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Treinta piezas de plata



Treinta piezas de plata fue el precio por el cual Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret, según el Evangelio de Mateo[1]​ en el Nuevo Testamento cristiano. Antes de La Última Cena, Judas se dirigió a los sumos sacerdotes y acordó entregar a Jesús a cambio de treinta monedas de plata. Luego de hacerlo, se llenó de remordimiento y retornó el dinero.

El Antiguo Testamento también menciona las treinta piezas de plata, en los libros de Éxodo y Zacarías. Algunos académicos sugieren que estas referencias pueden haber estado en la mente de Mateo cuando escribió su relato.

El tipo de monedas no ha podido ser identificado de forma precisa, aunque la imagen ha sido utilizada a menudo en obras de arte que representan la Pasión de Cristo. La frase es usada en literatura y el habla común para referirse a personas que se traicionan a sí mismas o a sus asociados para obtener algún beneficio

Según los Evangelios, Judas Iscariote era un apóstol de Jesús. Antes de La Última Cena, Judas se dirigió a los sumos sacerdotes y acordó entregar a Jesús a cambio de treinta monedas de plata.[2]​ Luego, Jesús fue arrestado en Getsemaní, donde Judas reveló la identidad de Jesús a los soldados al darle un beso en la mejilla.[3]

Según el capítulo 27 del Evangelio de Mateo, Judas se arrepintió y devolvió el dinero a los sacerdotes antes de suicidarse con una horca. Los sumos sacerdotes decidieron que no podían ponerlo en el tesoro del templo, por lo que fue utilizado para comprar el "campo del alfarero".[4]

El término utilizado en Mateo 26:15 (arguria) significa simplemente "monedas de plata"[5]​ y existen desacuerdos sobre la identidad de las monedas involucradas.

Donald Wiseman sugiere dos posibilidades para la identidad de las monedas usadas para pagar a Judas. Podrían haber sido tetradracmas de Tiro, usualmente denominados siclos, o pueden haber sido estateros de Antioquía, que llevaban el rostro de César Augusto.[6]​ Alternativamente, podrían haber sido tetradracmas tolemaicos.[7]

En el Libro de Zacarías 11:12-12, treinta piezas de plata es la cantidad que Zacarías recibe por su trabajo. Toma las monedas y las arroja "al alfarero". Klaas Schilder señala que el pago de Zacarías indica una evaluación de su valor, así como su despido.[8]​ En Éxodo 21:32, treinta piezas de plata eran el precio de un esclavo; por ello, cuando Zacarías califica a dicha cantidad un "precio atractivo",[9]​ sería un sarcasmo; sin embargo, Barry Webb estima que era una «suma considerable de dinero».[10]

Schilder sugiere que, a continuación, estas treinta piezas de plata «circulan de ida y vuelta por el Espíritu de las profecías».[11]​ Cuando los sumos sacerdotes deciden comprar un campo con el dinero devuelto, Mateo afirmó que con esta acción «se cumplió lo que había dicho por Jeremías». A saber, «tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor».[12]​ Si bien muchos académicos ven un error en la inclusión del nombre de Jeremías,[13]​ la compra de un campo por parte de Jeremías[14]​ puede indicar que ambos profetas estaban en la mente de Mateo cuando escribió su evangelio.

Craig Blomberg argumenta que Mateo estaba usando una tipología en su cita, más que «cualquier clase de realización individual o doble de la profecía real». Según Blomberg, Mateo está diciendo a sus lectores que «como Jeremías y Zacarías, Jesús trata de conducir a su pueblo con un sacerdocio profético y pastoral, aunque termina sufriendo inocentemente en sus manos».[15]​ Blomberg también señala que Mateo también podría estar diciendo que «la muerte de Jesús es un rescate, el precio pagado para asegurar la libertad de un esclavo» y que el uso del dinero para comprar una terreno de sepultura para extranjeros[16]​ puede aludir a la idea de que «la muerte de Jesús hace posible la salvación para todos los pueblos del mundo, incluyendo los gentiles».[17]



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