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Penetración anal



El sexo anal es una práctica sexual que consiste en la introducción del pene (o de un juguete sexual en el caso de la masturbación anal) en el ano o el recto de la pareja. Otros términos sinónimos son «sodomía», «coito anal» y «pedicación». Además de en los seres humanos, se conoce la existencia de esta práctica entre primates y otros mamíferos.[1]

Muchas personas encuentran placentero el sexo anal, y algunas pueden alcanzar el orgasmo mediante la estimulación a través del ano, del punto G y del clítoris en las mujeres, así como mediante la estimulación de la próstata en los hombres.[2][3][4][5]​ Sin embargo, muchas personas lo consideran doloroso, en ocasiones de forma extrema,[6][7]​ lo que en algunos casos puede ser de origen psicosomático.[7]

Es posible también que una mujer penetre analmente a un hombre o a otra mujer por medio de una prótesis, que comúnmente va sujeta a su pubis por medio de un arnés. Esta variante del sexo anal recibe el nombre de pegging. En un enfoque ampliado la sexualidad anal abarca diversas formas de estimulación, desde la masturbación anal con los dedos al sexo oral-anal, conocido también como anilingus.[cita requerida]

En la antigua Grecia, la superioridad masculina se trasladaba asimismo a la práctica sexual, tomando el hombre a la mujer por detrás, teniendo esta que adoptar una posición sumisa. Su práctica era tan extendida que incluso ha llegado hasta nuestros días con el nombre de «griego»,[cita requerida] haciendo referencia directa al sexo anal, aunque el coito a tergo puede ser tanto anal como vaginal en el caso de las parejas heterosexuales.

Aunque en Roma no estaba permitido —ni por consiguiente bien visto— que un ciudadano romano mantuviera sexo anal (poedicare) con otro ciudadano romano, no había ningún impedimento si lo hacía con un esclavo o esclava. Horacio (65-8 a. C.), poeta lírico y maestro de la sátira, se hace eco de esta situación tan ubicua:

El sexo anal ha sido considerado tabú en muchos países occidentales desde la Edad Media cuando se rumoraba que miembros varones de movimientos heréticos lo practicaban entre ellos.

Durante la Edad Media, la mayoría de los clérigos cristianos no eran del todo célibes, pero las órdenes más elevadas de algunos credos heréticos sí, lo que generaba el rumor de su atracción hacia miembros de su mismo sexo. Algunos retablos y drolleries medievales en madera retratan a personas realizando anilinguo con un demonio mitad cabra, mitad hombre.

Esta práctica ha sido condenada en los últimos dos mil años por la mayoría de las religiones: tanto por ser infértil (es una de las prácticas naturales más típicas para el control de la natalidad, en cuanto coito sustitutivo del vaginal), como por conllevar serios riesgos higiénicos. Aún en 2007 la pedicación se considera delito en ciertos estados de Estados Unidos de América, incluso dentro de matrimonios legalmente constituidos.

La persistencia del tabú a lo largo de los siglos ha difundido la idea de que el coito anal sería «antinatural», frente al coito vaginal. Sin embargo, hay que considerar que en el proceso evolutivo la vagina es un conducto de muy reciente aparición, y que en la etapa en que se desarrollaron los reptiles el conducto receptor del semen fue la cloaca, por lo que ambas prácticas sexuales se dan en la naturaleza, y en realidad el sexo anal se viene dando desde muchos millones de años atrás. Hay que considerar también que la sexualidad humana tiene fines más amplios que el meramente reproductivo, y en este sentido, en tanto que esta práctica también puede considerarse un juego sexual, tiene también pleno sentido biológico.

Actualmente, el sexo anal está considerado una de las prácticas sexuales más extendidas en parejas homosexuales y también heterosexuales. Diversos estudios revelan que, hoy en día, mujeres y hombres confiesan disfrutar del sexo anal. Aproximadamente el 40 % de las parejas heterosexuales lo han intentado al menos una vez y, según se atienda a unos u otros estudios, entre el 10 y el 20 % de las parejas lo practican con regularidad. Incluso en algunos países de Latinoamérica la práctica es realizada por el 20 % de las mujeres y el 24 % de los hombres, siendo la práctica más común tras el sexo vaginal y el oral.[8]

Además del Marqués de Sade, muchos autores como Bocaccio, Chaucer, Petronio o Rabelais han descrito este tipo de prácticas en sus obras. Entre los autores del siglo XX que han introducido escenas de sexo anal en sus escritos se encuentran Guillaume Apollinaire y Pierre Louys. En idioma español, Eso no de Marcelo Birmajer es una colección de relatos centrados todos en el sexo anal, fundamentalmente heterosexual.

Se considera que el primer coito anal del cine convencional lo protagonizó Gunnel Lindblöm, quien mostró que era posible practicar el coito en otro lugar que no fuera la alcoba con la luz apagada y por otra vía que no fuera la vagina. El coito anal filmado en la película El silencio (1963) de Ingmar Bergman se lleva a cabo en las butacas de un cine semivacío.

También se podría indicar Querelle de Rainer Werner Fassbinder (1982).

Otros títulos en los que se practica el sexo anal son:

En cuanto al cine porno, las escenas que contienen sexo anal se han vuelto omnipresentes, al ser una práctica muy demandada. En dichas escenas es común que, en ocasiones, las nalgas y el ano de la persona penetrada estén afeitados o depilados, así como los testículos y el pubis de la persona que penetra, para una mejor visualización de la penetración. El director y actor francés Pierre Woodman siempre incluye en sus vídeos el sexo anal.

El carácter tabú de esta práctica ha provocado que aparezcan palabras alternativas, con distintas utilidades, para identificar y, en su caso despreciar, su realización por parte de homosexuales. Tal es el caso de la palabra «sodomizar», usada para suavizar el significado griego o, por el contrario, para remarcar peyorativamente el hecho, al tratarse de una rotura de tabú.

El origen del término «sodomía» proviene de Sodoma, ciudad de Canaán que —según el capítulo 19 del libro del Génesis, en la Biblia— el Dios Yahveh destruyó por medio de una lluvia de fuego para castigarla por el pecado (a pesar de que el vulgo cree que fue la práctica de la homosexualidad -la misma que quisieron realizar a la fuerza con unos visitantes, que a la postre resultaron ser ángeles enviados por Yahvé, que fueron a avisar a Lot del inminente cataclismo). De su gentilicio «sodomita» surge la palabra, ahora sinónima, de homosexual.

En la Italia de finales del Renacimiento, al pintor Giovanni Antonio Bazzi lo llamaban «Il Sodoma» («el sodomita» u homosexual).

El término bujarrón (utilizado solo en España) y los términos lunfardos «bufarrón» y «bufa» (empleados en Uruguay y Argentina) se originan en la Europa medieval como un insulto utilizado para describir las supuestas prácticas homosexuales de los herejes de la secta neomaniquea de los bogomilos búlgaros.[cita requerida]

Con independencia de la llamada al deseo que puede originar el poder romper un tabú, existen razones antropológicas por las que la visión de un trasero provoca deseo sexual.

Ernst Gräfenberg, el investigador alemán que descubrió el punto G y le da nombre, creía que la postura ideal para estimular esa zona -y obtener la máxima excitación- era la penetración por detrás, como lo hacen todos los cuadrúpedos. Muchos estudiosos siguieron considerando que la postura cara a cara era exclusivamente humana y por lo tanto «antinatural», pero investigaciones con bonobos han revelado que ellos también practican la penetración cara a cara y que las hembras tienen asimismo el clítoris fuera de la vagina.

El comportamiento sexual de los bonobos, que practican besos con lengua, penetración por delante y por detrás, felaciones, cunnilingus, frotamientos, masturbación y tocamientos diversos (y todo esto indistintamente del sexo del otro bonobo, es decir, ya sea entre machos, entre hembras, a solas, acompañado/-a o en grupo), revelaría que la naturaleza de estas prácticas podría no estar ligada a la cultura, sino a la naturaleza de la especie.

Con independencia de que se produzca la penetración, la visión de un ano, su caricia y sobre todo el contacto del pene con uno puede provocar fácilmente la erección. Los glúteos humanos son de hecho proporcionalmente más grandes que los de otros primates. En parte por el bipedismo, pero según algunos estudiosos, también para fomentar la atracción sexual.

Puesto que el valor evolutivo del sexo es fundamentalmente reproductivo, eso explicaría el relativo mayor tamaño de las nalgas femeninas. La utilidad social del sexo —al igual que ocurre en los bonobos— explicaría el deseo de penetrar a individuos del mismo sexo.

Asimismo, los glúteos son muy sensibles y, si la experiencia de las caricias estimula el deseo sexual, en algunas posturas de práctica del coito lógicamente también se produce un contacto rítmico con los glúteos, lo que es un fuerte estímulo sexual para ambas partes.

En cuanto a cuál es la morfología de los glúteos que se considera más deseable, esta ha variado con la cultura: en algunas épocas se preferían prominentes y en la actualidad se valora que sean visibles, pero a la vez firmes y armoniosos.

La mucosa rectal es frágil y sensible a las infecciones por virus y bacterias. La mucosa absorbe las sustancias depositadas en el recto, fenómeno aprovechado para la administración de medicamentos, como es el caso de los supositorios. Esta capacidad de absorción puede aumentarse involuntariamente mediante una penetración brutal, que puede provocar pequeñas microheridas y ocasionar hasta hemorragias. Por tanto, es un terreno propicio para la propagación de infecciones de transmisión sexual (ITS, antes llamadas "enfermedades de transmisión sexual" o ETS), ya sean virales como el VIH (virus de inmunodeficiencia humano), el papiloma humano (VPH), todos los tipos de hepatitis (a excepción de la hepatitis A) los herpes genitales y otras también famosas, pero de causa bacteriana como la gonorrea, la sífilis y otras, incluso en el caso de que no haya eyaculación.

Por otro lado puede producirse un prolapso rectal si no se toman las medidas necesarias de seguridad.[9]

En consecuencia siempre se aconseja la práctica del sexo anal utilizando un condón (la pedicación sin condón es también muy arriesgada para el amante «activo»).

Si la práctica de la pedicación o sexo anal se efectúa sin condón, en todo caso es —aunque parezca obvio— imprescindible el máximo nivel de higiene del ano y del recto, así como del pene en el momento de la penetración.

La higiene es importante para una buena salud del ano y para la práctica del sexo anal y aún más si se efectúa sin condón.

El cuidado normal facilita que exista una hidratación natural que permite que la piel que le rodea esté suave y elástica.

Contrariamente a la vulva y la vagina, el ano y el recto no segregan lubricación natural que facilite la relación sexual. Estos músculos normalmente tienen una elasticidad que les permite dilatarse naturalmente. Aun así, por esto puede haber desgarros y fisuras anales lo cual puede requerir una nueva lubricación.

Por este motivo, cuando se practica sexo anal, suele usarse algún lubricante para facilitar la penetración. En cuanto a los lubricantes naturales, son muy frecuentes el uso de la saliva o bien practicar la penetración anal después de la vaginal. Pero, como ambos líquidos se evaporan rápidamente, la penetración tendría que ser inmediata. Aun así, no suelen ofrecer gran garantía.

La aplicación del lubricante debe conllevar su morbo y su parte de excitación sensorial.[10][11][12]

Como normalmente el músculo del ano (esfínter anal) se encuentra cerrado, el sexo anal podría ser doloroso si previamente no se tiene la precaución de distender este músculo.

La abundancia de terminaciones nerviosas en la región anal y el recto pueden hacer que el sexo anal sea placentero para hombres o mujeres.[3][11][13][14]​ Los músculos de los esfínteres interno y externo controlan la apertura y el cierre del ano; estos músculos, que son membranas sensibles compuestas de muchas terminaciones nerviosas, facilitan el placer o dolor durante el sexo anal.[11][13][14]​ En Sexualidad Humana: Una Enciclopedia se afirma que "el tercio más interno del canal anal es menos sensible al tacto que los otros dos tercios más externos, pero es más sensible a la presión" y que "el recto es un tubo curvo de aproximadamente ocho o nueve pulgadas de largo y tiene la capacidad, al igual que el ano, de expandirse".[13]

En el caso de que se practique el coito anal o pedicación con una mujer, ésta obtiene en gran medida su placer al ser estimulado el útero, el cual frecuentemente es poco estimulado en el coito vaginal.[cita requerida] El punto G es un área de la anatomía femenina debatida particularmente entre doctores e investigadores,[15][16][17]​ pero típicamente se considera que se encuentra detrás del hueso pélvico que rodea a la uretra y es accesible a través de la pared anterior de la vagina; se considera que esta y otras áreas de la vagina tienen tejido y nervios relacionados con el clítoris.[18][15][17]​ La estimulación directa del clítoris, un área del punto G, o ambos, pueden ayudar a algunas mujeres a disfrutar el sexo anal y a alcanzar el orgasmo en algunos casos durante este.[11][19]

Ser penetrado analmente puede producir al hombre una sensación placentera debido a que el pene frota o roza la próstata a través de la pared del recto.[3][20]​ Esto puede resultar en sensaciones placenteras y conducir a un orgasmo en algunos casos.[3][20]​ La estimulación de la próstata puede producir un orgasmo más profundo, algunas veces descrito por los hombres como más extenso e intenso, más duradero, y permitiendo más sensaciones de éxtasis que un orgasmo obtenido solamente a través de la estimulación del pene.[3][20]​ La próstata se encuentra frente al recto y es el homólogo masculino más grande y más desarrollado de las glándulas de Skene.[21]​ También es típico que el hombre, cuando es el receptor, no alcance el orgasmo únicamente con el sexo anal.[22][23]

La penetración anal exige generalmente la elección de un ángulo apropiado, pues el ano es más apretado y menos flexible que la vagina.

Usualmente la persona penetrada complementa el coito anal con la masturbación, lo que contribuye a una multiplicación del placer y a relajarle la musculatura anal, con la consecuente facilitación y mejoramiento de la penetración anal. En el momento en el que la pareja «pasiva» (la persona penetrada) logra el orgasmo, contrae fuertemente la musculatura anal, provocando una fuerte presión sobre la pareja «activa», lo que le facilita a esta el orgasmo.

El placer procurado por el coito anal no solo deriva de las sensaciones físicas, sino también de las subjetivas («romper un tabú», por ejemplo) y, según el psicoanálisis, también de una reminiscencia de la fase o estado anal.

Sin embargo, tanto la mujer como el hombre a menudo se encuentran desde la infancia condicionados para considerar como «negativo» el coito anal, de modo que un intento compulsivo de llevarlos a un coito anal puede ser percibido como una especie de violación. También se debe a los riesgos de debilitamiento o rotura de la musculatura perianal o de las paredes del recto. De esto se entiende que tanto el coito anal como cualquier tipo de relación sexual se llevará a cabo previo acuerdo con la pareja, con la mayor comunicación posible.

Resultados de la investigación en el estudio sobre sexo heterosexual anal, [8/2010 (n=214)] participantes femeninos indicaron que estímulacion a múltiples zonas erógenas simultáneamente (el clítoris, el punto G, el ano, y otras zonas erógenas) permitió a la mujer disfrutar penetración anal con menos molestia comparado a la penetración anal solamente. "Mujeres que tuvieron orgasmos durante sexo anal reportaron que un orgasmo durante sexo anal fue más una experiencia de cuerpo completo que un orgasmo clitoral", dice el estudio.[24]

La masturbación anal es la estimulación manual o mediante objetos en el área del ano. Los métodos más comunes para la masturbación anal incluyen la inserción de uno o más dedos, algún tipo de juguete sexual e incluso elementos no específicos. De todos ellos, el sistema más común suele ser el uso de los dedos. Algunas personas disfrutan la sensación de un dedo -propio o de su pareja- insinuado en el orificio anal y rotado suavemente.

Las técnicas más comunes incluyen tocar el orificio anal mientras se masturban o manipulan los genitales propios o de la pareja; o estimular el ano de su pareja durante el coito, o el método oral-genital. Es decir la masturbación anal suele ir acompañada de estimulación genital, con el propósito de aumentar la excitación e incluso provocar el orgasmo.

Aunque es menos frecuente, la misma estimulación múltiple se puede obtener en sexo en grupo mediante la ayuda de una tercera persona, comúnmente mediante el uso de uno o dos dedos en el ano del hombre o la mujer mientras se practica la penetración, o bien mediante sexo oral e incluso con la práctica de una doble penetración vagino-anal.

La masturbación anal puede aplicarse en hombres y mujeres de cualquier orientación sexual, ya que el ano contiene numerosas terminaciones nerviosas que pueden ser estimuladas. Estas terminaciones nerviosas siguen en gran medida la misma vía anatómica que las del clítoris. En los hombres, la masturbación anal es especialmente placentera, ya que delante del recto se encuentra la próstata, que también contiene terminaciones nerviosas. Existen, además, en el mercado algunos juguetes sexuales cuyo objetivo es la estimulación de la próstata. En las mujeres, la inserción de un objeto en el ano puede estimular directamente la vagina. La estimulación anal puede, tanto en hombres como en mujeres, intensificar notoriamente el orgasmo.

El uso de enemas, por razones de higiene, suele ser el paso previo a la masturbación anal, pero también puede ser una forma de masturbación en sí misma: es lo que se conoce como clismafilia. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el abuso de enemas puede llevar con frecuencia a una dependencia física para el correcto funcionamiento del intestino.

Así como la lubricación y la relajación del esfínter son esenciales para iniciar un buen sexo anal, es conveniente elegir una postura apropiada. Es importante que la persona penetrada elija la postura que pueda facilitar una penetración más suave. Existen multitud de posturas. Se señalan a continuación algunas de las más frecuentes.

En el back swinging (lit. «zarandeo de espalda») la persona que recibe se encuentra tumbada boca abajo y la persona que penetra en la parte superior. La penetración es menos profunda, pero el ritmo lo controla la persona que penetra, lo que, unido a la fuerte presión que ejerce el ano sobre el glande, puede provocar un orgasmo intenso.

Es una de las más conocidas. La persona que va a ser penetrada se apoya con sus rodillas y brazos en una posición alta (generalmente en una cama). Cuanto más agache su espalda, más deja al descubierto su ano. La persona que penetra puede estar situada también de rodillas en la cama, o bien de pie fuera de ella. En cualquiera de esos dos casos, es el "activo" quien lleva el control y el ritmo de la penetración, aunque el "pasivo" puede jugar con los testículos de su pareja. En esta postura, el ano de la persona penetrada tiende a estrecharse, por lo que la penetración puede llegar a ser dolorosa. A diferencia de la penetración vaginal, la denominada "postura del perrito" o doggy requiere generalmente que el pene esté en una posición más elevada.

Bien de cara a la pareja o bien de espaldas, en este segundo caso la estimulación visual proviene de observar el trasero penetrado mientras que la ventaja de hacerlo de cara es ver la expresión de la otra persona, poder besarla en los labios, mejillas, cuello, tocarle y olerle los cabellos y, en caso de ser mujer, cómo se ven y cómo se mueven sus senos; además, estos rozan con el cuerpo del hombre. La penetración que permite es muy profunda y la ventaja que tiene es que la persona penetrada tiene control de los movimientos, con lo cual puede regular tanto el ritmo como la profundidad de la penetración. Suele ser una postura poco dolorosa, por lo que a veces puede resultar interesante comenzar por ella para adaptar los músculos del recto al tamaño del pene.

En este caso la profundidad de la penetración es mucho menor y existe el riesgo de que el pene del hombre que penetra se «escape» en varias ocasiones del recto de su pareja. En cambio, es una postura muy sensible y con mucho contacto físico entre los dos involucrados. Permite además a la persona que penetra jugar con los genitales de su compañero(a).



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