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Tresante



La historiografía llama tresantes (en griego antiguo: οἰ τρέσαντες hoi trésantes ‘trepidantes’) a los espartiatas que habían sido culpados de atimia, y en consecuencia privados de la ciudadanía plena y de la condición de homoioi, a causa de haber mostrado cobardía (griego κακοί, kakoí) o desobediencia durante una campaña militar.[1]

Estos individuos no habían exhibido la andreía, el valor que caracterizaba al espartiata, quien, como afirma el rey Agis II, «no pregunta cuántos son los enemigos, sino dónde están».[2]

Pero ocurre que hasta mediados del siglo V a. C. —tal vez hasta el terremoto que diezmó la población espartiata— la cobardía no sólo implicaba retroceder ante el enemigo, sino el mero hecho de sobrevivir a una derrota, una vergüenza que no era tolerada.

Sin embargo, como consecuencia del progresivo e imparable descenso del número de hoiomoi, esta actitud fue objeto de revisión, suavizándose poco a poco, hasta que tras el desastre de Leuctra en 371 a. C., donde murieron 400 de los 700 espartiatas participantes, Agesilao II propuso dejar que «la ley durmiera ese día»[3]

Los tresantes eran excluidos de las sisitias, del gimnasio y de los equipos del juego de pelota. Se les relegaba a los últimos puestos en las danzas rituales. En la calle, debían ceder el paso y pasear con aire triste, ya que sus conciudadanos podían golpearlos; debían llevar ropa sucia y remendadas y afeitarse sólo una parte de la barba. Debían levantarse ante sus menores. Nadie les dirigía la palabra, nadie les daba fuego. Sus hijas se quedaban solteras y a su cargo. Si estaban solteros, no podían casarse, y se les aplicaba la multa de los solteros. Según Plutarco, eran excluidos de las magistraturas. Tucídides añade que no podían hacer transacciones legales.

Los malos tratos infligidos a los tresantes recuerdan las condiciones de vida de los hilotas. Según Antíoco de Siracusa,[4]​ los hilotas son antiguos tresantes: Antíoco dice que, «durante las guerras mesenias, aquellos lacedemonios que no tomaron parte en la expedición fueron declarados esclavos y llamados hilotas; en cuanto a los niños nacidos durante la expedición, se les llamó partenias y se les disminuyó todos los derechos.»

Sin embargo, los tresantes podían acceder a los lugares públicos, contrariamente a los hilotas, que sufrían una exclusión total. Además, podían redimirse en la guerra, como en el caso de los guerreros de Esfacteria que fueron finalmente rehabilitados.



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