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Psicología Cognitiva Posracionalista



Psicología Cognitiva Posracionalista es una corriente de la terapia cognitiva y del constructivismo fundada por el neuropsiquiatra italiano Vittorio Guidano a fines de la década de los ochenta y desarrollada de manera posterior por autores como Adele De Pascale, Bernardo Nardi, Paola Cimbolli, Giovanni Ruggiero, Álvaro Quiñones, Augusto Zagmutt, María Teresa Miró, Alejandro León, y Juan Balbi.

Giampiero Arciero introdujo el "giro hermenéutico fenomenológico" que, de acuerdo a quienes adscriben la posición de Arciero, renovó la metodología y el objeto de estudio de la disciplina.[1]

Sin embargo, varios autores post-racionalistas como Adele De Pascale, Álvaro Quiñones y Juan Balbi (entre otros) no están de acuerdo o no siguen la renovación propuesta por Arciero.

Durante la llamada "primera ola[2]​", Vittorio Guidano elaboró un modelo teórico basado en los postulados de los trabajos de Francisco Varela y Humberto Maturana, en los cuales el Sí Mismo (Self) se comprende como una unidad autopoiética que define los límites de su experiencia a partir de la recurrencia de sus esquemas autoorganizativos tácitos.

El cognitivismo posracionalista adopta la epistemología evolutiva desarrollada por Donald Campbell, Konrad Lorenz y Karl Popper. Según la epistemología evolucionista, la cognición es un proceso biológico y en evolución. Por tanto, la epistemología deja de ser un área especulativa de la filosofía y se convierte en una disciplina científica y experimental.

Así, el cognitivismo posracionalista de Guidano adopta la cibernética de segundo orden de la teoría de sistemas, la teoría de las estructuras disipativas del físico Ilya Prigogine, y las teorías biológicas de la cognición de Humberto Maturana, Francisco Varela y Jean Piaget como fundamento de su epistemología naturalista constructivista, que reconoce a la realidad como intrínsecamente subjetiva, pero lo hace desde la ciencia natural experimental.

Además Guidano fue influenciado por la teoría cognitivista planteada en el libro El Orden Sensorial de Friedrich Hayek, que sostiene que la cognición no funciona por asociación entre estímulos discretos como lo postulaban el psicoanálisis y el conductismo, sino que las sensaciones provenientes del ambiente son ya construcciones activas globales del organismo, con propiedades predictivas y anticipatorias que completan patrones totales. Según esto, no sería adecuado sostener que el organismo humano primero registra estímulos asociados entre sí y luego analiza y abstrae intelectualmente para finalmente emitir respuestas, sino que la etapa de registro sensorial es ya un proceso de abstracción que crea significados idiosincráticos acorde a la experiencia y a la autoorganización del sistema individual.

De acuerdo a Juan Balbi,[3]​ quien trabaja desde el enfoque guidanista:

También la propuesta del epistemólogo Walter Weimer sobre las "teorías motoras de la mente" influyó en la conceptualización guidanista del sujeto como constructor activo de su experiencia subjetiva, que es emocional y cognitiva a la vez.

De acuerdo a Guidano, no es correcto sostener que un terapeuta cognitivo puede "reestructurar" instructivamente los significados de un paciente, porque tales significados dependen siempre de la autoorganización biológica y cognitiva de cada sujeto (sea paciente, terapeuta, u otro). Por tanto, el terapeuta no tiene un acceso privilegiado a la "razón" como en las terapias de Albert Ellis y Aaron Beck, sino que tiene una perspectiva particular acerca del mundo, como también el paciente tiene la suya propia. Adicionalmente, el cambio terapéutico se produce mediante nuevas vivencias afectivas y no a través de procesos puramente intelectuales. El cliente puede tener determinadas experiencias emocionales en la terapia que son discrepantes con sus experiencias anteriores, y puede procesar los recuerdos de su memoria episódica de maneras nuevas, más flexibles que las usuales. El terapeuta crea un espacio en el que el cliente puede construir y reconstruir narrativas acerca de sus experiencias de vida, y esto promueve el cambio terapéutico. Los esquemas emocionales tácitos de autoorganización del cliente no se modifican a través de intervenciones que ocurren solamente en lenguaje verbal explícito y "racional" sino a través de experiencias emocionales del mismo nivel tácito, que es más abstracto que el pensamiento proposicional explícito. Los niveles tácito-emocional y explícito-verbal del sí mismo se determinar recíprocamente.

Guidano retomó la teoría del apego de John Bowlby como modelo de los vínculos humanos a lo largo del desarrollo y del ciclo vital. Los patrones de apego generarían un modo particular de configuración del significado de la experiencia, que será denominado por Guidano Organización de significado personal[4][5]

De forma posterior a la muerte de Vittorio Guidano, Giampiero Arciero asumió la dirección del Instituto de Psicología y Psicoterapia Posracionalista (IPRA), incorporando cambios radicales en los fundamentos de la metodología de la psicoterapia, así como también en los fundamentos de la psicopatología propuesta a partir de la incorporación de la fenomenología hermenéutica.[6]

Las implicaciones de la introducción de la fenomenología como fundamento de la psicología comienza por instalar una comprensión del ser humano como un ser que encarna una historia personal como proyecto arrojado al mundo, lo cual permite generar una psicopatología basada en la experiencia subjetiva, a la vez que, mediante el diálogo con la neurociencias cognitivas, logra generar categorías eidéticas para componer un sistema diagnóstico dimensional de cuadros clínicos de salud mental.[7]

El giro fenomenológico hermenéutico en la psicología posracionalista implica realizar una crítica a la tradición heredada por las corrientes contemporáneas de psicología que encuentran su fundamento en la ontología antigua de la Grecia helénica, mediante un programa de investigación orientado por 3 preguntas: (1) ¿En qué visión del ser humano se basa la psicología? (2) ¿Qué comprensión está implícita en la relación del uno con el otro en la relación terapéutica? (3) ¿Qué camino puede tomar el «Cuidado de sí» en la psicoterapia?.[8]

En la crítica a la ontología antigua como fundamento de las corrientes psicológicas contemporáneas, se hallará un modo de tematizar la experiencia humana que se sostendrá en el surgimiento de las ciencias naturales del siglo XIX, y darán base a las distintas formas de psicología, así como inaugurará la «ciencia del cuidado de la psique», definiendo la como una entidad natural, es decir, que contempla la vida humana según categorías esencial de producción (poiesis), implicando la subordinación de tal objeto a un orden superior de conocimiento (teoría). De este modo, la existencia humana comprendida como un objeto de producción posiciona la vida como una cosa entre otras cosas.[9]

De este modo, que la psicología gane el estatus de ciencia mediante su adhesión al método científico de las ciencias naturales, significara que encontrará su fundamento en la ontología antigua, lo cual tendrá como consecuencia una mirada estática del sí mismo. Tal concepción de la mismidad ha sido tematizada y problematizada como “El problema del sentido de unidad de la experiencia humana”,[10]​ en directa relación con el modo de concebir el Si Mismo (self) por la modernidad: como privado (inaccesible incluso para sí), como unidad de multiplicidad de experiencias y como la continuidad del sentido de sí. Estas características de Privacidad, Unicidad y Continuidad del Self moderno, pueden encontrarse hoy en día presentes en la teoría de sistemas, las neurociencias, la mayoría de las ramas de la psicología y la psiquiatría, las cuales ignoran el carácter histórico, temporal y simbólico de la vida humana.[11]

El origen de esta aproximación al fenómeno de la vida es rastreada por el filósofo Michel Foucault al período helenístico de la histórica de la Antigüedad, situada en Grecia, donde se gesta la filosofía como un modo de observación desinteresada, como un modo de contemplación que genera una relación estrecha entre filosofía y teoría. El surgimiento de esta aproximación a las cosas, se sitúa como acontecimiento en el modo en que el «Cuidado de Sí» (epimeleia heautou), es subordinado al precepto del «conócete a ti mismo» (gnothi seauton), de modo tal que el cuidado de sí comenzará a tener un carácter auto-reflexivo orientado por la relación con una Otredad que irá variando entre épocas: el maestro filosófico en la antigüedad, el padre espiritual en el cristianismo primitivo y en la época moderna, el acceso al verdad de sí solo estará garantizada mediante actos de conciencia.[12]

De acuerdo a Arciero, si bien Foucault logra captar la variabilidad de la relación auto-reflexiva del cuidado de sí como ejercicio de acceso a la verdad, pasa inadvertido la configuración pre-interpretativa de la búsqueda de verdades eternas, sin llegar a tematizar el modo en que el conocimiento teórico entendido como una praxis de vida, sustenta un enfoque ético que permanece orientado hacia la misma ontología antigua.[13]

La consecuencia inadvertida de la ontología antigua orientada hacia las verdades eternas coaguladas en el conocimiento teórico de la vida, es la absorción de toda circunscripción y compromiso práctico de la vida en las entidades que conservan un grado de constancia a través del tiempo, es decir, que siempre está presente, completo y terminado. De este modo, la manera en que Aristóteles describe las leyes físicas de los cuerpos en la época antigua de Grecia y las características del Self Moderno se muestran en una continuidad: el movimiento es eterno e incorruptible, y presenta una presencia constante, libre de todo cambio.[14][15]

Esta concepción del ser humano se puede encontrar en la Alegoría del carro alado de Platón, donde éste relata que “caeríamos” de la vida eterna al olvido de la verdad eterna, por lo cual el acto de conocer sería un recordar. Por otra parte, sería el Logos aquella capacidad para hacer inteligible la realidad y conocer/recordar la verdad.[16]

De igual modo, ésta brecha entre la experiencia sensible y la capacidad de hacerla inteligible mediante verdades eternas (Logos), será trasmitida por la escuela Escolástica, tradición en la cual fue instruido el filósofo René Descartes, quien, con el propósito de fundar las ciencias de la modernidad propondrá en su famoso «Discurso del método» el principio de certeza en la locución "Pienso, luego existo" (cogito, ergo sum),[17]​ la cual encuentra como fundamento de lo real la capacidad de inteligibilidad de la realidad sensible. El llamado “momento cartesiano” [18]​ inaugura dos tradiciones aparentemente opuestas en tanto presuponen modos diferidos de acceso a la verdad: empirismo y racionalismo, en las cuales lo que vendrá a variar es al orden gnoseológico al cual deberá subordinarse el objeto de la teoría. Sin embargo, no será hasta que el filósofo Immanuel Kant presente en su Crítica de la razón pura, que esta disyuntiva encuentre salida mediante la Estética Trascendental como modo de tematizar la inteligibilidad de la experiencia a través del conocimiento del a priori como aquellas condiciones de posibilidad de toda forma de conocimiento y verdad[19]

La ontología antigua heredada por el método científico llegará a ser cuestionada primeramente por Edmund Husserl, quien, mediante la consigna de «a las cosas mismas», intentará proponer una ontología fenomenológica con vistas de crear un acceso a la esencia misma de las cosas. Pero será su pupilo, Martin Heidegger, quien, orientado por renovar el acceso a la verdad, mediante el examen de ser humano como único ente con comprensión de los demás entes, radicalizará el curso de la fenomenología mediante el giro hermenéutico. Las consecuencias de tales presupuestos serán la necesidad de un método a-teorético, capaz de aprehender el movimiento de la existencia humana que transcurre de modo pre-reflexivo.[20]

Heidegger, en vistas de lograr una comprensión renovada del sentido del Ser olvidado por las ciencias, pone como centro de su reflexión a la vida fáctica, generando una serie de conceptos orientados a generar un nuevo acceso a la verdad. De esta forma, generará una analítica del modo en que la vida se abre, con una comprensión (Verstehen), una disposición afectiva (Befindlichkeit) y la capacidad de articular lingüísticamente la significatividad (Rede) del mundo habitado. Está analítica del «ahí» ofrecida por la indicación formal de Heidegger permitirá hacer inteligible el sentido histórico, inasible para la ontología antigua de la presencia (Ousia) [21]

De este modo, la fenomenología hermenéutica como fundamento a la comprensión de la experiencia humana va a examinar la vida subjetiva con raíz en su ser-en-el-mundo de forma corporizada, es decir, el modo en que llega a emerger su significado a partir de la movilidad de la carne viva en su modo de actuar y vivir en el mundo.[22]​ Tal examen del movimiento de la vida y la recuperación de su sentido implican un movimiento contrario al de la tendencia misma de la vida fáctica en su cuidado habitual, tendiente a la caída y su absorción en su ocuparse. Heidegger señalará así que "este contramovimiento, que es propio de la inquietud de la vida por no caer en el olvido, determina el modo según el cual se temporiza la posible aprehensión auténtica de la vida".[23]



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