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Partido Democrático (España)



El Partido Democrático, Partido Demócrata o Partido Progresista Demócrata fue una formación política surgida en España en abril de 1849 como una escisión del Partido Progresista. Demandaba el pleno reconocimiento de los derechos ciudadanos y las libertades individuales, el sufragio universal, la desamortización de todos los bienes de la Iglesia, incluidos los bienes civiles y la abolición de las quintas.

La primera prueba de la existencia de una fracción demócrata en el seno del Partido Progresista se puede situar en 1847 con la publicación por el diputado progresista José María Orense de un folleto titulado ¿Qué hará en el poder el partido progresista? en el que propugnaba un programa político que incluía reivindicaciones populares como la abolición de las quintas y el derecho de asociación sin restricciones, la libertad completa de imprenta y, sobre todo, el sufragio universal, propuestas que iban mucho más lejos del programa tradicional del partido. Otra prueba fue la aparición del diario El Siglo. Periódico progresista constitucional, en cuyo primer número publicado el 5 de diciembre de 1847 se decía que la democracia ¡...es "nuestro objeto, porque ella es el último término político de la civilización moderna".[1]

La aparición del sector democrático planteó un debate en el seno del partido progresista. Se reunieron entonces sus dirigentes, encabezados por el presidente del grupo parlamentario Manuel Cortina y por Juan Álvarez Mendizábal y Salustiano de Olózaga, con los demócratas José María Orense, Nicolás María Rivero y José Ordax Avecilla. Cortina afirmó la lealtad del partido con la Monarquía Constitucional, aunque los progresistas continuaban rechazando la Constitución de 1845 aprobada a la medida del Partido Moderado, y descartó la propuesta de la implantación inmediata del sufragio universal, que habría que dejar para más adelante cuando el pueblo hubiera alcanzado el nivel de educación y de bienestar que hicieran posible su participación política directa.[2]

El debate fue interrumpido por el estallido de la Revolución de 1848 en Francia y en toda Europa, que cada parte interpretó de acuerdo a sus convicciones. Para el sector demócrata la caída de la Monarquía y la proclamación de la República en Francia reforzaba su propuesta, lo que les hizo decantarse claramente por la forma de gobierno republicana, mientras que para los progresistas los desórdenes y las revueltas les confirmaron su idea de que la extensión del sufragio universal debía hacerse poco a poco. Tras el verano el debate se reanudó con el resultado del triunfo de las posiciones progresistas "históricas" por lo que el sector demócrata decidió hacer público el «manifiesto de la fracción progresista democrática» que se considera el nacimiento del Partido Demócrata. Lo publicó el diario El Siglo, el 8 de abril de 1849. En él se defendían el sufragio universal, los derechos de reunión y de asociación, la existencia de una única Cámara en representación de la soberanía nacional y la intervención del Estado para reducir las desigualdades sociales, con instrucción pública, asistencia social y un sistema fiscal más justo. "Al escrito siguió la formación de un comité organizador del partido, y se formaron comisiones para desarrollar el programa y conseguir militancia".[3]

El sector democrático actuó de manera parcialmente clandestina hasta la llegada del Bienio Progresista (1854-1856) durante el reinado de Isabel II. En este momento aglutinó a algunos militares descontentos, al incipiente movimiento obrero y campesino, a republicanos e intelectuales. Con la llegada de la Unión Liberal al gobierno, regresa a la ilegalidad.

En esos años 50 del siglo XIX se define su ideología gracias al trabajo intelectual de José Ordax Avecilla, Calixto Bernal, Rafael María Baralt, Nemesio Fernández Cuesta, José María Orense, Fernando Garrido -que en 1855 publica La República democrática federal universal con prólogo de Emilio Castelar- y Francisco Pi y Margall -que a finales de 1854 publica La Reacción y la Revolución- y de la actividad del diario La Discusión de Madrid, dirigido por Nicolás María Rivero. Así el partido se declara abiertamente a favor del republicanismo, que, según Jorge Vilches, no significaba "sólo la predilección por la República, sino toda una concepción del orden político basada en la democratización de la vida pública por la universalización del sufragio, la eliminación del privilegio social, la atenuación de las diferencias, la racionalización y la laicización de la vida intelectual y moral partiendo de la escuela primaria".[4]

La decisión del Partido Progresista de optar por el retraimiento en las elecciones de 1863, convocadas tras la caída del gobierno de la Unión Liberal del general Leopoldo O'Donnell abrió un debate en el seno del partido sobre si se debía colaborar con ellos a la vista del paso que habían dado de no presentar candidatos a las elecciones, deslegitimando así las Cortes que salieran de ellas.

La postura del acercamiento a los progresistas mediante la "abstención" en las elecciones fue defendida por Emilio Castelar frente a Nicolás María Rivero que propugnaba la participación en las mismas. La ruptura entre ambos políticos se consumó cuando Castelar abandonó la redacción del periódico La Discusión que dirigía Rivero para fundar en enero de 1864 su propio periódico llamado La Democracia. Finalmente triunfó la propuesta de Castelar, apoyado por García Ruiz y comenzaron las actividades conjuntas con los progresistas. La fiesta del 2 de mayo de 1864 fue el primer acto organizado por los dos partidos, lo que se repitió dos días después con motivo del entierro de las cenizas del diputado liberal de las Cortes de Cádiz Diego Muñoz-Torrero.[5]

El acercamiento a los progresistas fue favorecido por el resultado de los dos debates internos que gran importancia para el futuro del partido que tuvieron lugar en esos años 60. El primero fue el que mantuvieron Fernando Garrido y José María Orense sobre la relación entre el socialismo y el republicanismo y el segundo, que fue el que tuvo mayor trascendencia, fue el que enfrentó el federalismo "pactista" de Francisco Pi y Margall al liberalismo democrático de Emilio Castelar, lo que dará lugar a que en su seno existan dos proyectos políticos distintos cuyas diferencias se harán patentes tras la Revolución de 1868. Según Jorge Vilches, "la tendencia que lideró Castelar se basaba en la agrupación de todos los liberales ─demócratas, progresistas y conservadores─ en torno a una República que fuera la legalidad común; para lo cual había que contener a los que ponían en cuestión el orden burgués y la intransigencia como práctica de progreso político. Del grupo castelarino salió el acuerdo con los progresistas en 1865 [y] el Pacto de Ostende de 1866... Otra tendencia fue la que inspiró Pi y Margall, fundada sobre la idea de la emancipación política y social del cuarto estado, las clases trabajadoras, mediante la democracia, la división federal del poder público y las asociaciones obreras, como conjunto garante de la libertad".[6]

Así pues, en los años 60 se produce un debate en el que se fija una aproximación al Partido Progresista, se declara abiertamente el republicanismo de la formación y los fundamentos del programa económico se acercan al pensamiento socialista. Es el tiempo en el que desde el periódico La Discusión el partido se da a conocer más fuera de Cataluña donde había mantenido una actividad constante y cuyo diario más influyente era El Comercio de Barcelona. La posibilidad o conveniencia de alianzas con los progresistas llevarán a debates enconados en los que se enfrentarán unitaristas contra federalistas, partidarios de la alianza con las demás fuerzas democráticas y contrarios a ella.

El federalismo pactista pimargaliano se acabará imponiendo tras la Revolución de 1868 lo que explica el cambio de nombre del partido que a partir de entonces se denominará Partido Democrático Republicano Federal. El origen del federalismo en España se puede encontrar en el proyecto constitucional de Ramón Xaudaró y Fábregas de 1832 y en el diario El Huracán de 1840, siendo desarrollado por Fernando Garrido y por el propio Pi y Margall, quien precisamente escribió la introducción a la traducción castellana del libro El principio federativo de Proudhon, que tuvo un enorme éxito.[7]

Tras los fracasos del general Juan Prim en sus distintas sublevaciones, firmarán el Pacto de Ostende en 1866 y el de Bruselas en 1867 para llevar a término con los progresistas la Revolución de 1868. Cuando tras el triunfo de "La Gloriosa" el Gobierno Provisional de 1868-1871 se manifestó en favor de la Monarquía se abrió un debate en el partido Demócrata sobre la compatibilidad de la monarquía con la democracia y sobre la "accidentalidad" de las formas de gobierno. La mayoría de los demócratas encabezados por José María Orense, Francisco Pi y Margall, Estanislao Figueras, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar defendieron la República por lo que se refundó el partido bajo el nombre de Partido Republicano Democrático Federal, mientras la minoría encabezada por Nicolás María Rivero, Cristino Martos y Manuel Becerra y Bermúdez defendió que lo fundamental era el reconocimiento del sufragio universal (masculino) y de los derechos y libertades individuales y no la forma de gobierno a la que consideraban "accidental". Esta minoría de demócratas que aprobaron la monarquía fueron llamados "cimbrios".[8]​ En las elecciones a Cortes Constituyentes de enero del año siguiente los "cimbrios" se integraron en las candidaturas de unionistas y progresistas que apoyaban al Gobierno, mientras que los republicanos federales presentaron sus propias listas.

Durante el reinado de Amadeo I los "cimbrios" se integraron en el Partido Radical de Manuel Ruiz Zorrilla. Los restos del partido desaparecerán definitivamente en 1912.

Nicolás María Rivero.

Fernando Garrido.

Emilio Castelar.

Francisco Pi y Margall.



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