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Roto chileno



El adjetivo sustantivado roto fue originalmente usado en Chile para denominar, en general, a un tipo humano: la persona de origen urbano y pobre.[1][2]

El término ha sido usado con distintas connotaciones: clasistas en el siglo XIX,[1]​ contrapuesto al aristócrata, fue definido como campesino, sin educación y de malos hábitos;[3]​ afectivas, sobre todo en su forma diminutiva, y épicas. En Chile desde comienzos del siglo XX, el roto ha sido considerado una figura de identidad nacional y arquetipo de la chilenidad,[1][4]​ llegando a definir a una persona «valiente, orgullosa y alegre».[5]

Durante la colonización española de América, Diego de Almagro regresó desde Chile a la Gobernación de Nueva Toledo por el desierto de Atacama en 1537. La travesía fue desastrosa; tal fue el estado en el cual llegaron Almagro y sus seguidores que desde entonces a quienes vinieran de esas tierras se les llamó «rotos»,[6]​ es decir «andrajosos, zarrapastrosos».[2]

Una conocida canción popular de Chile demuestra la vinculación entre el aspecto andrajoso y el desprecio social con la palabra «roto».

Mientras otras fuentes sugieren que el origen del término sería militar y significaría «derrotado»,[11]​ para el escritor y folclorista Oreste Plath la «procedencia es muy distinta» puesto que la voz se aplicaba desde la época de la conquista de Chile (1541-1598):[12]

El roto adquirió caracteres míticos dentro del alma nacional; en el fondo, se trató de la conceptualización de la gran masa popular chilena que solo a partir del siglo XIX consiguió visibilidad —hasta entonces, la hegemonía de la aristocracia castellano-vasca había privado al pueblo de todo protagonismo social—. El empleo del término se hizo mayor después de la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Unido Restaurador; las tropas restauradoras, mayoritariamente chilenas y pertenecientes a grupos de extracción social pobre, vencieron el 20 de enero de 1839 a las confederadas en la batalla de Yungay, triunfo conmemorado con el himno de Yungay, que se percibió como símbolo de la consolidación de la nacionalidad chilena.[13]​ En Chile se rindió homenaje a los vencedores de Yungay mediante la inauguración del «Monumento al Roto chileno» en la plaza Yungay en 1888 y se instituyó el 20 de enero como el «Día del Roto Chileno» en 1889.[14]

Mucho más tarde, Joaquín Edwards describió en su novela El roto (1920) una sociedad aparentemente marginal en la cual el roto era precisamente el protagonista. Ambientada en el popular barrio de la Estación Central de Santiago, los personajes —los prostibularios— exhiben un modo de vida y una escala de valores que la sociedad biempensante de la época no se interesaba en conocer. Mediante esta denuncia crítica, Edwards mostró las profundas influencias del naturalismo.[15]

En el Chile actual, la palabra «roto, -ta» define a la «persona mal educada, de modales groseros»[16]​ o de manifiesta tosquedad, antes que a una división clasista. La «rotería» es el acto mismo de desvergüenza, falta de educación o poca generosidad. Básicamente, entonces, «roto» es aquel que rompe las reglas sociales sobre el buen proceder.

El término «roto» se diferencia de los epítetos «cuma» o «flaite»: el primero de ellos se ha relacionado desde el siglo XX con el hampa delictual o la marginalidad, mientras que el segundo surgió a fines del siglo XX y principios del XXI para referirse al delincuente juvenil de extracción baja o a quien adopta sus usos y costumbres, sin ser necesariamente delincuente.

En Bolivia[17][18]​ y Perú,[19][20][21]​ sin embargo, el vocablo «roto, -ta» es un término despectivo y es comúnmente usado para referirse a alguien originario de Chile.



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