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Plaza Murillo



La plaza Murillo está situada en el centro de la ciudad de La Paz, se convirtió en el centro del poder político de Bolivia después del traslado del Poder Ejecutivo a La Paz como resultado de la Guerra Federal de 1899.


Este espacio fue concebido 10 años después de la fundación de la Ciudad de Nuestra Señora de La Paz, el 20 de octubre de 1548, es decir en 1558 por encargo del corregidor Ignacio de Aranda.

Esta plaza se diseñó al otro lado del río Choqueyapu muy alejado de la plaza principal en Churubamba donde Alonso de Mendoza fundó la ciudad. El diseño obedeció a la ordenanza de las ciudades españolas delineadas en forma de damero, con manzanas simétricas, rectangulares y de iguales dimensiones

A comienzo del Siglo XIX la Plaza Mayor de La Paz era el epicentro del poder de la ciudad y escenario principal de la vida pública. Alrededor de ella se ubicaban los edificios de las principales instituciones, el Cabildo de La Paz estaba situado en la esquina sudeste (en lo que actualmente es el Palacio de Gobierno), la iglesia Mayor en la esquina oeste (actual catedral), las Cajas Reales frente al Cabildo (hoy la Prefectura), mientras el Cuartel estaba en la acera norte (hoy el Café París) La residencias de los vecinos más notables se encontraban también en esta Plaza, como el imponente Palacio ubicado en la esquina de las calles Comercio y Socabaya, construido en 1775 como vivienda de D. Francisco Tadeo Diez de Medina. Posteriormente conocido como El palacio de los condes de Arana y actual Museo Nacional de Arte. Prominentes ciudadanos, comerciantes y propietarios importantes tenían tiendas y casas en las inmediaciones.

Por ser el reducto de la élite local, el centro de la ciudad tenía las mejores condiciones, contaba con iluminación por las noches y concentraba la mayor cantidad de pilas y fuentes de agua. Los ritos cívicos y religiosos más importantes se realizaban en la plaza: las ceremonias se realizaban en la plaza: las ceremonias religiosas (procesiones, fiestas patronales y cortejos fúnebres); los actos cívicos y militares (posesión de autoridades, desfiles y revistas de tropa, pregones y lectura de bandos); la justicia también se aplicaba en este espacio, donde ejecutaban las penas corporales a los criminales. Era un espacio simbólico de consagración y recreación del poder, desde donde se aseguraba la presencia de las autoridades coloniales y se irradiaban la cultura europea.

Pero la plaza mayor cumplían también una función cotidiana: en ella se instalaban diariamente pequeños comerciantes y mercachifles mestizos e indígenas que ofrecían sobre todo efectos de Castilla, es decir los productos llegados de ultramar.

Constituía además y por todo lo descrito, un punto de encuentro y vinculación entre los grupos sociales, la élite local y los sectores populares, españoles, criollos, mestizos e indígenas.

Aprovechando la procesión de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio de 1809, Pedro Domingo Murillo. Junto a algunos revolucionarios de la época, tomaron el Cuartel de las Milicias a las 19:30. Los independentistas amotinados, dirigiéndose hacia la Plaza Mayor, tomaron presos a todos los oficiales de la indicada Unidad Militar; depusieron al gobernador Tadeo Dávila y a todas las autoridades civiles realistas. Pocos días después el 22 de julio, Murillo se presentó al frente de las tropas, que habían desfilado encabezadas por las autoridades del Cabildo y fue reconocido como Comandante a nombre de la revolución, fue una ceremonia solemne como se acostumbraba en la época. Días después, fueron posesionados los miembros de la Junta Tuitiva y el resto de los nuevos oficiales, entre ellos Juan Bautista

Sagárnaga. En ocasiones como ésta, las autoridades de la Corona obsequiaban dinero a la multitud congregada; este gesto fue imitado por algunos miembros de la Junta que repartieron “mucha cantidad de dinero al pueblo”.

La Junta fue disuelta a fines de septiembre de 1809, para evitar un derramamiento de sangre, y la revolución fue apaciguada por el general José Manuel de Goyeneche, alrededor de noventa revolucionarios fueron sentenciados a muerte; a la cabeza de Pedro Domingo Murillo fueron ahorcados los principales líderes revolucionarios el 29 de enero de 1810 en la Plaza de Armas.

Su nombre inicial en la época de la colonia española fue Plaza Mayor, pero posteriormente se denominó Plaza de Armas.[1]​ En la época de la naciente República de Bolívar del año 1825, (actualmente Bolivia), la Plaza de Armas cambio su nombre a Plaza 16 de julio. Posteriormente el 16 de julio del año 1909, conmemorando el "Centenario de la Primera Revolución Libertaria de América", la plaza cambió su nombre de manera definitiva, a lo que actualmente es la Plaza Murillo, en tributo póstumo al héroe mártir boliviano Pedro Domingo Murillo (1759-1810), en memoria a su participación y liderazgo en el levantamiento armado independentista del 16 de julio de 1809 en contra de la corona española.

En 1587 se instaló la primera fuente que se conectaba a un acueducto. En 1852 se encomienda otra fuente de berenguela de mayores dimensiones diseñada por el Arquitecto José María Nuñez del Prado y labrada por las manos del artista Feliciano Cantuta, fue inaugurada el 17 de julio de 1855 y perduró hasta 1909, fecha para la cual fue sustituida por el monumento a Murillo por los 100 años de la revolución, solo Neptuno fue trasladado a la gruta de Lourdes, último lugar que se tiene registro de su ubicación. La fuente tenía una escultura del dios Neptuno y rodeado de sirenas de fino labrado en cuyas manos tenían peces de cuyas bocas salían chorros de agua. No se debe confundir con la fuente de Neptuno tallada por Giuseppe Magnani en 1929 que se encontraba en el Prado que posteriormente fue trasladada a la plaza en el parque del Montículo, ambas son totalmente diferentes.

En 1909 retirada la fuente del Dios Neptuno, se colocó en el centro de la plaza un monumento de 3 metros de alto de estilo neoclásico y fundido en bronce de Pedro Domingo Murillo, obra del escultor italiano Ferruccio Cantella. En el pedestal del monumento está la imagen escultórica de una mujer que representa a la Madre Patria; tiene a su lado a un soldado libertador y a la derecha un león de bronce que simboliza el arrojo y la victoria. Con traje de la época y con levita, Murillo lleva colgada del brazo una capa y sujeto con la mano un sombrero de ala. Aparentemente no agradó a las élites de la sociedad boliviana y se decía entonces que no se trataba de Murillo sino, probablemente, de un torero. La polémica surgió por la travesía con que se trajo la estatua y otras piezas desde Italia. Su armador Horacio Ferruccio, con todos los avatares que implicaba una larga travesía por mar y a lomo de bestia para llegar a La Paz, afrontó la desgracia del naufragio del barco que trasladaba la carga. Varias piezas se perdieron irremediablemente en la profundidad del mar.


Con el paso del tiempo, en la plaza Murillo fueron haciendo aparición bellas figuras femeninas hechas en Mármol de Carrara que representan las estaciones del año: verano, invierno, otoño y primavera, y a las cuatro musas de las artes: la Pintura, la Arquitectura, la Música y la Escultura.

Representación de la Música

Representación de la Escultura

Representación de la Pintura

Representación de la Arquitectura

Representación del Invierno

Representación del Otoño

Esculpida en piedra, en forma de un libro abierto por la mitad, queda escrita una copia fiel de la Proclama de la Junta Tuitiva, la cual fue leída por primera vez por Pedro Domingo Murillo en el mes de julio de 1809.

Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria. Hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha reputado de salvajes y mirado como a esclavos. Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina.

Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad como favorable al orgullo nacional del español. Ya es tiempo de organizar un nuevo sistema de gobierno fundado en los intereses de nuestra patria, altamente deprimida por la política bastarda de Madrid.

Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor arrogancia y tiranía.

En la conclusión final, de la proclama de la Junta tuitiva, están grabados los nombres de los principales líderes revolucionarios: Pedro Domingo Murillo, Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros, Juan Antonio Figueroa, Apolinar Jaén, Gregorio García Lanza y Juan Bautista Sagárnaga.


Se erigió un estribo de señalización que resalta el sacrificio que hicieron, por la independencia Pedro Domingo Murillo y los otros protomártires bolivianos.

En 1979, se erigió un busto conmemorativo al trigésimo noveno presidente de Bolivia Gualberto Villarroel, él cual fue colgado muerto, en el faro de una de las aceras de la plaza Murillo, después de ser brutalmente golpeado por una turba en Palacio Quemado y lanzado por uno de sus balcones hacia la calle. Gualberto Villarroel fue víctima de la conspiración “rosca minero feudal”, que vio amenazado sus privilegios económicos en aquella época.

Existe una placa de bronce que marca el Kilómetro Cero, de acuerdo al Decreto Supremo N.º 06283 del 23 de noviembre de 1962. La placa se halla en el lado Sur de la plaza Murillo.

Es un una estructura conmemorativa de estilo moderno, construida y diseñada de granito y vidrio. En ella se encuentran grabados los rostros de los protomártires julianos.

La catedral metropolitana , fue construida en el periodo republicano, de un estilo neoclásico.

La plaza Murillo alberga en su entorno, a los dos edificios más importantes de la administración estatal de la política boliviana, que son:

Una de las actividades con las que se inicia en la Plaza Murillo, es colocar las banderas en los mástiles a las seis de la mañana y se quitan estas mismas a las seis de la tarde, esta actividad se complementa con una marcha con instrumentos musicales y se lo realiza cada día. Todos los meses de julio y de agosto se llevan a cabo distintos desfiles militares. Es el corazón de las actividades del casco antiguo de La Paz, donde personas de la tercera edad descansan; los niños juegan con una multitud de palomas, decenas de turistas se toman fotos y existen vendedores ambulantes en medio de funcionarios oficiales, dirigentes, políticos y decenas de periodistas.



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