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Terapia ocupacional en ACV



La naturaleza de las secuelas más frecuentes del daño cerebral causado por un accidente cerebrovascular (ACV) precisa de respuestas desde la interdisciplinariedad profesional[1]​ y enfoques globales e integrados. Entre los equipos profesionales que participan en la rehabilitación desde las primeras fases de atención hospitalaria hasta su último objetivo se incluye la Terapia ocupacional.

El terapeuta ocupacional, gracias a un conjunto de técnicas específicas, intentará que la persona que ha sufrido un daño cerebral recupere las capacidades sensitivomotrices, perceptivas y cognitivas disminuidas por la lesión, para conseguir el mayor grado de autonomía en las actividades de la vida diaria (AVD).[2][3]

La intensidad y extensión del déficit motor que acompaña a un accidente cerebrovascular depende de la lesión cerebral. El paciente puede presentar desde monoplejias/monoparesias hasta, tetraplejias/tetraparesias, siendo el cuadro más frecuente la hemiplejia/hemiparesia.

El déficit motor va acompañado de un trastorno del tono muscular, ya sea por exceso (espasticidad o hipertonía) o por defecto (flaccidez o hipotonía). El tratamiento irá encaminado al reaprendizaje, a través de ejercicios repetitivos, de los patrones motores perdidos, hasta que el paciente reexperimente la sensación de movimiento normal. La recuperación de la función motriz se produce craneocaudalmente: primero los movimientos gruesos y por último los finos y selectivos.[4][5]

No es frecuente la recuperación completa de la habilidad del miembro superior (sobre todo de la mano). Si el miembro afectado es el dominante y la destreza recuperada no es suficiente para determinadas AVD, realizar un cambio de dominancia.

El tratamiento motor:[6]

Los problemas motores que con mayor incidencia aparecen asociados a un ACV son:

La presencia de patrones anormales de movimiento y la espasticidad favorecen la adquisición de una postura anormal. Ya desde la fase aguda, debe procurarse mantener la simetría corporal:

Durante la ejecución de tratamiento: evitar el respaldo de la silla y realizar ejercicios de transferencia de peso corporal y de rotación de cinturas (pelviana y escapular.[8]

Son consecuencia de la suma de tres factores: Existencia de un tono muscular anómalo, que provoca una ausencia de coordinación entre músculos agonistas y antagonistas. Como consecuencia de ello, aparecen reacciones asociadas que producen cadenas de movimientos involuntarios.

Para conseguir un movimiento normal, los ejercicios realizados en terapia ocupacional irán encaminados a:

Son movimientos simultáneos de varias articulaciones, siendo imposible la actuación independiente de una articulación con respecto a las restantes. Actividades que incluyan movimientos inhibitorios de los patrones patológicos y, a su vez, realizar movimientos en otras articulaciones, que posteriormente serán disociados de la cadena cinética patológica.

Los pacientes que han sufrido un ACV, tienen muy afectadas las reacciones de equilibrio y presentan un mayor riesgo de caídas y alteraciones para ejecutar determinadas AVD (transferencias, deambulación, etc).

Debe conseguirse no solo enseñar los patrones normales de movimiento, sino intentar que el paciente los integre e identifique.[14]

Debido a distintos factores (pérdida del esquema corporal, presencia de patrones anormales, hemianopsia, etc.). Desde el principio del tratamiento deben incluirse actividades bimanuales, ya sean autoasistidas o independientes, en orden creciente de dificultad y habilidad.[15]

Entre ellas se encuentran:

Tratamiento: diminución del edema y del dolor mediante movimientos suaves.[16][17]

Las alteraciones sensitivas ocasionadas por el ACV incapacitan seriamente al paciente, incluso a aquellos en los que el déficit motor es menor. Los efectos de un déficit sensitivo son problemas de coordinación, desconocimiento del lado afectado, dependencia constante del control visual, retraso en la percepción de la sensación y debilidad motriz. La valoración de este déficit resulta más complicada en aquellos pacientes que presentan alteraciones sensoriales, perceptivas y/o cognitivas añadidas.[18]

Proporciona información sobre la posición del cuerpo, así como de la velocidad y dirección del movimiento.

Los estímulos exteroceptivos táctiles recogen información sobre tacto, temperatura, algias y presión.

La alteración visual[21]​ más frecuente asociada a la presencia de un ACV es la hemianopsia homónima contralateral,[22]​ que supone la pérdida de medio campo visual (campo visual del hemicuerpo afectado) cuando se dirige la mirada al frente.[23]

Otra técnica muy utilizada consiste en esparcir por una lámina círculos y triángulos y pedir al paciente que tache solo los círculos. Si presenta una hemianopsia dejará sin tachar los del lado que controla el campo visual afectado.

Los pacientes que han padecido un ACV pueden sufrir una incapacidad para descifrar e integrar los estímulos externos que le provocan problemas al intentar desenvolverse en su entorno, obstaculizando el reaprendizaje de las AVD.

Los problemas perceptivos más frecuentes asociados a un ACV son:

Se debe a varios factores: hemianopsia, hemianestesia y, sobre todo, pérdida de estímulos, ya que la procedencia de éstos es solo unilateral (desde el hemicuerpo sano), favoreciendo aún más el desconocimiento del lado afectado.

Es la incapacidad para discriminar táctilmente objetos tridimensionales sin apoyo visual o auditivo. Puede ser táctil, auditiva, visoespacial o incluso anosognosia.

Es la incapacidad para realizar movimientos complejos o habilidades que antes poseía, a pesar de conservar intacta la movilidad, la sensibilidad y la coordinación. El paciente es incapaz de planificar los movimientos necesarios para realizar una actividad.[28]

Es la alteración de la comunicación (hablada o escrita) debida a una lesión cerebral en la que el paciente presenta una disminución de la capacidad del uso e interpretación de algunos aspectos del lenguaje.[30]

Cuando la comunicación oral es imposible pero la capacidad de comprensión del paciente es aceptable, para conservar la relación con el entorno es útil confeccionar un cuaderno de comunicación con las actividades básicas de la vida diaria (ABVD), las cuales pueden irse ampliando según las necesidades del paciente.[32][33][34]

El paciente no tiene conciencia de su lado afectado y tiende a utilizar el hemicuerpo sano en detrimento del pléjico.

El paciente que ha sufrido un ACV encontrará una serie de dificultades a la hora de ejecutar las AVD debido a la sintomatología que la lesión le ha ocasionado.[36][37]​ El adiestramiento de las AVD debe comenzarse ante el espejo,[38]​ para posteriormente intentar ejecutarlas en ausencia del mismo.[39][40][41]



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