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Decamerón



El Decamerón (Decameron o Decamerone, en italiano), subtitulado Príncipe Galeoto (Prencipe Galeotto en italiano antiguo), es un libro constituido por cien cuentos, algunos de ellos novelas cortas, escritos por Giovanni Boccaccio entre 1351 y 1353. Desarrolla tres temas principales: el amor, la inteligencia humana y la fortuna. Los diversos cuentos de amor en el Decamerón van de lo erótico a lo trágico. Son relatos de ingenio, bromas y lecciones vitales.

Para engarzar las cien historias, el libro está construido como una narración enmarcada. La obra comienza con una descripción de la peste bubónica (la epidemia de peste negra que golpeó a Florencia en 1348), lo que da motivo a que un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) que huyen de la plaga, se refugien en una villa en las afueras de Florencia. Probablemente, Boccaccio concibió el Decamerón después de la epidemia de 1348, y lo terminó en 1353.

Además de su valor literario y amplia influencia (por ejemplo en Los cuentos de Canterbury de Chaucer), documenta la vida de la época. Escrito en el vernáculo dialecto florentino, está considerada una obra maestra de la prosa temprana en italiano.[1]

El título principal del libro ejemplifica el cariño de Boccaccio por la filología griega: Decamerón combina dos palabras griegas, δέκα, déka ("diez") y ἡμέρα, hēméra ("día"), para formar un término que significa "[acontecimiento] de diez días".[2]​ Diez días es el tiempo en el que los personajes de la narrativa que enmarca relatan sus cuentos.

El título es una referencia al Hexamerón (los "seis días" de la Creación) de San Ambrosio, una reformulación en verso del relato bíblico del Génesis. La intención de Boccaccio es construir una analogía entre su propia obra y la de San Ambrosio: como el santo narra la creación del mundo y de la humanidad, de la misma manera el Decamerón narra la recreación de la humanidad, que se produce mediante los diez protagonistas y sus cuentos, tras la desolación que la peste ha producido en Florencia en el año 1348.

El subtítulo de Boccaccio, Prencipe Galeotto (Príncipe Galeotto o Galehaut), se refiere a Galeotto, un rey ficticio retratado en el Lanzarote-Grial a quien a veces se le denomina por el título de haut prince ("alto príncipe"). Galeotto fue amigo íntimo de Lanzarote del Lago y un enemigo del rey Arturo. Cuando Galeotto supo que Lanzarote amaba a la reina Ginebra, esposa de Arturo, organizó un encuentro entre su amigo y Ginebra. En este encuentro la reina primero besa a Lanzarote, y así comienza su affair.

En el Canto V del Infierno, Dante compara a estos dos amantes ficticios con los enamorados de la vida real Francesca de Rímini y Paolo Malatesta, cuya relación él dramatiza. En el Infierno, Francesca y Paolo leen sobre Lanzarote y Ginebra, y la historia los apasiona hasta el punto de ponerse a hacer el amor.

La descripción de Dante de la munificencia de Galeotto y su benevolencia en medio de la intriga impresionó a Boccaccio. Al invocar el nombre Prencipe Galeotto en el título alternativo a Decamerón, Boccaccio alude a un sentimiento que expresa en el texto: su compasión por las mujeres privadas de libertad a la hora de hablar, y también social, confinadas en sus casas y, a veces, sufriendo mal de amores. Contrasta su vida con la de los hombres, que disfrutan de entretenimientos como la caza, la pesca, cabalgar y la cetrería.[3]

El Decamerón empieza con un breve proemio,[4]​ preámbulo en el que el autor habla en nombre propio. Por cuestiones de amor decide consagrar un poco de su tiempo a los placeres de un público lector principalmente femenino.

La primera jornada viene precedida de una descripción de la peste y del relato de cómo se produjo el encuentro fortuito de los narradores de estas historias. El Decamerón contiene así una descripción de los efectos físicos, psicológicos y sociales que la peste bubónica ejerció en esa parte de Europa.

Mientras Florencia sufre la muerte, siete jóvenes (amigas, parientes o vecinas) de la alta sociedad florentina se encuentran por azar un martes por la mañana reunidas en la desierta iglesia de Santa María Novella. Después de la misa, se pusieron a charlar.

Evocando la situación sanitaria, Pampinea lanza la idea de retirarse de Florencia y marchar a una villa abandonada en el campo de Fiesole durante dos semanas. Todas aprueban la idea, aunque Filomena advierte del peligro de dejar la sociedad sin ningún hombre que las rija. Y la joven Elisa la apoya:

Entraron entonces en la iglesia tres jóvenes, "que no lo eran tanto que no fuese de menos de veinticinco años la edad del más joven": Pánfilo, Filostrato y Dioneo. Introducen a los jóvenes en su proyecto. Pasado el primer instante de sorpresa, aceptan acompañarlas, como voluntarios y porque uno de ellos ama a Neifila, precisa Boccaccio. Pampinea es designada reina de la jornada y organiza la partida.

Al día siguiente, miércoles, abandonan Florencia y se refugian en una campiña idílica a unas dos millas.[7]​ Boccaccio describe el lugar como un paraíso terrenal:

La Naturaleza es omnipresente en la descripción y ocupa un lugar central para los personajes. En otros momentos del relato mencionará pájaros cantores, hierbas húmedas de rocío, una guirnalda de laurel y un delicioso jardín.[9]

Para pasar las tardes, cada miembro del grupo narra una historia cada noche, excepto un día a la semana, que hay que dedicarla a hacer labores, y los días sagrados en los que no se trabaja en absoluto, lo que da lugar a diez noches de narración a lo largo de dos semanas. De esta manera, al terminar la quincena, han contado cien cuentos. Aunque, en realidad, la obra comprende un total de 101 cuentos, pues en la introducción a la cuarta jornada, Boccaccio introduce otra historia.

Boccaccio indica que los nombres que dio a estos diez personajes son de hecho seudónimos «elegidos apropiadamente de acuerdo a las cualidades de cada uno». Los nombres italianos de las siete mujeres, en el mismo orden significativo según el texto original son: Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Laureta, Neifile y Elissa. Los nombres de los varones son: Pánfilo, Filostrato y Dioneo.

Sus nombres son:

Siguiendo una interpretación alegórica influida por la numerología medieval, las siete jóvenes representarían las cuatro Virtudes cardinales y las tres Virtudes teológicas (Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza; Fe, Esperanza y Caridad). Los tres jóvenes representarían la división tripartita griega tradicional del alma (Razón, Apetito Irascible y Apetito Concupiscible).

Los personajes principales se caracterizan normalmente a través de sus diálogos y las acciones que ejecutan, de manera que para cuando la historia termina parecen verdaderos, y sus acciones lógicas dado el contexto.

Cada uno de los diez personajes es nombrado Rey o Reina del día. Este cargo implica elegir el tema de las historias de ese día, y todos los días salvo dos tienen un tema:

Solo Dioneo, que normalmente cuenta el último cuento cada día, tiene el derecho a relatar una historia sobre cualquier tema que quiera, debido a su ingenio.[12][13]

Cada día incluye también una corta introducción y una conclusión que continúa el marco de los cuentos describiendo otras actividades diarias además del contar cuentos. Estos interludios a menudo incluyen transcripciones de canciones folclóricas italianas.[14]​ Las interacciones entre cuentos en un día, o a lo largo de los días, como Boccaccio desarrolla variaciones e inversiones de material precedente, forma un todo y no solo una colección de historias. Argumentos básicos de las historias incluyen burlas a la lujuria y la avaricia de los clérigos; tensiones en la sociedad italiana entre la nueva y rica clase comercial y las familias nobles; los peligros y las aventuras de los mercaderes al viajar.

El especialista en literatura medieval Vittore Branca, en su obra Boccaccio y su época, considera que el Decamerón tiene una estructura gótica. Según ésta, los cuentos se emplazan bajo una dinámica ascendente donde San Chiappelletto (Jornada I) condensa los vicios y Griselda (Jornada X), la máxima pureza. Se pondría en evidencia, al estilo arquitectónico gótico, una imagen de depuración a medida que avanza la obra. También Branca se refiere al carácter bifronte del Decamerón destacando lo cómico versus lo trágico, lo vulgar en oposición a lo cortés y lo vicioso-heroico del texto. También esta especie de dualidad es evidente en los personajes citados (Ciappelletto-Griselda), los cuales podrían interpretarse bajo la antítesis Judas-María.[15]

Los temas son casi siempre eróticos, a tono con la mentalidad burguesa que empezaba a fraguarse en Florencia: la inteligencia humana, la fortuna y el amor. Cada día también incluye una breve introducción y una conclusión, que describen otras actividades diarias del grupo, además del relato de historias. Estos interludios del cuento incluyen con frecuencia las transcripciones de canciones populares italianas en verso.

Se puede considerar el Decamerón como obra precursora del Renacimiento por la concepción profana del hombre, la ausencia de rasgos fantásticos o míticos y la burla de los ideales medievales, lo que dota a la obra de un carácter claramente antropocéntrico y humanista. Los jóvenes que llevan adelante las diez jornadas instauran la idea del carpe diem en contraposición al tópico literario del ubi sunt. Puede apreciarse una paulatina desmitificación de la idea de la tierra como simple tránsito hacia la vida eterna.

Cada historia pone en escena personajes tomados de la realidad contemporánea (comerciantes, notarios, banqueros, artesanos, gentes del pueblo, campesinos instalados en la ciudad, etc., pero también encontramos reyes, caballeros, personajes históricos) en medio de registros variados (cómico, patético, trágico, heroico, grotesco, picaresco...). Boccaccio se concentra en el ser humano, su comportamiento y sus capacidades, las que le permiten adaptarse a la variable fortuna de la vida y superar los obstáculos. La mayor parte de los personajes hacen poco caso de los valores morales de la Iglesia, prefiriendo su buen sentido y la iniciativa personal para salir de situaciones difíciles. Son seres comunes, defectuosos y desprovistos de cualquier valor noble, caballeresco o cortés, propio de una sociedad feudal; por el contrario, destacan los ladrones, embusteros y adúlteros, y se enaltece su astucia, que les permite salir airosos de las situaciones descritas, a diferencia de la antigua concepción medieval, donde el protagonista o héroe de la historia poseía facultades inherentes a su ser, como la belleza o la fuerza, y asociadas siempre a la nobleza y la divinidad. Finalmente, el fuerte sentido anticlerical de las historias de Boccaccio le aleja de la concepción teocéntrica medieval. Con ello reflejaba la nueva sociedad burguesa de la época, donde los valores prácticos se imponían por encima del orden antiguo, caballeresco y aristocrático. El comportamiento de los diez cuentacuentos, con elegancia y cortesía fundadas en la dignidad, el buen gusto y el respeto, da ocasión al autor para trazar un esquema ideal de vida.

Se puede considerar que en estos relatos, considerados como las primeras novelas de la literatura europea, se asiste al surgimiento de una nueva clase social: una burguesía comerciante e ilustrada.

En esta obra el dios del amor, Eros, rige el mundo. Los cuentos tratan principalmente del tema del amor, tanto cortés como vulgar. Los dos sexos, tanto el varón como la mujer, son criaturas destinadas al amor, que se entiende de una manera definidamente sensual y que, por consiguiente, debe ser experimentado corporalmente.

El Decamerón se escribió cuando la Edad Media llegaba a su fin. Así, mientras la peste arrasaba provocando estragos alrededor, en este jardín florece todo un mundo de historias vitales y de sobrecargada sensualidad.

Todas las historias eróticas de Boccaccio se corresponden con la imagen medieval de la mujer, proclive a caer en las tentaciones de la carne. Se la considera como a una hija de la seductora Eva, muy difícil de saciar. Se repite la idea de que si el marido no satisface a la mujer, ésta se procurará el placer por otros caminos.

La mayor parte del tiempo, Boccaccio aprovecha para asumir la defensa de la mujer. Muestra que su mejor defensa es la palabra, que ellas saben explotar correctamente. Aquí, la cuestión de su lugar es crucial. En efecto, la mayor parte de los relatos presentan en escena el mundo femenino. Sin embargo, Boccaccio puede mostrar una visión despectiva; algunos cuentos son verdaderamente críticos con su actitud. Por ejemplo, el séptimo cuento de la octava jornada narra la venganza de un escolar en una viuda que le ha jugado una mala pasada. El colegial aprovecha para hacer una larga revisión del comportamiento de ciertas mujeres.

El Decamerón pasa de modo decidido de la nouvelle al libro extenso escrito en lengua italiana. De hecho es la primera obra en prosa escrita en este idioma romance.

La Iglesia católica, a través de la Inquisición, incluyó este libro entre los prohibidos. El Índice de libros prohibidos fue instituido por el papa Paulo IV Carafa en el año 1559. El Decamerón apareció en el Índice bajo la letra B, aludiendo a sus «errores intolerables».

En el año 1573 la Inquisición encargó a expertos florentinos, los Deputati, la tarea de revisar el texto florentino. No se sabe seguro quiénes fueron los censores, ni su número, si fueron tres o cuatro. Entre los miembros del grupo destacaría Vincenzo Borghini, reconocido como el verdadero promotor de la censura del Decamerón.

El 2 de mayo de 1572 volvió a Florencia la copia oficial autorizada por los inquisidores de Roma para poder imprimirse, pero solo el 17 de agosto de 1573 fue impreso el texto. Al año siguiente, el texto de la obra reducida fue acompañado por unos comentarios, Le Annotazioni di discorsi sopra alcuni luoghi del Decameron, con consideraciones lingüísticas y filológicas que buscaban justificar los cambios. El Decamerón de los Deputati se encontró poco después prohibido por la misma Inquisición y solo tuvo una edición.

El Decamerón conoció en 1582 otra edición a cargo de Leonardo Salviati. Parece que fue el mismo Salviati quien, a través de su protector Jacopo Buoncompagni, empujó a la curia romana a pedir una nueva censura del Decamerón.

En realidad el Decamerón de Salviati, más que una verdadera y propia edición fundada en los resultados de las investigaciones originales, parece una corrección de la edición precedente. Mientras que los Deputati de Borghini se limitaron a cortar, Salviati modificó, o dicho con más precisión, que mientras los primeros intervinieron en el texto, el segundo censuró también la lectura, recurriendo a glosas marginales para desarrollar abiertamente una función de mediación entre el texto y el lector, para dar una interpretación unívoca.

Los argumentos básicos de las historias no son generalmente invención de Boccaccio; de hecho, se basan en fuentes italianas más antiguas, o en algunas ocasiones en fuentes francesas o latinas. Lo mismo hicieron autores posteriores, copiándole a él. Aunque solo consultó fuentes francesas, italianas y latinas, algunos de sus cuentos tienen su origen en tierras tan lejanas como la India, Persia, España y otros lugares. Algunos relatos tenían siglos de antigüedad. Por ejemplo, parte del cuento de Andreuccio de Perugia (II, 5) procede de Éfeso del siglo II (en el Cuento de Éfeso). La estructura del marco narrativo (aunque no los personajes o la trama) procede del Panchatantra, que fue escrito en sánscrito antes del año 500 y que le llegó a Boccaccio a través de una cadena de traducciones que incluye idiomas como el persa antiguo, árabe, hebreo y latín. Incluso la descripción del acontecimiento central, esto es, la peste negra (de la que Boccaccio fue con toda seguridad testigo) no es original, sino que se basa en la Historia gentis Langobardorum de Pablo el Diácono, que vivió en el siglo VIII.

Algunos eruditos han sugerido que algunos de los cuentos de los que no se conoce fuente anterior puede que no fueran inventados por Boccaccio, sino que circulasen en la tradición oral local, siendo Boccaccio simplemente la primera persona que los ha documentado. El propio Boccaccio dice que oyó algunos de los cuentos oralmente. En VII, 1, por ejemplo, afirma que escuchó la historia a una anciana que lo conoció de niña.

El hecho de que Boccaccio cogiera los argumentos que forman la mayor parte del Decamerón no significa que los reprodujera mecánicamente. La mayor parte de las historias se ambientan en el siglo XIV y fueron suficientemente modernizadas por el autor de manera que el lector podía no saber que habían sido escritos siglos antes, o en una cultura extranjera. También Boccaccio a menudo combinaba dos o más cuentos sin relación en uno solo (como hace en II, 2 y VII, 7).

Más aún, muchos de los personajes realmente existieron, como Giotto di Bondone, Guido Cavalcanti, Saladino y el rey Guillermo II de Sicilia. Los eruditos incluso han sido capaces de verificar la existencia de personajes menos famosos, como los bromistas Bruno y Buffalmacco y su víctima Calandrino. Otros personajes ficticios se basan en personas reales, como la señora Fiordaliso del cuento II, 5, que deriva de la señora Flora que vivió en el barrio de las prostitutas en Nápoles. A menudo Boccaccio confunde intencionadamente datos históricos (II, 3) y geográficos (V, 2) con propósitos narrativos.

Otra de las técnicas frecuentes de Boccaccio fue complicar cuentos ya existentes. Un claro ejemplo de esto es el IX, 6, que también usó Chaucer en su «Cuento del administrador» (tercero de sus Cuentos de Canterbury), que sigue más de cerca la fuente francesa original de lo que hace la versión de Boccaccio. En la versión italiana, la esposa del huésped (además de los dos visitantes masculinos) ocupan tres camas y ella también crea una explicación de los acontecimientos de la tarde. Ambos elementos son invención de Boccaccio y supone una versión más compleja que la de Chaucer o la fuente francesa, un fabliau de Jean de Boves.

La importancia del Decamerón estriba en gran parte en su muy cuidada y elegante prosa, que estableció un modelo a imitar para los futuros escritores del Renacimiento. También constituyó el molde genérico de la futura novela cortesana, tanto en Italia —-a través de los llamados novellieri (Franco Sachetti, Mateo Bandello, Giraldi Cinthio, etc.)—-, como en el resto de Europa (El Patrañuelo de Juan de Timoneda, las Novelas Ejemplares de Cervantes, etc.).

La novela era un género literario inédito en la época del autor. Procedente del latín novellus la palabra misma deriva de novus (nuevo), el término mismo de «novela» se hace eco del carácter innovador del género y reenvía hoy en día a una estructura compleja en la que los relatos del Decamerón constituyen un modelo.

Debe resaltarse que las primeras novelas escritas no son ni maravillosas ni fantásticas, sino realistas. Sin embargo, las características del género evolucionaron considerablemente en el curso de los siglos debido a que numerosos autores se inspiraron en Boccaccio. El Heptamerón de Margarita de Navarra es la elaboración más precisa en la literatura francesa. Cristina de Pizan a menudo reutiliza los cuentos de Decamerón en su obra La ciudad de las damas.

Cabe mencionar que algunas de las historias que contiene el Decamerón aparecen más adelante en los Cuentos de Canterbury (1380) de Chaucer. Otro ejemplo posterior serían los Cent nouvelles nouvelles (1461).

Moderata Fonte en Il merito delle donne (1600) retoma también elementos del Decamerón, pero los adapta: las siete mujeres están presentes, pero se excluye a los tres hombres y el lugar de la discusión, un jardín veneciano, se inspira en los lugares de la campiña donde se desarrolla la acción del Decamerón.[16]

El Decamerón lanza una moda europea en el dominio literario, que conocerá su apogeo durante el Renacimiento así como en el siglo XIX. Les Cent Contes drolatiques de Honoré de Balzac (1832-1837) son una reminiscencia que el autor reivindica,[17]​ y con la cual numerosos estudiosos han hecho la conexión.[18]

El Decamerón ha sido musicado por varios autores, sobre todo florentinos. Entre ellos, se distinguieron Ser Gherardello, muerto en 1362 o 1364, Lorenzo Massii, llamado también Massini, muerto en 1397, organista ciego de San Lorenzo. Practicaron esencialmente la Ballate monódica relevante del Ars Nova, surgido de la canzone popular. Hacia finales del siglo XIV, la ballate se hizo polifónica, pero más a menudo a dos voces, con la tradicional canción amorosa a la donna del poeta, o, de una manera más realista, una historia como Io son un pellegrin, toda ella reveladora de lo que se llama poesia per musica.

Esther Lamandier ha grabado las ballates monódicas extraídas del Decamerón musicadas, acompañada de órgano portátil, arpa, laúd y viola. La grabación fue publicada por la casa Astrée con el número E 57706 AD O45. Está acompañada por una introducción explicativa firmada por Nanie Bridgman.

Sandro Botticelli ilustró el Decamerón con cuatro tablas dedicadas a la historia de Nastagio degli Onesti. Tres de ellas se exponen en el Museo del Prado (Madrid), la cuarta está en el Palacio Pucci de Florencia.



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