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Pablo Abril de Vivero



¿Qué día cumple años Pablo Abril de Vivero?

Pablo Abril de Vivero cumple los años el 28 de octubre.


¿Qué día nació Pablo Abril de Vivero?

Pablo Abril de Vivero nació el día 28 de octubre de 1894.


¿Cuántos años tiene Pablo Abril de Vivero?

La edad actual es 129 años. Pablo Abril de Vivero cumplirá 130 años el 28 de octubre de este año.


¿De qué signo es Pablo Abril de Vivero?

Pablo Abril de Vivero es del signo de Escorpio.


¿Dónde nació Pablo Abril de Vivero?

Pablo Abril de Vivero nació en Lima.


Pablo Enrique Germán Abril de Vivero (Lima, 28 de octubre de 1894 - Montecarlo, 11 de abril de 1987) fue un poeta, escritor y diplomático peruano. Fue además un entusiasta promotor de la literatura y el arte; se le recuerda mayormente por su gran amistad con el poeta César Vallejo, con quien mantuvo correspondencia durante las estancias de ambos en Europa.

Fue hijo de Carlos Abril y Borgoño y de Amalia de Vivero y Merino.[1]​ Hermano mayor del poeta Xavier Abril y padre del pintor Francisco Abril de Vivero.

Culminados sus estudios escolares, trabajó en la administración pública. Sucesivamente fue amanuense en las subprefecturas de Chancay y Huarochirí (1912), y en el Ministerio de Justicia (1913-1915).[1]

Durante el segundo gobierno de José Pardo fue secretario del prefecto de Moquegua (1915) y de los ministros de Gobierno (1916-1917) y de Guerra (1918). Al mismo tiempo estudió en las Facultades de Letras, Ciencias Políticas y Administrativas, y Jurisprudencia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.[1]

Perteneció fugazmente al grupo Colónida encabezado por el escritor Abraham Valdelomar y colaboró en la revista del mismo nombre.[2]​ Publicó algunos poemas en Suramérica (el semanario dirigido por el periodista y agente diplomático consular Carlos Pérez-Cánepa),[cita requerida] así como un grupo de poemas en la antología de Colónida titulada Las voces múltiples (1916).[3]​ Por entonces ganó el primer premio en un concurso de madrigales auspiciado por la revista Lulú en Lima, que le fue entregado el 29 de abril de 1916.[4]

Coincidiendo con el comienzo del Oncenio de Leguía, inició su carrera diplomática, que lo llevó sucesivamente a Buenos Aires (1919-1922), Quito (1922) y Roma (1922-1929).[1]​ Por esa época, su íntimo amigo, el poeta peruano César Vallejo, que se hallaba en París, le instó a fundar una publicación literaria, La semaine parisienne, que no llegó a concretarse.[5]​ Se conserva una nutrida correspondencia entre ambos.

En 1929 fue apartado temporalmente del servicio diplomático. Se estableció en Madrid, donde editó la revista Bolívar (1930-1931), «quincenario cultural hispanoamericano»[1]​ en el que colaboraron Vallejo, Neruda, Huidobro, entre otros destacados escritores e intelectuales.[6]

De regreso al Perú, fue bibliotecario del Ministerio de Relaciones Exteriores (1935-1937). En 1938 regresó al servicio diplomático, integrando sucesivamente las legaciones acreditadas en Colombia (1938-1941) y en Cuba (1941-1945). Luego fue ministro plenipotenciario en Honduras (1945).[1]

Durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero fue embajador en Uruguay (1945-1946) y México (1946-1948). Con la restauración democrática bajo el segundo gobierno de Manuel Prado Ugarteche, fue embajador en Bélgica (1957-1958), Venezuela (1959-1961) y Dinamarca-Suecia (1961-1962).[1]

Fue también uno de los miembros que fundaron en 1945 el Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas.[cita requerida]

Publicó dos poemarios de entonación modernista:

También publicó poesías satíricas en diarios y revistas, así como ensayos y crónicas.[1]

Se debe mencionar también un volumen de Cartas, compilado por José Manuel Castañón, con la correspondencia entre César Vallejo y Pablo Abril.[9]

A continuación, un ejemplo de sus celebrados madrigales:


No tener un regazo que nos brinde, piadoso,
tras los rudos cansancios del humano fracaso,
la ilusoria certeza de un sereno reposo.
¡No tener un regazo!


No tener una estrella cuyos níveos fulgores
en el alma nos rimen la sonata más bella,
en la noche enlutada de los torvos dolores,
¡No tener una estrella!


No tener un perfume redentor del cautivo
corazón, que en las redes del pesar se consume,
con la amarga nostalgia del recuerdo más vivo,
¡No tener un perfume!


No tener una amada, melancólica y buena,
que nos cante, muy quedo, la canción ya olvidada
del amor, y que sepa suavizar nuestra pena...
¡No tener una amada!



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