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Seguidilla (música)



Las seguidillas son un tipo de canciones españolas acompañadas de danza, típicas de las comunidades autónomas de : Castilla-La Mancha, la Comunidad de Madrid y el sur de Castilla y León (provincias de Segovia, Ávila y Burgos). Las seguidillas también son típicas en la música tradicional de la comunidad autónoma de Canarias.

Ritmo ternario, y movimiento animado, con acompañamiento de castañuelas, guitarras, bandurrias, laúd, almirez y botella de anís con llave, también se tocan con la dulzaina, guitarro, violín, flautas y el tamboril. En compás de 3/4 o 3/8, está distribuida habitualmente en estrofas de cuatro versos alternativos de siete y cinco sílabas con asonancia en los pares, seguidas de estribillos de tres versos de cinco sílabas el primero y tercero y de siete el segundo. El contenido de sus letras suele ser de tema amoroso, pero también las hay de temática pícara o jocosa. Se baila por parejas que pueden ser mixtas, estas forman un círculo y se van cambiando de parejas. Se bailan en las fiestas patronales.

De mayor antigüedad la copla que la música, aparecen en nuestro teatro clásico y en la tonadilla escénica del s. XVIII. Quevedo dice de ellas que « arrinconaron a las rancias danzas de reverencias que se acompañaban con arpa y rabel ». Considerada como la matriz de las danzas de la región y cuyo origen se disputan Andalucía y La Mancha, de ella se derivan el fandango y el bolero, y, concretamente, las seguidillas.

Según Navarro Tomás,[1]​ los ejemplos más tempranos se encuentra en las jarchas hispanohebreas de los siglos XI y XII, así como en las cantigas gallegas del s. XIII de Alfonso X el Sabio, Meendinho o Martín Codax, de quien es este ejemplo:

Desde el siglo XV aparecen con progresiva frecuencia en autores tan destacados como Juan de Timoneda, Sebastián de Horozco, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz.

La denominación "seguidilla" aparece por primera vez en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), quien afirma que « las seguidillas arrinconaron a la zarabanda », si bien la primera definición aparece en el Cisne de Apolo de Luis Alfonso de Carvallo (1602):[2]

Cervantes en su Quijote, atestigua que se bailaban y cantaban en su época:

Con posterioridad, formó parte esencial en los sainetes y tonadillas en el s. XVIII, y más tarde de las zarzuelas.

Manuel de Falla consideraba la siguiriya, una variante, como el más antiguo de todos los cantes flamencos, enraizándola con el cante litúrgico bizantino.

George Bizet compuso unas seguidillas célebres y muy sui generis para su ópera Carmen, e Isaac Albéniz subtituló Seguidillas a su pieza Castilla, de la Suite española.

Sus principales variantes en España son:

En América:

Lo cierto es que, desde muy antiguo, se bailaba la seguidilla en la región central de España, y que desde ahí se extendió por toda la península ibérica, experimentando, como es natural, otras modificaciones y modalidades, en tiempo y en ritmo, según las regiones, como las sevillanas, malagueñas, el fandango, las boleras, que se llaman en La Solana, o meloneras según dicen en Daimiel, de un movimiento más reposado y señorial, las Seguidillas que todavía se interpretan en Motilleja (Albacete), las seguidillas jaleadas, características de la región de Cádiz y Jerez de la Frontera y, por último, las gitanas o seguirillas, que se ejecutan más lentamente, impregnadas casi siempre de un sentimiento quejumbroso, que huele a flamenco puro.



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