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Turberas



Una turbera es un tipo de humedal ácido en el cual se ha acumulado materia orgánica en forma de turba. Las turberas son cuencas lacustres generalmente de origen glaciar que actualmente están repletas de material vegetal más o menos descompuesto y que conocemos como turba de agua dulce.[1]

Las turberas se originan cuando el material orgánico depositado excede al descompuesto en una laguna o pantano. De esta manera la laguna o pantano puede terminar por rellenarse de material orgánico, y partes considerables de la turbera pierden contacto con el agua de las vertientes y el agua subterránea, por lo que pasan a abastecerse principalmente de agua de lluvia, lo que equivale a un régimen ombrotrófico para el ecosistema. Cuando esto ocurre se ven favorecidas especies como los musgos del género Sphagnum, que sobreviven en aguas de pocos nutrientes. La acumulación de turba depende de los siguientes factores: productividad, acidez, especies que habitan el lugar y decaimiento aeróbico anaeróbico.

En las turberas se suelen hallar dos estratos: el acrotelmo, una zona óxica superficial; y el catotelmo, una anóxica debajo del acrotelmo.[2]​ El nivel de la tabla de agua fluctúa dentro del acrotelmo, por lo que aquí ocurre la mayor parte del decaimiento aeróbico. El catotelmo, en cambio, está permanentemente bajo el nivel freático, y aquí ocurre solo un decaimiento parcial del material orgánico por parte de bacterias anaeróbicas. El decaimiento en el acrotelmo produce principalmente dióxido de carbono (CO2), mientras que en el catotelmo se produce CO2 y metano (CH4), aunque parte del metano decae en CO2 cuando pasa por el acrotelmo.[2]

Las turberas son ecosistemas que cumplen valiosas funciones ambientales las cuales, frecuentemente, no son suficientemente divulgadas.

Se produce a través de la regulación del ciclo de carbono. En las turberas del mundo se encuentran grandes depósitos de carbono. El carbono almacenado en las turberas del mundo representa el 30% del total disponible en el subsuelo continental, duplica la biomasa forestal mundial y se aproxima al total de la biomasa terrestre. Es equivalente también al 75% del carbono atmosférico.[3]​La mayoría de las turberas del mundo han acumulado turba a lo largo del Holoceno. Este proceso es constante en las turberas activas, que pueden acumular hasta 1 mm de turba por año, lo que implica la captación de carbono atmosférico, proceso opuesto al de emisiones de gases de efecto invernadero.

Las turberas tienen gran capacidad para acumular agua en el interior de su cuerpo, en lagunas interiores y en el microrrelieve.[4]​ Tienen la capacidad de retener agua cuando hay excesos de precipitación y transferirla lentamente a los sistemas de drenaje, mitigando las crecidas y aportando agua en épocas de déficit hídrico.[5]

Las turberas, como otros humedales, tienen la capacidad de retener metales pesados y otros elementos tóxicos, por lo que mejoran la calidad del agua. Controlan la erosión en virtud de presentar una cobertura vegetal resistente a procesos erosivos y reducen así la concentración de sedimentos en suspensión en las vías fluviales.

Existen muchas especies vegetales que solo se desarrollan en este tipo de ambientes, en tanto que la avifauna es variada y frecuente en ellas, ya que brindan condiciones especiales para la reproducción.

Si bien las turberas se han adaptado a cambios de clima ocurrido durante más de 10 000 años, son en extremo sensibles a los efectos de la actividad humana. El drenaje mediante la construcción de zanjas es una modalidad eficaz para la degradación de estos humedales y acelerar la descomposición de la materia orgánica. La depresión del nivel freático deja en condiciones de permanente oxigenación estratos en los que naturalmente no había presencia de bacterias aeróbicas. En una etapa posterior el proceso se acelera por la invasión de plantas arbustivas que encuentran mayores posibilidades de desarrollo para sus raíces. Estas raíces favorecen el ingreso de oxígeno y de agua de percolación hacia los niveles inferiores. Progresivamente el humedal deja de serlo y se transforma en otro tipo de ecosistema[5]​ Estos drenajes se utilizan para cambiar el uso de la tierra, ya sea para agricultura, ganadería o forestación, en tal caso afectándose grandes extensiones. El uso extractivo de la turba, para elaborar sustratos para jardinería y almácigos es igualmente destructivo y de carácter no sustentable. Otro uso de las turberas es para fabricar briquetas que son utilizadas como combustible. Esto involucra la extracción de grandes volúmenes de turba y la degradación de importantes extensiones.



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