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Trova rosarina



¿Dónde nació Trova rosarina?

Trova rosarina nació en Argentina.


La trova rosarina es el nombre de un movimiento dentro del rock argentino en particular, que apareció a inicios de los años '80 en la ciudad argentina de Rosario. Musicalmente la trova rosarina fue importante porque se caracterizó por ser una fusión de varios géneros musicales, lo que llevó a que en el género hubieran canciones más cercanas al rock, otras al folklore argentino, tango, ritmos rioplatenses, canción de protesta, música ciudadana o pop melódico. Lo que tenían en común sus artistas era que venían de Rosario y buscaban expresar un mensaje común de disconformidad con el régimen militar.

La trova rosarina surgió en medio de un clima de descontento con el régimen de la última dictadura cívico-militar argentina y en que los artistas buscaban diferenciarse del estilo musical de la década anterior. En el caso de la trova rosarina, se diferenciaron usando letras que hablaban abiertamente de la situación en la época dictatorial,[1][2][3][4]​ en lugar de mantenerse en silencio como había sido en el jazz rock y rock progresivo de la anterior década. El movimiento tuvo un gran éxito en la etapa tardodictatorial de 1982-1983, y fue uno de los protagonistas de la revitalización del rock argentino que sucedió cuando la Guerra de Malvinas dio pie a que los artistas nacionales fueran pasados en las radios. Causaron gran impacto sus letras, su estética y el hecho de que un movimiento surgido en el interior del país acaparara la escena nacional.[1][3]​ Después, con la llegada de la democracia y el auge de la new wave y el pop rock argentinos, el movimiento fue conviviendo con muchos otros, [5]​ y sus artistas se abrieron buscando sus propias carreras.

No obstante, su principal legado es que fue uno de los movimientos que realizó la transición del sonido del rock argentino de los años '70, al sonido característico de los años '80, que llevaría a que el rock argentino se expandiera por toda Latinoamérica.

Entre los trovadores rosarinos se encuentran nombres que serían grandes figuras de la música argentina: Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Fito Páez, así como compositores de extraordinaria sensibilidad como Jorge Fandermole, Adrián Abonizio y Rubén Goldín.

A fines de los años '70 el panorama musical argentino (especialmente el del rock) era nefasto, con censura y persecuciones por parte de la dictadura argentina. Musicalmente, en el rock argentino estaban como principales exponentes el jazz rock y el rock progresivo, que guardaron silencio durante la dictadura y no hicieron abiertamente letras que criticaran al Proceso. A inicios de los '80, el debilitamiento de una dictadura decadente y que estaba jaqueada económicamente por la crisis llevó a que artistas se animaran cada vez más a enfrentarla, y empezaran a buscar formas de expresar su disconformidad con el régimen militar,[1][2][3]​ esto se dio en varios géneros simultáneamente por aquella época: en el heavy metal fue con Riff, en el punk fue con Los Violadores, y en la música divertida fue con Virus.

En la escena de Rosario algunos artistas de la futura trova rosarina ya habían tocado juntos en la década anterior: El Banquete había reunido a Rubén Goldín, Adrián Abonizio y un catorceañero Fito Páez en 1977, e Irreal había juntado a Abonizio y Juan Carlos Baglietto entre 1975 y 1979. Irreal se había separado por agresiones de comandos parapoliciales que perseguían a la banda por su adhesión a una organización de músicos independientes rosarinos. Pero antes, la banda había dado un recital en capital que en el momento fue bastante estéril, pero que a largo plazo sería crucial por lo que resultaría de aquella experiencia.[5]

La trova rosarina nació en el año 1980,[5]​ cuando Baglietto y los otros artistas rosarinos que eventualmente formarían la movida, empezaron a confluir en los mismos lugares del circuito artístico de Rosario, entre ellos el Teatro Lavardén[6]​ y el Café de La Flor,[5][7]​ ambos claves en esos primeros años de la formación de la trova rosarina. No obstante, cabe destacar que en un principio el movimiento no tenía nombre, no se llamaban a sí mismos trova rosarina.[8][9]

Los músicos tampoco provenían de un mismo género musical, algunos como Fito Páez tenían una formación más roquera, otros, como Fandermole eran de raíz folklórica, Goldín practicaba jazz, Abonizio era el más cercano al tango.[1][10][11][12]​ Pero encontraron en los puntos artísticos rosarinos un espacio en común, desde el cual expresar su mensaje común: el compromiso social y la crítica a un régimen opresor.

A partir de 1981 empezaron a encaminarse los hechos que eventualmente darían lugar al auge de la trova rosarina: Baglietto estaba en el Café de La Flor, donde se iba a presentar Facundo Cabral. Junto a Cabral estaba su representante, Julio Avigliano, quien ya había visto a Baglietto con la banda Irreal tiempo atrás en aquel mencionado show en capital y había quedado impresionado. Tiempo después Avigliano invitó a Baglietto para que sea el representante de Rosario en un festival en el Estadio Obras Sanitarias organizado por la Revista Humor.[13][5]​ Este festival se realizaba como burla a la llegada de Frank Sinatra al país: por ejemplo, la entrada para el recital del estadounidense salía 1000 dólares, el de la revista Humor tan sólo 1 dólar.[5]

Baglietto accedió, pero pidió que para publicitar el recital también fueran promocionados los nombres de sus compañeros de banda rosarinos, de esta forma dándoles una mano y no olvidándose de quienes lo condujeron al éxito.

Este episodio demuestra lo muy unidos que estaban los integrantes de la trova rosarina: no era sólo el hecho de detalles como que Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré fueran novios, sino que realmente se movían como un grupo donde todos se ayudaban a todos. Aparte este episodio expone a Baglietto como lo que era, un líder solidario y agradecido con sus compañeros, que cuando comenzó a despuntar como líder del movimiento y su nombre empezó a sonar fuerte para ser convocado para recitales, él no se olvidó de sus compañeros, les tendió una soga para que ascendieran junto a él en la escena musical.

Aquel recital fue el 7 de agosto de 1981 y los rosarinos tuvieron buena recepción en el público porteño.

Alrededor de esa época Baglietto grabó su álbum Tiempos difíciles, que no sería lanzado hasta el año siguiente.

En febrero de 1982 sería el Festival de La Falda en Córdoba, con presentación de Baglietto y particular consternación del público cuando estrenó la canción "Mirta, de regreso". El buen recibimiento en los recitales en los festivales de la revista Humor y de La Falda serían un prefacio del estallido del fenómeno.

En 1982, y viendo cómo ascendía el prestigio en el ambiente de Baglietto y sus compañeros rosarinos, el representante Avigliano les consiguió un recital en el Estadio Obras Sanitarias de Buenos Aires para mayo de ese año.

Entre medio, comenzó en abril la Guerra de Malvinas, que provocó que el régimen militar estableciera la censura a la música en inglés. Pero ahora la grilla de programación en las radios había quedado vacía, y entonces el régimen le abrió las puertas a los artistas locales, para que pudieran rellenar el espacio radial.

Simultáneamente, se produjo el lanzamiento del álbum de Juan Carlos Baglietto, Tiempos difíciles, que ya había sido grabado alrededor de agosto del año anterior. El timing era perfecto.

El 14 de mayo de 1982, Baglietto y su banda conformada por Fito Páez, Silvina Garré, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio, Rubén Goldín y Lalo de los Santos, presentó Tiempos difíciles en Obras. El recital fue todo un éxito en una escena porteña que estaba agonizando y que estaba buscando nuevos artistas que asumieran el protagonismo del rock,[2][3]​ y marcaría el despegue no sólo de Baglietto sino de todo el movimiento de artistas rosarinos.[1]

Un periodista porteño inventó entonces el término trova rosarina para referirse a la nueva generación de músicos de Rosario que estaban acaparando la escena porteña.[8][9]

El fenómeno de la trova rosarina estalló en todo el país, a la gente le fascinaba que por primera vez unos músicos hablaran abiertamente en sus letras contra la dictadura y la violencia.[2][3]​ En un país fuertemente centralizado en la capital, la gente quedó impactada porque un movimiento musical nacido en el interior del país conquistara la escena porteña, y el movimiento fue apoyado especialmente por la gente del interior.[2][3]​ También causó impacto ver en el mainstream nacional a un artista con la estética de Baglietto, con barba frondosa y pelo largo, pues hasta ese momento la dictadura sólo había dado lugar a artistas con estética prolija, por lo que la estética desaliñada de Baglietto había estado limitada hasta ese momento a ambientes marginales.[1][3]

Baglietto era la punta de lanza de todos los músicos que le seguían desde atrás,[2]​ él le había puesto su voz a tres temas que habían sido compuestos por sus compañeros y que fueron particularmente exitosos en la época de Malvinas:[14]​ "Era en abril" (de Fandermole), "Mirta, de regreso" (de Abonizio) y "La vida es una moneda" (de Fito).

Como ya se ha mencionado, el timing en que aparecieron en escena fue perfecto, ya que con la Guerra de Malvinas y la apertura a los artistas locales, los trovadores rosarinos serían de los más fuertemente utilizados para cubrir el espacio radial que había quedado vacío con la prohibición a las letras en inglés.[2]​ El movimiento asumiría el protagonismo de la escena musical argentina de la época tardodictatorial de 1982-1983.

Como muestra del gran lanzamiento que dio a sus músicos, es de destacar que en mayo de 1983 se realizó el festival Rosariazo Rock, donde participaron los artistas del movimiento y se grabó un álbum doble en vivo.

A algunos les molestó la sobreexposición de la trova rosarina en las radios por esta época. A otros no les atrajo el estilo, no porque hablara abiertamente de la dictadura, sino porque lo hacía desde un tono bastante melancólico, lo que llevó a que empezaran a decir que los rosarinos eran tristes o deprimentes.[2][8][15]

Empezaban a llegar los sonidos modernos de afuera con las visitas a Argentina de The Police en 1980 y Queen en 1981, la población empezaba a buscar un estilo musical moderno y enérgico a tono con el descubrimiento de la new wave extranjera.

La llegada de la democracia a Argentina en diciembre de 1983 en medio de un clima social festivo y de alegría marcó que avanzaran la new wave y el pop rock argentinos, que con sus ritmos enérgicos y su estilo desacartonado promoverían bandas que se harían con el protagonismo de la escena musical argentina, y eventualmente, de toda Latinoamérica.

La trova rosarina como movimiento fue perdiendo fuerza,[5]​ y sus artistas fueron desarrollando sus propias carreras solistas. Pero su legado, ser uno de los movimientos que oficiara de transición entre el sonido del rock argentino de los '70 y el que conquistaría el continente en los '80, ya estaba cumplido.



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