El Panteón de Belén es un cementerio antiguo localizado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México.
Actualmente funge como Museo Panteón de Belén, en 2007 fue sometido a una intensa y minuciosa restauración. Se ubica sobre la calle Belén #684 a un costado del antiguo Hospital Civil de Guadalajara.
Fue proyectado por el arquitecto Manuel Gómez Ibarra a solicitud del Obispo don Diego de Aranda y Carpinteyro. Su funcionamiento duró poco menos de 50 años, pues fue cerrado el 1 de noviembre de 1896. La decisión fue tomada por el Consejo Superior de Salubridad de esa época. Actualmente funciona como un museo que representa parte de la historia de Guadalajara, el cual alberga un sinfín de nichos (900 para ser exactos) de cantera rosa. Anteriormente en el centro se encontraba la capilla de los hombres ilustres que hoy se encuentran en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.
Aunque el panteón está clausurado para eventos funerarios, sigue abriendo sus puertas al público sólo con el fin de que aprecie su interior. Para ello existen recorridos turísticos en los que se muestran las tumbas y se cuentan leyendas.
El Panteón de Belén es nombrado así por costumbre, mas su nombre correcto desde el siglo XIX es El Panteón De Santa Punta
El Panteón de Belén se encuentra ubicado a un costado del Hospital Fray Antonio Alcalde, mejor conocido como Hospital Civil Viejo, por su riqueza arquitectónica está protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y considerado Tesoro Arquitectónico Nacional.
El Panteón de Belén fue abierto al público a mediados del siglo XIX y la última inhumación se realizó hacia finales del mismo siglo. En la Actualidad es un museo de arquitectura y es administrado por el Ayuntamiento de Guadalajara. La característica principal del museo-panteón son las tumbas y mausoleos majestuosos, la riqueza arquitectónica de los mismos y las leyendas que han hecho que el Panteón de Belén sea uno de los museos más visitados de Guadalajara. En fechas recientes un programa de televisión a nivel nacional habló de algunas de las leyendas y esto motivó que se disparase la afluencia de visitantes, sobre todo a los recorridos nocturnos guiados que se realizan hacia la medianoche.
El Cementerio de Belén albergó también la primera Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, ya que en su mausoleo central o principal se encontraban los restos de pocos personajes importantes de Jalisco, los cuales fueron retirados a mediados del siglo XX y colocados en la actual Rotonda, al costado norte de la Catedral.
Después de servir como una fosa común para gente humilde, en al menos tres periodos de su existencia, el Panteón de Belén fue el depositario de los restos de la alta sociedad jalisciense del siglo XIX, revela Victoria Oliver Sánchez, investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
El cementerio se empezó a construir en 1787 como parte del proyecto integral del Antiguo Hospital Civil. Antes, en 1786, la Nueva España sufrió de una escasez de alimentos, lo que provocó que apareciera el hambre y una pandemia de enfermedades epidémicas, la más fuerte del siglo XVIII. Ahora se sabe que fallecieron alrededor de dos mil 300 personas, aunque en aquel entonces, Fray Antonio Alcalde hablaba de más de cinco mil.
“Se pone en evidencia que la ciudad no contaba con espacios funerarios suficientes, al igual que no tenía hospital. En ese momento, el obispo Fray Antonio Alcalde tomó la decisión de fundar el Hospital Civil, pero también de concluir un proyecto que había para hacerle un camposanto (cementerio) a la ciudad, porque la población crecía y no había espacio, y por cuestiones sanitarias se estaba prohibiendo que los muertos se enterraran en los templos”, explica la investigadora.
Al tiempo que iniciaron las labores de construcción del Antiguo Hospital Civil, agrega, se habilitó el terreno trasero como un cementerio en lo que ahora se conoce como Panteón de Belén, pero cuyo primer nombre fue el Campo Santo de la Convalecencia, como le llamaban los sacerdotes betlemitas.
“Cumplió una función muy importante: era un lugar para enterrar a los que morían en el hospital. Normalmente eran los pobres y para ese tiempo, una condición muy importante que cumplía ese campo santo, es que estuviera construido extramuros de la ciudad, o sea, hacia las orillas. Y se eligió ese lugar porque los contemporáneos decían que la ciudad ya no crecería porque estaba la barranca (de Huentitán)”.
Diez años después de su apertura, hacia 1797, la ciudad padeció de una epidemia de viruela, por lo que en el Panteón de Belén se habilitó una fosa común para enterrar a la gran cantidad de personas que fallecieron a causa de dicha enfermedad.
Además, abunda la investigadora, en 1833 Guadalajara vivió una epidemia de cólera morbus, por lo que en ese mismo lugar se abrió una nueva fosa común para las víctimas de la enfermedad, y que se le conoció como el “Panteón de la capirotada”, por la forma en que tenían que ser enterrados los cadáveres: una pila de cuerpos y después echaban cal o tierra.
Luego, en 1850, durante otra epidemia de esa misma enfermedad, en el lugar se habilitó una tercera fosa común: “Ese panteón ha cumplido una función muy importante para solucionar las necesidades funerarias de la ciudad, especialmente en épocas antiguas cuando las epidemias mataban a mucha gente”.
Fue hasta 1848, cuando el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, a solicitud del obispo Diego de Aranda y Carpinteiro, realizara la construcción de lo que ahora se conoce como el Panteón de Belén y que funcionaría con el nombre de Panteón de Santa Paula. Sin embargo, fue clausurado en 1896, por instrucciones del consejo superior de salubridad de la época: “De haberse iniciado como un panteón para el entierro de pobres y como fosa común durante las epidemias, se convirtió en el panteón donde se enterraba a la gente más importante, más destacada de la política, de la cultura, de las artes, de la élite… que después algunos de ellos se cambiarían a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres”.
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