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Sacral



Sagrado (del latín sacrātus) es lo que se considera digno de veneración u objeto de culto por atribuírsele un carácter divino o una relación con la divinidad o las fuerzas sobrenaturales. Por extensión, también se denomina "sagrado" a cualquier cosa digna de veneración y respeto o de una importancia tal que se considera irrenunciable.[1]

Lo sagrado (por oposición a profano) es una autoridad que, aplicada a una creencia, permite a un grupo o una sociedad humana denotar una separación binaria espiritual o moral entre diferentes elementos que la componen, la definen o la representan (objetos, actos, ideas, valores...) La dicotomía sacrado-profano es la característica central de la religión para Émile Durkheim.[3]

El término se utiliza en los grupos basados en la iniciación (rito de paso, sociedad secreta) o la revelación (religiones reveladas) para describir los elementos que los constituyen y fundamentan, así como todo aquello que está ligado a ellos (manifestaciones, organizaciones, etc.) Por ejemplo, en la mayoría de las religiones lo sagrado designa todo lo que atañe a lo más fundamental de su culto.

Esta noción se utiliza hoy en día de manera más general en otros contextos: una nación puede definir como sagrados los principios que la fundan; una sociedad puede definir como sagrados algunos de sus valores, etc. Los antropólogos contemporáneos dicen además que la noción de sagrado es demasiado borrosa para aplicarla al estudio de las religiones –aunque sigan trabajando en ello–.[cita requerida]

Los elementos de lo sagrado suelen considerarse inmutables: su manipulación, incluso con el pensamiento, debe obedecer unos rituales bien definidos. No respetar estas reglas, incluso actuar contra las mismas, se califica de ordinario como un pecado o crimen real o simbólico: es lo que llamamos sacrilegio. El peor de los sacrilegios es la profanación, que se define como la introducción de elementos profanos en un recinto sagrado (real o simbólico).

Nótese que la noción de lo sagrado se encuentra en todas las sociedades.

[cita requerida]

El término se emplea a veces por extensión, eventualmente por no creyentes, para calificar valores que aparecen como esenciales para una civilización (ejemplo: El respeto de la propiedad es una cosa sagrada, etc.).

En este sentido aparece en La Marsellesa:

Lo sagrado no está ligado siempre a la represión violenta. Es Dios (o los dioses) el encargado de aplicarla, a través de quienes sean sus voceros. Aunque cualquier individuo puede atribuir cualidades sagradas a algo a lo que se le tenga mucho aprecio. Se evita así la profanación, que funciona como otra forma de violencia que, al no ser dogmática, amenaza a la cultura, ya que no ofrece la sustitución de todos los símbolos que implica. El sacrilegio (profanación o robo de algo sagrado) quita de la trama social los elementos simbólicos que protegen su orden (la paz interna).

Mircea Eliade interpreta la religión no solamente como "creencia en deidades", sino como "la experiencia de lo sagrado", analizando la dialéctica de lo sagrado.[4]​ Lo sagrado se presenta en relación a lo profano.[5]​ La relación entre lo sagrado y lo profano no es de oposición, sino de complementariedad, ya que lo profano es visto como hierofanía.[6]

En el cristianismo, "sagrario" es la parte interior de las iglesias, donde se guardan las "cosas sagradas", como pueden ser las reliquias; y más específicamente el lugar donde se conserva el copón con las hostias consagradas, habitualmente en una custodia.[7]​ Es algo similar al Sanctasanctórum ("santo de los santos") de la antigua religión judía (en Roma existe también un Sancta Sanctorum donde se conservan las principales reliquias).

Según el DRAE, "sagrado" es el "lugar que, por privilegio, podía servir de refugio a los perseguidos por la justicia".[1]​ La costumbre de acogerse a sagrado producía que, en el Antiguo Régimen, algunas iglesias se llenaran de delincuentes (como se describe en la literatura picaresca -"En mi mocedad siempre andaba por las iglesias, y no de puro buen cristiano", dice El Buscón-[8]​); o en caso de disturbios, de los que escapaban de ellos (como durante la revuelta anticonversa de Toledo de 1467). Incluso en el siglo XX, el respeto que la policía debía mantener al sagrado de las iglesias hizo que en ellas tuvieran lugar algunas reuniones de oposición al franquismo ("capuchinada" de 1966) o protestas laborales, lo que fue vulnerado en algunos casos (sucesos de Vitoria del 3 de marzo de 1976).

Acogerse al sagrado de los templos era también una costumbre propia de los griegos, y el no respetarlo era considerado un sacrilegio gravísimo, ejemplificado en el destierro de los alcmeónidas.

Sacralización redirige aquí, para otros significados, véase:



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