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Piscina



Una piscina es un estanque artificial destinado al baño y deportes como la natación.

La palabra piscina viene del latín piscis "pez" y originalmente se utilizaba para designar pozos para peces de agua dulce o salada. También se utilizó para designar los depósitos de agua conectados a los acueductos. Los primeros cristianos utilizaron la palabra piscina para designar la pila bautismal. Efectivamente, antes de la invención de las depuradoras, en las albercas, de baño o decorativas, al aire libre, se utilizaban peces para la limpieza del agua, puesto que se comían las larvas de insectos, y de ahí viene el nombre.

En algunos países, particularmente México, se utiliza la palabra alberca, de origen árabe, en vez de piscina si se trata de una piscina grande para nadar. Si se trata de una piscina pequeña de poca profundidad, normalmente para uso infantil, recibe el nombre de chapoteadero.

En otros países, como Argentina, se denomina pileta de natación o simplemente pileta.

Existe una larga tradición de construcciones artificiales dedicadas al baño, entre las que destacan los numerosos yacimientos de termas romanas, como los encontrados en la ciudad inglesa de Bath, a la que dan nombre.

Asimismo, existen varias modalidades, como las fijas, las portátiles y las desmontables. Y de distintos materiales, como acero inoxidable, poliéster, de hormigón armado, recubiertas de mosaico, etc.

Las piscinas prefabricadas cada día se instalan más en el ámbito doméstico. Son más rápidas de montar, más económicas y suelen tener un mantenimiento menor que las piscinas tradicionales de hormigón.

Dentro del ámbito deportivo podemos diferenciar tres grandes tipos de piscinas:

Sus usos deportivos son muy variados, utilizándose en el campo de la natación, el waterpolo, la natación sincronizada o los saltos acrobáticos.

Hoy en día las piscinas han experimentado un significativo avance tecnológico, sobre todo en términos de depuración e higienización del agua. De esta manera el mantenimiento de piscinas se ha ido haciendo con el tiempo mucho más sencillo y agradable de realizar.[1]​ En 2013, María I. Hernáiz y Haroldo Level patentaron en Estados Unidos un sistema móvil de limpieza de superficies de piscinas que se moviliza por la fuerza del agua llamado SkimmerMotion. [2]

Con este proceso se trata de que las aguas estén limpias y transparentes. Se hace mediante una recirculación del agua por un filtro adecuado. El filtro consiste en un receptáculo generalmente de forma circular para soportar mejor la alta presión a la que es sometido y lleno por dentro de un material filtrante adecuado que puede ser arena sílice de diferentes granulometrías, carbón activado, cuarzo u otro. El tamaño del filtro tendrá relación proporcional a la cantidad de superficie filtrante necesaria para el caudal de agua, por unidad de tiempo, de la piscina a filtrar. Una bomba autocebante hace pasar el agua por el filtro, reteniendo las impurezas en su interior.

La suciedad del agua puede ser de tres tipos y cada una de ellas tiene un sistema para quitarla:

El filtro requiere una limpieza periódica que se logra haciendo circular el agua en dirección contraria a la de filtrado durante un cierto tiempo, agua que debe ir al sistema de desagüe.

Se trata de evitar que en el agua florezcan microbios u hongos que puedan ser nocivos para los bañistas. Se emplean derivados de cloro, se controla su pH y en ocasiones incluso la temperatura del agua.

Para las algas se emplean agentes floculantes que reducen las algas a residuos sólidos pequeños que quedan en el filtro de la depuradora

También se puede optar por las piscinas naturales (ver más adelante).

En el cuidado del agua de una piscina de cloro es necesario tener en cuenta una serie de parámetros:

Para alcanzar estos valores, se requieren una serie de productos químicos:

Las piscinas naturales no utilizan ningún producto químico, realizan la depuración del agua gracias a un sistema de gravas y plantas acuáticas que limpian el agua de insectos y larvas indeseadas. La calidad del agua es similar a la de un río o un estanque limpio, y se evitan las molestias producidas por el cloro, como los ojos rojos, las reacciones alérgicas, el olor o la sequedad de la piel y el cabello.

En zonas donde hay dificultades para el suministro de agua, es importante cuidar el gasto de agua. Aunque no se suele contemplar, un gasto importante es el que producen los bañistas al introducirse en el vaso para el baño. Una persona media, de unos 70 kg de masa, desplaza unos 65 litros de agua; 100 personas = 6500 litros, (6,5 m³), que normalmente van al desagüe por los rebosaderos. Cuando ya no hay bañistas debe reponerse con agua de la red. Para evitarlo, es conveniente establecer depósitos proporcionados para retener el agua y reintroducirla cuando la piscina se vacíe de nadadores.

Los nadadores, así como las personas que trabajan en las piscinas, están expuestos a una importante toxicidad química directa de las vías respiratorias por la inhalación del cloro ambiental. Esta toxicidad se produce por la exposición a bajos niveles de cloro de manera continuada y picos de niveles elevados ocasionales involuntarios (exposiciones agudas). Las exposiciones a los niveles más altos se deben a fallos puntuales en los sistemas de cloración automática y negligencia de los operarios de mantenimiento, por falta de conocimiento o ausencia de cultura de seguridad; estos incidentes no son inusuales. Otras causas que motivan desprendimiento de cloro al aire con acumulación de niveles excesivos, aunque el nivel de cloro en el agua esté dentro de la normativa, incluyen insuficiente ventilación, actividades con gran agitación del agua (como entrenamientos intensos, niños jugando) y presencia de un elevado número de usuarios.[4][5][6][7][8][9]

Las formas de cloro involucradas en la toxicidad respiratoria no se limitan al cloro gaseoso sino también a los compuestos que se forman por su combinación con otras sustancias, tales como el ácido hipocloroso, el dióxido de cloro y la cloramina. De hecho, debido a que el cloro gaseoso es moderadamente soluble en agua, cuando entra en contacto con las mucosas de las vías respiratorias forma ácido hipocloroso, ácido clorhídrico y diversos oxidantes altamente reactivos, a medida que se va disolviendo en el líquido de la superficie de las vías respiratorias. Esto provoca lesiones que no se limitan a las vías respiratorias inferiores, sino que también puede afectar a los ojos, la piel y las vías respiratorias superiores. La vía aérea se ve especialmente afectada desde la nariz hasta el nivel de los bronquios. El daño oxidativo de las vías respiratorias puede no aparecer de manera inmediata, sino que puede desarrollarse de manera retardada, durante cualquier etapa de la enfermedad (días e incluso semanas después de la exposición al cloro).[4][10]

El funcionamiento normal de las vías respiratorias puede no volver a restablecerse con normalidad después sufrir lesiones por la inhalación de cloro, dejando secuelas permanentes tales como asma, hiperreactividad inespecífica de las vías respiratorias, síndrome de disfunción reactiva de las vías aéreas, fibrosis pulmonar e hiperplasia mucosa.[4][11]​ Una única exposición a niveles elevados es suficiente para provocar secuelas permanentes.[12][13]

Otras numerosas sustancias químicas también provocan toxicidad respiratoria en las piscinas, tales como las que se liberan al aire como consecuencia de las reacciones entre sí del resto de agentes químicos añadidos al agua de la piscina, de estos con el cloro gaseoso y con la materia orgánica de origen humano. No se conoce aún el número exacto de los diversos compuestos químicos resultantes de estas reacciones ni todos sus efectos concretos sobre la salud, si bien algunos se consideran tóxicos o cancerígenos.[4][6][8][14][15][16][17]

Los accidentes por inhalación de productos químicos en piscinas no son hechos inusuales.[9]​ Algunos ejemplos se detallan a continuación.

En España en 1992, una niña de diez años murió asfixiada por inhalación de cloro en una piscina climatizada cubierta. Otros once niños resultaron intoxicados en el mismo incidente y sufrieron lesiones pulmonares, dos de ellos muy graves. Los hechos se produjeron como consecuencia de una negligencia en la manipulación de los sistemas de depuración del agua.[18][19]

Entre los años 2008 a 2012 se documentaron 41 accidentes en piscinas por sustancias químicas, con un total de 428 víctimas, una de ellas mortal (un operario) y al menos 1750 personas evacuadas. El número de víctimas en un único incidente osciló desde una sola persona afectada hasta más de 80 intoxicados (Asturias, 2010). La mayoría de los accidenes se produjo en piscinas municipales.[9]



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