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Teresa de la Parra



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Teresa de la Parra cumple los años el 5 de octubre.


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Teresa de la Parra nació el día 5 de octubre de 1889.


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La edad actual es 135 años. Teresa de la Parra cumplió 135 años el 5 de octubre de este año.


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Ana Teresa de la Parra Sanojo (París, 5 de octubre de 1889-Madrid, 23 de abril de 1936), más conocida como Teresa de la Parra, fue una escritora venezolana. Es considerada una de las escritoras más destacadas de su época. A pesar de que la gran parte de su vida transcurrió en el extranjero, supo expresar en su obra literaria el ambiente íntimo y familiar de la Venezuela de ese entonces. Según Rose Anna Mueller, De la Parra «describió su educación y sus experiencias en Venezuela en un nuevo estilo libre del criollismo o estilo pintoresco en boga en la época».[1]

Incursionó en el mundo de las letras de la mano del periodismo, escribió dos novelas que la inmortalizaron en toda América del Sur: Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca. Su novela más conocida Ifigenia, planteó por primera vez en el país el drama de la mujer frente a una sociedad que no le permitía tener voz propia y cuya única opción de vida, según la sociedad, era el matrimonio legalmente constituido. Por ello, el título de Ifigenia remite al personaje griego y al sacrificio.

Teresa de la Parra nació el [5 de octubre] de 1889. Primera hija de padres venezolanos, Rafael Parra Hernaiz e Isabel Sanojo Ezpelosim de Parra. Tuvo cinco hermanos: dos hermanos mayores, Luis Felipe y Miguel, y tres hermanas menores, Isabelita, Elia, y María del Pilar.[1]​ Nació en París, porque en ese entonces sus padres se encuentran fortuitamente en esta ciudad: su padre Rafael era cónsul venezolano en Berlín.[1]​ La familia volvió a Venezuela cuando De la Parra ya tenía dos años de edad.

Su familia formaba parte de la aristocracia venezolana y al sector de los terratenientes. En la hacienda de caña El Tazón, cercana a Caracas, pasa su infancia. Tan provinciana vida se trastoca seis años después, al morir repentinamente su padre. Es una niña de once años cuando su familia decide fijar residencia en Europa. Se instalan en Mislata (Valencia), España, y Teresa es internada en el colegio religioso Sagrado Corazón de Godella (Valencia). Allí comienza a expresar su inquietud por la poesía. Las obras literarias de Teresa de la Parra son altamente influenciados por Romain Rolland, Gustave Flaubert, Marie-Henri Beyle (Stendhal), Guy de Maupassant, y autores contemporáneos Pierre Loti, Maurice Maeterlinck, Alphonse Daudet, Anatole France, y las mujeres francesas escritoras, Gyp, Marcelle Tynaire, Sidonie-Gabrielle Colette y Ana de Noailles (Mueller, 2012, p. 5). A la edad de 19, el poema que escribió para celebrar «el día de la beatificación de la Venerable Madre Magdalena Sofía Barat» le ha llevado a ganar el primer premio y se puede encontrar «en el Boletín del Sagrado Corazón» (Mueller, 2012, p. 4).

En 1910, los Parra Sanojo están de vuelta en Caracas. Viven en una casa de estilo colonial, situada entre las esquinas de Torre y Veroes. En las tertulias que allí se organizan, y en frecuentes reuniones que se dan en los cafés o "botellerías" de la Caracas de principios del siglo XX, la joven escritora toma apuntes sobre los modismos del español caraqueño, de sus maneras, de sus variantes. Tiene una gran fascinación por el habla coloquial, pero, a diferencia de lo que estila el costumbrismo, reproducirla no será el fin de su obra, se trata sólo de un recurso para contar historias.[cita requerida]

En 1915 bajo el seudónimo de Fru-Fru, de la Parra publicó dos cuentos «Un evangelio indio: Buda y la leprosa» y «Flor de loto: una leyenda japonesa» en el periódico El Universal.[2]​ Probablemente los otros cuentos de este periodo no publicadas hasta 1982 son «El ermitaño del reloj», «El genio del pesacartas» y «La historia de la señorita grano de polvo, bailarina del sol».[2]​ Asimismo, en 1920 publicó en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo Gallegos, su «Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente», que en realidad es una ficción basada en las cartas enviadas por su hermana en numeroso viajes.[2]​ Ese mismo año, de la Parra publicó «Mama X» en un concurso nacional de cuento patrocinado por el diario El Luchador y ganó un premio especial. En vista de su éxito, José Rafael Pocaterra, editor de la revista Lectura Semanal, la invitó a publicar «Diario de una señorita que se fastidia» en la revista y emitió seis mil copias que se vendieron a cabo en unos pocos días.[2]

En 1923 se traslada a París. En 1924 publicó bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, su primera y más famosa novela Ifigenia, la cual la llevó a participar en un concurso literario en París, auspiciado por el Instituto Hispanoamericano de la Cultura Francesa, obteniendo el primer premio.[3]​ Un poco después, Ifigenia fue traducido al francés por Francisco de Miomandre, un conocido escritor. y mediador entre Francia y América española.[4]​ Su fama creció hasta convertirse en una de las escritoras más destacadas de Latinoamérica y colocarse al lado de Gabriela Mistral, con quien mantuvo una estrecha amistad. En 1927, fue invitada a Cuba para participar y hablar de Simón Bolívar en el Congreso de Prensa Latina; el tema de su discurso fue "La influencia oculta de las mujeres en la Independencia y en la vida de Bolívar". Fue entonces cuando se encontró con alguien que tendría un papel importante en su vida durante sus últimos años, Lydia Cabrera.[4]​ En 1929 publicó su segunda novela, Memorias de Mamá Blanca aparecido en español y en francés.[4]

En 1930, recibió una invitación para ir a Colombia a dar una serie de conferencias, publicada bajo el título "Tres conferencias inéditas", sobre el papel de la mujer en la cultura española e historia desde la época colonial hasta el presente y aclara que su feminismo es moderado,[4][5]​ define la identidad femenina de un modo abierto y dice que una escritura femenina no tiene que limitarse al tema de amor, y no es en la temática donde se identifica.[6]

Teniendo fe en encontrar un remedio para su enfermedad, Teresa de la Parra pasó muchos años en las instituciones médicas. En la forma de una carta, ha escrito a sus amigos, describiendo cómo su horario diario está viviendo en sanatorios. (Mueller, 2012, p. 284)

Teresa de la Parra es bien reconocida por su amor por una manera fácil y relajada de la vida y su pasión por la moda. Desafortunadamente, la muerte cobró su vida en la casa de Madrid donde vivía una vida incómoda. Había gente que entraba y salía de su casa que perturbaba la paz y la tranquilidad que le gustaría haber tenido. A pesar de que el ambiente en el que estaba podría haber sido mejor, de la Parra murió en la presencia de su familia, como «su madre, su hermana y su mejor amiga, Lydia Cabrera» (Mueller, 2012, p. 284).

Como consecuencia de perder la batalla contra la tuberculosis y el asma, Teresa de la Parra murió el 23 de abril de 1936 (Mueller, 2012, pp. 284/294). Desafortunadamente, Parra nunca tuvo la oportunidad de escribir una autobiografía[7]​ y los críticos se quedaron sin interpretar partes desconocidas de su vida a través de su literatura.[7]​.

Originalmente, los restos de Teresa de la Parra se encontraban en el cementerio de la Almudena, en Madrid. En 1974, fueron repatriados a su tierra natal en Caracas para estar unidos con los restos de su familia «en la cripta de la familia Parra Sanojo» que se encuentra en el Cementerio General del Sur. Sin embargo, para celebrar el año centenario de su nacimiento, en 1989, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional de Venezuela, en Caracas.[8]

En 1930, Teresa de la Parra fue invitada a ofrecer una serie de conferencias en Bogotá. El contenido de esas conferencias fue publicado en 1961. Estos textos se refieren a la influencia de las mujeres en la cultura e historia española. En estas conferencias Teresa de la Parra compartió sus ideas acerca del feminismo y dijo que las mujeres deben ser fuertes y sanas, deben trabajar y ser financieramente independiente, y deben considerar a los hombres como a sus amigos y compañeros, no como su propietario o enemigos. Ella se llamó a sí misma una feminista moderada, y argumentó que un cambio radical y abrupto no traería estabilidad entre los dos sexos.[9]

En 1924, se publica la primera gran novela de esta escritora, firmada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra. El nombre Teresa provenía directamente de una serie de mujeres de su familia que llevaban este nombre, comenzando con su tatarabuela Teresa Jerez de Aristeguieta, prima del libertador Simón Bolívar y madre del general Carlos Soublette, héroe venezolano. Así, cambiando sólo un poco su propio nombre, utilizó el seudónimo como un antifaz con el que se ocultó a medias y con el que quedó inmortalizada.[cita requerida]

Trata la historia de la joven María Eugenia Alonso, una chica de dieciocho años, bonita, animada e inteligente que regresa a Caracas después de la muerte de su padre. Había vivido en Francia durante muchos años y se ha olvidado de sus costumbres nativas venezolanas. A su regreso, descubre que su tío Eduardo ha robado su herencia y ahora es totalmente dependiente de su tío. A pesar del amor hacia su abuela y su tía Clara, a María Eugenia se le dificulta encajar en la atmósfera de la sociedad caraqueña.[10]

La novela comienza con una larga carta a la amiga de la infancia del narrador, Cristina de Iturbe, a quien conoció en París. En la carta, María Eugenia relata sus experiencias en París y se presenta a sí misma como una mujer sofisticada, moderna y atrevida. Sin embargo, ella está atrapada por la vieja tradición de su sociedad nativa. Más adelante en la historia, María Eugenia se reúne con Mercedes Galindo, quien tiene un papel importante en la vida de María. Mercedes es una mujer sofisticada de unos treinta años y simboliza todo lo que María le gustaría ser: Exótica, moderna, encantadora y hermosa, Mercedes tiene el estilo de vida que María desea tener. En compañía de Mercedes, María se siente liberada de la atmósfera sofocante de su casa. Allí, conoce a Gabriel Olmedo de quien se enamora perdidamente. No obstante, Gabriel se casa con otra mujer y Mercedes se traslada a Francia. María a continuación, pasa los próximos dos años en la casa de su abuela leyendo mucho y aceptando gradualmente las normas de la sociedad caraqueña.[11]​ Después de dos o tres años se le permite tener un pretendiente cuyo nombre es César Leal. Como María lo desprecia, su tía Clara y su abuela la presionan para aceptar su cortejo. Por otra parte, Gabriel nunca será capaz de apreciar a su esposa, actuando de manera dominante y opresiva. Cuando su tío Pancho está a punto de morir, María se reúne con Gabriel de nuevo, quien es infeliz con su matrimonio y le pide a María irse con él. Pero ella abandona a Gabriel y a su felicidad, para sacrificarse en pro de la reputación familiar, su seguridad y su libertad.[10]

En Ifigenia, Teresa de la Parra explora el tema de la identidad femenina a través del desarrollo psicológico y emocional de su protagonista, María Eugenia Alonso.[11]

Ifigenia fue la primera gran novela venezolana que marca la madurez del género en las letras del país; fue escrita al terminar la Primera Guerra Mundial. Publicada en 1924, escrita en forma de diario personal, fue la primera novela publicada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra. La novela no fue considerada una obra feminista hasta los años 1980.[12]​ Refleja la inconformidad de una joven que no tiene voz propia ni posibilidad de elegir su destino en un mundo que, según su definición, es «un banquete de hombres solos». La novela muestra la realidad de muchos de los contemporáneos de la autora. Por esta razón, y por su genuina representación de una mujer en busca de su propio ser, la novela es un logro importante de la época.[13]​ El texto abre el camino hacia una nueva valoración de la mujer. En clave literaria, es manifestación de lo que la misma autora define como un feminismo moderado, en el que la mujer debe conquistar su puesto en el mundo no a través de una "revolución", sino de una "evolución" que le permita crecer como ser humano. Tal pensamiento refleja, definitivamente, su propio desempeño vital, y se adelanta como práctica de vida a circunstancias que no serán cotidianas en el mundo sino un siglo más tarde. La novela, además de un difícil e interesante tema para la época, muestra muchas de las costumbres venezolanas. Particularmente, las de la vida de Caracas.

Se puede suponer que la autora ha transformado algunas de sus primeras experiencias en la ficción y en la vida de María Eugenia Alonso. A esto se le suma el punto de vista a través del cual se presenta la vida de la protagonista, el cual revela la capacidad analítica e irónica de la autora. De hecho, la vida de la autora era muy diferente de la vida de su personaje, que se casó con un hombre que despreciaba. Teresa de la Parra nunca se casó y durante toda su vida se dedicó a escribir, viajar y cultivar las relaciones con familiares y amigos. A diferencia de su personaje, ella no se sofoca en la vieja tradición.[14]

El tío de Antonio de la Parra fue la inspiración para el personaje de "Tío Pancho" en Ifigenia. Cabe señalar, de hecho, que una gran cantidad de componentes de la vida de la autora inspiró su primer libro. La protagonista María Eugenia, por ejemplo, asiste a la escuela en París, donde de la Parra nació y se crio, mientras que tanto el protagonista como la autora tienen padres venezolanos.[1]

En 1986 el director de cine Iván Feo lleva la novela a las pantallas de cine con el mismo título: Ifigenia.

Cuando Ifigenia fue publicado en 1924 creó tensión. Ganó el primer lugar en el Concurso de autores americanos en Francia en el mismo año y una traducción en francés apareció muy poco después.[3]​ La obra presenta problemas que el público lector no podía aceptar en ese momento. Incluye observaciones negativas de la de Parra sobre la atmósfera sofocante de la sociedad de Caracas que la gente no gusta ser recordado. En una carta a su amigo Rafael Carías, de la Parra se queja de mala percepción de los lectores de la ironía de Ifigenia.[11]

Es su segunda novela, publicada en 1929, considerada un clásico de la literatura hispanoamericana, constituye la primera gran novela de evocación de la literatura venezolana. Fue escrita en Europa durante una autorreclusión en Vevey, Suiza, que Teresa de la Parra se impuso para terminar la obra. En ella aborda el tema de la memoria, de la saga familiar, ilustra el ambiente de su niñez, mostrando personajes y costumbres de la época. La exploración de la intimidad de la familia de Mamá Blanca es, además reflejo de la intimidad misma del venezolano, tema que siempre le fascinó. La novela relata momentos importantes de su infancia, en especial sobre la relación con su familia. Se desarrolla en la hacienda de su padre en la que existía un trapiche para fabricar papelón. Son éstas las memorias de una jovial anciana que cuenta sus travesuras infantiles. Teresa de la Parra conoció casualmente a esa anciana, con la que no estaba ligada por ningún lazo de parentesco pero sí por misteriosas afinidades espirituales.[cita requerida]

A lo largo de sus páginas, los ojos de Blanca Nieves van describiendo personajes emblemáticos de un país que experimentaba un profundo proceso de transformaciones políticas, sociales, culturales y económicas. Entre los personajes están Evelyn, la estricta mulata traída de Trinidad, el Primo Juancho, el ilustrado europeísta y Vicente Cochocho, peón de hacienda, quien se expresaba con palabras propias del siglo XVI.

La segunda novela de Teresa de la Parra, Mamá Blanca no recibió el mismo nivel de aceptación que Ifigenia consiguió entre sus lectores. Como cuestión de hecho, al que le gustaba Ifigenia mostró la reacción opuesta a Mamá Blanca (Mueller, 2012, p. 71).

La serie de historias cortas que Teresa de la Parra escribió alrededor de 1915 muestra una facilidad particular en el lenguaje y una expresión elegante que también caracterizan su obra posterior. Estas historias, sin embargo, no tienen ninguno de los temas que ella explora en sus obras mayores. En cambio, tienen una afiliación con el modernismo, en particular con los textos de Rubén Darío en Azul... (1888). Más tarde, ella se escapa de la sombra del movimiento literario de la época en América Latina y desarrolló su propia voz.[4]

Los temas que interesaban a Parra incluyeron el uso del lenguaje. Por ejemplo, en sus obras explora la expresión de la mujer a través de las palabras, y en frente de la represión masculina.[15]​ Por ejemplo, Parra reconoce que dentro del patriarcado la voz de las mujeres suele ser reprimida en su expresión, mientras que la de los hombres es dominante. Parra juega con la expresión femenina silenciada a través del personaje de María Eugenia en Ifigenia.[16]​ Otro tema incluye los papeles de la mujer dentro de la sociedad. A menudo se ven dos tipos de mujeres: tradicional y conservadora, o rebelde.[17]

Varios críticos han dicho que su trabajo es único. No iniciar un nuevo movimiento literario, ni podría ser definido en cualquier movimiento literario establecido. Gómez Gil escribió que de la Parra "dio estímulo a una rica literatura femenina que floreció en casi todos los países de Hispanoamérica."[18]

Los historiadores de la literatura tenían diferentes opiniones sobre su estilo. Algunos la pusieron dentro de los "narradores más subjetivos que objetivos" y sus obras como "novelas psicológicas y filosóficas". Fernando Alegría la clasifica bajo la etiqueta de "regionalismo", sin embargo Gómez Gil la considera parte del "realismo al estilo europeo". Ifigenia y Mama Blanca, sin duda, deben caracterizarse por el realismo y el regionalismo porque muestran las costumbres, las tradiciones y las vidas venezolanas, de las que hablan con absoluta fidelidad y veracidad.[18]

La crítica Rose Anne Mueller compara a Teresa de la Parra con la novelista inglesa, Jane Austen, dado el hecho que en Ifigenia de la Parra escribe sobre la sociedad de la élite, y dada su fuerte enfoque en asuntos de clase y las modalidades. Además, sugiere Mueller, "sus asociaciones y relaciones con varios miembros de la intelectualidad de su generación la convirtió en una de los primeros intelectuales públicos femeninos. De la Parra fue muy por delante de su tiempo de varias maneras."[19]​ Teresa de la Parra también ha sido comparada con Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Shakespeare, Anatole France, Gutiérrez Nájera, Marcel Proust, los franceses Post-simbolistas, Cervantes, Eça de Queirós, y los pintores Van der Weyden y Memling.[20]

La novela Ifigenia ha encendido el escrutinio público. Antes de la década de 1970, la voz femenina ha planteado algunos retos para la crítica masculina. Sin lugar a dudas, la primera novela de Teresa de la Parra ha servido valiosa para las mujeres, ya que significó su lucha contra los actos injustos causados a ellas por la sociedad. En la década de 1920, sus escritos tienen las mujeres verdaderamente empoderados especialmente en América Latina. Esencialmente, Ifigenia cuestiona la dominación de los hombres en la sociedad. Es sin duda que las obras de Teresa de la Parra ha fortalecido la resistencia de las mujeres en la escena de ficción latinoamericana.[21]

Dolores Ramírez argumenta que Ifigenia ofrece una perspectiva sobre las relaciones entre mujeres, lo que podría ser visto como una amenaza al patriarcado. Cuando las mujeres tienen relaciones cercanas, como María Eugenia y Mercedes, esto disminuye el papel central de las relaciones heterosexuales. Además, Ramírez cree que se puede existir el deseo sexual entre María Eugenia y Mercedes.[22]

De hecho, se puede decir que Ifigenia marca una revolución en el campo de la literatura en América Latina, ya que "escrutando la trama romántica femenina sí, Parra desafía y transforma la tradición de la novela en la América española, mientras que sobre la base de una historia literaria femenina única" (Byron, 2003, p. 376).



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