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Plan de operaciones



El llamado Plan de operaciones —textualmente Plano que manifiesta el método de las operaciones que el nuevo gobierno Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica hasta consolidar el grande sistema de la obra de nuestra libertad e independencia— es un extenso documento que fue hallado por Eduardo Madero en el Archivo General de Indias, entre los años 1886 y 1887. Se trató de una copia de una copia del original, "firmado" por Mariano Moreno el 30 de agosto de 1810. Consta de un exordio y nueve artículos, y contiene instrucciones de política exterior e interior, medidas militares, económicas y métodos para alcanzar objetivos tácticos y estratégicos. Tiene un apéndice, también copia de una copia del original, que contiene cinco actas o resoluciones en las que constan los pasos previos que dio la Junta de Buenos Aires para la elaboración del Plan, a pocos meses de su constitución. En una de esas actas, fechada el 15 de julio de 1810 y "firmada" por Manuel Belgrano, figuran como anteproyecto los nueve puntos o artículos que luego Moreno ampliaría en el citado Plan.

En 1896, Norberto Piñero publicó en Buenos Aires la versión completa, que por su total novedad produjo un gran impacto en los ámbitos intelectuales, generando inmediatamente conflictos entre los que adjudicaban la autoría a Moreno —sosteniendo además la autenticidad del documento— y los que consideraban que era falso y contrario al ideario de la Revolución de Mayo y de Moreno. El debate continuó hasta comienzos del siglo XXI, periodo en el que se agregaron nuevos documentos y análisis a favor y en contra. Lentamente el debate languideció, en parte por la falta de nuevos aportes concretos a la autenticidad del Plan. En su momento, el historiador Enrique Ruiz Guiñazú llegó a afirmar categóricamente:

Finalmente se terminó aceptando que, salvo algunas interpolaciones, en general el documento era verdadero, y que Moreno era su autor

Un nuevo giro en la discusión se dio en 2015, con el libro Un plagio bicentenario. Su autor, Diego Bauso, demostró que gran parte del Plan contenía párrafos y palabras literalmente copiadas de una novela histórica francesa publicada a partir de 1800: El cementerio de la Magdalena de J. B. P. Regnault-Warin. Esto implicaba que Moreno no era el autor.

Sesenta y siete años antes de la publicación del Plan en Buenos Aires, algunos párrafos de ese documento fueron mencionados en 1829 por el historiador español Mariano Torrente en su libro Historia de la Revolución Hispano-Americana, publicado en Madrid. En una nota al pie aclaró que el documento, del cual nunca mencionó el título, le había llegado por casualidad. En alusión a Moreno dijo: "Se estremece el alma al considerar los atroces y bárbaros atentados de que es capaz una cabeza excéntrica, exaltada por el estúpido ídolo del republicanismo".[1]​ Es significativo el comentario que hizo al estilo del documento: "mal zurcido, sin sintaxis ni método [...] pesado, confuso, repetitivo y fastidioso".[2]​ Torrente fue un caso particular que unió su creencia en la autenticidad del documento con una crítica a su estilo y estructura. Por el contrario, los historiadores posteriores que aceptaron la validez del documento también lo evaluaron como brillante, profundo y lúcido; y los que la negaron hicieron exactamente lo contrario.

En 1855, Alejandro Magariños Cervantes publicó en la Revista de Ambos Mundos, que él dirigía en Madrid, un artículo de su autoría escrito en París titulado La Revolución Hispanoamericana (Apuntes para una mejor inteligencia de la historia del señor don Mariano Torrente). Su objetivo era limpiar el nombre de Mariano Moreno de todo aquello que había mencionado Torrente en su libro La Revolución Hispanoamericana de 1829.[3]​Siendo Magariños Cervantes un reconocido y activo escritor uruguayo y, desde abril de 1856, cónsul general de su país en Buenos Aires, resultó extraño que su artículo sobre Torrente y la mención del Plan atribuido a Moreno no fuera conocido en los círculos intelectuales que frecuentaba.

En 1858, el historiador alemán Georg Gottfried Gervinus, en su Historia del siglo XIX desde los tratados de Viena, mencionó a Moreno y su Plan tomando como fuente a Torrente. Pese a la muy divulgada traducción francesa de ese libro realizada por Juan Fréderic Minssen y publicada entre los años 1864 y 1874, la mención de Moreno como autor del Plan no fue conocida en Buenos Aires. Lo mismo sucedió con los Estudios sobre la América del historiador hispano cubano Gil Gelpi y Ferro publicados en La Habana en 1870 donde, basándose en Torrente, mencionó a Moreno citando textualmente párrafos de su informe secreto que bien

El 10 de junio de 1893, la junta directiva del Ateneo de Buenos Aires decidió editar obras agotadas o no publicadas en una colección que se llamaría "Biblioteca del Ateneo". Se encargó su realización a Norberto Piñero, comenzando con obras de Moreno. Cuando Bartolomé Mitre se enteró del proyecto, ofreció la copia de un documento desconocido e inédito de Moreno para que se incluyera en esa publicación. Eduardo Madero lo había encontrado en España y se lo había enviado a Mitre. Resultó extraño que ambos historiadores mantuvieran en secreto durante casi siete años un documento cuya importancia no podían ignorar. A esto se agregó que el puntilloso Mitre, cuando se le requirió el documento, no lo pudo encontrar en su archivo.[4]​ Piñero solicitó entonces una nueva copia a España.

En junio de 1896 se dio a conocer el libro Escritos de Mariano Moreno en el que aparecía, entre las páginas 447 y 566 y por primera vez en la Argentina, lo que sería el famoso Plan de operaciones de Mariano Moreno.[5]​ Tras el impacto que produjo esta novedad en los círculos intelectuales, rápidamente estalló la polémica entre Paul Groussac y Ernesto Quesada. La polémica se extendió a Piñero, a quien el primero acusó de "culpable ligereza" por haber incorporado a los Escritos un documento que, además de falso, injuriaba a Mariano Moreno al serle atribuida la autoría. Piñero tardó en contestar esas acusaciones debido a sus ocupaciones públicas en San Luis y Chile. Recién en 1897, y con mucha sobriedad, Piñero respondió con su ensayo Los escritos de Moreno y la crítica del señor Groussac, donde refutó sus objeciones y confirmó su creencia de que el Plan era auténtico. A partir de ahí, la polémica alcanzó niveles poco profesionales, especialmente de parte de Groussac, dando lugar a la intervención del ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, que advirtió a este que moderara su lenguaje porque Piñero era, además, un representante diplomático del gobierno. Luego Piñero partió rumbo a Europa por tres años, y a su vuelta publicó una nueva edición de los Escritos, sin cambio alguno.

Groussac, no obstante su estilo agresivo, utilizando la nueva metodología histórica que provenía de Langlois y Seignobos, detalló con precisión algunos elementos anacrónicos que figuraban en el Plan. Uno de ellos fue que el título "[...] Provincias Unidas del Río de la Plata [...]":

Desde Piñero, que intentó justificarlo diciendo que "la diferencia no es grande", en adelante, nadie pudo rebatir a Groussac. Lo mismo ocurrió con la expresión "Superior Gobierno" que figuraba en el Acta firmada por Belgrano en julio de 1810. Groussac señaló que esa "expresión" recién apareció en el Estatuto de 1811 y que Belgrano jamás la utilizó salvo en este documento.[6]

En 1921, Ricardo Levene, partiendo de la base de que el documento era apócrifo, intentó identificar a los posibles falsificadores. Finalmente pudo demostrar, con pericias caligráficas, que el documento hallado en Sevilla fue escrito por un tal Álvarez de Toledo, hasta entonces un personaje casi desconocido.[10]

Esta novedad no fue trascendente porque identificar al copista no implicaba identificar al autor. Sin embargo, permitió vincular a Andrés Álvarez de Toledo con el Plan. En 1917, J. Francisco V. Silva, en su libro, El libertador Bolívar y el Deán Funes en la política argentina, mencionó que en la Biblioteca Nacional de Madrid existía una copia firmada por la princesa Carlota Joaquina de Borbón y fechada en Río de Janeiro en enero de 1815. Era la copia que la princesa había enviado a su hermano Fernando VII. En 1921, Levene comunicó que existía otra copia en la Universidad de Míchigan. La misma fue comprada a los libreros Stevens Sons & Stiles de Londres. Ahí aparece una nota aclaratoria con los nombres de Felipe Contucci y nuevamente Álvarez de Toledo, este último "secretario" de aquel. En la nota se menciona que el Plan fue remitido desde "Buenos Aires" a Río de Janeiro para "enredar y enemistar a dicho Gabinete con el gobierno de Buenos Aires". Levene dedujo que ese era el objetivo del Plan. Se conocen dos copias más: La que figura en el Museo Imperial de Petrópolis, inédita, comunicada por Enrique Ruiz Guiñazú en 1952 y la que figura en el Archivo General de la Nación Argentina comunicada en 1957 por Roberto Etchepareborda. Levene siguió creyendo, sin prueba alguna, que la copia de Sevilla era la "copia primitiva, matriz de la familia de copias" que existían del documento.

En 1953, Alfredo Gárgaro detectó otro anacronismo difícil de rebatir. En el Plan, que se escribió entre julio y agosto de 1810, se mencionaba al periódico La Gazeta de Montevideo. Pero en esa época, en Montevideo, no existía ni imprenta ni periódico, los que aparecieron varios meses después. Este anacronismo, según Gárgaro, ponía "punto final a la discusión" y tenía la "virtud de una fuerza atómica".[11]

En 1970, el historiador Carlos Segreti, siguiendo las huellas de Levene, hizo otro aporte interesante. Comparó el Plan con una carta que Álvarez de Toledo envió al funcionario portugués Paulo Fernández Viana el 20 de abril de 1814 a la que adjuntó copia de una carta del caudillo oriental Ramón Otorgués. Según Segreti estas dos cartas, las de Álvarez de Toledo y la de Otorgués tenían palabras, peculiaridades ortográficas, giros idiomáticos, estructura y objetivos similares al Plan. La conclusión de Segreti fue que Álvarez de Toledo era el autor de la carta de Otorgués y el Plan, con lo que daba por terminado el debate sobre quien había sido el autor del Plan. Segreti supuso que el Plan fue fraguado en 1814 para provocar la intervención portuguesa en la Banda Oriental. La crítica histórica no pensó lo mismo aunque mantuvo a Álvarez de Toledo en la lista de autores sospechosos.[12]

Si bien Piñero contestó las objeciones que Groussac había señalado en su primer artículo de 1898 no hizo lo mismo con las que había hecho Groussac en su segundo artículo. Consideró que ya había demostrado con "grande e invencible argumento" que "[...] la autenticidad estaba ya garantida por el ofrecimiento que hizo al Ateneo el eminente historiador señor Mitre, de una copia del Plan".[13]​ Concretamente, si Mitre tuvo en su poder el documento durante siete años y decidió finalmente proponer su publicación, fue porque lo consideraba auténtico y a Moreno como su autor. Con este recurso a "la autoridad", Piñero asumió que "el asunto debía tenerse por concluido". Recién en 1921, Levene retomó la discusión diciendo que "las dudas del señor Groussac sobre la autenticidad y posterioridad de redacción del documento no [habían quedado] esclarecidas" por Piñero.[14]​ Se trató de la primera crítica a lo que se había transformado casi en un axioma y que duraría más de un siglo: que los argumentos de Piñero, que sostenía que el Plan era auténtico, se habían impuesto a los argumentos de Groussac, que sostenía que era una falsificación.

Se utilizaron varios procedimientos para demostrar la autenticidad del Plan:

En efecto, en 2015 se publicó el libro Un Plagio Bicentenario de Diego Javier Bauso. Esa investigación presentó un hallazgo tan notable y sorprendente como el que había producido la publicación del Plan en 1896: diversas partes (el exordio, su conclusión y parte del articulado) del Plan de Operaciones eran una copia textual de la traducción española de El cementerio de la Magdalena de Jean Baptiste Philadelphe Regnault-Warin, una novela histórica con influencias góticas.[18]​ La versión original de esa novela, en cuatro tomos, se publicó en París en 1800-1801. El editor Vicente Salvá lo publicó por primera vez en español en Sevilla en 1810. Por razones comerciales utilizó el auge monárquico "fernandista" que dominaba por entonces el mundo hispánico, y que luego demostraron su acierto, Salvá le agregó al título original una aclaración: "o, la muerte de Luis XVI, de la Reina y del Delfín de Francia". La novela también incluía, como el Plan, falsos documentos "justificativos" para dar mayor verosimilitud al relato. Bauso demostró puntualmente que muchos párrafos del Plan, cuya autenticidad los historiadores habían intentado demostrar comparándolos con documentos probadamente verdaderos de Moreno, también habían sido copiados de esa novela.

En su momento Dürnhöfer había probado la autenticidad del Plan comparando los conceptos de un párrafo con 99 palabras del Plan con un texto de Volney que había traducido Moreno y que supuestamente había influenciado en él. Con argumentos muy frágiles y en un contexto historiográfico con escasos cuestionamientos críticos, Dürnhöfer logró convencer a destacados historiadores de la solidez de su argumentación. Sin embargo, ese párrafo no lo escribió Moreno ni tenía nada que ver con Volney. Para probar esto fehacientemente, Bauso solo necesitó aparear dicho párrafo con uno existente en la novela francesa.[19]​ De las 99 palabras, la mayoría figuraban, una a una y en el mismo orden, en la obra de Regnault-Warin escrita una década antes. Las restantes eran modificaciones que hicieron los falsificadores para ajustar el contexto histórico de la novela al contexto histórico del Plan: reemplazaron "Luis XVI", que figuraba obviamente en la novela, por "la Corona de España" que incorporaron al Plan.

Eliminado Moreno como autor del Plan, el documento ha perdido validez e importancia como fuente historiográfica:

Sobre este último caso, el historiador Enrique Arana extrajo del Plan la siguiente frase:

Arana la utilizó para aseverar: "¿Qué otra cosa hizo Rosas en 1840 que poner literalmente en práctica el sistema de gobierno aconsejado en 1810 por Mariano Moreno?".[22]​ Pero lo notable fue que, tanto Arana como otros historiadores que la glosaron durante 115 años, ignoraran que la pregunta pertenecía a Robespierre y la respuesta a Raynal que la escribió en 1780 cuando Moreno tenía apenas dos años. El párrafo que eligió Arana, pese a estos antecedentes, también provenía directa y textualmente de la novela de Regnault-Warin.

Este descubrimiento también respaldó la vieja sospecha de que el Plan habría sido un plagio para conformar un documento creíble desde el punto de vista doctrinario, con el fin de inducir a la Corte portuguesa de Río de Janeiro a ciertos objetivos políticos en la Banda Oriental hacia 1814.



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