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Rhinocerophis alternatus



La yarará o víbora de la cruz (Bothrops alternatus) es una especie de serpiente venenosa de la subfamilia Crotalinae, endémica de Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina.[1]​ Dentro de su rango, es una importante causa de mordeduras de serpiente. No hay subespecies reconocidas.[2]

Urutu,[3]​ wutu,[4]​ víbora de la cruz.[5]

Ha sido reportado que esta especie puede exceder 2 m de longitud, aunque otros registros verifican un máximo de 170 cm. El largo promedio es de 80-120 cm, con hembras significativamente más largas y más pesadas.[3]

A cada lado de la cabeza tiene una foseta loreal ubicada entre el ojo y el hocico, que sirve para detectar presas que emiten radiación infrarroja. La foseta loreal es una característica compartida con las demás víboras de foseta.

Durante el siglo XX fue incluida en el género Bothrops, formando parte del grupo de especies ‘alternatus’,[6]​ pero en 2009 fue trasladada a Rhinocerophis.[7]​ Finalmente, en el año 2012, luego de una revisión de la morfología, filogenia y taxonomía de las serpientes bothropoides sudamericanas, las especies de ese género fueron nuevamente reincorporadas a Bothrops.[8]

Se la halla en el sudeste de Brasil, Paraguay, Uruguay, norte y centro-este de Argentina (provincias de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, Misiones, Mendoza, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, San Juan).

La localidad tipo es listada como "Amérique méridionale" y "Paraguay."[1]

Es terrestre.[3]​ No es una serpiente agresiva, ataca sólo si se siente amenazada. Existen muchas supersticiones entre los habitantes de zonas rurales con respecto a esta serpiente, pero en la mayoría de los casos los ataques y/o conductas agresivas se dan solo si son molestadas o si se tropieza con ella accidentalmente. Aunque nunca se descarta la posibilidad de múltiples picaduras por agresividad.

Bothrops alternatus forma una importante causa de mordeduras dentro de su área de distribución. Sus morderduras son raramente fatales, pero con frecuencia causan severos daños al tejido.[3]​ Según la página sobre Toxicología de la Universidad de Adelaida,[9]​ la toxina de estas serpientes consiste principalmente en una mezcla de coagulantes, hemorrágicos, necrotoxinas y quizás algún tipo de anti-coagulante aunque no da señales clínicas visibles.

Los síntomas clínicos son:

No hay evidencias de daño renal pero dado que otras especies de la misma familia sí lo provocan, no se descarta de forma absoluta. En ese caso sería colateral a las coagulopatías.



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