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Roca carbonática



Las rocas carbonáticas o rocas carbonatadas (coloquialmente carbonatos) son un tipo de rocas sedimentarias compuestas principalmente por minerales de carbonato cálcico (CO3Ca) o de otros carbonatos.[1]​ Constituyen el 25-30% del registro sedimentario de la Tierra.[2]

Las principales rocas carbonáticas son:

A este grupo (calizas, dolomías y margas) se les denomina también rocas calcáreas.

Las rocas carbonáticas pueden formarse o disolverse tanto en aguas continentales como marinas, dependiendo de numerosos factores, que incluyen la temperatura, pH o la concentración de iones.

El mármol es una roca metamórfica carbonática, procedente del metamorfismo de calizas o dolomías. Existen también rocas ígneas carbonáticas, como las carbonatitas.

La precipitación de carbonatos que dará lugar a las rocas carbonáticas se produce en ambientes sedimentarios muy variados, marinos, lacustres, edáficos (caliches), kársticos (espeleotemas, tobas) e incluso eólicos.[3]​ Sin embargo, la mayor parte de la producción de sedimentos carbonáticos, con diferencia, es propia de ambientes marinos tropicales de poca profundidad.[4]

Las partículas carbonáticas pueden formarse por precipitación directa, inorgánica, a partir del agua de mar o de aguas continentales saturadas en carbonatos, por precipitación inducida por la actividad de seres vivos o por la desarticulación o fragmentación de los armazones esqueléticos de organismos. El tipo de sedimentos ha ido cambiando a lo largo de la historia geológica, debido a los diferentes productores de carbonatos, que se han ido reemplazando unos por otros a lo largo del tiempo.[4]​ De forma parecida, el volumen de carbonatos producido en cada época geológica ha variado en función del clima, nivel medio del mar, profundidad de la lisoclina y la distribución de las masas continentales en cada momento.

Son varios los sistemas de clasificación de las rocas carbonáticas,[6]​ destacando los de Folk (1959, 1962)[7][8]​ y Dunham (1962).[9]

Folk centró su clasificación en tres componentes principales de las rocas carbonatadas (aquellas con menos de un 50% de terrígenos): aloquímicos, micrita y esparita (equivalentes a los granos, matriz y cemento químico, respectivamente, de una roca detrítica).[2]

Folk se basó en las clasificaciones y escalas de Grabau (1904)[11]​ y Wentworth (1922),[12]​ separando las escalas de tamaño de los constituyentes transportados (clastos del esqueleto y partículas de la matriz), por un lado, y de los constituyentes autigénicos (cristales del cemento esparítico), por otro.[2]

(mm)

Dunham basó su clasificación atendiendo a determinados aspectos de la textura deposicional:

En 1971, Embry y Klovan[14]​ añadieron algunos términos a la clasificación de Dunham:[13][4]

Para las boundstones distinguieron tres nuevos tipos, manteniendo el término boundstone para los casos no identificables:

Lokier y Al Junaibi realizaron en 2016 una síntesis y algunas precisiones a la clasificación de Dunham ampliada por Embry y Klovan. Se basaron en un amplio estudio en el que participaron 241 petrólogos voluntarios (como ellos mismos indican en su trabajo: unos 4200 años de experiencia combinada) sobre los problemas al aplicar estas clasificaciones en la práctica y analizaron los aspectos más confusos de las distintas definiciones.[15]​ Se decantaron por la clasificación de Dunham frente a otras, pues fue la usada por el 89% de los petrólogos consultados. Una de las conclusiones fue la de eliminar de la clasificación el término bafflestone por ser redundante con otros.


A la clasificación de la roca se pueden añadir modificadores y calificadores que permitan precisar y completar información útil para su interpretación, ambiente deposicional o historia diagenética.[15]

La clasificación de Tucker (1981) atiende únicamente al tamaño de grano,[16]​ conservando la nomenclatura clásica de Grabau (1904).[11]​ Es muy simple, pero muy práctica, sobre todo en las descripciones preliminares de campo:[4]

Para las calizas y dolomías cristalinas Friedman hizo una propuesta de clasificación en 1965:[17][13]

Para cada cada uno de los dos casos anteriores estableció tres subdivisiones texturales con los mismos criterios:

A su vez para cada uno de estos tres últimos casos la texturas pueden ser poiquilotópica, cuando cristales grandes engloban a otros más pequeños, o porfirotópica, cuando algunos cristales destacan por su tamaño del resto.



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