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Servicio Exterior Mexicano



El Servicio Exterior Mexicano es un cuerpo permanente de profesionales mexicanos (diplomáticos) que trabajan para el Estado mexicano dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores en México y en las embajadas, consulados, misiones y oficinas de México en el exterior. Cuenta con su propia ley y reglamento.

Se seleccionan a través de un concurso de oposición que se convoca de forma regular y deben cumplir requisitos estrictos de probidad, disciplina, conocimientos muy amplios sobre México (historia, cultura, sociedad, política, economía) y el dominio de varios idiomas.

El cuerpo es gestionado directamente por la Secretaría de Relaciones Exteriores, tanto por la Dirección General del Servicio Exterior y Personal, como por la Comisión de Personal de la secretaría.

A diferencia de la percepción del público general, los integrantes de carrera del Servicio Exterior Mexicano no dependen directamente para sus asignaciones de los cambios de gobierno, ya que constituyen un servicio permanente. De igual forma, los miembros de carrera del Servicio Exterior no seleccionan personalmente el lugar o tipo de sus adscripciones en el extranjero, sino que se limitan a cumplir las órdenes recibidas por parte de las autoridades de la secretaría.

En términos generales, los diplomáticos mexicanos de carrera permanecen en sus puestos un promedio de tres a cuatro años, y asumen luego otras responsabilidades en un destino diferente de trabajo, supervisando temas o realizando tareas diferentes a las del cargo anterior.

Su creación fue casi inmediata a la formación del gobierno, una vez consumada la Independencia. Fue el primer Servicio Civil de Carrera y prácticamente el único que existió dentro de la Administración Pública Federal durante los dos primeros siglos de vida nacional.[cita requerida]

El Servicio Exterior Mexicano siempre ha sido parte intrínseca del proyecto mismo de Nación. Con el Reglamento para el Gobierno Interior y Exterior de las Secretarías de Estado y del Despacho (8 de noviembre de 1821), al crearse la Secretaría de Relaciones Exteriores e Interiores, se dispuso que debiera contarse con Oficiales de Cancillería y Diplomáticos. Al año siguiente (7 de mayo de 1822), se expedía un decreto con reglas para los nombramientos, instrucciones y sueldos del personal diplomático. En octubre de 1829, Vicente Guerrero promulgó la primera Ley del Servicio Exterior.[cita requerida]

En sus orígenes, la meta del Servicio Exterior Mexicano fue lograr el reconocimiento del México Independiente por parte de los estados más importantes y además, por su peso religioso, de parte de la Santa Sede. Después, preservar la integridad del territorio, la defensa de la soberanía y la legitimidad del gobierno propio. Más adelante, se consagró a mostrar una imagen de un México reorganizado, con visión de justicia social y con proyectos de desarrollo.

Un siglo después, derivadas de la doctrina Carranza y preocupados por no condicionar el reconocimiento de gobiernos a cambio de concesiones ominosas y de reivindicación de los derechos soberanos del Estado sobre sus recursos naturales, la Diplomacia Mexicana se consagró a postular principios de manera perseverante hasta lograr convertirlos en Norma Internacional dentro de la constitución de la Organización de las Naciones Unidas, así como de la Organización de Estados Americanos. Estos principios terminarían quedando establecidos en el texto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Siendo un órgano del Estado mexicano dedicado a la diplomacia, queda sujeto al diseño o conceptualización e instrucciones de política exterior que le marque el titular del Ejecutivo Federal. A este último corresponde el privilegio exclusivo de formular la política exterior de conformidad con los principios constitucionales mexicanos y el proyecto de Nación en su enfoque externo; al Servicio Exterior Mexicano, contribuir a lograr esos objetivos a través de una diplomacia activa, responsable, honorable e inteligente.

No quiere decir esto que el diplomático mexicano no vislumbre objetivos de política exterior; de hecho, prepara análisis, recaba información y diseña propuestas, los cuales son insumos con los que la Cancillería Mexicana informa al presidente de la República. Corresponde a éste tomar las decisiones. Y éstas, aun y cuando no sean enteramente coincidentes con la opinión elaborada por los diplomáticos mexicanos, son ejecutadas por éstos de manera institucional y eficaz, sin objeción alguna.

La diplomacia es un oficio que busca primeramente establecer relaciones constructivas, persuasivas, discretas, de confianza, que sumen y hagan avanzar los intereses del Estado mexicano, para lo cual se requieren perseverancia, paciencia, arduas negociaciones, fineza y mucho tacto. Para estos propósitos, se comisiona a los miembros del Servicio Exterior Mexicano a vivir y trabajar en otros países.

El Servicio Exterior Mexicano cuenta con una plantilla de alrededor de 1,270 plazas de diferente nivel. En 1953, era de únicamente 478; en 1975, de 844, y en diciembre de 1987, de 1226 plazas, las cuales ocupaban 1074 miembros de carrera y 152 por designación político-administrativa.

Al igual que las Fuerzas Armadas, se trata de una carrera jerarquizada; en la Rama Diplomático-Consular, empieza por el rango de Agregado Diplomático y concluye en el de Embajador. En la Rama Técnico-Administrativa, empieza con el rango de Técnico Administrativo “C” y concluye con el de Coordinador Administrativo.

En cuanto a plazas ocupadas por miembros de carrera, al 10 de marzo del 2011 había 74 plazas de embajador, 100 de ministro, 119 de consejero, 135 de primer secretario (incluye a 1 cónsul de primera), 156 de segundo secretario (incluye 4 cónsules de segunda), 178 de tercer secretario (incluye a 3 cónsules de tercera) y 3 de agregados diplomáticos: este número de plazas se estableció a fines de la década de 1980 y no ha aumentado pese al crecimiento exponencial de los intereses de México en el mundo, el cual se refleja en el número de embajadas y consulados con el que México los atiende.

En diciembre de 1987, había 60 embajadas, 59 consulados y 7 misiones diplomáticas ante organismos internacionales, lo cual daba un total de 94 representaciones. A la fecha de este artículo, hay 73 embajadas, 70 consulados, 3 oficinas de enlace y 5 misiones ante los organismos internacionales, lo que arroja un total de 151 representaciones. Un dato que sirve para contextualizar esta cifra en relación con los intereses del Estado mexicano y su peso específico dentro del contexto internacional es que el promedio de representaciones en el mundo de los llamados países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) es de 209 por país.

Cabe destacar que no todas las plazas asignadas al Servicio Exterior Mexicano llegan a cubrirse con diplomáticos de carrera, puesto que existe la posibilidad de nombramientos temporales a través de una designación que podría denominarse político-administrativa, por el privilegio con que cuentan los Ejecutivos federales, con lo cual ocupan parte de esas plazas en cualquiera de los rangos y que generalmente se mantienen de manera indefinida. Debido a que hay un número finito de plazas, dichos nombramientos temporales constituyen un costo de oportunidad para el ascenso y promoción del personal de carrera.

El desfase entre el número de diplomáticos mexicanos -similar al de finales de la década de 1980- en relación con el número de representaciones existentes en el exterior invita a reflexionar con responsabilidad sobre si es menester crear nuevas plazas entre el personal del Servicio Exterior de carrera; los desafíos y oportunidades que el contexto internacional presenta hoy en día y la necesidad de tener mayor presencia de México en el mundo para enfrentarlos y capitalizarlos demandan contar con recursos humanos suficientes y de excelencia.

Han sido nombrados en el Servicio Exterior Mexicano los siguientes personajes:[1]



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