinada -en 2003- por Woodford en su Interest and Prices: Foundations of a Theory of Monetary Policy.[15]

A partir de esa fecha se han empezado a proponer y evaluar modelos cuantitativos de ese tipo[16][17]​ modelos que están siendo utilizados para proponer y analizar políticas monetaria y fiscales.[18][19][20]

El estudio del problema de las rigideces nominales que afectan tanto precios como salarios es central para el nuevo keynesianismo. Ese problema puede ser descrito simplemente como el problema de porque los precios y salarios no se ajustan tan rápidamente como la teoría sugiere deberían a cambios en la economía. Por ejemplo, en una situación -de crisis o no- que produzca una baja en la demanda, porque los precios no decaen en la forma predicha por los modelos?.

Romer[21]​ define esa rigidez real como la tendencia de los productores a no efectuar cambios de precios que no reflejen un cambio en producción.

Fuentes de rigidez incluyen:

En lo referente a salarios:

Además de las inelasticidades de los precios, otra falla de mercado incorporada en los modelos del Nuevo keynesianismo es la Competencia monopolística.[29]​ Adicionalmente, muchos -siguiendo a Robinson (op. cit) consideran que en condiciones reales de competencia oligopolistica las empresas fijan precios sin consideración directa de lo que ellos consideran fluctuaciones temporales.[30]

De hecho, sin tal competición no tendría sentido hablar de la rigidez de precios, dado que un sistema de competencia perfecta cualquier firma con un precio superior a otras no vendería nada y, conversamente, cualquier firma con un precio inferior a otras tendría que vender más que lo que produce. Pero en una situación de competencia imperfecta la evolución del mercado no lleva necesariamente a una reducción de la tasa de ganancia (como postula la visión clásica). Conversamente, una decadencia en la tasa de ganancia de una empresa o sector económico no implica necesariamente la decadencia en otros sectores, lo que a su vez sugiere los precios y/o salarios no necesariamente decaen.

Consecuentemente, los modelos del nuevo keynesianismo asumen que las empresas utilizan su poder sobre el mercado a fin de mantener sus precios por sobre el coste marginal,[31]​ de tal manera que incluso si fallan en fijar los precios óptimamente mantendrán sus ganancias. Muchos estudios macroeconómicos han establecido medidas y estudiado el grado de poder de las empresas sobre el mercado, de tal manera que esta información se puede obtener y utilizar en los modelos nuevo keynesianos.

Incluyen:

A partir de la introducción de los problemas de información, se ha avanzado a proponer una nueva consideración:

De acuerdo con Mankiw y Reis[37]​ asumiendo que la información posee rigidez -es decir, no todos la acceden al mismo tiempo- permite explicar una variedad de problemas relacionados con el ajuste de precios. Modelos que asumen esa rigidez de información muestran las siguientes características: 1.º: la deflación es siempre recesionaria. 2ndo: Choques monetarios tienen un efecto retardado sobre la inflación. 3.º: Cambios en la inflación están positivamente relacionados con el nivel de la actividad económica general.[38]

Lo anterior se puede expresar, más formalmente, de la siguiente manera: una economía real se comporta -dado la inercia de precios y salarios, etc- como si la información tuviera inercia o velocidad limitada.

Esta nueva consideración ha dado origen a algunos modelos híbridos[39][40][41]​ pero también a un debate acerca de cual aproximación es más efectiva o apropiada[42][43][44]

Siguiendo el trabajo -esbozado más arriba- de exploración de los factores microeconómicos que podrían producir efectos macroeconómicos keynesianos que los pioneros efectuaron, los economistas empezaron a proponer modelos generales. Esos modelos describen los problemas y decisiones que confrontan tanto hogares como empresas monopolísticas, gobiernos, autoridades monetarias y otros agentes económicos.

Por ejemplo, empresas monopolísticas confrontan problemas con precios y salarios que muestran por lo menos alguna rigidez, de tal forma que cada vez que ajustan sus precios y/o salarios, deben considerar que esos niveles tenderán a perdurar más allá de lo que la empresa podría considerar conveniente.

Desde otro punto de vista, la demanda agregada depende de la relación salario - precios. En una economía compleja extensa, es posible sugerir que la rigidez de ambos factores será mayor que en sistemas simples o menores. Eso sugiere que crecientemente la expansión industrial depende de factores tecnológicos.

Dado que, a nivel macroeconómico, los modelos del comportamiento se derivan de la interacción de todos esos factores a través del tiempo, esos modelos son necesariamente dinámicos. Además deben incorporar la situación del sistema económico particular bajo estudio. Todo eso es explorado por Woodford - op. ct.

Tanto los economista nuevo keynesianos como los neoclásicos están de acuerdo con que, en el largo plazo, la dicotomía neoclásica[45]​tiene validez: cambios en la oferta de dinero (cantidad de circulante) son financieramente neutrales.[46]​ En otras palabras, el dinero es percibido como primariamente una unidad de cuenta.[47]

Sin embargo, en el corto plazo la situación es diferente. Dadas la rigideces mencionadas, variaciones en la oferta monetaria tienen efectos. Específicamente, un aumento de la misma -incluyendo una disminución de la tasa de interés bancario- produce un aumento en la producción y disminuye el desempleo en el corto plazo, pero será difícil controlar sin ocasionar un periodo de recesión o de inflación en el largo. La inercia de precios y salarios funciona no solo para mantenerlos estables antes y al comienzo del aumento de la oferta monetaria, pero también prolonga la dirección de la respuesta eventual a ese incremento. Si se prefiere, la inflación también exhibe inercia, o la curva de la inflación es como una loma de laderas largas (hump shaped).[48][49][50][51]

Combinando lo anterior, los nuevo keynesianos proponen un modelo conocido como la Nueva Curva de Phillips o Curva de Phillips Nuevo Keynesiana[52][53]​ que se caracteriza por permitir evitar la relación inversa (trade-off) entre inflación y desempleo.[54][55][56]

Así, el problema central de una política monetaria óptima deviene el problema de como debe reaccionar a choques o cambios imprevistos. Los nuevo keynesianos proponen utilizar políticas monetarias para estabilizar el proceso económico. Dos elementos son percibidos como centrales en esa estabilización: el control de la inflación y la solución del problema de la brecha en la producción (production gap). La elaboración de políticas monetarias óptimas depende fuertemente -desde el punto de vista nuevo keynesiano- en la tasa de interés y el establecimiento de "reglas"[57]​ que guíen su aplicación.[58]

En relación a la inflación, algunos hablan de un "Nuevo consenso" que habría surgido entre los nuevos clásicos y los nuevos keynesianos en el sentido que el propósito -la "regla central"- de la política monetaria es prevenir y controlar inflación.[54][59]​ El objeto del control de la inflación es permitir la maximizacion de la utilidad del hogar promedio y asume que los objetivos de los bancos centrales incluyen una tasa de inflación "permitida" al igual que un nivel de producción potencial. Lo anterior da origen a una "función de resultado esperado" (target function) que específica también perdidas y costos. La tarea de las autoridades es minimizar los costos para el bienestar común que se originan de las desviaciones del producto y la inflación de sus respectivas proyecciones. Dado que una disminución de la inflación produce una disminución (temporal) de la producción, esta política es óptima en el sentido que los costos y utilidades marginales de la política monetaria se igualan[60]

Lo anterior demanda, en la práctica, una política monetaria flexible. Los bancos centrales son renuentes a comprometerse a políticas concretas que los obliguen en el largo plazo. Esta situación es generalmente conocida como política monetaria sin compromiso y de ella siguen algunas implicaciones, la principal siendo que política monetaria óptima permite el control gradual del problema de la inflación o el acercamiento gradual a la tasa de inflación permitida u óptima. La regla para la política monetaria seria que el banco central debe ajustar la tasa de interés nominal de manera gradual, más bien que ajustes equivalentes uno por uno en relación a fluctuaciones en la inflación. En otras palabras, los ajustes en las tasas de interés monetarios deberían ser lo suficiente para mover las tasas de intereses reales (afectando la demanda agregada) en la dirección que contrarresta la inflación más que tratar de controlarla absolutamente o eliminarla inmediatamente. Otra implicación es que la respuesta de los bancos centrales a cambios en los parámetros económicos debe depender de la naturaleza del disturbio: el banco debe tratar de controlar cambios en la demanda, pero acomodar cambios en la oferta.[61]

En lo referente a la brecha en la producción (production gap) las concepciones tradicionales de las política monetarias postulaban una relación inversa entre estabilizar inflación y lograr el nivel de producción necesaria para satisfacer las demandas del bienestar de la población (ver, por ejemplo, Curva de Phillips). Esa relación inversa da origen a una "brecha" entre la producción necesaria para ese bienestar y la conveniente para estabilizar la inflación a un nivel dado.

Las concepción Nuevo keynesiana no acepta esa percepción. Desde esta perspectiva, estabilizar la inflación es equivalente a estabilizar o eliminar la brecha. Esto debido a que una de las propiedades de los modelos nuevo keynesianos - la llamada coincidencia divina[62]​ - se debe a que en esos modelos no hay imperfecciones reales que no sean triviales.[63]

Consecuentemente modelos nuevo keynesianos simples sugieren que basta con controlar la inflación, dado que eso lleva a establecer niveles óptimos de producción y empleo.[64]​ Sin embargo Blanchard y Gali han también demostrado que modelos con más de una imperfección de mercado -por ejemplo, mercados en los cuales haya no solo rigideces en los precios, pero también fricciones en los ajustes de empleo- la coincidencia divina no tiene validez sino que hay una relación de alternativas, por ejemplo, entre estabilizar precios y estabilizar desempleo.[36]

Esa falla de obtención coordinada de resultados óptimos a nivel práctico provee una razón teórica para la intervención estatal en la forma de una política fiscal.[11]​ La forma de tal intervención depende de otros factores.[65][66]​ Como Keynes mismo dijo: "las fuerzas del mercado llevaran la economía hacia el equilibrio, siempre que el gobierno tome las medidas adecuadas para corregir las variaciones de corto plazo a través de las políticas macroeconómicas apropiadas"[67]

Desde el punto de vista post keynesiano, el nuevo keynesianismo falla en reconocer que el sistema mismo es inestable, que cada aparente periodo de estabilidad genera inevitablemente un siguiente periodo de inestabilidad. Y que como consecuencia de esa inestabilidad hay necesidad de regulación y un imperativo de intervención[68]

Desde el punto de vista de la Economía de Complejidad, David Colander crítica al Nuevo Keynesianismo por no reconocer explícitamente que no hay tal cosa como un equilibrio económico único[69]

De acuerdo a Colander la existencia de múltiples puntos de equilibrio es de enorme importancia para el análisis macroeconómico. Específicamente: asumir equilibrio no permite ahora asumir optimalidad (y, posiblemente, viceversa). Adicionalmente, el proyecto de modelar el (o un) sistema cambia profundamente: el cálculo no es suficiente para reflejar adecuadamente la realidad. Se necesita un análisis de factores estratégicos complementarios a través de los cuales se encuentra una posible multiplicidad de medios y combinaciones de los mismo que pueden ser empleadas o seguidas racional o efectivamente, dependiendo de decisiones o consideraciones extra o no económicas -incluso, posiblemente, cuestiones de preferencia individual ( Colander, op. cit. pp 10)



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