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Tairona



Los taironas fueron un grupo indígena que habitaba en los departamentos colombianos de Magdalena, Guajira y Cesar, en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, incluyendo las cuencas de los ríos Guachaca, Don Diego, Buritaca y la zona baja costera comprendida dentro del parque nacional natural Tayrona.

Se trata de un grupo de filiación chibcha.[1]​ Se presume que el nombre tairona pueda estar relacionado con los términos teyuna y teiruna, que se han encontrado en varias lenguas de los pueblos indígenas que aún sobreviven en la sierra de Santa Marta, todos ellos de filiación arhuácica-magdalénica. Entre estos pueblos se encuentran los kogui, que presumiblemente puedan ser descendientes de los tairona.[2]​ Sobre la lengua de los kogui, se sugiere que hay cierto parentesco con la antigua lengua de los tairona;[3]​ en la actualidad aún hay cerca de 8 mil hablantes de koguy-tairona.

Se descubrió la ciudad fundada por los taironas en el año 800 y habitada hasta el 1600, hoy conocida como Ciudad Perdida. Poco más se sabe hasta ahora de su historia. Esta sociedad se encontraba organizada en unidades políticas de varias dimensiones que ejercían control sobre distintos territorios en el macizo montañoso, desde el mar Caribe hasta las cumbres del Gonavindua (pico Simón Bolívar) y el Aloglue (pico Cristóbal Colón). La población era independiente y estaba dirigida por su propio cacique, con distintas alianzas y enemistades entre ellos.

El primer contacto con los conquistadores españoles se dio en 1498 con la llegada de Fernando González de Oviedo, con quien los caciques de la zona establecieron relaciones comerciales. En 1525, con la fundación de la ciudad de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas, los españoles intentaron establecer una presencia más fuerte en la zona, dando inicio a la empresa colonial española en esta parte del continente sudamericano. Entre 1525 y 1599, las relaciones entre los pueblos indígenas de la zona (que incluían además de a los tairona a los guanebucán, los malibúes, los guajiros, los kosina, y los chimila entre otros) y los colonos españoles se caracterizaron por su inestabilidad: intensos periodos de conflicto y guerra en los que se intentaba dominar a los habitantes eran seguidos por años de calma tensa en las que los españoles se veían forzados a establecer relaciones pacíficas con las distintas comunidades.

Durante este tiempo, los tairona quemaron Santa Marta varias veces, conquistaron el fuerte español de Bon hida, establecieron relaciones comerciales con piratas ingleses y franceses, y en general, consiguieron limitar el crecimiento de la colonia española. Entre 1599 y 1600, el gobernador de Santa Marta, Juan Guiral Velón, emprendió una intensa campaña militar para sojuzgar a estas poblaciones. Un intento fallido de alianza entre los distintos poblados dio pie para que el gobernador pudiera capturar a los caciques uno a uno, cortándoles la cabeza y descuartizándolos. Los pobladores que no lograron escapar fueron llevados a los alrededores de Santa Marta y entregados a encomenderos. Los sobrevivientes se internaron en las partes más altas del macizo para escapar de los españoles, y sus descendientes son los Koguis, que han permanecido aislados hasta ahora.

Se estima que en la actualidad sus descendientes "puros" suman 50.000 personas, mientras que los mestizos y zambos con sangre tairona suman varios millones de personas, principalmente en la costa caribeña de Colombia (1,5 a 2 millones en la Sierra Nevada).[4]

Dentro del territorio tairona todos los pueblos y ciudades estaban comunicados por una red de caminos de piedra, que se extendía desde las laderas bajas hasta los parajes más alejados de la Sierra Nevada. Sus viviendas tenían forma circular, construidas generalmente sobre terrazas de piedra; no tenían ventanas, los techos eran de palma de montaña. Los muros eran de adobe y piedras pequeñas, y estaban pintados con cal y agua, aunque a veces se hacían de paja en las ciudades más cercanas al agua.

En la construcción de las ciudades primero se hacían las terrazas que proporcionaban los árboles y la madera; luego estas terrazas se usaban para las labores agrícolas y para construir las viviendas. Se hacían canalizaciones para llevar el agua de montaña a las viviendas; Tanto las canalizaciones como las ciudades y las terrazas de cultivo fueron diseñadas de forma tal que evitaba la erosión.

El tamaño de cada vivienda indicaba la importancia del morador. Había también edificios especiales, como almacenes y templos.

Una de las aldeas más conocidas y de los sitios arqueológicos taironas se conoce como Ciudad Perdida. Era una ciudad importante, con cerca de 13 hectáreas, y los estudios demográficos recientes sugieren que estaba habitado por entre 1.500 a 2.400 personas que vivían en por lo menos 11.700 metros cuadrados en 184 casas redondas construidas en terrazas pavimentadas con piedra. Hay muchos otros sitios de tamaño similar o mayor.

Un lugar más grande, Pueblito está situado cerca de la costa, en el parque nacional natural Tayrona. Según la investigación de Reichel Dolmatoff, contiene por lo menos 254 terrazas y tenía una población de cerca de 3000 personas. Los estudios arqueológicos regionales demuestran que también había aldeas grandes en la ladera occidental de la sierra Nevada de Santa Marta, como Antigua y Posiguieca. Actualmente es posible acceder a Pueblito desde el Parque Tayrona, en el que existe una playa llamada la piscina, una pequeña bahía con una hilera de piedras de gran tamaño que servían como trampa para peces, por lo que los taironas venían aquí a pescar, no existe la certeza de como llegaron estas rocas, si es natural o los nativos las traían.

En la Sierra Nevada de Santa Marta hay también varios sitios de pinturas rupestres y petroglifos. Entre estos se destaca la piedra de Donama, enigmática roca tallada que, por algunos investigadores, es un código de la naturaleza.

En el área de la orfebrería los taironas tenían un papel principal, pues desarrollaron bastantes técnicas como:

Se cree que varias de estas técnicas fueron desarrolladas por los muiscas y exportadas al pueblo tairona. A su vez, a estos también se les considera exportadores de técnicas de orfebrería e hilados: mientras la mayoría de las primeras obras muiscas parecen toscas y mal terminadas (aun cuando la calidad del oro es superior), las taironas son técnicamente perfectas. La técnica de la cera perdida mejoraba la estética de las obras, por lo que los muiscas prácticamente abandonaron el método del repujado directo, que además de inexacto le restaba vida útil a la pieza (por el riesgo de cuartearse), y que también restringía las obras a láminas, ya que repujar sobre el oro bruto es casi imposible. A su vez, los taironas, al aprender métodos como la inmersión de la pieza en agua, mejoraron sustancialmente la calidad del material y la belleza del ornamento.

La cerámica tairona se ha datado a partir del año 200 a. C. y hasta el 1650, y en la costa colombiana del Caribe hay evidencia de cerámica entre al menos el 2500 a. C.. Sus trabajos era hechos en barro o en arcilla. Investigaciones recientes del arqueólogo Alejandro Dever en Chengue, Parque Tayrona, demuestran variaciones significativas para una división cronológica en cinco fases:



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