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Situación de las provincias argentinas desde 1820




En 1820, la primera batalla de Cepeda marcó el fin del sistema de centralización política y el surgimiento del federalismo de hecho en la Argentina. El Estado Nacional se disolvió y las gobernaciones e intendencias se desintegraron reemplazadas por las provincias, surgidas en el núcleo de influencia de las antiguas ciudades del período hispano de las cuales tomaron sus nombres.

Con la disolución del Gobierno Nacional se inició el llamado Período de las Autonomías Provinciales donde cada provincia se autogobernó, sancionó su propia constitución y sus leyes, y manejó su economía. A partir de este período, al no existir un gobierno nacional que estuviera por encima de las provincias, la importancia de los caudillos provinciales se acentuó.

Luego de que López y Ramírez exigieran la disolución de las autoridades nacionales y la formación de un gobierno representativo de la soberanía popular, un cabildo abierto se reunió el 16 de febrero de 1820, el cual dispuso la formación de una Junta de Representantes. Esta Junta eligió gobernador de la provincia a Manuel de Sarratea, un político y diplomático que contaba con el apoyo de los vencedores, pero que carecía del de Buenos Aires. Así fue como la Junta de Representantes de Buenos Aires fue creada por el gobernador Manuel de Sarratea en marzo de 1820, poco después de creada la provincia, en reemplazo del Cabildo, que era el que anteriormente se encargaba de esas funciones.

Sarratea se propuso llegar a un acuerdo con López y Ramírez, y el 23 de febrero firmó el Tratado del Pilar, el cual principalmente proclamaba la unidad nacional y el sistema federal, aseguraba la paz entre las provincias que lucharon en la batalla de Cepeda (cerca de Pergamino), declaraba navegables para las provincias amigas los ríos Uruguay y Paraná, concedía amplia amnistía a los desterrados y/o perseguidos políticos y establecía que Buenos Aires se comprometiese a defender a las provincias de un posible ataque portugués. También se convocaba a una reunión de representantes de las tres provincias en el convento de San Lorenzo Las principales disposiciones del tratado fueron que:

López y Ramírez, fortalecidos por su victoria frente a Buenos Aires, se encontraron forzados a desconocer la autoridad de Artigas ya que éste había sido derrotado en la Batalla de Tacuarembó por los lusobrasileños. Consideraban más correcto estratégicamente reorganizar sus provincias y abandonar de momento la guerra con los portugueses que les imponía la estrecha alianza con Artigas, quien por esto rechazó el tratado y los acusó de traición.

Los gobernadores de Santa Fe y de Entre Ríos (y luego de Corrientes) consideraban ya inútil y demasiado peligroso continuar con la guerra contra la Invasión Luso-brasileña una vez derrotados, ya que suponían que esto arrastraría a sus provincias a una guerra defensiva en su propio territorio. Toda la Provincia Oriental, la parte Este de Corrientes y casi toda la Provincia de Misiones se encontraban bajo el poder de los invasores lusobrasileños, que podrían atacar a sus provincias impunemente. Para evitarlo, lo único que parecía viable era aceptar una alianza con los unitarios, aunque estos fueran enemigos declarados de Artigas. Si tal alianza salvó a la Mesopotamia argentina de una anexión al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, sirvió para confirmar la anexión al mismo de la Banda Oriental.

En los meses posteriores, Buenos Aires se caracterizó por el caos y la inestabilidad política. La provincia volvió a sufrir una invasión de López, tuvo varios gobernadores en pocos meses y hasta tres en un solo día, el 20 de junio de ese año (mismo día de la muerte de Belgrano), conocido como "El día de los tres Gobernadores", Ramos Mexia, el Cabildo y el general Soler. En estos días, careció en absoluto de autoridad.

Finalmente, los porteños dejaron de lado sus diferencias para terminar con la invasión de López, nombrando gobernador a Manuel Dorrego qué, con el apoyo de las milicias de Martín Rodríguez y Juan Manuel de Rosas, derrotó a las fuerzas federales. Finalmente, el caudillo santafesino debió regresar a su provincia.

Una nueva Junta de Representantes nombró gobernador a Martín Rodríguez, el 2 de septiembre de 1820; contaba con el apoyo de los propietarios rurales de la campaña y de la clase media y alta de la ciudad.

Durante los inicios de su gobierno se produjo un levantamiento que contó con el apoyo federal, pero que fue sofocado a la fuerza por Juan Manuel de Rosas, que repuso al derrocado gobernador en su cargo.

La Junta de Representantes le entregó al gobernador Rodríguez “el lleno de las facultades”, es decir facultades ejecutivas, judiciales y legislativas, por un plazo de tres meses. Al finalizar este período, en enero de 1821, Rodríguez pidió la renovación de éstas, que le fueron otorgadas por un plazo indeterminado. En uso de estas facultades extraordinarias, podía aprehender a los responsables y a los implicados en conspiraciones. Las penas debía disponerlas con el acompañamiento y asesoramiento del Consejo de Gobierno, creado al asumir Rodríguez.

Rodríguez trató de concluir la guerra con Santa Fe, para lograr restablecer la paz y seguridad en la campaña. El caudillo santafesino Estanislao López, con la economía de su provincia devastada, aceptó las negociaciones, para lo cual tuvo que renunciar a la alianza del caudillo chileno Carrera. Bustos, gobernador de Córdoba, realizó la mediación.

Finalmente, el 24 de noviembre de 1820 se firmó el llamado Tratado de Benegas, que reafirmó la paz entre Buenos Aires y Santa Fe. Se acordó que Buenos Aires le entregase a Santa Fe 30.000 cabezas de ganado como indemnización por los gastos de la guerra.

Preveía la reunión de un Congreso en Córdoba, por lo tanto cancelaba lo dispuesto en el Tratado del Pilar, en el que se hablaba de un Congreso a reunir en San Lorenzo (Santa Fe)

El 25 de enero de 1822 se realizó el Tratado del Cuadrilátero entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. El pacto era principalmente un tratado ofensivo-defensivo ante la amenaza portuguesa y un acuerdo de libre navegación de ríos entre las cuatro provincias. El pacto establecía:

Intendencia de Córdoba del Tucumán

El director supremo Posadas había dividido la antigua intendencia de Córdoba del Tucumán en Córdoba y Cuyo. Como consecuencia del proceso de autonomía surgieron las siguientes provincias: Córdoba, San Juan, Mendoza, San Luis y La Rioja.

Intendencia de Salta del Tucumán

Subdividida en 1814 en dos intendencias -Salta y Tucumán-, el estallido federal de 1820 dio origen a las provincias de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y Salta. Jujuy quedó unida a esta última hasta la década siguiente.

Desaparecida la autoridad nacional, la unión se mantuvo mediante los pactos interprovinciales. El Congreso de San Lorenzo, convocado por el Tratado del Pilar, no se pudo concretar por la anarquía y la guerra. La mediación de Bustos en el Tratado de Benegas le permitió imponer la reunión de un Congreso Federativo en Córdoba con instrucciones de propender al restablecimiento de la unidad de régimen.

En septiembre de 1821, casi todas las provincias habían enviado a sus diputados, excepto Corrientes y Buenos Aires las cuales se oponían a un proyecto federal, quienes trataban de concretar la apertura del Congreso.

En la Historia de Argentina el caudillaje es visto como un personaje tradicionalista, totalmente opuesto al porteño y ligado a la causa federal. A partir de 1820, con la desaparición de las autoridades nacionales, los caudillos cobraron aún más importancia en la sociedad de las provincias, inclusive en Buenos Aires, con caudillos como Rosas. El caudillo provinciano se oponía al centralismo de Buenos Aires, también a la renovación minoritaria y a la modernidad. Estos caudillos detestaban a Buenos Aires, entre otras cosas, por concentrar el poder emanado de la posesión del puerto y los beneficios aduaneros que jamás habían sido en provecho del interior. Sin embargo, cada caudillo cargó con una personalidad singular. Los caudillos fueron muchos a lo largo de la Historia:



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