Pelucón (relativo singular de pelucones, en alusión al anacrónico uso de pelucas por parte de la aristocracia) es una denominación coloquial, habitualmente despectiva, con que se conocía en Chile, durante la primera mitad del siglo XIX, al bando político conservador. Sus rivales liberales, en tanto, eran llamados pipiolos por los pelucones. Aunque no muy bien difundida la palabra pituco, este vocablo quiere decir lo mismo que pelucón en Ecuador o pelucón en Chile.
Primero, durante la independencia de Chile, se llamó pelucones, chapetones o realistas a los partidarios de conservar una relación de dependencia política respecto del Imperio español.
Según Benjamín Vicuña Mackenna, habrían sido los Carrera quienes bautizaron como pelucones a los diputados realistas e indecisos que se opusieron a acelerar la independencia en el Congreso de 1811. El bando, sin estar constituido orgánicamente como un partido, respondía a los intereses de la aristocracia santiaguina, que suele ser caracterizada como "castellano-vasca" en razón del origen de las familias que la constituían.
No era de la misma idea José Zapiola, testigo de la época que señala como algo posterior el origen del término:
Una vez declarada la independencia, y aceptando a regañadientes ese hecho, el grupo se volvió más heterogéneo, congregando a todos quienes deseaban que el nuevo régimen tuviera una fuerte solución continuidad con el modelo político y social vigente durante la Colonia. Es decir, agrupó a los partidarios de un gobierno autoritario, centralizado, cercano a la Iglesia católica y que reservara la participación en cuerpos colegiados casi exclusivamente a las grandes familias tradicionales de la capital.
Singularmente las peluconas se unieron al movimiento liberal que derrocó a Bernardo O'Higgins en 1823, pues consideraban un agravio la reciente abolición de los títulos de nobleza y el uso de sus escudos familiares.
Pero al poco tiempo los pelucones se oponían a los pipiolos. Los acusaban de haber sumido al país en la anarquía y haber ensayado libertades públicas inadecuadas para la realidad social chilena, entre 1823 y 1829, durante el período conocido después como Organización de la República.
En 1828, para alcanzar el poder, los pelucones complotaron en alianza con los o'higginistas y estanqueros, participando en la Revolución de 1829 en contra del gobierno pipiolo.
Tras la Batalla de Lircay, en que fueron derrotadas las fuerzas liberales, se hicieron con el gobierno, iniciando el período de la historia de Chile conocido como República Conservadora.
Posteriormente, en 1836, los pelucones se fusionarían con los o'higginistas y estanqueros en el Partido Conservador, cuya primera convención se realizó recién en 1878.
El bando pelucón se componía de diferentes grupos:
Intelectuales que, pese a haber apoyado la Independencia, se unieron al bando pelucón por sus ideas más cercanas a la teoría política católica que estaba vigente entonces:
Posiblemente tomando el término desde Chile aunque sin la misma difusión, en Ecuador se denominó y calificó de pelucón a la clase perteneciente a la alcurnia o nobleza criolla instaurada tras la vida republicana en 1830 hasta mediados del siglo XIX, conformada por diversas familias o apellidos que - a diferencia de la aristocracia de la colonia - no tenían necesariamente linaje noble alguno. Fue representada desde sus inicios como clase social superior desde el gobierno del Gral. Juan José Flores, de origen venezolano, con tendencias políticas muy conservadoras que sustituyeron a los gobiernos regionales y demás dominios de la corona española en los actuales territorios de la República del Ecuador.
En Ecuador el término Pelucón fue puesto en recirculación por el señor presidente Rafael Correa Delgado al referirse a ciertos ciudadanos que cumplan con las siguientes singularidades: 1.- Ser buen mozos 2.- Adinerados 3.- Tienen relevancia social y demás flores que les calce; pero que siendo en extremo pretenciosos de su situación ven por el hombro a “la plebe”. Por tanto NO necesariamente todos quienes posean los nombrados atributos deberían ser considerados Pelucones. Adicionalmente, en el andar del tiempo “la plebe” identificó un estrato llamado “aspirante a Pelucón tipo A” siendo quienes residiendo usualmente en la clase media y/o de una aristocracia cuesta abajo, y por tanto sin reunir medianamente los requisitos antes mencionados, pujan por aparentar ser Pelucones; y que jactanciosos, sine qua non, ostentan de una agresiva y negativa verborrea contra el antes mencionado presidente de la nación; siendo esto último su principal estandarte y carta de presentación. No podían faltar para el ojo avizor del vulgo, el nicho de los “aspirantes a Pelucón tipo B” que son quienes cumpliendo las características del “tipo A” adicionalmente recurren a desmadres de todo tipo, para manoteando tratar de salir, no de un estrato socioeconómico, sino de su exagerada mediocridad; acompañada de profunda limitación intelectual. No se expone la descripción de los “tipos C, D y E” para no exponer al suicidio a los Pelucones ubicados en estos quintiles; pero de que los hay los hay.
Atemporalmente, en el lenguaje coloquial, el término es muy laxo a la hora de identificar gente de estratos medios y altos, o incluso para referirse a personas educadas, a manera de epíteto con referencia al origen, posición o aspiración socioeconómica. En la esfera política, en cambio el uso peyorativo se reduce para indicar a las personas que posiblemente participan en el tráfico de influencias en los puestos públicos por su pertenencia a las clases altas tradicionales, favores o simpatías que supuestamente les proporcionan la influencia para conservar el puesto o nombramiento determinado.
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