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Ortega y Gasset



¿Qué día cumple años Ortega y Gasset?

Ortega y Gasset cumple los años el 9 de mayo.


¿Qué día nació Ortega y Gasset?

Ortega y Gasset nació el día 9 de mayo de 1883.


¿Cuántos años tiene Ortega y Gasset?

La edad actual es 141 años. Ortega y Gasset cumplió 141 años el 9 de mayo de este año.


¿De qué signo es Ortega y Gasset?

Ortega y Gasset es del signo de Tauro.


¿Dónde nació Ortega y Gasset?

Ortega y Gasset nació en Madrid.


José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 - ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo.

Nació en una familia madrileña acomodada, perteneciente al círculo de la alta burguesía de la capital. Era hijo de José Ortega Munilla y de Dolores Gasset Chinchilla.[1]​ En 1889 su familia se trasladó a Córdoba, por razones de salud de su madre, cuando él tenía seis años. Allí residieron algo más de un año y Ortega asistió a la escuela de la calle Obispo Fitero. [2]​Entre 1891 y 1897 estudió primero en el Instituto Gaona y, más tarde, en el Colegio San Estanislao de Kostka de la Compañía de Jesús, ambos en Málaga. Su abuelo materno, Eduardo Gasset y Artime, había fundado el periódico El Imparcial, que después pasaría a dirigir su padre. Así, cabe destacar que Ortega y Gasset se crio en un ambiente culto, muy vinculado al mundo del periodismo y la política.

Su etapa universitaria comienza con su incorporación a los estudios de la Universidad de Deusto en Bilbao (1897-1898) y prosigue en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid (1898-1904). Doctor en Filosofía por la Universidad de Madrid (1904) con su obra Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1907 realizó estudios en Alemania: Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín y, sobre todo, Marburgo. En esta última, se vio influido por el neokantismo de Hermann Cohen y Paul Natorp, entre otros. De regreso a España es nombrado profesor numerario de psicología, lógica y ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid (1909), y en octubre de 1910 gana por oposición la cátedra de metafísica de la Universidad Central, vacante tras el fallecimiento de Nicolás Salmerón.

En 1910 se casa con Rosa Spottorno (1884-1980). En 1911 nació su primer hijo, Miguel Ortega Spottorno, quien será médico. En el año 1914 nace en Madrid su hija, Soledad Ortega Spottorno, quien en 1978 creó la Fundación José Ortega y Gasset, de la que será su presidenta de honor. En 1916 nació su hijo José Ortega Spottorno, que fue ingeniero agrónomo y fundador del periódico El País y de la editorial Alianza.

Fue el primer director del semanario España, en 1915, y colaborador del diario El Sol desde su fundación en 1917, donde publica bajo la forma de folletones dos obras importantes: España invertebrada y La rebelión de las masas. En 1923 funda la Revista de Occidente, siendo su director hasta 1936. Desde esta publicación promoverá la traducción y comentario de las más importantes tendencias filosóficas y científicas en nombres tales como: Oswald Spengler, Johan Huizinga, Edmund Husserl, Georg Simmel, Jakob von Uexküll, Heinz Heimsoeth, Franz Brentano, Hans Driesch, Ernst Müller, Alexander Pfänder, Bertrand Russell y otros.[3]

Ortega y Gasset funda la Escuela de Madrid, a partir del 15 de noviembre de 1910 cuando consigue su cátedra universitaria en filosofía, y como comenta José Gaos, a través de la coordinación espiritual de varias personas vinculadas a Ortega, en centros editoriales que había fundado o a los que aconsejaba el mismo Ortega.[4]​ Mantiene un caudaloso epistolario con María de Maeztu, Fernando Vela (secretario de la Revista de Occidente), José Martínez Ruiz "Azorín", Francisco Giner de los Ríos, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y otros muchos.[5]​ En ese periodo también crea su tertulia en el café Granja El Henar.[6]

Durante la II República es elegido diputado por la provincia de León con la Agrupación al Servicio de la República. En el debate de totalidad del proyecto de la Comisión de Constitución celebrado entre los días 27 de agosto y 9 de septiembre de 1931 intervino como portavoz del grupo parlamentario de la Agrupación para decir que «nuestro grupo siente una alta estimación por el proyecto que esa Comisión ha redactado» («hay en este proyecto auténtico pensamiento democrático, sentido de responsabilidad democrática», añadirá más adelante), pero advirtiendo a continuación que «esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo». Entre esos «cartuchos detonantes» destacó dos, la forma como se había resuelto la cuestión regional («Si la Constitución crea desde luego la organización de España en regiones, ya no será la España una, quien se encuentre frente a frente de dos o tres regiones indóciles, sino que serán las regiones entre sí quienes se enfrenten, pudiendo de esta suerte cernirse majestuoso sobre sus diferencias el Poder nacional, integral, estatal y único soberano. Contemplad la diferencia de una solución y de otra») y la cuestión religiosa («el artículo donde la Constitución legisla sobre la Iglesia» le parece «de gran improcedencia») propugnando en su lugar «que la Iglesia, en la Constitución, aparezca situada en una forma algo parecida a lo que los juristas llaman una Corporación de Derecho público que permita al Estado conservar jurisdicción sobre su temporalidad»).[7]​ Por otra parte, Ortega consideraba que el programa de reformas militares llevado a cabo por Azaña (revertido cuatro años después por Gil-Robles como ministro de la Guerra del bienio derechista) era lo más novedoso e importante llevado a cabo por la República, escribiendo al respecto en 1931: «Esta hazaña es la de Azaña».[8]

Permaneció en el escaño durante un año, tras criticar públicamente el curso que la República tomaba en su célebre discurso conocido como «Rectificación de la República» de diciembre de 1931.

Cuando comenzó la guerra civil española en julio de 1936, Ortega se hallaba enfermo en su domicilio; apenas tres días tras el comienzo de la contienda, se presentaron en su domicilio varios comunistas armados de pistolas que exigieron su firma al pie de un manifiesto contra el golpe de Estado y en favor del Gobierno republicano. Ortega se negó a recibirlos y fue su hija la que en una conversación con ellos —conversación que, como ella misma relató más tarde, llegó a ser muy tensa—, consiguió convencerlos de redactar otro texto muy corto y menos politizado y que, efectivamente, acabó siendo firmado por Ortega, junto con Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y otros intelectuales. En su artículo En cuanto al pacifismo, escrito ya en el exilio, se refiere Ortega a este episodio. En ese mismo mes de julio y a pesar de su grave enfermedad, huyó de España (lo que consiguió gracias a la protección de su hermano Eduardo, persona de valimiento cerca de diversos grupos políticos de izquierda) y se exilió; primero en París, luego en los Países Bajos y Buenos Aires, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa. Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes al extranjero, especialmente a Alemania) en Madrid. Habiéndosele impedido recuperar su cátedra (aunque al parecer consiguió cobrar sus sueldos atrasados), optó por fundar un «Instituto de Humanidades» donde impartía sus lecciones. Durante estos años, y hasta su muerte en 1955, fue fuera de España —sobre todo en Alemania—, donde recibió el crédito y las oportunidades de expresión que correspondían a su prestigio.

Ortega y Gasset ejerció una gran influencia en la filosofía española y en la filosofía iberoamericana del siglo XX no solo por la temática de su obra filosófica, sino también por su estilo literario ágil, descrito por algunos como próximo al Quijote, que le permitió llegar fácilmente al público general.

Falleció el 18 de octubre de 1955 en su domicilio del número 28 de la madrileña calle del Monte Esquinza.[9]​ Según se sugiere en una carta de la catedrática y escritora Carmen Castro al padre Donostia,[10]​ murió reconciliado con la Iglesia, aunque esta versión de los últimos momentos del filósofo ha sido desmentida de forma rotunda por su familia, como su nieto Andrés Ortega Klein, quien la considera un «bulo» propagado «por la prensa nacional-católica».[11]

En honor a José Ortega y Gasset se construyó un colegio con su nombre en el barrio de Tetuán (Madrid).[12]

El objetivo de la filosofía es encontrar el ser fundamental del mundo. Este «ser fundamental» es radicalmente distinto a cualquier ser contingente o intramundano; y también es diferente a «lo dado» (expresión con la que Ortega se refería a los contenidos de nuestra conciencia = «lo dado» en nuestra conciencia). Todo contenido de conciencia es, por definición, fragmentario, y no sirve para ofrecer el sentido del mundo y de la existencia. Este sentido solo se encuentra en el «ser fundamental» o «el todo». La Filosofía es el saber que se encarga de aproximarnos a esta cuestión.

«Filosofía» en Ortega se encuentra unida a la palabra «circunstancia», que Ortega hace famosa en su expresión: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.» (Meditaciones del Quijote, 1914).[13]​ Mantiene los principios esenciales de su perspectivismo en periodos posteriores de su pensamiento.

A partir de El tema de nuestro tiempo desarrolla el «raciovitalismo», teoría que funda el conocimiento en la vida humana como la realidad radical, uno de cuyos componentes esenciales es la propia razón.

Para Ortega, la vida humana es la realidad radical, es decir, aquella en la que aparece y surge toda otra realidad, incluyendo cualquier sistema filosófico, real o posible. Para cada ser humano la vida toma una forma concreta.

Denomina «razón vital» a un nuevo tipo de razón —en rigor, el más antiguo y primario—, y «raciovitalismo» al modo de pensar que se apoya en su nuevo concepto de razón. La razón vital es una razón que se va realizando constantemente en la vida a la cual es inherente.

El pensamiento de Ortega se suele dividir en tres etapas:

El perspectivismo o «doctrina del punto de vista» es una doctrina filosófica que sostiene que toda percepción e ideación es subjetiva. El individuo mira desde un punto de vista concreto, en una dirección propia.

Para Ortega, la perspectiva es la forma que adopta la realidad para el individuo. Esto no le hace caer en el subjetivismo, pues para él cada sujeto tiene su propia forma de acceder a la realidad, su propia parte de verdad, que puede ser incluso contradictoria con la de los demás.

La verdad absoluta, omnímoda, puede ser la suma de las perspectivas individuales o de éstas más una parte fuera de la perspectiva (no vista), que, por eso mismo, son verdaderas parcialmente.

La razón vital es la razón que plantea Ortega, en sustitución de la razón pura cartesiana de la tradición filosófica. Esta razón integra todas las exigencias de la vida, nos enseña la primacía de ésta y sus categorías fundamentales. No prescinde de las peculiaridades de cada cultura o sujeto, sino que hace compatible la racionalidad con la vida.

La razón vital es el principio clave del raciovitalismo.

Con la frase «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», aparecida en Meditaciones del Quijote, Ortega insiste en lo que está en torno al hombre, todo lo que lo rodea, no solo lo inmediato, sino lo remoto; no solo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. El hombre, según Ortega, es el problema de la vida, y entiende por vida algo concreto, incomparable, único: «la vida es lo individual»; es decir, yo en el mundo; y ese mundo no es propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas. Vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona». Y la reimpresión de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana.

El hombre es un ser que se encuentra inmerso, sumergido en una circunstancia (o naturaleza), la cual le presenta distintas concepciones de su estado físico y mental. Por tanto, deja al hombre la misión de satisfacerlas. En el cumplimiento de tal tarea, agrega Ortega, es que el hombre crea la técnica, que, según este autor, podemos definir como «la reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades». Ortega y Gasset definía al hombre como un «ser compuesto de realidades circunstanciales creadas por la opacidad en la forma de pensar y en el sedentarismo como fuente inspiradora de las culturas neopensantes incapaces de olvidar la tirantez que usurpa el conjunto de la sabiduría».

En la década de los años 20 España se encuentra bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Ortega, en este período de falta de democracia, escribe en La rebelión de las masas[14]​que la historia, el progreso, se llevan a cabo por el trabajo de las minorías. Si va a haber una renovación, entonces, esto debe ser hecho por los mejores, que van a ser, sin embargo, reclutados de una manera liberal-democrática. Ortega teme que las masas van a pedirle todo al estado y que este les conceda todo a cambio de obediencia ciega: esto causaría un fracaso para emancipar a las masas. Su visión de la vida es básicamente libertaria con referencias principalmente anarquistas presentes en todos sus escritos. Trae consigo el liberalismo y el socialismo: el liberalismo debe perseguir una emancipación total del individuo (cualquiera que sea la clase a la que pertenezca), el socialismo debe abandonar el estado de estadolatría y terminar persiguiendo un igualitarismo excesivamente extremo.

El advenimiento de las masas al pleno poder social es un hecho que debemos reconocer: provoca una crisis en la Sociedad Europea porque las masas no pueden liderar la sociedad. Esto no significa que puedan elegir a sus propios representantes. El problema es la hiperdemocracia: eso es la emancipación sin asumir la responsabilidad. El fenómeno de la aglomeración se produce durante este período: ciudades llenas, trenes completos, hoteles completos, las masas están en los lugares públicos. Esto no es malo, es una indicación de la civilización, «aunque el fenómeno es lógico, natural, no se puede negar que no ocurrió antes». Esto no se debe a un auge demográfico sino a la masificación de la sociedad (estos individuos preexistían, pero aún no formaban una masa). En todo esto hay un elemento negativo: los mejores (según sus cualidades) son absorbidos por la masa, «los actores son absorbidos por el coro». Cuando Ortega habla de masa no se refiere a la clase obrera, porque «la masa es el hombre promedio». La Masa no es solo un hecho cuantitativo, sino también cualitativo que define una media que tiende hacia abajo. El componente de la masa no se siente como tal y, por lo tanto, se siente con todo a gusto: no se da cuenta de la condición del conformismo en el que se derrumbó.[15]

En este escenario, sin embargo, una minoría elegida debe salir: es parte del hombre que continuamente se esfuerza por abandonar el coro y convertirse en el protagonista, cualquiera que sea su clase y su censo. Ortega no rechaza la visión liberal democrática, teme la hiperdemocracia que se manifiesta en la masa que quiere gobernar con clichés. La vida del hombre-masa se ve privada de la voluntad de progresar y de participar en un proceso de evolución de la sociedad. La Masa no entiende que si ahora se puede disfrutar de ciertas ventajas esto se debe al progreso: pero para progresar se necesita esfuerzo. Las masas, por otro lado, consideran el progreso como algo natural, que no ha costado ningún esfuerzo. No «agradecen» a los que hicieron posible este esfuerzo, es decir, el liberalismo (entendido como individualismo, esfuerzo individual de los mejores elementos). La Masa cree que el progreso es algo irreversible.

Pero la política requiere mediación y razonamiento, mientras que el hombre-masa concibe la política solo como una acción directa. No respeta a los que sostienen, no está dispuesta a poner en juego sus ideas. La novedad política en Europa consiste en la desaparición de los debates: este es el régimen que agrada al hombre-masa. El liberalismo se opone a todo esto: el propósito de la política debe ser hacer posible la coexistencia a través del debate. Tiene que haber derecho a discrepar. Primero vienen los individuos, luego la colectividad. El liberalismo es «el llamamiento más noble que resonó en el mundo» a coexistir con el adversario, acepta al adversario y le da la ciudadanía política. Es bueno, de hecho, que exista una oposición. La Masa, sin embargo, odia a muerte lo que es ajeno a ella: no da la ciudadanía política a quienes tienen opiniones discrepantes.

Vivimos en la era del «señor satisfecho»: piensa en todo el estado, uno no debe cuidar nada, debe limitarse a ser conformista. Tal individuo es un «niño mimado»: da el bienestar y el progreso por sentado, cree que la vida no requiere competencia y que no es necesario que surjan los mejores. El progreso no es una cosa fácil, pero la masificación, en cambio, induce a sentirlo. El estado es el mayor peligro para los que quieren salir del coro: ya no es un medio (como en la concepción liberal), sino que se ha convertido en un fin.

El hombre-masa recibe del estado todo y esto lo induce a la aprobación y la falta de activismo. Amenaza con olvidar que el estado no puede resolver todos los problemas. El estado también absorbe la sociedad civil y el individuo ya no tiene un espacio para crecer y demostrar sus capacidades. La masa y el estado se identifican entre sí: un ejemplo práctico es la Italia de Mussolini. Ortega no es un enemigo del estado (especialmente desde que fue construido por los liberales), pero cree que debe ser articulado con continencia. «A través del estado, una máquina anónima, las masas gobiernan autónomamente»: nadie es responsable y uno pierde la individualidad y la singularidad.

Ortega ejerció una notable influencia en los autores de la generación del 27. Entre las obras que más influyeron en estos escritores destacan España invertebrada (1921) y La deshumanización del arte (1925) cuyas ideas y postulados serán asumidos por dicha generación. Su estilo elegante y pulcro al escribir será una de las características que usarán estos escritores al crear sus obras. La Revista de Occidente (fundada por Ortega en 1923, y de la que fue en parte redactor) será leída por los escritores de la generación del 27 por contener artículos actuales de gran interés cultural, así como por su original presentación estética.

Además de estas obras sugirió la idea de crear una enciclopedia taurina a la editorial Espasa-Calpe y propuso encargárselo a Cossío, de la que apareció el primer volumen en 1943.[16]



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