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Santa Catalina de Alejandría



Catalina de Alejandría fue una mártir cristiana del siglo IV. Su fiesta se celebra el 25 de noviembre. Su culto tuvo difusión por toda Europa a partir del siglo VI, con énfasis entre los siglos X y XII. Está incluida en el grupo de los santos auxiliadores y es invocada contra la muerte súbita. Algunos académicos modernos consideran que la leyenda de Catalina probablemente se basó en la vida y muerte de Hipatia, con roles invertidos de cristianos y paganos.[1][2]

Las noticias sobre la vida de Catalina de Alejandría las proporciona documentación muy tardía.[3]​ El documento más antiguo es la Passio, redactada inicialmente en griego entre los siglos VI y VIII, muy conocida a partir del siglo IX a través de la versión latina. Existen además otros textos hagiográficos, entre los que se destaca la Conversio, quizá influida por la mística femenina benedictina. El contenido del conjunto de textos se sintetiza a continuación.

Catalina nació hacia el 290 en el seno de una familia noble de Alejandría, en Egipto. Dotada de una gran inteligencia, destacó muy pronto por sus extensos estudios, que la situaron al mismo nivel que grandes poetas y filósofos de la época. Una noche se le apareció Cristo y decidió, en ese momento, consagrarle su vida, considerándose, desde entonces, su prometida. El tema del matrimonio místico es común en el Este del Mediterráneo y en la espiritualidad católica.

El emperador Majencio (306-312) acudió a Alejandría para presidir una fiesta pagana y ordenó que todos los súbditos hicieran sacrificios a los dioses. Catalina entró en el templo, pero, en lugar de sacrificar, hizo la señal de la cruz. Y dirigiéndose al emperador lo reprendió exhortándolo a conocer al verdadero Dios. Conducida a palacio, ella reiteró su negativa a hacer sacrificios pero invitó al emperador a un debate.

En la prueba del debate filosófico, los sabios resultaron convertidos al cristianismo por Catalina, lo que provocó la ira del emperador, quien hizo ejecutar a los sabios, no sin proponerle antes a Catalina que se casara con uno de ellos, a lo que ella se negó rotundamente. Majencio trató de convencerla con promesas, pero al no lograrlo mandó azotarla y después encerrarla en prisión. Allí fue visitada por la propia emperatriz y un oficial, Porfirio, que terminó por convertirse junto con otros doscientos soldados, según señala la Passio.

El emperador ordenó entonces que torturaran a Catalina utilizando para ello una máquina formada por unas ruedas guarnecidas con cuchillas afiladas. Según la Passio, las ruedas se rompieron al tocar el cuerpo de Catalina, quien salió ilesa. La emperatriz trató de interceder a favor de Catalina, pero fue decapitada, al igual que Porfirio y sus doscientos soldados.

Su tumba se había encontrado al pie del Monte Sinaí, en el monasterio que lleva su nombre, lo que dio motivo a peregrinaciones de todo el mundo, especialmente apreciada por los peregrinos de Tierra Santa. La leyenda narra que los monjes del monasterio construido a los pies del Monte Sinaí descubrieron en una gruta de la montaña el cuerpo intacto de una joven a la que reconocieron como Catalina de Alejandría. Según la Passio, el cuerpo había sido depositado allí por los ángeles. Así, la Passio se presenta adornada con un conjunto de lugares comunes hagiográficos, no históricos.

El primer vestigio de su culto se encontró en una pintura del siglo VIII hallada en Roma. Su veneración se expandió desde la segunda mitad del siglo X, y fue una de las más difundidas por toda Europa, particularmente en Francia, en el siglo XII, de la mano de los cruzados. La Iglesia ortodoxa la celebró. Santa Catalina y Santa Dorotea fueron representadas con gran frecuencia en altares medievales húngaros a lo largo de los siglos XIV y XVI, convirtiéndose en figuras muy populares junto a Santa Isabel de Hungría y Santa Margarita de Hungría. En toda Europa se extendió el culto a Santa Catalina: muchas iglesias tienen imágenes o cuadros de la cabra.

La difusión de la devoción inspiró a los artistas, quienes representan a la santa con una aureola tricolor: blanca, simbolizando su virginidad; verde por su sabiduría y roja por su martirio. La rueda que se utilizó para su suplicio está, casi siempre, representada detrás de ella.

Aunque su existencia histórica fue puesta en duda por un sector de la Iglesia católica a partir de 1961, considerándola, según algunos historiadores, una creación literaria como contrapunto cristiano a la filosofía pagana de Hipatia de Alejandría, sin embargo, liberada de las narraciones legendarias, permanece inscrita en el Martirologio romano como "liberum memoria".

No obstante, varios autores han puesto en duda la historicidad de esta figura. Donald Attwater caracteriza la "leyenda" de Santa Catalina como "la más absurda de su clase", citando la falta de pruebas positivas que nunca han existido, salvo en la imaginación de un escritor griego que simplemente la compuso con la mera intención de ser un romance edificante.[4]​ También Harold T. Davis confirma que "la investigación asidua no ha logrado identificar a Catalina con ningún personaje histórico" y ha teorizado que Catalina fue un invento inspirado como contrapartida a la historia de la filósofa pagana Hipatia.[5][6]

El relato más antiguo que trata de la vida de Santa Catalina se sitúa más de 500 años después de la supuesta fecha de su martirio, atribuido al emperador Basilio I en el año 866, aunque el redescubrimiento de sus reliquias en el monasterio del Monte Sinaí se data en el año 800,[7]​ y presumiblemente implica un culto existente en esa fecha. El monasterio fue construido por orden del emperador Justiniano I, al que se añadió la Capilla de la Zarza Ardiente construida por Helena, madre de Constantino I, en el lugar donde supuestamente Moisés contempló la zarza ardiente. Además los textos más fidedignos en rigor científico como las investigaciones hagiográficas de los bolandistas conocidas como Acta Sanctorum son aceptados como válidos históricamente para entender su culto primario como personaje histórico.[8]

Catalina de Alejandría es la patrona de los escolares y estudiantes, filósofos, prisioneros (junto con Leonardo de Noblat, Fernando III de Castilla y José Cafasso), jóvenes casaderas, barberos (junto con Cosme y Damián y Martín de Porres), y de cuantos se relacionan por su oficio con las ruedas: carreteros, molineros, traperos, hilanderas, ciclistas, etc.[9]​ También del día de las Catalinadas. La Universidad de París, la Universidad de Oviedo y la de Padua eligieron a Catalina como patrona.

Así, también es considerada patrona de apologistas; artesanos que usan ruedas en su trabajo (alfareros, hilanderos, etc.); archivistas; abogados; juristas; bibliotecarios; personas en trance de muerte; educadores; jovencitas; solteras; estudiantes; maestros; afiladores de cuchillos; mecánicos; torneros; enfermeros; filósofos; predicadores; teólogos; secretarias; taquígrafos.

Es patrona de los siguientes lugares e instituciones:

Santa Catalina, ayúdame. No me dejes morir soltera. Un marido, Santa Catalina, un buen marido, Santa Catalina, antes de que sea tarde.

Actualmente, en algunas regiones, aún se pueden ver, el 25 de noviembre, algunas jóvenes con un abigarrado sombrero multicolor (en los que predominan el verde y el amarillo) hechos, a propósito, para la fiesta, son las llamadas catalineras que festejan alegremente el día.

En Jaén, el 25 de noviembre hay una romería al Castillo de Santa Catalina, dedicada a Catalina de Alejandría, además es la santa protectora de la Ciudad.

En Ibi, provincia de Alicante, se sigue celebrando la festividad de Santa Catalina en las escuelas. Las niñas, a las que llaman "catalinetes", se colocan en la cabeza un gran lazo de papel de color llamativo. De tanto en tanto se canta una cancioncita en valenciano que dice: "Les catalinetes mengen culleretes, els catalinots mengen cullerots, passen pel molí, una coca en oli i un barral de vi, vi, vi, vi, Catalí!".

En Santa Fe, provincia de Granada, se celebra una romería conocida como "la merendica" el día de Catalina de Alejandría. Esta tiene su origen en la fundación de la ciudad cuando la reina Isabel la Católica organizó una celebración para conmemorar la firma de las Capitulaciones de Granada. Antiguamente la gente iba de romería a la desaparecida ermita de Santa Catalina. Actualmente, el lugar de esparcimiento es el secano, donde la gente se reúne para comer en el campo y degustar platos elaborados con hierbas aromáticas. En las panaderías de la zona se preparan las típicas Rosquillas de Santa Catalina.

Otras personalidades canonizadas llevan el nombre de esta santa del siglo III:

También hay una orden que lleva su nombre: Orden de Santa Catalina.

Lorenzo Lotto, Catherine of Alexandria and Saint Augustine

por Caravaggio



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