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Postciberpunk



El posciberpunk es un subgénero de la literatura de ciencia ficción nacido a partir del ciberpunk. Como su género madre, el posciberpunk se centra en desarrollos tecnológicos en sociedades de un futuro cercano, generalmente examinando el impacto y efectos del avance tecnológico. Pero a diferencia del ciberpunk, las obras de esta categoría supuestamente se caracterizan por tener personajes que actúan para mejorar las condiciones sociales, o al menos para proteger el statu quo de la creciente decadencia.

El término posciberpunk se usó por primera vez en 1991 describiendo la edición de bolsillo de la novela de Neal Stephenson Snow Crash. Lawrence Person argumentaba que el término debía aplicarse a un género emergente, que él procedía a identificar. En 1998 publicó un artículo titulado Notes Towards a Postcyberpunk Manifesto (Notas dirigidas a un manifiesto posciberpunk) en la revista Nova Express; al año siguiente publicó el artículo en el sitio web sobre tecnología Slashdot. El artículo identificaba el nacimiento del posciberpunk como una evolución del género ciberpunk de la ciencia ficción popular de finales de los 70 y gran parte de los años 1980, caracterizado por películas como Blade Runner y novelas como Neuromante de William Gibson.

Como su predecesor, el posciberpunk nos pinta realistas futuros cercanos más que historias del futuro lejano del estilo de las space operas. El interés se centra en los efectos sociales de la tecnología en la propia Tierra más que en el viaje espacial. Se dice que el posciberpunk es distinto del ciberpunk en los siguientes aspectos:

Otras posibles características:

Es posible que el posciberpunk surgiera del uso generalizado, tanto entre los autores de ciencia ficción como entre el público en general, de ordenadores, Internet, PDA, etc, sin que ocurriera una fragmentación social masiva, tal y como se predijo (y predijo el ciberpunk) en los 70 y 80.

Algunos de los autores a los que se les ha aplicado esta etiqueta la han adoptado. Sin embargo en otros casos la clasificación es complicada: hay demasiadas obras que exploran los temas posciberpunk pero desde un punto de vista distópico. Por ejemplo, Fairyland de Paul J. McAuley. Otros autores son de difícil clasificación, como es el caso del Greg Egan, demasiado original como para clasificarlo en movimiento o subgénero alguno.

El término posciberpunk podría convertirse en un paraguas de todo tipo de historias interesantes del futuro cercano, tanto en el cine como en la literatura. Hasta el 2004 las novelas y películas posciberpunk no han logrado todavía la popularidad que han alcanzado sus precursoras (La trilogía de películas de Matrix son consideradas ciberpunk). El optimismo tecnológico puede, irónicamente, remontarse hasta las leyes de la robótica de Isaac Asimov, o incluso a los benévolos robots Helen O. Loy y Adam Link de hace medio siglo de los que se alimentó el ciberpunk.



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