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Resiliencia ecológica



Resiliencia es el término empleado en ecología de comunidades y ecosistemas para señalar la capacidad de estos de absorber perturbaciones, manteniendo sus características de estructura, dinámica y funcionalidad prácticamente intactas; pudiendo retornar a la situación previa a la perturbación tras el cese de la misma.[1]​ Por regla empírica general, se ha observado que las comunidades o los ecosistemas más complejos —que poseen mayor número de interacciones entre sus partes—, suelen poseer resiliencias mayores, ya que existe una mayor cantidad de mecanismos autoreguladores.

La capacidad de resiliencia de un ecosistema está directamente relacionada con la riqueza de especies y el traslado de los servicios del ecosistema. Es decir, que un sistema en el cual sus integrantes tengan más diversidad y número de funciones ecológicas, será capaz de recuperarse de mejor manera ante perturbación específica.

La resiliencia se define como la capacidad de un sistema para regresar a las condiciones anteriores a la perturbación.[2][3][4]​ Para calcularla en un intervalo de tiempo determinado se realiza el cociente entre las medidas antes y después de la perturbación de cualquier variable descriptiva del ecosistema.[5]

Se entiende el diseño del paisaje como el diseño intencionado de edificaciones, paisajes, comunidades y regiones, siendo consciente de las vulnerabilidades que presentan. Para el Instituto del Diseño Resiliente, tener en cuenta la resiliencia en los diseños implica enfocarse en lo práctico, en las soluciones aterrizadas (que llevan tiempo funcionando bien sobre el terreno).[6]​ Para el diseño de paisaje es común aplicar el análisis de los elementos que conforman el sistema al que llamamos paisaje cultural[7]​ tomando en cuenta las variables tanto ambientales como sociales-culturales que los modifican, ya que entendemos al paisaje como algo dinámico. Si bien la cultura es la que moldea al planeta transformando las fronteras es entonces el territorio el medio por el cual estas culturas humanas se consolidan, según Carl O. Sauer.

Desde los años 1970 el arquitecto paisajista escocés, Ian L. McHarg replanteó el diseño y planeamiento del paisaje con la recuperación del genius loci[8]​ ligado directamente con la valoración de los elementos sujetos a un cambio, a la temporalidad.

Para el Instituto del Diseño Resiliente, estos elementos se miden en principios que fungen como la directriz que el diseñador sigue para lograr identificar, conocer y aplicare este tipo de diseño en sus métodos para llevar a cabo algo que brinde un beneficio ambiental y social.

Un sistema que posee resiliencia es aquel que, cuando se ve sujeto a una alteración, sigue existiendo y funcionando esencialmente de la misma manera. El funcionamiento de los ecosistemas es lo que permite la prestación de muchos de los servicios que el medio ambiente le brinda a la economía. Los factores que fomentan a la resiliencia de un ecosistema dan paso a una sostenibilidad. Un ecosistema puede ser resistente respecto a un tipo de alteración pero no a otro. Sin embargo, destacamos que parece haber un consenso respecto a que las reducciones de la biodiversidad —perdida de poblaciones— en un ecosistema se deben considerar amenazas a la resiliencia. De lo que se desprende que la pérdida de biodiversidad debe ser considerada una amenaza a la sostenibilidad. Tanto la extracción de recursos como la acumulación de residuos participan en la pérdida de biodiversidad. Es decir, estos dos aspectos constituyen una amenaza para la sostenibilidad en cuanto a las consecuencias que acarrean para la resiliencia de los ecosistemas.

La pérdida de resiliencia ecológica está en debate ya que el planeta Tierra ha sufrido todo tipo de desastres y cataclismos de los cuales se ha recuperado gradualmente. También es menester destacar el fenómeno de la savanización del Amazonas tras los incendios y la desforestación, así cómo la recuperación de la capa de ozono en la Antártida, hechos que, para muchos miembros de la comunidad científica, ponen en duda que se haya rebasado el punto de no retorno.[9]

La resiliencia es una medida de la magnitud de los disturbios que puede absorber un sistema para pasar de un equilibrio a otro. De otra forma se argumenta que las actividades económicas son sostenibles solamente si los ecosistemas que soportan la vida, y de los cuales son dependientes estas actividades, tienen un adecuado nivel de resiliencia.[10]



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