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Plan Austral



El Plan Austral fue un programa argentino de estabilización monetaria que se ejecutó durante el gobierno de Raúl Alfonsín por su segundo ministro de economía, Juan Vital Sourrouille, por el cual se cambió la denominación monetaria (de Peso Argentino al Austral).

El programa, iniciado en junio de 1985, fue del tipo "política de shock" con el objetivo de contener la inflación rápidamente sin frenar el crecimiento económico. El programa terminó en los hechos cuando hacia 1988 un rebrote inflacionario forzó a crear un nuevo programa, conocido como "Plan Primavera", que no lograría evitar la Hiperinflación argentina de 1989 y 1990, que terminaría en la renuncia de Alfonsín y en una transición adelantada al presidente electo Carlos Menem.

Alfonsín asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 1983, tras más de siete años de dictadura militar, a poco más de un año de la Guerra de Malvinas y en medio de una crisis de deuda que afectaba a todas las economías latinoamericanas. Su primer ministro de economía fue Bernardo Grinspun, quien estaba llevando a cabo un programa keynesiano estándar, al tiempo que buscaba declarar la abultada deuda externa contraída por la dictadura como "Deuda Odiosa". Esto llevó al gobierno argentino a mantener fuertes roces con la banca acreedora, liderada por el Citigroup, por la que intercedió el Fondo Monetario Internacional con fuertes presiones. La contienda terminaría en una fuerte derrota de la postura argentina cuando el FMI logró desmantelar el club de deudores que Argentina trataba de armar como grupo de presión. El pago de los elevados compromisos unido al bajo precio de las materias primas, la principal exportación argentina, presionaba sobre el tipo de cambio.

La muy alta inflación, unida a un contexto de debilidad política tras el fracaso del proyecto de la Ley Mucci puso al gobierno en una posición crítica que lo llevó a buscar un acuerdo con el FMI y los grupos económicos más concentrados, con vistas a las elecciones legislativas de 1985.

Se pretendía así detener la inflación que crecía por entonces un 1% diario. Muchas de esas medidas eran condiciones que el FMI exigía para continuar las negociaciones que llegaron a buen puerto cuando Alfonsín firmó con esa entidad un acuerdo de reescalonamiento del pago de la deuda externa que vencía ese año y el otorgamiento de un crédito suplementario de 4.200 millones de dólares. A fines de 1987 el Plan Austral dio muestras de agotamiento El austral comenzó a desvalorizarse fuertemente con respecto al dólar en el mercado de cambio. La inflación volvió a trepar mientras que la recesión y los conflictos sociales se agravaban más y más. Ante esta situación, se optó por el sistema de precios administrados. [1]​ Solo entre enero y junio de 1989 los australes multiplicaron los ceros a medida que crecía la inflación, llegando a lanzarse un billete de 500.000 australes.[2]​ En abril de 1989, el país entró en moratoria del pago de su deuda externa. Durante mayo de 1989, el tipo de cambio -que oficialmente se encontraba fijo- se elevó de 80 a 200 australes por cada dólar estadounidense -equivalente a una abrupta devaluación mensual de un 150%- lo que naturalmente tendió a acrecentar en gran medida las ya de por sí fuertes presiones inflacionarias; miles de personas pasaron hacia la línea de pobreza

Como corolario del proceso o fenómeno inflacionario, las tasas de interés subieron de forma descontrolada y las reservas de moneda extranjera del Banco Central comenzaron a descender de manera preocupante, a medida que el Central vendía dólares en un infructuoso esfuerzo por intentar mantener el valor o poder adquisitivo del austral. Originalmente se emitieron monedas por ½, 1, 5, 10, y 50 centavos y billetes por 1; 5; 10; 50 y 100 australes y hasta el tercer trimestre de 1987 (después de la reforma constitucional de 1994 es un período de gobierno entero). Pero a medida que la hiperinflación fue avanzado, se empezaron a emitir valores muchos más grandes. Se llegaron a emitir monedas de 1.000 australes y billetes de 500.000 australes. Debieron emitirse billetes provisionales de emergencia de 10.000, 50.000 y 500.000 australes. El austral se llegó a depreciar un 5.000% anual con respecto al dólar en 1989. El plan contó con el rechazo de.los sectores industriales argentinos que advirtieron en un comunicado publicado en 1987 que la continuidad de la política económica agravará la crisis y provocará el crecimiento geométrico de la deuda pública y privada", las altas tasas de interés aplicadas por el gobierno radical junto con los controles de precios, no atacaban las acusas de la inflación

El Plan Austral fue un caso atípico en los planes de estabilización monetaria acordados entre el FMI y países latinoamericanos. Mientras que el FMI recomendaba planes gradualistas de ajuste ortodoxos (control del gasto público, congelamiento de salarios, con sustento teórico en la teoría cuantitativa del dinero) la parte monetaria del plan fue marcadamente heterodoxa, basada en la teoría de las expectativas y buscando un "efecto shock". La medida política central fue el cambio del signo monetario, quitando tres ceros al Peso Argentino para crear el Austral. Para evitar la fuerte transferencia de riquezas de deudores a prestatarios que ocurre cuando la inflación baja abruptamente (y otras distorsiones debidas a la existencia de contratos fuertemente indexados) se estableció el llamado "desagio", por el cual, formalmente, el peso argentino se depreciaba frente al austral a la tasa de inflación anterior a la entrada en vigor del plan. Paradójicamente, se requirió una fuerte expansión de la base monetaria M1, dado que mientras hubo inflación elevada el público buscaba deshacerse de sus pesos cuanto antes, o bien comprando dólares o bien haciendo depósitos de plazo fijo.

Por otra parte se buscó un fuerte control de precios. Las tarifas de los servicios públicos (por entonces en manos del Estado) se congelaron, y se establecieron listas de precios máximos para los bienes de la canasta básica (que eran administrados por privados). También se buscó limitar el aumento de los salarios del sector privado.

En febrero de 1986 en linea con loa nuevos lineamientos economicos se presentó el primer plan masivo de privatizaciones. En junio de 1987 el ministro Sourrouille elabora un vasto plan de reforma del Estado que generó criticas desde la oposición ya que el plan nunca pasó ni por el congreso ni fue concertado con ninguna. fuerza.politica, siendo establecido por decreto de Alfonsín.[3]

El plan logró el objetivo de reducir la inflación de un día para el otro (en los primeros meses de aplicación la inflación rondó el 2% mensual) así como descendió la TMI postneonatal (Tasa de Mortalidad Infantil).

En la Argentina, se creó el Plan Austral. En febrero de 1985, Sourrouille reemplazó al frente del Ministerio de Economía a Bernardo Grispun. Y unos meses después, en junio, lanzó el conocido programa con el fin de congelar las tarifas, los precios y los salarios, regular las tasas de interés. Al congelar los precios se produjo una distorsión de los precios relativos en el mediano plazo, que se vio reflejado, por ejemplo, en el aumento del precio de la carne.

En 1986, se introdujeron algunos ajustes al plan, al permitirle a las empresas subir los precios para compensar los aumentos de salarios. En agosto de ese año, la situación era insostenible, los precios subían y aumentaba el déficit fiscal. Ante la necesidad de reducir el déficit, se lanzó el 6 de febrero de 1986 un plan de privatizaciones en el área de las telecomunicaciones y el tráfico aéreo proponiendo la venta del 49% de las acciones de la entonces ENTEL y Aerolíneas Argentinas a empresas estatales europeas sin aceptar la capitalización de la deuda, intento que finalmente no se llevó a cabo porque el peronismo se opuso en la cámara de senadores. Hacia mediados de 1986 se inició una fase de descongelamiento gradual de precios y se retormaron las negociaciones colectivas; en ese período la inflación creció llegando hasta el 5% mensual. La situación desmejoraría notablemente al aumentar fuertemente el tipo de interés internacional y reducirse nuevamente el precio de las materias primas, que llevaría hacia fines de 1987 a una nueva crisis macroeconómica vía restricción externa. del alto endeudamiento externo e interno, estancamiento, escasa inversión en bienes de capital e infraestructura y un grave desequilibrio fiscal;[4]​ se sumó la pérdida del valor de la moneda Austral, llevada cabo por su director Gonzáles Fraga el Banco Central en 1989, cuando estalló una hiperinflación del 3.079 % anual. Ese año el dólar estadounidense subió el 2.038 %.[4]

En agosto de 1988 se lanzó el llamado Plan Primavera que no trajo alivio alguno. Los precios aumentaban considerablemente formándose un círculo vicioso por el déficit fiscal. El Gobierno necesitaba financiamiento, entonces colocaba bonos, y para que los bonos sean atractivos, aseguraba una alta tasa de interés, lo que obligó al Estado a pagar más intereses, con lo cual nuevamente aumentaba el déficit y tenía que colocar nuevos bonos a tasas aún más altas.

En 1988, la Argentina suspendió los pagos de la deuda externa y la negociación en forma de moratoria unilateral y sin hacer ningún anuncio formal. Ese año, la economía argentina acentuó la inflación erosionando los salarios. La gravedad de la crisis económica y la oposición corporativa sobre todo de la UIA en la que habría participado la empresa Bunge & Born y la CGT, condujo a una conspiración clara de los bancos internacionales para no ofrecer créditos a la Argentina por su mal comportamiento con la deuda externa; uno de sus operadores habría sido Domingo Cavallo quien habría realizado gestiones para que no le prestaran dinero al país en esos momentos[5]​. Para colmo de males, una severa sequía veraniega combinada con la salida de servicio de la central Atucha II, restringió la alimentación eléctrica en todo el país y, en consecuencia, afectó la actividad industrial y causó malestar en la población. [6]​ En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, se optó por dejar en funcionamiento solamente el 50 por ciento de los artefactos de alumbrado público. Además, inspectores de la Secretaría de Comercio Interior recorrían los barrios para verificar que se cumpliera con una norma que, durante el período de crisis, obligaba a los comerciantes a mantener las vidrieras y carteles apagados cuando sus locales estuvieran cerrados.[7]

Ante esta situación, Sourrouille renunció a su cargo de Ministro de Economía en marzo de 1989. El Dr. Juan C. Pugliese reemplazó a Sourrouille en el Ministerio de Economía, en marzo de 1989. En medio de una agudización de la recesión económica, y no habiendo reaccionado favorablemente los mercados a su arenga, inmortalizó la frase: "Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo". Cuarenta y cinco días después tuvo que renunciar y asumió Jesús Rodríguez.Sin embargo, el gobierno volvió a emitir bonos y nuevamente se produjo un aumento del déficit fiscal. La gravedad de la crisis económica y la incapacidad del gobierno de la UCR para hacerle frente, condujo a una erosión de la confianza en los inversores, a la fuga masiva de capitales, a la devaluación del austral y al comienzo de la hiperinflación. Ante esta situación, renunció Juan Vital Sourrouille y asumió Juan Carlos Pugliese, que poco después le cedió su puesto a Jesús Rodríguez.[8]​ El plan Austral no contaba con una política de largo plazo. No se estimulaba la inversión productiva, la inversión se contrajo.

Jaqueado por los diversos problemas (económicos, sindicales, empresariales, militares), y buscando una medida que calmara el país, el 21 de abril de 1989[9][10]​ Alfonsín anunció el adelanto de las elecciones presidenciales al siguiente 14 de mayo (siendo que estaban previstas para octubre), creyendo que así se calmaría la economía. Tras las elecciones presidenciales ganó el justicialista Carlos Menem y sucedió lo contrario a lo buscado por Alfonsín: la economía empeoró, pasando de la fase de recesión a la fase de hiperinflación. Esta sería muy aguda, llevando la inflación de 460% en abril a 764% en mayo, y la pobreza de 25% a comienzos de 1989 al récord histórico de 47,3% en octubre del mismo año.

Tras los resultados del 14 de mayo también se sucedió una ola de saqueos y violencia, y Alfonsín debió anunciar el estado de sitio el 29 de mayo para pacificar el país. Alfonsín vio las dificultades que le presentaba aguantar los varios meses que aún quedaban hasta el traspaso de mando, programado para el 10 de diciembre.

Alfonsín anunció el 12 de junio de 1989[11]​ que también adelantaría el traspaso de mando presidencial para el 30 de ese mes. Tras negociaciones con Menem, que se vio sorprendido por el anuncio de Alfonsín y no quería tomar el poder tan pronto, el traspaso de mando se realizó el 8 de julio de 1989. Con respecto a la hiperinflación, no se calmó con la asunción de Menem sino que continuó todo el año siguiente, y recién se llegaría a niveles de inflación pre-mayo del '89 en febrero de 1991 (582%).[12]




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