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Oreailurus jacobita



El gato andino (Leopardus jacobita),[2]​ también conocido como titi (del aimara),[3]chinchay, osjo (del quechua Ushqu), gato lince o gato sagrado del Valle de Elqui, es una especie de mamífero carnívoro de la familia Felidae.[1][4]​ Es uno de los felinos menos conocidos y es considerado como la especie más amenazada del continente americano.

El titi es natural de América del Sur. Su distribución se limita a las regiones montañosas de los Andes; al centro y sur de Perú y al norte de Bolivia, Chile y en el norte de Argentina.

De mediciones de piel, la longitud total de los adultos varía entre 74 y 85 cm; la cola entre 41 y 48,5 cm;[5]​ la altura a los hombros 35 cm; pesa entre 4 y 7 kg; con pelaje largo, en especial en la región dorsal; con un diseño de manchas color café o rojizo de forma variable (fajas, estrías, puntos) sobre un fondo plomizo o grisáceo; a veces llega a aspecto atigrado con fajas verticales paralelas bajando del dorso a los flancos. La cola fajada con siete a nueve anillos oscuros, la punta blanca, igual que la parte ventral, salpicada por puntos negros: patas, mejillas, labios, zona periocular. Las orejas son grandes y ligeramente redondas, las patas son robustas, manchadas de color negro, con plantas de color café. Esta especie esta en peligro de extinción a causa del hombre, por la caza furtiva y destrucción de su hábitat. El animal más parecido a este es Leopardus colocolo.

Habita en zonas de vegetación no muy alta ni espesa, así como en las estepas y áreas rocosas. Se le documenta desde los 3000 a 5000 msnm, tal vez más alto, por encima de la línea de árboles, aunque a mayor latitud disminuye su rango altitudinal, llegando en la provincia argentina de Mendoza a habitar por debajo de 2000 msnm.

En esa provincia argentina, el extremo austral de su geonemia, se ha señalado la presencia de la especie en la reserva privada Villavicencio y se considera de valor la propuesta de anexar como nueva reserva el ambiente de Paramillos de Uspallata por ser muy probable zona de presencia del gato andino entre los 2500 y 3000 msnm.

El límite austral de la distribución conocida para esta especie en la vertiente occidental de Los Andes -Chile- se ubicaba tradicionalmente mucho más al norte que en Argentina. Pero, pese a la conducta esquiva de Leopardus jacobita y la dificultad que presenta observarlo, registros recientes y el uso de cámaras trampas han permitido confirmar la presencia de esta especie cada vez más al sur, dando credibilidad al testimonio aislado del naturalista Rodolfo Amando Philippi, quien en 1891 señaló haber observado en la pre cordillera de La Dehesa, en las inmediaciones de Santiago, un felino con una descripción que coincide con la de Leopardus jacobita. Una publicación de 2015 asegura que hasta antes de esa fecha los registros más australes se ubicaban al norte de San Pedro de Atacama, cerca de las Termas de Puritama, Región de Antofagasta; pero agrega que nuevos registros se agregaban mucho más al sur, en Caserones, Región de Atacama, y al interior de Los Vilos, Región de Coquimbo. [6]

Aunque vive solo en la alta montaña, los valles habitados por humanos actúan como barreras, fragmentando la población, significando que aún bajos niveles de caza furtiva pueden ser devastadores. Su piel ha sido tradicionalmente codiciada entre cazadores locales y es frecuentemente matado en Chile y en Bolivia debido a creencias locales.

Muestra un comportamiento tranquilo y, al parecer, no se siente perturbado por la presencia humana ya que tolera la cercanía de observadores sin mostrar mayor temor. Reacciona agresivamente frente al zorro chilla, erizando los pelos del lomo, probablemente porque es un competidor trófico.

Se alimenta de roedores de pequeño y mediano tamaño de los géneros Abrothrix, Chinchilla, Lagidium, Ctenomys, y Phyllotis, entre otros, además de aves acuáticas, terrestres, huevos y reptiles.

En 2004, los investigadores por primera vez pudieron poner un radio-collar en uno de estos animales para poder seguir sus movimientos. Mucha gente en los Andes cree que matar a un gato andino trae mala suerte. Sin embargo, si su pelaje del gato es encontrado o heredado, se considera una prenda de gran valor, y los cueros rellenos son utilizados en ceremonias y fiestas tradicionales.

En enero de 2020, en la Reserva Natural Villavicencio, cámaras trampa desplegadas por la ONG Alianza Gato Andino, la Fundación Villavicencio y la Secretaría de Ambiente argentina, a través de la Dirección de Recursos Naturales, detectaron claramente dos individuos de gato andino. El último ejemplar en las cercanías había sido divisado en 2008.[7]



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