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Rafael Barret



¿Qué día cumple años Rafael Barret?

Rafael Barret cumple los años el 7 de enero.


¿Qué día nació Rafael Barret?

Rafael Barret nació el día 7 de enero de 1876.


¿Cuántos años tiene Rafael Barret?

La edad actual es 148 años. Rafael Barret cumplió 148 años el 7 de enero de este año.


¿De qué signo es Rafael Barret?

Rafael Barret es del signo de Capricornio.


¿Dónde nació Rafael Barret?

Rafael Barret nació en Torrelavega.


Rafael Barrett, de nombre completo Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo (Torrelavega, Cantabria, España, 7 de enero de 1876 - Arcachón, Francia, 17 de diciembre de 1910) fue un escritor - narrador, ensayista y periodista- que desarrolló la mayor parte de su producción literaria en Paraguay, por lo que es considerado una figura destacada de la literatura paraguaya a principios del siglo XX. Es particularmente conocido por sus cuentos y sus ensayos de hondo contenido filosófico, exponente de un vitalismo que anticipa de cierta forma el existencialismo. Conocidos son también sus alegatos filosófico-políticos a favor del anarquismo.

Barrett nació en Torrelavega (Cantabria) en el año 1876, con el nombre de Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo, en el seno de una adinerada familia hispano-inglesa, son sus padres George Barrett Clarke, natural de Coventry (Inglaterra) y María del Carmen Álvarez de Toledo y Toraño, natural de Villafranca del Bierzo, provincia de León. Con veinte años se trasladó a estudiar ingeniería a Madrid, donde trabó amistad con Valle-Inclán, Ramiro de Maeztu y otros miembros de la Generación del 98. En Madrid vivió como un señorito calavera, duelista y pendenciero, que se pasaba insistentemente de casino en casino y de mujer en mujer, alternando visitas a importantes salones literarios de París y Madrid.

Sus constantes arrebatos le llevaron a protagonizar un altercado en 1902 con un alto miembro de la nobleza, el duque de Arión, a quien agredió en plena sesión de gala del Circo de París. El duque de Arión era presidente del Tribunal de Honor que lo había inhabilitado para batirse en duelo contra el abogado José María Azopardo, este último lo había calumniado. Todo esto provoca un escándalo, a sus 26 años y en el breve lapso de apenas seis meses.

Dicha situación le llevó, en 1903, con su honra y su peculio seriamente mermados, a viajar primero a Argentina - donde comenzó a escribir para distintos periódicos - y luego a Paraguay, el país en el que se asentó finalmente a los 29 años. En el año 1904 en el mes de octubre llega a Villeta (Paraguay) como corresponsal del diario argentino El Tiempo para informar sobre la revolución liberal que en aquel país se estaba produciendo. Enseguida conecta con los jóvenes intelectuales que en su mayoría se habían sumado a la revolución. En Paraguay formó una familia y es donde, según sus propias palabras, se volvió "bueno". Años después llega a Brasil, producto del exilio forzado, y a Uruguay.

En diciembre de 1904 Barrett se instala en Asunción donde ha llegado junto con las huestes revolucionarias. Trabaja en la Oficina de Estadística. En 1905 contrae matrimonio con Francisca López Maíz, participa en la creación del grupo y tertulia literaria "La Colmena", y manifiesta los primeros síntomas de la tuberculosis.

En 1906 a raíz de una polémica periodística originada por la presencia de Ricardo Fuente en Buenos Aires, se concierta un duelo entre Barrett y Juan de Urquía (Capitán Verdades). Pero Juan de Urquía elude batirse con Barrett alegando su descalificación en Madrid. Días después Barrett apalea públicamente a un Sr. Pomés al confundirle con Juan de Urquía en un céntrico hotel de Buenos Aires.

En abril de 1906 contrae matrimonio con Francisca López Maíz y en 1907, nace en Areguá su único hijo, Alejandro Rafael. En julio de 1908, da un golpe militar del mayor Albino Jara. Barrett organiza la atención a los heridos por las calles de Asunción. El 3 de octubre del mismo año, Barrett es apresado como consecuencia de las denuncias sobre abusos y torturas que publica en Germinal (un periódico anarquista de su autoría) y el día 13 de octubre, gracias a las gestiones del cónsul inglés, Barrett es liberado. Se le destierra a Corumbá en el Matto Grosso brasileño.

En febrero de 1909 la situación política ha mejorado sensiblemente en Paraguay. Aunque el estado de sitio no será levantado hasta marzo, Barrett recibe garantías y se instala en AREGUA, cerca de Asunción. Los diarios paraguayos vuelven a abrirle sus páginas. En septiembre embarca en Asunción con destino a Francia. Ha mantenido correspondencia con el doctor Quinton y ha decidido seguir su tratamiento contra la tuberculosis.

En 1908 llega a Montevideo donde sus costas, su viento y el aire le ayuda, según las costumbres de la época, con su enfermedad. También, le da la oportunidad de publicar en periódicos de la época como La Razón dirigido por Samuel Blixen.

Su paso por Argentina, Uruguay, y en particular Paraguay, lo definieron como literato mientras efectuaba en paralelo sus trabajos periodísticos. Arruinado como estaba, en ningún momento dudó en abrazar la causa de los más débiles blandiendo su afilada pluma contra la injusticia social. En cierto modo su descenso a los infiernos de la miseria le permitió liberarse de una vida falsa y entregarse a la más noble y digna tarea de vivir para los otros.

La incidencia de las que por entonces eran miserables condiciones de vida en gran parte de Sudamérica repercutió fuertemente en sus escritos, que iban volcándose insistentemente hacia el periodismo de denuncia. Su viraje hacia una posición inequívocamente anarquista no solo le acarreó problemas con las clases pudientes y con el gobierno de Paraguay (donde fue encarcelado en varias ocasiones), muchos intelectuales paraguayos también le dieron la espalda.

La obra de Rafael Barrett es en general poco conocida. Corta y asistemática como su propia vida, se publicó casi íntegramente en periódicos de Paraguay, Uruguay y Argentina. Y sin embargo, su pensamiento ha ejercido en Latinoamérica, y especialmente en el ámbito del Río de la Plata, una notable influencia. Si bien es cierto que se trata de una influencia un tanto subterránea, fue lo suficientemente fuerte como para que Ramiro de Maeztu le considerara "una figura en la historia de América".

Algunas de sus ideas literarias centrales se enmarcan y definen en el estilo regeneracionista. Resulta evidente, en estos breves ejemplos, la coincidencia de Barrett con el tono característico de la oleada "regeneracionista" que inundó el pensamiento español a raíz del "desastre" del 98 y que tuvo sus principales exponentes en Costa, Picavea, Isern, etc., y su punto álgido en la prensa con el famoso artículo "Sin pulso" de Francisco Silvela publicado en El tiempo, órgano de la oposición conservadora, el 16 de agosto de 1898. Las constantes metáforas médicas, la percepción de España como un país gravemente enfermo, la convicción de que la derrota militar era solo un síntoma de males mayores y más profundos, la extrañeza ante la falta de reacción de un pueblo que ha sido víctima inútil de una derrota lamentable, el diagnóstico de un progresivo hundimiento del país y la necesidad de su "salvación" (resbaladizo término en política),

"El dolor paraguayo" de Barrett "vemos reflejado el profundo amor que sentía hacia el pueblo paraguayo; ese amor, esa preocupación por la gente del pueblo, es una constante plenamente "noventayochista"

Borges sobre Barrett "...Borges , el joven Borges, lo admiraba sin retaceos. En una carta a su amigo Roberto Gondel, escrita en 1917, decía el futuro autor de "El Aleph": "Ya que tratamos temas literarios te preguno si no conoces un gran escritor argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz." [...] "Es un libro genial cuya lectura me ha consolado de las ñoñerías de Giusti, Soiza O'Railly y de mi primo Alvarito Melián Lafinur"[1]

Los escritos de Barrett son de una calidad intrínseca notable. En opinión de José María Fernández Vázquez, si hubiera tenido más tiempo para desarrollar su obra, "estilo literario y vigor ideológico hubieran creado uno de los corpus textuales más interesantes del continente americano" (Fernández Vázquez 100).

En el nuevo continente, y más específicamente en el Paraguay, fue donde se hizo escritor, conoció el verdadero amor y la paternidad, sin embargo, alcanzadas esas cimas, enfermó gravemente. La circunstancia histórica que vivía el Paraguay no era la más propicia para recibir positivamente ni sus ideas radicalmente críticas, ni su pensamiento cuestionador e inquietante.

Con la publicación de la serie de artículos Lo que son los yerbales paraguayos, en los que revela la explotación esclavista de los mensús por las empresas yerbateras, Barrett se enfrenta ya a poderosos intereses económicos y políticos. Se le comienzan a cerrar las páginas de los diarios en los que publicaba y comienza también a sentir el progresivo rechazo de la intelectualidad local, lo que le conduce a un penoso aislamiento, al no encontrar un núcleo suficientemente amplio de población ajena a eso grupos que pudiera suplir el rechazo de sus interlocutores naturales. Como amargamente confiesa, "la costumbre de pensar a todas horas tiene algo de vicio bochornoso ante el común de las gentes, y me ha convertido en un ser inútil, a veces nocivo, odiado, despreciado"

Por sus ideas políticas anarquistas y su denuncia de la injusticia social es apresado y desterrado primero al Mato Grosso brasileño y finalmente a Montevideo. En Uruguay conecta enseguida con las vanguardias intelectuales uruguayas. Pero la tuberculosis le aprisiona y regresa al Paraguay en cuanto los caudillos de turno se lo permiten, y los periódicos locales le abren de nuevo sus puertas.

Aquejado de tuberculosis, viajó a Francia en 1910 para intentar un nuevo tratamiento. Embarca en Asunción y llega a Montevideo donde es objeto de un jubiloso y cariñoso recibimiento, parte finalmente a Europa. El 17 de diciembre de 1910 muere a las cuatro de la tarde en el Hotel Regina Forêt en Arcachón, asistido por su tía Susana Barrett. Murió a los 34 años alejado de su familia y de la que él consideró su única patria, Paraguay, y sin haber podido disfrutar de un mínimo reconocimiento en el país del que tuvo que escapar: España.

Durante su vida solo vio publicado un libro, "Moralidades actuales", que cosechó un gran éxito en Uruguay, cuya intelectualidad siempre conectó con Barrett. La estela luminosa de Rafael Barrett reaparece brevemente en el firmamento madrileño de 1919 cuando la Editorial América de Rufino Blanco Fombona edita algunas de sus obras. La publicación de esos libros hace desempolvar viejos recuerdos de quienes lo conocieron en su juventud madrileña.

Tres de los más grandes escritores del Cono Sur americano han expresado, con encendidos elogios, su profunda admiración por la obra de Barrett y la influencia de él recibida.

En Paraguay, Augusto Roa Bastos ha dicho:

En Argentina, Jorge Luis Borges decía en una carta de 1917 a su amigo Roberto Godel:

En Uruguay, José Enrique Rodó, que coincidió con Barrett en Montevideo y quedó deslumbrado por sus artículos en la prensa, escribía:

Francisco Pérez-Maricevich dice respecto a Rafael Barrett que su importancia en el proceso cultural del Paraguay acabó siendo singular "y nadie abriga hoy la más mínima duda respecto de su notable precedencia en muchas de las actitudes que definen en el presente la función del intelectual". Pérez-Maricevich expone de resalto que existen tres puntos esenciales que marcan la diferencia entre Barrett y otros maestros de la literatura. Primero, la tenacidad de su postura crítica del presente que le tocó vivir; segundo, su visión estrictamente moral de la condición humana y su exaltación de los valores sociales superiores que conducen a la perfección del hombre; y tercero, la profundidad de sus principios y la solidez teorética de sus conceptos.

El texto de Barrett, además del singular compromiso con su tiempo y su circunstancia, contiene una belleza y un valor estético excepcionales. En Paraguay prima la convención de que desde Barrett parte la concepción del realismo crítico en la visión de la materia narrativa, y sus cuentos breves revelan gran parte de su notable don estético para la construcción del relato. La ironía y la paradoja, recursos esencialmente intelectuales, no son dejados de lado por el autor, que a través de su obra, con destreza, sensibilidad y belleza, dan exuberancia a su obra.

Una de las facetas de mayor interés en el pensamiento de Rafael Barrett radica en su condición de exponente privilegiado de la "crisis de fin de siglo".

Nacido en 1876, año clave en tantos aspectos (creación de la Institución Libre de Enseñanza; publicación de la obra de Draper Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia con prólogo de Nicolás Salmerón, del libro Porvenir de los pueblos católicos de Laveleye y de las primeras traducciones de Darwin; punto álgido en la llamada "polémica de la ciencia española" e inicio de encendidas discusiones sobre el evolucionismo; época clave en la difusión del pensamiento positivista a través del krausismo; promulgación de la constitución de la Restauración, etc., etc.), educado en Francia e Inglaterra, Barrett es un hombre esencialmente europeo, lo que constituía un referente ideal para los jóvenes finiseculares que en su mayoría hubieron de realizar el reglamentario viaje iniciático a París.

Barrett es, además, plenamente consciente del momento crítico que le ha tocado vivir, y así lo expresa con extraordinaria clarividencia:

Y certeramente diagnostica que esa "universal inquietud" se manifiesta en la forma de una recuperación de la fantasía, de la magia y del misterio en abierto rechazo a la filosofía positivista:

Define Barrett la filosofía afirmando que "no se trata de una ciencia, sino de la trayectoria que sigue el centro de gravedad de nuestro espíritu" (O.C., II, p. 249); definición que, además de su evidente aroma vitalista, se enmarca de lleno en el ámbito dinámico de una filosofía del cambio. En la vieja disyuntiva Heráclito-Parménides (cuestión básica para todo pensamiento filosófico) Barrett se sitúa decididamente junto al primero. Todo cambia, nada permanece.

En el pensamiento de Barrett confluye la filosofía genuinamente vitalista (Bergson es uno de sus filósofos más admirados) con la reacción antipositivista que caracterizó al modernismo. Para Barrett, la realidad es la vida, en su compleja e inaprehensible movilidad y capacidad de acción; es esencialmente energía, fuente de movimiento, y esa virtud operativa escapa al análisis racional. Lo real se siente y se ejecuta, no se explica. La realidad profunda de la vida es inalcanzable para la razón. Lo real es inefable.

En este aspecto Barrett se muestra de nuevo como un joven enteramente de su generación. Según José Luis Abellán, en los primeros años del siglo XX "la vida como principio filosófico vuelve con todas sus exigencias" (Abellán, vol. 5/I, p. 70). Y a la hora de definir la vida, Barrett sigue a Bergson más una buena dosis de lirismo:

El pensamiento vitalista se coloca necesariamente en las antípodas del racionalismo y por regla general conecta con posturas idealistas o espiritualistas. Barrett coincide en el rotundo rechazo al racionalismo, como pone de manifiesto, por ejemplo, en su negativa valoración de la filosofía griega:

Esto supone, desde luego, una puerta abierta al idealismo ("¿Existir? Todo existe, y lo ideal más que lo real", O.C., III, p. 118) con la aceptación de lo misterioso como componente objetivo de la realidad; en el ámbito del espíritu, por la importancia que Barrett concede a lo inconsciente; y en el ámbito del cosmos, porque el enigma es una parte muy significativa de nuestro conocimiento de una realidad que, inaccesible a la razón, es esencialmente misteriosa.

El pensamiento social y político de Rafael Barrett experimenta, a lo largo de los escasos siete años en que se expresa, una clara transformación que va desde un individualismo en el que confluyen rasgos vitalistas de tipo nietzcehano, hasta un anarquismo solidario plenamente asumido.

El punto de inflexión en esa evolución se produce entre finales de 1906 y principios de 1907. A partir de esas fechas, su preocupación por los temas sociales va siendo cada vez mayor y cada vez más radical su posición crítica. Posiblemente fue el tiempo necesario para asimilar la dura realidad americana (el "dolor paraguayo") en cuyo contacto Barrett sale espiritualmente enriquecido. La exuberante y conflictiva vitalidad americana llenó, sin duda y con creces, el hueco que en él pudieron haber dejado los ambientes intelectuales europeos.

Es a partir de 1908 cuando Barrett comienza a autodefinirse como anarquista, al respecto es célebre su panfleto Mi anarquismo.

En el año 2009, la banda argentina de punk Eterna Inocencia, cuya trayectoria iniciada en los años 90 agrupa infinidad de letras dedicadas a la luchas sociales entre otras temáticas, le dedica el tema "Barret y las misiones" a él:

En 2018 se realizó en Argentina el primer documental audiovisual sobre su vida y obra: "Rafael Barrett, la exigencia de lo real".



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