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Rosácea (enfermedad)



La rosácea es una afección cutánea a largo plazo que suele afectar al rostro.[1][2][3]​ Produce enrojecimiento, espinillas, hinchazón y vasos sanguíneos pequeños y superficiales dilatados.[4]​ A menudo, la nariz, mejillas, frente y mentón son las áreas más afectadas. Cuando la rosácea progresa, pueden desarrollarse otras alteraciones como compromiso ocular, descamación, edema, engrosamiento de la piel, especialmente notorio y característico cuando afecta a la nariz (rinofima).[5][6][7][8]

Se desconoce la causa de la rosácea.[4]​ Se cree que los factores de riesgo incluyen antecedentes familiares de la afección. [3]​ Los factores que potencialmente pueden empeorar la afección incluyen calor, ejercicio, luz solar, frío, comida picante, alcohol, menopausia, estrés psicológico o crema con esteroides en la cara.[3]​ El diagnóstico se basa en los síntomas.[4]

Aunque no es curable, el tratamiento suele mejorar los síntomas[3]​ y suele consistir en metronidazol, doxiciclina, minociclina o tetraciclina.[9]​ Cuando los ojos se ven afectados, las gotas oftálmicas de azitromicina pueden ayudar.[10]​ Otros tratamientos con beneficio tentativo incluyen crema de brimonidina, ivermectina e isotretinoína.[9]​ Normalmente se recomienda el uso de protector solar.[3]

Afecta entre el 1 y el 10% de las personas.[4]​ Quienes la padecen suelen tener entre 30 y 50 años.[4]​ Los caucásicos se ven afectados con mayor frecuencia.[4]​ La condición fue descrita en Los cuentos de Canterbury en el 1300, y posiblemente ya en el 200 a. C. por Teócrito.[11][12]

En abril de 2002 se constituyó un comité experto por parte de la National Rosacea Society el cual definió explícitamente la rosácea y estableció una categorización en cuatro diferentes subtipos y dos variantes:[8][13]

Los cuatro subtipos son:

Las dos variantes son:[7]

Existen otros términos descriptivos aplicados a las presentaciones de rosácea, pero no son formalmente aceptadas como subtipos de rosácea:

La rosácea tiene una prevalencia de hasta un 10 % de la población (1,5 a 10); se da especialmente en personas de piel blanca con ascendencia de Europa septentrional y Oriental. Consecuentemente, es de ocurrencia común en la Unión Europea y en Estados Unidos. En otros grupos étnicos la rosácea es menos común, llegando a un 4 % en poblaciones de ascendencia africana, latina o asiática. La relación mujer:hombre es de 3:1. La edad de inicio de las primeras manifestaciones, principalmente rubor, es en torno a los 20 años; las manifestaciones más importantes comienzan su presentación a los 30 años, edad sobre la cual la enfermedad suele desarrollarse y manifestarse plenamente, siendo un problema de salud de relativa alta prevalencia entre los 40 y 60 años de edad.[6][7]

En Gran Bretaña e Irlanda se la apoda «la maldición de los celtas».[cita requerida]

La etiología es desconocida.[4]​ Los desencadenantes que causan episodios de rubor juegan un papel en su desarrollo. La exposición a temperaturas extremas, ejercicio extenuante, calor de luz solar, quemaduras solares graves, estrés, ansiedad, viento frío y cambio a un ambiente cálido o caluroso desde uno frío, como tiendas y oficinas, pueden causar episodios de rosácea.[4]​ Ciertos alimentos y bebidas también pueden desencadenar enrojecimiento, como el alcohol, alimentos y bebidas que contienen cafeína (especialmente el té y el café calientes), alimentos con alto contenido de histaminas y alimentos picantes.[14]

La patogenia tiene los siguientes elementos:[6]

También se sabe que los medicamentos e irritantes tópicos desencadenan brotes de rosácea. Algunos tratamientos para el acné y arrugas que causan rosácea incluyen la microdermoabrasión y exfoliaciones químicas, así como altas dosis de isotretinoína, peróxido de benzoilo y tretinoína.

La rosácea puede ser inducida por el uso de esteroides tópicos.[18]​ Estos a menudo son recetados para la dermatitis seborreica. La dosis debe disminuirse lentamente y no detenerse inmediatamente para evitar un brote.

En 2007, Richard Gallo y sus colegas notaron que los pacientes con rosácea tenían niveles altos del péptido antimicrobiano catelicidina [19]​ y niveles elevados de enzimas trípticas del estrato córneo ( SCTE ). Los antibióticos se han utilizado en el pasado para tratar la rosácea, pero es posible que solo funcionen porque inhiben algunos SCTE.[19]

Los estudios sobre la rosácea y los ácaros Demodex han revelado que algunas personas con rosácea tienen un mayor número de ácaros,[14]​ especialmente aquellas con rosácea inducida por esteroides. En otras ocasiones, la demodicidosis (comúnmente conocida como "sarna") es una condición separada que puede tener apariencias "parecidas a la rosácea".[20]

Un estudio financiado por la National Rosacea Society en 2007 demostró que los ácaros Demodex folliculorum pueden ser una causa o un factor agravante de la rosácea.[21]​ Los investigadores identificaron las Bacillus oleronius como bacterias distintas asociadas con los ácaros Demodex. Al analizar muestras de sangre utilizando un ensayo de proliferación de células mononucleares de sangre periférica, descubrieron que B. oleronius estimulaba una respuesta del sistema inmunológico en el 79 por ciento de 22 pacientes con rosácea del subtipo 2 (papulopustulosa), en comparación con solo el 29% de 17 sujetos sin el trastorno. Concluyeron: "La respuesta inmune produce inflamación, como es evidente en las pápulas (protuberancias) y pústulas (espinillas) del subtipo 2 de rosácea. Esto sugiere que la bacteria B. oleronius que se encuentra en los ácaros podría ser responsable de la inflamación asociada con la afección".[21]

Se demostró que el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) tiene una mayor prevalencia en pacientes con rosácea y el tratamiento con antibióticos de acción local condujo a una mejoría de la lesión de rosácea en dos estudios. Por el contrario, en pacientes con rosácea que fueron SIBO negativos, la terapia con antibióticos no tuvo ningún efecto. [22]​ La eficacia del tratamiento de SIBO en pacientes con rosácea puede sugerir que las bacterias intestinales desempeñan un papel en la patogenia de las lesiones de rosácea.

La rosácea es una enfermedad crónica de la piel que se caracteriza por un compromiso marcado del área central de la cara, con presencia de un eritema transitorio o permanente, pápulas inflamadas o pústulas, telangiectasias e hiperplasia del tejido conjuntivo. El eritema transitorio o rubor dura usualmente menos de cinco minutos y se puede extender al cuello y el pecho, a menudo acompañado de la sensación de calor. Otras manifestaciones menos comunes incluyen placas eritematosas, descamación, edema, cambios fimatosos (engrosamiento de la piel debido a hiperplasia de las glándulas sebáceas). La rosácea se asocia a veces con baja autoestima, baja confianza en sí mismos, vergüenza fácil, tendencia al aislamiento, disminución en los encuentros sociales y, en definitiva, una calidad de vida disminuida. Hasta un 65 % de las personas que padecen rosácea también presentan algún grado de depresión.[8][13]

Las personas con rosácea presentan mayor prevalencia de ciertas enfermedades intestinales, incluyendo la enfermedad celíaca, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, el síndrome del intestino irritable, el sobrecrecimiento bacteriano intestinal y la infección por Helicobacter pylori.[23]

Los pacientes consultan habitualmente por el enrojecimiento facial, que suele presentarse en relación con alguno o varios de los siguientes factores desencadenantes, que la mayoría de las veces no ha sido reconocido:[7][8]

Los pacientes pueden experimentar distintas combinaciones de síntomas y signos, no obstante, la evolución natural es hacia un empeoramiento progresivo de las manifestaciones.[13]

El tratamiento de depende de los tipos presentes.[24]​ Los casos leves a menudo no se tratan en absoluto o simplemente se cubren con cosméticos normales.

La rosácea es una enfermedad que todavía no tiene cura, por lo tanto, las medidas terapéuticas están orientadas a evitar los factores desencadenantes y a tratar el cuadro clínico. No hay algoritmos consensuados y los tratamientos son empíricos.[7]

La terapia para el tratamiento de la rosácea se mide mejor en términos de reducción en la cantidad de enrojecimiento facial y lesiones inflamatorias, disminución en el número, duración e intensidad de los brotes y síntomas concomitantes de picazón, ardor y sensibilidad. Las dos modalidades principales del tratamiento son los antibióticos tópicos y orales.[25]​ La terapia con láser también se ha clasificado como una forma de tratamiento.[25]​ Si bien los medicamentos a menudo producen una remisión temporal del enrojecimiento en unas pocas semanas, generalmente regresa poco después de suspender el tratamiento. El tratamiento a largo plazo, generalmente de 1 a 2 años, puede resultar en un control permanente de la afección en algunos pacientes.[25][26]​ A menudo es necesario un tratamiento constantemente, aunque algunos casos se resuelven después de un tiempo y entran en remisión permanente.[26]​ Otros casos, si no se tratan, empeoran con el tiempo ya que la rosácea evoluciona naturalmente a un empeoramiento en sus manifestaciones y eventuales secuelas, especialmente las psicológicas, por eso es importante el diagnóstico y tratamiento precoz.[13]

Existen varios tratamientos, todos los cuales incluyen medidas generales para evitar los factores desencadenantes, a lo que se puede agregar fármacos de uso tópico, como el metronidazol, el ácido azelaico, la ivermectina, preparaciones sulfuradas (sulfacetamida sódica, jabón de azufre) o brimonidina y finalmente tratamientos sistémicos a tomar por vía oral, como antibióticos o isotretinoína, los cuales tienen como objetivo suprimir las lesiones inflamatorias, el eritema y en una menor medida las telangiectasias. Estas últimas, así como las complicaciones fimatosas, pueden ser tratadas por láser. Se deben considerar las medidas cosméticas de camuflaje.[13]

Evitar los desencadenantes que empeoran la afección puede ayudar a reducir la aparición de la rosácea, pero por sí solo no suele conducir a la remisión, excepto en casos leves. A veces se recomienda llevar un diario para ayudar a identificar y reducir los factores desencadenantes de alimentos y bebidas.

Debido a que la luz solar es un desencadenante común, se recomienda ampliamente evitar la exposición excesiva al sol. Algunas personas con rosácea se benefician del uso diario de un protector solar; otros optan por usar sombreros de ala ancha. Como la luz del sol, el estrés emocional también puede ser un desencadenante. Las personas que desarrollan infecciones de los párpados deben practicar una higiene palpebral frecuente.

Autorretrato de Rembrandt (1606-1669).

J. P. Morgan (1837-1913), consciente de su enfermedad, odiaba que le tomaran fotografías.

W.C. Fields.

Cameron Diaz.

Bill Clinton.

Mariah Carey.

Ricky Wilson.

Un viejo y su nieto (1490) de Doménico Ghirlandaio.




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