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Batalla de Cepeda (1820)



La batalla de Cepeda, del 1 de febrero de 1820, ocurrió durante las guerras civiles argentinas y fue la primera de las dos llevadas a cabo en la cañada bonaerense del arroyo Cepeda (afluente del Arroyo del Medio que divide las provincias de Buenos Aires y Santa Fe), a unos 5 km al este del pueblo de Mariano Benítez (norte de la provincia de Buenos Aires).

La batalla enfrentó a unitarios y federales: el director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, José Rondeau, fue derrotado por la unión de las fuerzas de los caudillos de Santa Fe, Estanislao López, y de Entre Ríos, Francisco Ramírez, ambos federales y lugartenientes del general José Artigas, de la Banda Oriental, y apoyados por el chileno José Miguel Carrera.

Fue un enfrentamiento muy breve, que justificó que se la conociera como la «batalla de los Diez Minutos».[8]

Los federales resultaron victoriosos, causando la disolución de las autoridades nacionales: el Directorio y el Congreso Nacional. Se inició así el período denominado la Anarquía del Año XX en donde surgieron las autonomías provinciales. El país quedó desde entonces integrado por trece provincias autónomas.

La causa de la batalla de Cepeda fue el descontento de las provincias del interior con Buenos Aires, que había gobernado a las Provincias Unidas del Río de la Plata surgidas a partir de la Revolución de Mayo, sin tener en cuenta la voluntad de las provincias. La principal exigencia de los líderes federales era que cada provincia se gobernara a sí misma, y que unidas formaran una federación.

Las insurrecciones contra el gobierno del Directorio habían comenzado en 1814, capitaneadas por el caudillo oriental José Artigas. Había logrado extender la rebelión a varias provincias; formó una Liga Federal, que nunca llegó a entenderse con el gobierno central. Estos levantamientos interfirieron negativamente en los planes del Directorio en la guerra de independencia de la Argentina contra los realistas al restar importantes fuerzas tanto al Ejército Auxiliar del Perú, como al Ejército de los Andes.

De hecho, desde 1816, las provincias litorales, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Misiones y la Banda Oriental actuaban con independencia del gobierno central, ubicado en Buenos Aires. Tras varios años en que Santa Fe y Entre Ríos fueron repetidamente invadidas por tropas enviadas por el gobierno porteño, la situación no había cambiado en lo esencial.

El rey de Portugal, que residía en Brasil, aprovechó los enfrentamientos internos para anexarse a su territorio la Banda Oriental (actual Uruguay), invadiéndola a principios de 1817 y ocupando su capital, Montevideo. El gobierno de Buenos Aires no hizo ningún esfuerzo serio para defender a Artigas, y este lo acusaba de apoyar la invasión lusobrasileña.

En 1819, el que había sido el Congreso de Tucumán, trasladado a Buenos Aires, sancionó la Constitución Argentina de 1819 que otorgaba amplios poderes al gobierno central y restringía la autonomía de las provincias de tomar decisiones sobre sus propios asuntos.

En consecuencia, Artigas y los demás caudillos locales acordaron no tratar más con el gobierno central y atacarlo en su propia capital. Por encargo de Artigas, las fuerzas de Entre Ríos se trasladaron a Santa Fe, y desde allí avanzaron sobre Buenos Aires.

Durante el tiempo transcurrido entre la Constitución Argentina de 1819 y la batalla de Cepeda se separaron del gobierno central las provincias de Tucumán y Cuyo, además de que la de Salta era una especie de aliada independiente del gobierno central.

Poco antes de la batalla de Cepeda, el 8 de enero de 1820 se produjo el motín de Arequito por el cual el Ejército del Norte, que había sido llamado por el director Supremo José Rondeau en su ayuda, se había sublevado para no ser obligado a luchar en una guerra civil. De todos modos, Rondeau enfrentó a los federales con el ejército de la capital. Aparentemente, tenía a su favor la ventaja de que el ejército del litoral estaba íntegramente compuesto de caballería. Se componía de 300 a 400 correntinos y guaraníes de las Misiones, 600 a 700 entrerrianos y 500 a 600 santafesinos (formados sobre la base de la guardia de dragones de López).[1]​ El contingente de Ramírez incluía una escolta de aventureros extranjeros como Carrera.[9]​ Unos 1.300 participaron de la batalla.[10]

Las fuerzas porteñas se movilizaron con rapidez e invadieron la provincia de Santa Fe antes de que los federales llegaran a Buenos Aires. Rondeau ocupó el borde sur del bañado conocido como Cañada de Cepeda, y esperó allí a sus enemigos. Su infantería incluía el batallón de Aguerridos y el 3º de los Tercios Cívicos, este último formado principalmente por negros.[1]​ En total 900 infantes.[10]​ Su caballería eran originalmente los Dragones de la Patria, blandengues y voluntarios de la frontera a los que se sumaron durante la marcha milicias de la provincia en Arroyo del Medio, traídas por el general Rodríguez y el coronel Perdriel.[1]​ Incluía una batería de artillería.[1][6]

Rondeau formó su ejército en una disposición clásica, con la caballería a los lados y la infantería y la artillería al medio; protegiendo sus espaldas quedaba la larga formación de carretas. Una posición muy difícil de vencer, si el enemigo atacaba de frente. Pero en medio de la llanura, los federales no estaban obligados a hacerlo, justamente porque sus tropas eran puramente de caballería.

López era el gobernador de la provincia en que se combatía, pero aparentemente dejó el mando de las operaciones de la batalla a Ramírez. Es que López era experto en acciones de guerrilla, pero Ramírez había demostrado ser muy capaz en las batallas. Junto a los santafesinos y entrerrianos, formaban en el ejército federal 600 abipones y guaicurúes del Chaco[2]​y un escuadrón de correntinos y guaraníes, al mando del capitán irlandés Pedro Campbell.[1]​Ambas tribus chaqueñas, desde 1816, a cambio de guerreros obtuvieron permiso de fundar una colonia cerca del campamento de Purificación.[11]

A las 8:30 horas los jefes federales cruzaron al galope la Cañada de Cepeda, rodearon el dispositivo y se pusieron a sus espaldas. De inmediato atacaron a la caballería, mientras la infantería trataba de asomarse entre los carros y los cañones aún apuntaban para el otro lado. La batalla duró aproximadamente diez minutos, y la huida de la caballería directorial arrastró a Rondeau. Los infantes formaron dos cuadros defensivos y rechazaron varias cargas por tres horas.[10]​ El resto del ejército (casi mil hombres)[5]​ debió retirarse hacia San Nicolás de los Arroyos (a orillas de río Paraná, a 60 km de distancia) y embarcarse de regreso a Buenos Aires, dirigido por el general Juan Ramón Balcarce.

Inmediatamente de producida la batalla de Cepeda, todo el norte del territorio de Buenos Aires fue invadido por los caudillos, que llegaron en pocos días a los alrededores de la ciudad de Buenos Aires.

Conocida la victoria de los federales, el jefe del ejército de campaña de Buenos Aires, Miguel Estanislao Soler, junto a todos los restantes oficiales que lo integraban, exigió la disolución del Congreso Nacional y la deposición del Director Supremo como único medio de lograr la paz.

El Congreso se reunió por última vez bajo la presidencia del doctor José Miguel Díaz Vélez y decidió su disolución manifestando sus representantes que

Por su parte, el 11 de febrero de 1820, el director Supremo Rondeau, renunció a su cargo ante el Cabildo porteño indicando que lo hacía

De esta forma se disolvieron las autoridades nacionales.

El Cabildo ejerció el gobierno de Buenos Aires hasta que se designó un Gobernador y Capitán General.

La sucesión del poder en Buenos Aires se vio enmarcada por gobiernos provisorios. El primer gobernador autónomo, Manuel de Sarratea, ascendido al poder con la protección de los federales, firmó con ellos el Tratado del Pilar. Por el mismo, la provincia de Buenos Aires reconocía a las demás el derecho de darse su propio gobierno y daba por extinguido el Congreso de Tucumán.

Pero la anarquía continuó en la capital, hasta que en septiembre fue nombrado Martín Rodríguez gobernador. La estabilidad y progreso de su gobierno se logró a costa de aislar a la provincia del resto del país.

Mientras tanto, las provincias se gobernaron a sí mismas como entidades autónomas a la manera de una confederación, más allá de las poderosas influencias que tuvieron algunos caudillos, que gobernaron sobre coaliciones de varias provincias.

Pese a varios efímeros esfuerzos por reunificar el país, entre los que se destaca la presidencia de Bernardino Rivadavia de 1826 a 1827, la Argentina no se volvió a unificar hasta después de la caída del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, y la rápida sanción de la Constitución Argentina de 1853. Buenos Aires recién se unió definitivamente en 1861.



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