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Tampongate



El térmito «tampongate» es la denominación empleada para referirse a un escándalo surgido en 1993 en el que se vieron involucrados el príncipe Carlos de Gales y su entonces amante Camilla Parker Bowles. Este hecho se produjo apenas un mes después de que el príncipe y su esposa, la princesa Diana, anunciasen su separación, habiendo tenido lugar el año anterior otros acontecimientos de gran cobertura mediática, como la separación entre el príncipe Andrés y Sarah Ferguson o la publicación de unas fotografías en las que aparecía esta última en toples mientras un hombre le besaba los pies.

El escándalo, también conocido como «Camillagate»[1]​ y hecho público por la revista People el 17 de enero de 1993 (aunque ya para entonces al menos una revista australiana y un tabloide alemán se habían hecho eco de la noticia),[2]​ tuvo su origen en una conversación telefónica de seis minutos de duración entre el príncipe Carlos y Camilla registrada la noche del 18 de diciembre de 1989,[3]​ mientras Camilla se encontraba en su hogar y Carlos en la casa de campo de un amigo.[2]​ En dicha conversación, la cual fue grabada por un radioaficionado que detectó casualmente la llamada usando un dispositivo de escaneo de alta tecnología, Carlos y Camilla bromearon acerca de los deseos del príncipe de que la relación entre ambos fuese aún más íntima:[4]

El consenso general fue que el príncipe Carlos había avergonzado a la familia real. De acuerdo con el guardaespaldas de Diana Ken Wharfe en su libro Guarding Diana: Protecting The Princess Around The World: «La reacción fue salvaje. Las figuras del establishment normalmente leales al futuro rey y al país estaban horrorizadas, y algunos cuestionaron la idoneidad del príncipe para gobernar». Wharfe declaró también que la princesa se sintió impactada por el escándalo, el cual calificó en repetidas ocasiones de «enfermizo».[4][1]

La publicación de la conversación llevó al barón William Rees-Mogg, editor de The Times, a sospechar que el MI5 podía estar detrás del escándalo (poco antes, en un espacio de un mes, habían aparecido otras dos grabaciones de conversaciones telefónicas: una entre la princesa Diana y su amigo James Gilbey, y otra entre el príncipe Andrés y Sarah Ferguson):



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