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Poder fáctico



Poder fáctico se refiere al sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas que ejercen sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión (a ejemplo de la banca, la Iglesia, los medios de comunicación),[1]​ o sea, se ejerce al margen de las causas formales de una organización y está basado en los hechos o limitado a ellos, y no en lo teórico o imaginario. Es decir, el poder fáctico no coincide necesariamente con el aparato formal del Estado pero puede influir en las estructuras legales y regulatorias, por intermedio de su autoridad informal o su capacidad de presión. El poder fáctico no está legitimado ni siempre busca la legitimidad para ejercerse, pero ejerce de facto (de hecho) el poder aunque no lo haga de iure (legalmente) ya que su mera existencia le hace ser determinante.

La mayor parte de las ocasiones no es necesario que se imponga por la fuerza, le basta con explicitar, o incluso con sugerir sus deseos para que se hagan realidad, la clave de su ejercicio es su capacidad de control de mecanismos externos a la política para lograr poder político, como por ejemplo el dominio de recursos vitales o estratégicos, que le dan el control de la ideología, la sociedad y la economía. Por ejemplo en vez de controlar un gobierno de turno, controlar o influir su legislación, de manera legal o cuasi-legal.

Un ejemplo típico de poder fáctico es la influencia ejercida por grupos de poder como pueden ser: la banca, la oligarquía, o los intereses plutocráticos, así como la Iglesia, las centrales sindicales o los medios de comunicación masiva. En ciertos corpus teóricos-ideológicos se denomina al fenómeno causado por el poder fáctico como mercantilismo empresarial o capitalismo de Estado.[2]

Habitualmente el término se aplica en plural: "los poderes fácticos en España durante el final del franquismo y la Transición eran la iglesia, el ejército y la banca (o los capitalistas)",[3]​ y en el debate político español se sigue hablando de poderes fácticos post-franquistas todavía influyentes.[4][5]

Similares ejemplos de enumeración de poderes pueden encontrarse en países de América Latina, con la adición del poder exterior que supone la presencia de los intereses de Estados Unidos.[6]

El mismo fenómeno se ha visto en grandes partes de América Latina, por ejemplo, antes de la Guerra Civil de El Salvador de 1980-1992 el país fue dominado por "las catorce familias".[7]​ Para algunos analistas, el papel central que juega los "poderes fácticos" pone en duda la solidez y estabilidad de la democracia en muchos países.

La consideración de los grandes propietarios de los medios de comunicación y prensa como un cuarto poder la aproximaría al concepto de "poder fáctico", pero no a los medios de comunicación mismos (que serían un poder más, al estilo de los tres poderes clásicos de Montesquieu, y por tanto ni más ni menos fáctico que ellos), sino a los que los controlan (grupos empresariales, por ejemplo).[8]

Muy habitualmente se alude de forma metafórica a la forma en que los poderes fácticos gravitan sobre la vida pública, con la mera amenaza de su actuación: como por ejemplo en la expresión "ruido de sables" o incluso "ruido de sotanas". Un sentido semejante tienen algunos usos del término baculazo para denominar a las decisiones eclesiásticas, y del de cuartelazo para denominar a los pronunciamientos militares.



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