El servicio militar obligatorio en España, frecuentemente nombrado como la mili, se inició entre finales del siglo XVIII y principios del XIX y terminó en diciembre de 2001.
En el siglo XVIII, con la llegada de los borbones y la necesidad de soldados para el Ejército, en el ámbito de la Guerra de sucesión española (1701-1715), se asentaron en España las bases del reclutamiento. Tras la finalización del conflicto bélico, la falta de tropas se hizo constante, por lo que se optó por la progresiva implantación de métodos de reclutamiento obligatorios pese que conllevaban una gran impopularidad, alternándolos con levas de vagos y maleantes, que resultaban poco efectivas y que se terminó por rechazar. Las milicias provinciales adquirieron un carácter forzoso. El reclutamiento que había sido empleado hasta entonces de forma muy limitada adquirió más importancia ante las necesidades de un ejército permanente.
Comenzaron entonces a denominarse a estos reclutamientos popularmente «quintos», cuyo nombre viene de principios del siglo XVIII, cuando se fijó un cupo anual de 50.000 hombres elegidos por sorteo de los que salía un soldado por cada cinco hombres.
La ordenanza de 27 de octubre de 1800 consolidó el reclutamiento obligatorio como contribución a la que quedaba sometida la población y estableció la hegemonía del soldado de quintas como base del reemplazo del Ejército español.
La reforma aprobada por el Gobierno liberal de José Canalejas en 1912, mediante la ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, introdujo la denominación de «servicio militar obligatorio» y eliminó las figuras de la «redención en metálico» y de la sustitución que habían sido las fórmulas de evitarlo legalmente, mediante el pago de una determinada cantidad de dinero y que habían sido objeto de fuerte críticas sociales. La necesidad de mantener los recursos económicos proporcionados por estas figuras hasta ese momento, llevó a instaurar la nueva fórmula del soldado de cuota que aunque no eximía del servicio, reducía drásticamente su tiempo de servicio a cambio del pago de dinero.
En 1940, recién finalizada la Guerra civil española, Francisco Franco dictó la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, por la que se modificaba la legislación sobre el reclutamiento, en la que se estableció, entre otros cambios, la duración del servicio militar obligatorio, denominado servicio en filas, en dos años. Esta norma también disponía la prohibición de contraer matrimonio desde el ingreso en filas hasta su pase a la situación de reserva. También se fijaba una reducción del tiempo de servicio en filas, según la clasificación de los hombres en, sin instrucción premilitar, que tendrían un servicio de dos años, aunque a los 18 meses podrían disfrutar de licencias temporales o ilimitadas siempre que las conveniencias y necesidades del servicio lo permitieran; con instrucción premilitar elemental, que permanecerían 18 meses en filas, que podrían ser reducidos a 12 meses y los que cursaban estudios en universidades, escuelas técnicas y otros centros oficiales de enseñanza superior, que permanecerían 12 meses en filas, distribuidos en los periodos que se determinaran oportunamente. En 1943, se reguló por vía reglamentaria, la obligatoriedad para todos los varones, de haber cumplido el servicio militar para poder ser empleado en cualquier ámbito del Estado.
El Fuero de los Españoles, aprobado en 1945 y que constituía una de las Leyes Fundamentales del régimen franquista, incluía, en su artículo 7, en relación con el servicio militar: «Constituye título de honor para los españoles el servir a la Patria con las armas. Todos los españoles están obligados a prestar este servicio cuando sean llamados con arreglo a la Ley».
En 1968, se aprobó la Ley General del Servicio Militar, que igualmente establecía en su artículo primero que: «El Servicio Militar es un honor y un deber inexcusable que alcanza a todos los españoles varones...». Esta ley marcaba la división entre un servicio militar obligatorio que tenía una duración entre 15 y 18 meses (marina) y uno voluntario que tenía como ventaja que permitía elegir la región militar donde se desarrollaba el mismo, pero que a cambio era más largo con una duración entre 15 y 24 meses.
El Estado implicaba a las empresas en el control del cumplimiento del servicio militar, así todos los empleadores debían comprobar, antes de admitir a personal a su servicio, si se encontraba en regla con sus obligaciones militares, incurriendo en responsabilidades en caso de incumplimiento.
En 1991, en el ámbito de la profesionalización de las fuerzas armadas, la Ley Orgánica del Servicio Militar acortó la duración del servicio a nueve meses, a la vez que preveía que los militares de reemplazo desarrollaran preferentemente actividades en aquellas unidades cuyo nivel operativo, capacidad de reacción o ámbito de actuación se ajustaran a la formación que se adquiría durante el servicio militar y reservaba las tareas caracterizadas por su mayor complejidad, responsabilidad o experiencia a los militares profesionales.
La finalización del servicio militar obligatorio fue uno de los puntos incluidos en el Pacto del Majestic de 1996 entre José María Aznar y el presidente de la Generalidad Jordi Pujol, a cambio del apoyo de CiU en la investidura del líder del Partido Popular tras las elecciones de ese año. A pesar de que originalmente su eliminación estaba prevista para el 31 de diciembre de 2002, José María Aznar anunció unos días antes de las elecciones generales en 2000 que se adelantaría al 2001, a pesar del criterio en contra del ministro de Defensa Eduardo Serra. El servicio militar obligatorio fue suspendido por la Ley 17/1999 de Régimen del Personal de las Fuerzas Armadas y el Real Decreto 247/2001 adelantó esa suspensión al 31 de diciembre de 2001.
Los reclutas que se incorporaban al servicio militar pasaban en primer lugar por un periodo de instrucción militar en el campamento de instrucción de su unidad de destino, en un ambiente de aislamiento, en el que se adiestraba a los soldados de forma teórica y práctica y en el que básicamente se les preparaba durante semanas para el desfile de jura de bandera y en el que los mandos se esmeraban en que el orden del desfile fuera perfecto.
A partir de 1966, se crearon los denominados "Centros de instrucción de reclutas" que eran unos macrocuarteles especializados en la instrucción de los reclutas. Este primera fase culminaba con la denominada jura de bandera, a partir de la cual los soldados se incorporaban a sus destinos definitivos, donde disponían de bastante tiempo libre.
El servicio militar ha sido ampliamente reflejado en la literatura y el cine español. Durante el franquismo dominaba un cine de carácter propagandístico en relación con el cumplimiento del servicio, en forma de comedia, que reflejaba de forma recurrente aquel como un rito iniciático de paso, en el que los reclutas, en muchas ocasiones procedentes de un lugar remoto del interior de España, iban a la gran ciudad para servir a la patria y convertirse en un hombre. Se hacía hincapié en el espíritu de compañerismo y camaradería del resto de los reclutas que ayudaban a vencer la inocencia y bisoñez de los protagonistas. Ejemplos de este cine son:
Tras la muerte de Franco, cambió la visión del servicio militar, hacia una mirada más crítica y satírica, poniendo de manifiesto muchos de los problemas derivados de su cumplimiento. Ejemplos destacados de esta visión son:
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