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Reino de Quito (prehispánico)



El Reino de Quito es el nombre de un Estado de carácter legendario formado supuestamente por las tribus que ocupaban los actuales territorios ecuatorianos de Tungurahua, Chimborazo, Pichincha, Imbabura y Carchi, con su hipotética capital en Quito, descrito en las crónicas del historiador Juan de Velasco.[1]

No existe evidencia histórica de la existencia del Reino de Quito.[1]​ Los hallazgos arqueológicos descartan la posibilidad de alguna unidad política o cultural en esos territorios.[2]​ No existen registros de otros historiadores o cronistas independientes mencionando una monarquía preinca, una cultura cara o unos gobernantes shyris. La idea de algún «Reino de Quito» es considerada un mito fundacional.[1][3]

La historiografía moderna reconoce la existencia de múltiples señoríos étnicos que ocupaban los actuales territorios ecuatorianos de Tungurahua, Chimborazo, Pichincha, Imbabura y Carchi.[4]​ Estos grupos formaron una alianza para combatir la expansión del Imperio inca sobre los territorios quiteños sucedida a finales del siglo XV e inicios del siglo XVI.[5]

Según Juan de Velasco, Quito fue fundada por los quitus y más tarde conquistada y refundada por los caras, quienes conservaron el nombre de Quitu. La unión entre ambos pueblos dio lugar a los quitu-caras o shyris. Velasco caracteriza al reino de Quito como una confederación militar con fines defensivos contra los conquistadores incas.[6]​ Afirma que el reino de Quito estaba formado por los pueblos precolombinos shyris (quitu-caras), caranquis y puruháes, que se unieron para enfrentar a los incas cuando llegaron a la región de Quito. Por otro lado, según Juan Anello de Oliva, Quito fue fundada por Quitumbe y su primer rey fue Tome, hijo del primero. Este cronista no menciona a los caras o su conquista.[7]

La versión moderna del relato es que la ciudad de Quitu fue refundada por los caras quienes, luego de desembarcar en las costas de Manabí, conducidos por Carán subieron hacia la cordillera y dominaron a los quitus. Se asentaron en la región y establecieron su poblado principal en donde hoy se levanta la ciudad de Quito. Los habitantes originales, llamados quitus, eran atrasados y débiles, y formaban un reino pequeño y mal organizado, por lo que no pudieron oponer una resistencia vigorosa a los invasores, y fueron fácilmente vencidos y subyugados por ellos. Luego de la conquista caranqui, las razas se mezclaron, que fueron conocidos como quitus-caras o como shyris. [8][9][10][11][12][13][14][15][16]

Fuera de la identidad de los fundadores de Quito, el cronista se refieren al reino homónimo como una unidad política que comprendía los Andes meridionales, cuya capital estaba en la ciudad de Quito. El reino de Quito fue absorbido por el Imperio inca, quienes se asentaron durante alrededor de 40 años.[17][18]

El valle donde está situado Quito estuvo poblado desde el 900 a. C.[19]​ Pese a ello, tanto historiadores como arqueólogos han desmentido la existencia de algún Estado antiguo.[1][20]​ La afirmación de que existió el Reino de Quito fue puesta en duda por el Arzobispo ecuatoriano Federico González Suárez,[21]​ el cual prefirió considerarlo como un grupo de señoríos étnicos. Esta propuesta fue respaldada por Jacinto Jijón y Caamaño,[22]​ quien a principios del siglo XX (apoyado en los primeros estudios arqueológicos) concluyó en algo similar. Lo que hoy en día se acepta es una confederación entre las culturas de los Caranquis, Quitus, Yumbos y Puruhaes, para repeler la conquista Inca.[6]

Los complejos arqueológicos como Tulipe, La Florida, Rumipamba, Rumicucho y Cochasquí demuestran que las culturas Yumbo, Quitu y Caranqui tuvieron un fuerte comercio entre sí, sin embargo dejan muy claro la delimitación de los territorios abarcados por cada una de estas culturas, lo cual prueba que no tuvieron una unidad política ni cultural.[2]​ Por todo se podría decir que no hay la posibilidad de que haya podido existir alguna clase de estado o reino con sede en Quito.[6]

También las pruebas arqueológicas han descartado la existencia de tal Estado.[2][23]​ Por ejemplo, los hallazgos arqueológicos rechazan la existencia de una cultura pre-Caranqui en la actual Imbabura, que haya sido extirpada de ese lugar. Otro punto contradictoria es que la afirmación de que los quitus hayan sido conquistados culturalmente por los llamados caras (caranquis), pues se sabe que Quito estaba bajo dominio administrativo de Cayambe.

Asimismo, la afirmación de que los señoríos que componen la nación caranqui se hayan autodenominado «caras» y que estos hayan venido por mar a las costas ecuatorianas también ha quedado descartada, junto con otras teorías difusionistas. La arqueóloga e historiadora Tamara Lynn Bray señala:[24]

Esta región corresponde con el territorio que varios autores han asociado con los cara protohistóricos. No obstante, el término cara no se emplea aquí ya que, como se ha argumentado, no existen referencias documentadas que sean a los trabajos de Velasco.

La parte de la obra de Juan de Velasco que tiene más crítica es la parte preincaica. Los estudios de campo en arqueología, antropología y lingüística han cuestionado la existencia de tipo que respalde una unificación cultural en un Reino o Estado de la Sierra centro-norte del Ecuador. Por el contrario, los estudios indican la existencia de una enorme diversidad de culturas y pueblos relacionados pero no unidos. La historia de la conquista inca también es duramente criticada, ya que las crónicas de conquistadores españoles como Pedro Cieza de León, Cabello de Balboa y Sarmiento de Gamboa, entre otros, concuerdan en muy poco con las afirmaciones hechas en el libro.[6]

Las crónicas recopiladas de Juan de Velasco no son consideradas fiables, puesto que las recopiló 250 años después de la conquista de Sudamérica.[6]​ Una de las fuentes de Velasco, los escritos de Marcos de Niza, tampoco son considerados confiables, ya que Niza era famoso por crear historias fantásticas de lugares en los que en realidad no existía nada. Otras fuentes de padre Juan de Velasco son las historias transmitidas oralmente por los pueblos indígenas y los testimonios del cacique puruhá Jacinto Collahuaso.

La historiografía moderna no considera posible la existencia de algún Estado en el territorio de Quito, mucho menos alguno similar al descrito por Juan de Velasco, dada la completa falta de ausencia arqueológica o la falta de escritos de otros historiadores o cronistas independientes mencionando una monarquía pre-inca instalada en Quito, una cultura cara o unos gobernantes shyris. La idea del «Reino de Quito» es considerada un mito fundacional.[3]​ No obstante, su existencia fue invocada tras la separación de Ecuador de la Gran Colombia en su Constitución de 1830.[25]

No existe evidencia histórica, salvo la tradición y la leyenda, de la existencia del Reino de Quito. Historiadores como el ecuatoriano Federico González Suárez y el español Marcos Jiménez de la Espada la negaron rotundamente.[26]​ El historiador ecuatoriano Enrique Ayala Mora concluye:[26]

Hasta no hace mucho, sostener que existió el Reino de Quito en la Época Aborígen era una necesidad de afirmación del patriotismo. Y negarlo era visto como un acto de traición a la patria, como si se dijera que la nación ecuatoriana carecía de raíces históricas [...] Los críticos argumentan que Velasco escribió su obra de memoria, con poca base documental; que su entusiasmo por destacar al Quito que él vivió le llevó a imaginar un “reino” que ningún otro historiador o cronista menciona [...] Esas hermosas narraciones deben ser leídas como leyendas que alimentan el imaginario nacional.



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