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Sibö



Sibú (en bribri, Sibö̀; en cabécar, Sibö) es, en la mitología talamanqueña, la principal divinidad, pues fue el creador de la tierra y del hombre, dios creador de la sabiduría, valores y costumbres indígenas. Es llamado Sibú por los bribris y cabécares, Sibö por los teribes, y Zipoh por los borucas.

Sibú además es un héroe cultural, que enseñó a los bribris y cabécares qué productos podían comer, cómo sembrar y qué plantas cultivar; estructuró las reglas de su sociedad en cuanto a incesto (kurù), clanes y moral; y dio a los awápa los cantos, el lenguaje ritual y las piedras mágicas o sĩã' o sĩõ'.

Sibú es hijo de Sìitami y de Sibökõmõ, y por lo tanto nieto de Sórkura. Es hermano de Nãmãitãmĩ, la danta, y de Duluítami, el mar, de quien también es tío. Se casó con Tsuru', el cacao.

En las historias del sũwõ’ se mencionan un sinnúmero de atributos de Sibö̀. Algunos serán enumerados a continuación:

Existen diferentes versiones sobre el nacimiento de Sibú (Sibö̀), pero todas concuerdan en que, antes de que el dios llegara a la tierra, el mundo estaba regido y habitado por una raza de diablos, los Sòrburu, encabezados por su abuelo Sórkura. Sórkura tenía un hijo, Sibökõmõ o Sibökãmã*, que era un gran médico. Una vez, Sibökõmõ fue a trabajar como awá en el mundo inferior, el de los Sòrburu, y se llevó con él a su sobrina Sìitami.

(En el dialecto de Coroma se llama; Sibö̀kõmõ, en los dialectos de Amubri y Salitre recibe el nombre de Sibö̀kãmã)

Sibökõmõ, como todo awá, poseía piedras mágicas: tres macho y una hembra. Un día, una de esas piedras macho (que era Sibú), la que usaba para curar, se perdió: estaba dentro de Sìitami. Sibö hizo esto porque sabía que los hombres no podían nacer reproduciéndose solos.

Así, nació Sibö, y el dios pensó: «Soy una persona mayor, solo que en un cuerpo pequeño. Ojalá mi mamá le pida a mi papá un poquito de plátano maduro o un poco de masa de maíz». Y Sìitami le pidió a Sibökõmõ que le llevara esas cosas para darle de comer al niño. Luego Sibö pensó: «Ojalá mi mamá le diga a mi papá que me purifique y que construya un ranchito de parto cerca de la casa». Así pasó, y Sibökõmõ cuidó del niño, y lo curó dos noches mientras lo purificaba.

Cuando Sìitami regresó a la casa, cuatro días después Sibö logró pararse, y a los ocho días ya era un muchacho. Luego, comenzó a crear todas las cosas.

Pequeña nota:

(Igual que con el nombre de Sibö̀kõmõ, Sibö̀kãmã, el nombre de las piedritas mágicas también sobre una variación en su pronunciación dependiendo del dialecto, la diferencia más notoria en los 3 dialectros del Bribri, 'Coroma, Amubri y Salitre, son la vocal "a, ã" y "o, õ", usualmente las palabras con las vocales "a, ã" en los dialectos de Salitre y Amubri, en el dialecto de Coromo suele cambiarse por el sonido de una "o, õ")

Cuando nació Sibú, un gallo que nunca había cantado comenzó a cantar. Entonces los Sòrburu supieron que Sibú había nacido, y como no querían a nadie más allí, buscaron al niño para matarlo. Sìitami se dio cuenta, y comenzó a buscar quién la acompañara al mundo superior, que conocía de sus viajes con Sibökõmõ. Fue Áksura, el comején o termita, quien se ofreció a pasarlos de un lugar a otro construyendo un túnel subterráneo, y así, la madre y el niño llegaron a Dìratuaa Lóratuaa, donde está la casa de las hormigas, quienes lo escondieron. Allí creció Sibú.

Una vez, Sibökõmõ fue a pescar con lanza, y encontró a Sibö como un bebé a la orilla de un río. Entonces, recogió al niño, lo llevó a su casa, y se lo dio a su esposa Sìitami, presentándolo como su hijo.

El niño había nacido con cáscara (en una bolsa de piel, es decir, con todo y amnios), así que su padre lo purificó; pero el bebé no paraba de llorar, aunque Sibökõmõ ya le había cortado el ombligo y lo había limpiado de la impureza del nacimiento. El niño no quería mamar, ni comer o tomar agua. Entonces Sìitami molió cacao y le puso la masa suave en la boca, con lo cual alegró al bebé. Con solamente ese alimento Sibö creció y logró pensar en todas las cosas del universo.

Puede que resulte difícil entender por qué los Sòrburu querrían matar a Sibú, siendo este su pariente. Sin embargo, para los bribris el parentesco se transmite por línea materna, y era Sibökomo quien estaba emparentado con esos diablos.

En las leyendas se mencionan varias razones para que los Sòrburu buscasen matar a Sibö:

En la versión del nacimiento de Sibö que habla de la huida a Dìratuaa Lóratuaa, se cuenta que cuando Sibö creció, le dijo a su padre que quería regresar al mundo inferior, para conocer a los Sòrburu y saber por qué no lo creían. Sibökomo le contesta entonces que lo haga, pero que se cuide mucho, porque esa gente lo quiere matar. Es entonces cuando Sibö regresa al mundo inferior.

Una vez allí, se encontró con dos Sòrburu que andaban trabajando en sus tierras. Los diablos escucharon un sonido extraño, ¡wek, wek, wek!, y fueron a ver qué era, pero no encontraron a nadie. Colgado sobre un fogón había un zorro gris a medio asar, la comida de los Sòrburu. Entonces llegó Sibö, sopló al zorro y lo revivió; el animal se bajó y empezó a cantar y tocar el tambor, mientras que Sibö lo acompañaba tocando las maracas. Al ver esto, los dos diablos salieron de donde estaban escondidos y punzaron a Sibö con la lanza, pero este saltó y no le pudieron hacer daño.

Mientras peleaban, el zorro se volvió a colgar sobre el fogón. Los Sòrburu estaban furiosos, pues creían que todo eso era mal agüero y que iban a morir. Así que agarraron al zorro, lo picaron y lo botaron, por lo cual el zorro no se come. Desde entonces Sibö siempre pasaba molestando a los diablos y haciéndoles malos agüeros, recogidos en jocosas narraciones como las que se mencionan a continuación.

Un día, Sibö iba caminando, sonando su caracol y su cuerno, y se encontró con los Sòrburu. Entonces el dios hizo que los diablos se creyeran una visión en la cual él agarraba unos pollos, los mataba, cocinaba y se los servía para comer. Los diablos no le habían reconocido, y él se sentó a hacer que comía con ellos.

Entonces, uno de los pollos que ya estaba cocinado se levantó y cantó tres veces (lo que para los diablos fue una profecía de muerte). Esto lo hizo Sibö porque sabía que lo querían matar, y sopló al pollo para que saliera volando.

Otro día, Sibú se decidió a dejarse atrapar, así que fue a la casa de Sórkura, llevando miel, un caracol, un cuerno, su bastón, su escudo y una falda de una planta llamada mastate. Los Sòrburu le preguntaron a Sibö si él era dios, y aunque lo negó, los Sòrburu lo atraparon y le quitaron las cosas. Pero Sibö se escapó, y al día siguiente llegó transformado en un anciano muy bien vestido, y les preguntó a los diablos si era cierto que habían atrapado a Sibö. Los diablos le dijeron que sí, y le fueron enseñando cada una de las cosas que llevaba el dios, las cuales el anciano se iba probando. Al llegar al lugar donde habían metido a Sibö, el dios se convirtió en viento y se fue.

Los Sòrburu tenían en su casa unos tambores, zorros en forma de maracas y unas guacamayas. Todos esos animales estaban muertos. Sin estar los diablos en su casa, Sibö entró, resucitó a los animales y juntos comenzaron a hacer mucho ruido: las guacamayas cantaban, los zorros tocaban las maracas y Sibö los tambores. Como los Sòrburu estaban cerca, regresaron inmediatamente para tratar de atrapar al dios, pero este había desaparecido, y las guacamayas y los zorros estaban muertos y colgados sobre el fogón.

Al día siguiente, Sibö llegó fingiendo ser un visitante, y preguntó si era cierto que el dios había estado allí. Los diablos dijeron que sí, y le confiaron sus planes para matarlo. Enterado ya, Sibö se dejó atrapar otro día, y los Sòrburu lo amarraron y lo comenzaron a chucear, pero en la noche el dios escapó.

Sibö sabía que Sórkura quería matarlo, así que cada vez que se lo topaba en el camino se transformaba en otro ser, a veces en un colibrí que pasaba revoloteando junto al Sòrburu. El diablo se hartó, y les dijo a sus familiares que iba a matar a Sibö, y que cuando así lo hiciera tocaría su cuerno para que llegasen y celebraran la muerte del dios.

Siendo así, un día Sibö se encontró frente a frente con Sórkura, y este le arrojó todas sus lanzas, sin dar nunca en el blanco. Sibö tomó entonces una de esas armas, y al primer tiro, mató a su abuelo.

Entonces, el dios tomó el aspecto de Sórkura, y sonó el cuerno del diablo. Al instante llegaron los demás Sòrburu, que se alegraron al creer que era Sibö quien había muerto, y convencidos por el dios, descuartizaron y asaron el cadáver. Entonces Sibö se dio a conocer, y arrojó los pedazos de Sórkura al aire, donde se transformaron en señales de mal agüero.

Luego de expulsar a los Sòrburu del mundo, Sibö buscó cómo darle vida de nuevo, ya que donde los diablos trabajaban nada más volvía a florecer. Entonces le llegó la noticia de que su hermana, Nãmãitãmĩ, había dado a luz a la niña-tierra, Irìria. Para la mitología talamanqueña, Sibú secuestró la la niña tierra para que crecieran las semillas que se convertirían en los seres, ya que en su tiempo las condiciones del planeta no eran aptas para la vida porque era de piedra, lo hace al confabularse con los animales organizando una fiesta para ponerle una trampa a su hermana Nãmãitãmĩ, la madre de la niña tierra, ya que la invita a servir el chocolate para distraerla, se va para la casa de la niña tierra, le ordena al rayo que destruya la puerta de la casa de la niña y la secuestra para que mediante un ritual la convierta en la sustancia que se esparció sobre la roca.

La tierra surgió como una niña de debajo de la superficie, que era pura poca, sobre la que muere. De su sangre derramada sobre la poca se forma la tierra para la semilla ditsú (ditsö`). Antes de que subiera a la superficie, un murciélago (Dukúr) se estaba alimentando de su sangre, y de las deyecciones del murciélago aparecieron diversas plantas. La fiesta con la que se celebra el nacimiento de la tierra, de Irìria es una fiesta funeraria. La madre de Irìria fue traída para preparar la bebida de chocolate (tsuru') para la fiesta.




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