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Resurrección de Lázaro (Giotto)



La Resurrección de Lázaro es una pintura mural al fresco realizada por el pintor italiano Giotto di Bondone, entre los años 1304-1306, y se encuentra en la capilla de los Scrovegni de Padua. Giotto fue el gran renovador de la pintura entre el paso del siglo XIII al XIV.

El pintor mantiene los temas religiosos y carece como la mayoría de los artistas de su época de grandes conocimientos anatómicos, pero consigue que sus personajes no tengan el hieratismo bizantino y adopten diversas aptitudes de alegría o pesar, lo que demuestra, con las diferentes posturas y miradas. Fue el primero en romper con el arte de Bizancio. Muchos pintores posteriores, admitieron su deuda con Giotto, entre ellos Piero della Francesca y Miguel Ángel. Según Vasari:

Según Henri Focillon, historiador de arte francés, Giotto a pesar de sus esfuerzos nunca pasó de un montaje escenográfico de un estrecho taller de escultura a pesar de que en la capilla de los Scrovegni tenía una superficie y un tema que se lo hubieran permitido.[1]

Giotto, empezó eliminando los fondos de pintura plana, poniendo paisajes con montañas de piedra o dentro de simples arquitecturas y así conseguir que sus personajes vivan en un mundo más real. Según Cennino Cennini:

En una obra anterior, ya realizó grandes murales para la basílica de San Francisco de Asís, donde, en una serie de frescos narrativos para la capilla de la Magdalena, ejecutó la escena de la Resurrección de Lázaro, aunque no hay duda que el diseño fue de Giotto, se cree que la pintura la realizaron los discípulos de su taller, ya que claramente se puede comprobar que la pintura es más plana y no muestra los volúmenes ni los mismos colores empleados por el pintor en su obra posterior.

Los frescos de la capilla de los Scrovegni llamada también capilla de la Arena, por estar construida sobre la arena de un antiguo circo romano, es considerado como el trabajo más completo de Giotto. Fue encargada por Enrico Scrovegni, un adinerado comerciante de Padua, hijo de un prestamista conocido por su usura y que ya Dante Alighieri lo había mandado entre los condenados al Infierno en su poema La Divina Comedia. Enrico quería con la construcción de la capilla redimir los pecados de su padre.[3]

Le encargó a Giotto, la decoración de la capilla funeraria, con diversas series decorativas de frescos, los ciclos de las pinturas representan, la vida de San Joaquín y Santa Ana, la vida de la Virgen María y la historia de Cristo, mientras que, en las partes inferiores de los muros se dedican a la Pasión de Cristo, así como se encuentran en color monocromo unas alegorías de las Virtudes y los Vicios. Se encuentra una escena donde se puede ver al propio Enrico Scrovegni ofreciendo la capilla a tres ángeles, el retrato del donador y del canónigo que sostiene la pesada maqueta, son sin duda, una excelente prueba de la capacidad retratista de Giotto.[4]

Entre los frescos de esta capilla se encuentra la narración de la Resurrección de Lázaro, que corresponde a un relato del Nuevo Testamento ( S. Juan 11, 1-44), con la que Giotto comienza la escenificación de la Pasión, ya que fue a consecuencia de este milagro, cuando los judíos quisieron prender y matar a Jesús.[5]

El tema corresponde al relato del Evangelio de San Juan (11, 17-44):[6]

La historia narra la Resurrección de Lázaro por orden de Jesús, en la pintura aparece Cristo bendiciendo a Lázaro, mientras arrodilladas a sus pies se ven a las hermanas de Lázaro, Marta y María. A la derecha del cuadro se observa la imagen momificada de Lázaro sostenida por otros familiares, en la esquina derecha del primer término, con líneas paralelas a la montaña rocosa del fondo, que dibujan una composición en diagonales, está la piedra de la tapa del sepulcro, que es sostenida por otros dos personajes, el fondo está pintado con el mismo azul de la bóveda de la capilla, con lo cual se consigue que forme una cohesión con ella.[7]

La pintura como las demás representaciones de las series de la capilla, está enmarcada simulando un friso de mármol tallado y como si tuviera incrustaciones de piedras semipreciosas y lapislázuli, evitando con este sistema figurado, la realización con materiales auténticos que resultarían mucho más costosos. El cadáver envuelto en las vendas, entreabre los ojos, mientras los presentes manifiestan su estupor. Las mujeres tienen el rostro cubierto para evitar el olor de Lázaro muerto. Aún sin conocer la perspectiva real de Brunelleschi, el pintor introduce el realismo en su obra, representando un espacio individual, junto la iconografía que muestra su interés, por la visualización del dramatismo que quiere explicar en la historia, frente al milagro realizado por Cristo. Este intento de mostrar la realidad en toda su totalidad, fue considerado por Giovanni Boccaccio en su Decamerón, que hablando de la pintura de Giotto dijo:



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