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Semana de Pascua



La Pascua[1]​ ―también llamada Pascua de Resurrección,[2]Pascua Florida,[2]Domingo de Pascua,[3][4]Domingo de Resurrección[3]​ o Domingo de Pascua de la Resurrección― es la fiesta central del catolicismo,[5][6]​ en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios canónicos, la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado, al igual que Navidad inicia su octava el día de Navidad y concluyendo en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, la Pascua inicia su octava el Domingo de Pascua, concluyendo en la Fiesta de la Divina Misericordia.

La Pascua marca el final de la Semana Santa (y del Triduo Pascual), en la que se conmemora la muerte y resurrección de Jesús. A la Semana Santa le sigue un período de cincuenta días llamado Tiempo pascual, aunque este tiempo inició como Triduo Pascual al atardecer del Jueves Santo. Al igual que el Bautismo de Jesús, marca el final de la Navidad, Pentecostés, marca el final de la Pascua.[7]

El Domingo de Pascua es una celebración que no se fija con relación al calendario civil.[1]​ El Primer Concilio de Nicea (año 325) estableció la fecha de la Pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, y fijó el equinoccio en el 21 de marzo.[8]​ Por lo tanto, la fecha varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril.[9][10]​ Dado que en las iglesias ortodoxas se sigue el calendario juliano, para el cual el 21 de marzo corresponde al 3 de abril según el calendario gregoriano, para estas comunidades la pascua cae entre el 4 de abril y 8 de mayo.

Durante este día se celebran en distintos lugares del mundo procesiones religiosas, así como celebraciones litúrgicas.[11]​ Las costumbres del Domingo de Resurrección varían en todo el mundo cristiano, pero la decoración de los huevos de Pascua es algo común en muchos países del mundo occidental.[12]

El término «pascua» proviene del hebreo פֶּסַח (Pésaj). En latín se escribe pascha transliteración del griego πάσχα (pásja), y este, a su vez del arameo פַּסְחָא (pásja); según la Real Academia Española de la Lengua, la forma vulgar del término pascua, por influencia del latín pascuum significa 'lugar de pastos', por alusión a la terminación del ayuno.[13]​ Es decir, que esta palabra hace referencia a la acción de 'festejar un paso, un tránsito, un cambio, una transformación'.

Y es que, el pueblo judío, en la fiesta de la Pascua (Pésaj), recuerda su paso a través del Mar Rojo, guiado por Moisés y quedando liberado de esta forma el pueblo elegido por Yahveh de la esclavitud que padeció en Egipto.

Los cristianos, en cambio, con la fiesta de la Pascua conmemoran principalmente (pues, celebran varias fiestas de pascua, por distintos motivos) el paso de Jesucristo de la muerte a la vida, su resurrección, acontecida en domingo, en el tercer día de su muerte, para salvar al pueblo de Dios, que queda liberado así de las consecuencias de los pecados que lo alejan del Creador.

Este paralelismo semántico ineludiblemente conduce a otro, de naturaleza histórica, que es preciso tener en cuenta también para alcanzar a comprender el significado de este vocablo en ambas concepciones y su concomitancia, que la tiene pese a sus evidentes diferencias: Jesús, que era judío, celebró con sus discípulos su Última Cena durante la Pascua judía, concretamente al anochecer del jueves día 14 de Nisán, que es precisamente la fecha en la que los hebreos celebran la cena del cordero, rememorando la que precedió a su salida de Egipto; pero para los cristianos la Pascua no la constituye la conmemoración de esa última Cena sino que habiendo muerto Cristo en la cruz al día siguiente, viernes 15 de Nisán, resucitó el 17 de Nisán, domingo[14]​ y este es el objeto de su celebración: la Resurrección del Salvador.

A pesar de esta originaria coincidencia de fechas entre ambas festividades de la Pascua, la judía y la cristiana, que se prolongó durante los primeros siglos del cristianismo, ya no es fácil que se repita con frecuencia, porque el calendario judío seguía el ciclo lunar, compuesto por 354 días, mientras que, desde el I Concilio de Nicea, la mayoría de los cristianos se rigieron por el calendario solar juliano reformado, de 365 días, y además pusieron el énfasis en el día de la semana en que tuvo lugar la Resurrección, el domingo, si bien los cristianos judíos de Oriente prosiguieron con el método judío, es decir, sin tener en cuenta en qué día de la semana pueda caer cada año el 17 de Nisán. Pero, para el resto del área de influencia del imperio romano primó que el día de la semana en que históricamente tuvo lugar la Resurrección fue el domingo, por eso para la Iglesia católica romana la fiesta de Pascua tiene lugar siempre en el domingo que sigue a la primera luna llena de cada primavera, pues tampoco se perdió de vista que, a fin de cuentas, el hecho trascendental que se celebra aconteció durante el mes de Nisán, el primer mes del calendario judío, el cual arranca coincidiendo con el equinoccio de la primavera en el hemisferio norte.

La actual Pascua cristiana hunde sus raíces en el año 1513 antes de Cristo, cuando, según la tradición judía, el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. La conmemoración de este hecho, celebrado cada año, como recordatorio de la liberación del pueblo hebreo de su esclavitud en Egipto, recibía y recibe aún hoy en el judaísmo el nombre de Pésaj o Pascua.

En la víspera del primer día, se comían hierbas amargas mojadas en vinagre, para recordar la tristeza de la servidumbre. Y se narraban en tono cadencioso cánticos que hacían alusión a las diez plagas de Egipto.

El cordero de Pascua era escogido por cada familia. Con el tiempo, la ceremonia de inmolación fue llevada a cabo por la clase sacerdotal. El animal debía ser macho, cordero o cabrito, sano y de un año de edad. Se inmolaba al finalizar el día; y por la noche lo comían con verduras amargas. No estaba permitido romper sus huesos, ni dejar restos de carne. Por esta razón, si la familia no era suficientemente grande para comer un animal ellos solos, los israelitas se reunían en grupos, para cumplir con las prescripciones de orden sagrado. Durante los siete días posteriores al 14 de Nisán (mes del calendario israelita correspondiente a marzo - abril del calendario español), el pueblo hebreo solo comía pan sin levadura (no fermentado), al que llamaban «ázimo» («sin fermento»), o «pan de aflicción».

Los primeros cristianos celebraban la Pascua a la par cronológica que la Pascua judía, hasta que el Primer Concilio de Nicea (en el 325 d. C.) separó la celebración de la Pascua judía de la católica, quitando a esta los elementos hebreos. Sin embargo, dejaron el carácter móvil de la fiesta recordando que Cristo resucitó en la Pascua hebrea. Hoy día la Iglesia católica mantiene el carácter móvil de la fecha de Pascua.

Esta fiesta determina el calendario móvil de otras fiestas: así, la Ascensión (el ascenso de Jesús al cielo) se celebra 40 días después de Pascua, Pentecostés 10 días después de la Ascensión y el Corpus Christi se celebra en jueves 60 días después del domingo de Pascua.

La semana anterior a la Pascua de Resurrección es la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos (que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén). La Octava de Pascua (popularmente conocida como «semana de Pascua») es la semana que sucede a este Domingo de Pascua (o Domingo de Resurrección). El tiempo pascual o tiempo de Pascua designa, en la liturgia católica, las semanas que van desde el Domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés, aunque el ciclo pascual inicia el Jueves Santo al atardecer, y ahí se le conoce hasta el Domingo de Pascua, como Triduo Pascual.

La expresión «pascua», de: 'pashé', el paso del señor por Egipto, remite hoy principalmente a la fiesta de la Resurrección, que es llamada a veces «pascua florida», pero también se usa para referirse a otras cuatro celebraciones cristianas: la Natividad (25 de diciembre), la Epifanía o Adoración de los Magos (6 de enero), el Bautismo del Señor y Pentecostés, la venida del Espíritu Santo (cincuenta días después de la Resurrección). En España, Chile, Cuba y Filipinas, el término Pascua se aplica coloquialmente a la Navidad («Pascua de Navidad»), englobando Natividad, Epifanía y Bautismo del Señor, mientras que a la Pascua se le llama «Pascua de Resurrección» y a Pentecostés se le llama «Pascua de Pentecostés» o «Pascua del Espíritu Santo».[15]

El Nuevo Testamento enseña que la resurrección de Jesús, que celebra la Pascua, es fundamento de la fe cristiana.[16][17]​ La resurrección estableció a Jesús como el Hijo de Dios y se cita como prueba de que Dios juzgará al mundo con justicia. Dios ha dado a los cristianos «un nuevo nacimiento a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos». Los cristianos, por la fe en el poder de Dios han de discernir espiritualmente con Jesús resucitado, para que se pueda caminar en una nueva forma de vida.

La Semana Santa, y la Pascua en particular, está ligada a través de la última cena y la crucifixión de Jesús a la Pésaj (Pascua Judía) y al Éxodo del pueblo hebreo narrado en el Antiguo Testamento. De acuerdo con las escrituras, Jesús, mientras preparaba a sus discípulos y a él mismo para su muerte durante la última cena, dio a la cena de Pascua un nuevo significado. Él identificó el pan y la copa de vino como su cuerpo antes de ser sacrificado y su sangre derramada. El apóstol Pablo, sobre la celebración de la Pascua dice:

La celebración de la Pascua de Resurrección se presenta de diferentes formas entre los cristianos occidentales. La práctica litúrgica tradicional, tal como se practica entre los católicos y algunos luteranos y anglicanos, se inicia en la noche del Sábado Santo con la Vigilia Pascual. Así pues, la liturgia más importante del año comienza con la bendición del fuego pascual en la oscuridad total, la iluminación del cirio pascual (símbolo de Cristo resucitado) y el canto del Exultet (o pregón pascual), atribuido a san Ambrosio de Milán.

Después se leen numerosas lecturas del Antiguo Testamento: pasajes como las historias de la creación, el sacrificio de Isaac, el cruce del Mar Rojo y la anunciada venida del Mesías. Esta parte del servicio religioso culmina con el canto del Gloria y del Aleluya y con la proclamación de la Resurrección según el Evangelio.

En ese momento, y dependiendo de la costumbre local, se pueden tocar las campanas de los templos y encender las luces. A continuación, la atención se desplaza desde el altar a la pila bautismal. Durante este tiempo litúrgico, el sacerdote o celebrante de la Eucaristía va vestido de color blanco para celebrar la pureza y el alzamiento de Cristo. Antiguamente, la Pascua se consideraba el momento ideal para que los conversos recibieran el bautismo, y esta práctica continúa dentro de la Iglesia católica y la Iglesia anglicana. Si hay bautizos en este momento o no, es tradicional que la congregación sea invitada a renovar los votos de su fe bautismal. Este acto es a menudo sellado por la aspersión de la congregación con el agua bendita. El Sacramento católico de la Confirmación también puede ser celebrado durante la Vigilia.

En general, las misas se celebran como de costumbre, pero de manera más solemne y festiva, con abundantes instrumentos musicales y arreglos corales, incienso y un reiterativo Aleluya que se verá en el Salmo que se canta ese día, en la propia aclamación al Evangelio. La Vigilia Pascual concluye con la celebración de la Eucaristía (conocida en algunas tradiciones como la Sagrada Comunión).

Con algunas diferencias, ciertas iglesias prefieren mantener esta Vigilia desde muy temprano en la mañana del Domingo en vez del Sábado por la noche; las iglesias protestantes en especial, para reflejar el relato del Evangelio de las mujeres que acuden a la tumba al amanecer del primer día de la semana.

En países hispanos, y en particular en España, se celebran procesiones poniendo fin a la celebración de la Semana Santa. Muchas de ellas tienen como momento más destacado el Encuentro entre las imágenes de la Virgen y Cristo Resucitado.

En Filipinas, de religión predominantemente católica, la mañana de Pascua (conocida en el idioma nacional como «Pasko ng Pagkabuhay Muling» o la Pascua de la Resurrección) está marcada con una celebración de gozo, al amanecer, en la que grandes estatuas de Jesús y María son llevadas en procesión para encontrarse, imaginando la primera reunión de Jesús y su madre, María, después de la Resurrección de Jesús. Esto es seguido por una alegre Misa de Pascua.

En la cultura polaca, se celebra la Rezurekcja (procesión de Resurrección) en una alegre Misa de Pascua por la mañana, al amanecer, cuando las campanas suenan y se tiran petardos para conmemorar la Resurrección de Cristo sobre la muerte. Antes de que comience la misa al amanecer, una procesión festiva que lleva el Santísimo Sacramento bajo un palio, rodea la iglesia. Dentro del templo, las campanas repican y son tañidas vigorosamente por monaguillos, y el aire se llena de incienso. Otra tradición polaca de Pascua es la denominada Święconka, la bendición de las cestas de Pascua por el sacerdote de la parroquia el Sábado Santo. Esta costumbre se celebra no solo en Polonia, sino también en los Estados Unidos por los que son de ascendencia polaca.

En muchas Semanas Santas de España, la Pascua es el día en el que culmina su semana mayor. En Málaga o en Sevilla, por ejemplo, se realiza la salida procesional de Cristo Resucitado, el cual representa el momento en el que Jesús de Nazaret resucita y sale de su sepulcro. En Granada hasta tres Cofradías celebran la Alegría de Cristo Resucitado.

El intercambio de huevos de Pascua, primero de azúcar y, desde hace cinco siglos, de chocolate, está muy extendido en Alemania, Portugal, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia, Italia, Francia, España, República Checa, Austria, Suiza, Argentina, Brasil, Estados Unidos, Bolivia, Chile, Uruguay y en ciertas zonas de México.

El hecho de asociar el huevo a la fertilidad y por coincidir la Pascua con la primavera en el hemisferio norte, estación fértil por excelencia, hace que se establezca por toda Europa como símbolo de la Pascua. De modo que pronto los pasteleros de época comenzaron a elaborarlos utilizando distintos ingredientes. Primero fue el azúcar, luego el chocolate.

En los países de tradición ortodoxa se intercambian huevos de color carmesí para recordar la sangre de Cristo.[19]​ Los armenios los vacían y los decoran con imágenes de Cristo y de la Virgen. Y en Polonia y Ucrania, por Pascua, hacen obras de arte con cera fundida sobre su cáscara.[20]



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