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Tafonomía



La tafonomía (del griego « τάφος» taphos, enterramiento, y «νόμος» nomos, ley) es la parte de la paleontología que estudia los procesos de fosilización y la formación de los yacimientos de fósiles.[1]​ Se puede servir de disciplinas como la ecología, la geoquímica, la sedimentología, etc.[2]​ Junto a la paleobiología y la biocronología, la tafonomía es una de las tres divisiones de la paleontología.

El término tafonomía fue introducido por el paleontólogo ruso Iván Efremov en 1940 para describir el estudio de la incorporación de restos, señales o productos de organismos de la biosfera a la litosfera.[3]​ La tafonomía se basa, por un lado, en la paleobiología y, por otro, en la estratigrafía y la petrología, entre otras disciplinas geológicas, son su trasfondo específico.[1]​ En las últimas décadas del siglo XX la tafonomía se ha extendido e incorporado a otras disciplinas distintas a la Paleontología, tales como la arqueología o la antropología forense, como tafonomía arqueológica y tafonomía forense, respectivamente.[4]​ Del mismo modo, desde los años 1980 han crecido los estudios de tafonomía actualista, que persigue el objetivo de mejorar la comprensión de los fenómenos de fosilización a partir de la investigación de los procesos que afectan a los restos biogénicos en diferentes ambientes sedimentarios actuales.

La Tafonomía abarca todos los procesos físicos, químicos y biológicos que actúan y actuaron en la formación de los fósiles, desde la muerte de los organismos o producción de un resto hasta su hallazgo en el yacimiento, extracción y preparación para su estudio. Incluye numerosos procesos tales como la descomposición, desarticulación, fragmentación, bioerosión, corrosión, abrasión y otros, así como los que suceden luego del sepultamiento (p. e. diagénesis).

Los fósiles que podemos encontrar en un estrato no tienen por qué provenir de organismos que vivieron juntos, que compartieron el mismo ambiente e interactuaron, ni siquiera ser de la misma edad geológica. Los estudios tafonómicos nos pueden permitir analizar la historia y procedencia de los diferentes elementos de una asociación fósil, para ello hay que tener en cuenta todos los parámetros observables posibles, características de la matriz rocosa, rellenos, alteraciones, encostramientos, abrasiones, erosiones, mineralizaciones, deformación y rotura, posición y orientación, disgregación de partes, selección de tamaños, colonización, etc. Cuando en un mismo estrato se pueden distinguir agrupaciones de fósiles que comparten algunos de estos factores en común se pueden establecer «familias» tafonómicas con los restos que han compartido una historia común, lo que indicaría una evolución tafonómica compleja, y hay que estudiar, por tanto, cada agrupación separadamente.

Los procesos tafonómicos se agrupan en dos fases:[5][1][2]

Algunos autores[6]​ extienden el ámbito tafonómico a una tercera etapa previa a la producción, la necrobiosis, que abarca los sucesos que acontecen durante la agonía y las causas que conducen a la muerte de los organismos.

Lo complejo del análisis tafonómico, como en otras disciplinas, exige un lenguaje específico, preciso, que exprese inequívocamete los conceptos involucrados y necesarios para las interpretaciones paleobiológicas, paleoecológicas, bioestratigráficas y paleogeográficas. Por otra parte, los fósiles no son los organismos que vivieron en el pasado, aunque fueran producidos directa o indirectamente por ellos, y destacar esta obviedad es crucial para evitar errores y falsas interpretaciones del registro fósil. A continuación se describen algunos conceptos usados en los análisis tafonómicos:

Conceptos relacionados con la dispersión tafonómica respecto a la posición estratigráfica de los fósiles:

Respecto al lugar de producción:

Respecto al lugar de vida y reproducción de los organismos productores:

Así podemos encontrar fósiles de corales en posición de producción que estarían, por tanto, in situ y serían además autóctonos y eudémicos. O, si una concha de un ammonites que, una vez muerto el animal, fue arrastrada por corrientes marinas lejos del área de vida, se enterró, fosilizó y fue exhumada y vuelta a enterrar y encontráramos el fósil rodado en una ladera, tendríamos un ejemplar ex situ (por estar rodado en la ladera) de un fósil alóctono (por reelaboración) y adémico (por deriva necroplanctónica).

A lo largo del siglo XX, los métodos de análisis tafonómico comenzaron a utilizarse en varios campos de la paleontología (paleobiología, paleoceanografía, icnología, bioestratigrafía), así como en arqueología y medicina forense.[4][8][9]

Los datos tafonómicos pueden ser útiles para interpretar cuál ha sido la dinámica y el mecanismo de sedimentación-erosión, litificación-cementación, o compactación de unos cuerpos rocosos concretos (y la dinámica reconstruida y el mecanismo propuesto para la formación de dichos cuerpos rocosos serán datos sedimentológicos). Los datos tafonómicos pueden ser útiles para interpretar el orden de superposición de unos estratos concretos o el grado de continuidad de una sucesión estratigráfica (y el orden de superposición interpretado o la continuidad reconstruida serán datos estratigráficos). Usando datos tafonómicos ha sido posible establecer en algunos casos concretos modelos de facies para los cuerpos rocosos (y dichos modelos han servido para realizar reconstrucciones paleogeográficas). Ahora bien, cada una de estas aplicaciones de los conocimientos tafonórnicos no es un criterio para afirmar que la Tafonomía es una parte de la Sedimentología, Estratigrafía o Paleogeografía. La conservabilidad es el objeto inicial del análisis tafonómico y es lo que diferencia a las entidades registradas de la materia taxonómicamente indeterminable y lo que hace a la Tafonomía diferente de la Sedimentología. La Tafonomía no puede ser reducida a una mera sedimentología de fósiles. Los datos sedimentológicos, estratigráficos o paleogeográficos pueden llegar a ser necesarios en las interpretaciones tafonómicas pero son insuficientes para explicar los procesos de fosilización.[1]

Otra de las utilidades se desprende de su importancia en los estudios paleoecológicos y el estudio de los parámetros paleoambientales involucrados en la formación de un determinado nivel fosilífero o yacimiento. Realizar el análisis de una cuenca sedimentaria no tiene sentido si no se consideran los aspectos tafonómicos.[10]



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