Aunque el dibujo, como base esencial para el posterior desarrollo de la pintura, fue practicado por los primeros pobladores de América, ya como trazos decorativos o con contenido ritual en cavernas, paredes rupestres y grandes rocas, se puede afirmar que la pintura no es propiamente una de las artes más antiguas de Colombia.
Si bien se han encontrado numerosos vestigios de pintura rupestre a lo largo y ancho del país, esta no llegó a desarrollarse en grandes composiciones.
La aculturación impuesta por España desde comienzos del siglo XVI frenó el desarrollo estético de los indígenas y de los esclavos africanos afincados durante más de dos siglos.
Salvo algunas excepciones, a España tampoco le preocupó que en el Nuevo reino de Granada se desarrollaran las corrientes plásticas de su época. Sólo trasladó pocos originales de buena calidad y los nativos debieron crear un arte elemental, de copia, ante la carencia de materiales idóneos y maestros del oficio.
De esos primeros años de amalgama étnica y racial, de las tres culturas confluyentes primará el arte religioso europeo o blanco, eliminando las expresiones de los dominados: los indígenas locales y los africanos. La pintura de carácter eclesiástico fue la predominante desde el siglo XVII hasta bien entrado el XX.
Con la Expedición Botánica y el movimiento independentista, a comienzos del siglo XIX, la pintura colombiana comienza a separarse de la religión. Primero es la representación científica y detallada de la flora granadina; luego vendrá la descripción de lugares y "tipos populares", en un afán por conocer o reconocer la idiosincrasia y el paisaje nacional. Sus principales exponentes serán José María Espinosa, Ramón Torres Méndez y los pintores de la Comisión Corográfica.
La Conquista y la colonización de la Nueva Granada fueron paralelas a la evangelización. Para esa evangelización las obras de pintura, escultura, orfebrería y otras artes fueron en un comienzo elementos de ayuda visual para la propagación de la fe. Apoyadas en el Concilio de Trento llegaron a convertirse en imágenes de culto y devoción en las que interesaba ante todo la eficacia y sinceridad religiosa para la evangelización. Con los conquistadores españoles, entraba el arte occidental .
Es en este panorama comprendido entre el siglo XVI y el XVIII en la Nueva Granada, en donde se desarrolla las manifestaciones de la historia de la pintura colombiana. Es una época caracterizada por la evangelización, los virreyes neogranadinos y la exploración pictórica sobre todo en los talleres.
La mayor parte de las pinturas del siglo XVI y comienzos del XVII que aún se conservan fueron elaboradas en Europa. Las primeras obras pictóricas de esta época se caracterizaron por el respeto a los patrones tradicionales. Pero más tarde se desarrolló una rápida libertad de expresión.
Durante el periodo colonial el pintor más sobresaliente fue Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. Entre sus cuadros, inspirados todos en motivos religiosos, se destacan los que ilustran la vida de Santo Domingo. También figuraron Alonso de Narváez y Antonio Acero de la Cruz.
Sobresalieron como retratistas Gaspar de Figueroa y Joaquín Gutiérrez en el siglo XVIII
La pintura mural tuvo poco brillo en la Nueva Granada, a diferencia de otras colonias españolas en América. Son relativamente pocos los ejemplos de muralística del período colonial en Colombia, destacándose algunas iglesias y viviendas de los personajes principales, como la Casa del fundador de Tunja.
Un taller neogranadino se componía de un maestro pintor en ocasiones llamado oficial, quien dirigía el taller, conseguía los encargos, y se ocupaba de diseñar y crear las imágenes de los cuadros. Después de los pintores seguían los aprendices oficiales, de mayor experiencia y más tiempo con el maestro.
Los jóvenes aprendices , ingresaban entre los ocho y los doce años con el fin de aprender el oficio. Sus padres celebraban un contrato con el maestro, en el cual el joven quedaba bajo su tutela. Durante el tiempo de aprendizaje, el pintor se comprometía a darle sustento, ropa, alimentación y atención médica; a cambio el muchacho se obligaba a ejecutar todos los oficios ordenados, incluso aquellos ajenos a la pintura. Fueron famosos, él Taller de los Acero, su fundador fue Antonio Acero de la Cruz (1600-1667); fue el primer taller neogranadino, en el que no solamente se formaron su hijo Antonio Acero Céspedes, sino también algunos aprendices como Ochoa y otros. Taller de los Figueroa fundado por Gaspar de Figueroa formando los mejores artistas de la Nueva Granada entre los cuales figuraron su hijo, Baltasar Vargas de Figueroa y Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. De los Figueroa los miembros más famosos fueron:
Mariano Hinojosa, artista quiteño contratado por José Celestino Mutis para trabajar en la Expedición Botánica. También trabajaron en esta como dibujantes: Pablo Antonio García, Francisco Javier Matiz y Pablo Caballero.
"El arte en nuestro país, -afirma el escritor Juan Camilo Sierra- durante los años subsiguientes y hasta entrada la década de 1950, padeció del regodeo de quienes se dedicaron más al ofício que a la pintura." "Dos grupos o corrientes, marcados, los primeros, por el concepto formal del arte académico francés y, los que llegaron luego, por el anecdotario del muralismo mexicano, produjeron en Colombia, en el primero de los casos, un arte de petíte-bourgeoisie: paisajes, bodegones y retratos en los que la identidad nacional se vio afectada por el afrancesamiento con el que se pintaba, y, en el segundo caso, arte como testimonio social y político-crónica ilustrada de una época que se olvidó de la pintura, la razón de la pintura como centro vital en el cuadro.
En la década de 1930 el pluralismo mexicano y el indigenismo se convirtieron en la referencia obligada del arte latinoamericano en nuestro continente y Colombia no fue ajena a la tendencia.
Bajo la influencia del expresionismo alemán y su formación académica en Munich el pintor alemán Guillermo Wiedemann, quien había llegado a Colombia en 1936, se fue decantando en un arte abstracto que desde mediados del siglo marcaría las siguientes generaciones, rompiendo con el retroceso academicista del muralismo mexicano.
A raíz de la crítica desarrollada en particular por Juan Friede, Walter Engel y Marta Traba, el arte colombiano entraría en una nueva etapa, que se cimentaría tras la creación, en 1962, del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Desde ese momento, sostiene Sierra Reposto, "la historia del arte colombiano del siglo XX habría de adquirir gracias a este grupo, y por primera vez, una identidad propia."
Alejandro Obregón.Barcelona, 1920 / Cartagena de Indias, 1992
Antonio Roda.Valencia [España], 1921
Leopoldo Richter. Alemania
Guillermo Wiedemann. Munich, 1905 / Key Biscayne, 1969
El evento con patrocinio oficial más importante sobre arte colombiano es el Salón Nacional de Artistas Colombianos.
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