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Un mago de Terramar



Un mago de Terramar (título original: A Wizard of Earthsea) es una novela del género de fantasía, publicada en 1968 y escrita por Ursula K. Le Guin. Ganadora de diversos premios, entre ellos el Premio Nébula y el Premio Hugo, es probablemente la novela más famosa de la escritora estadounidense.

La historia está ambientada en el archipiélago ficticio de Terramar y sigue la formación de un joven mago llamado Gavilán. Un mago de Terramar comúnmente se considera como un clásico de la literatura fantástica juvenil que recibió uno de los últimos premios otorgados por el Lewis Carroll Shelf Award, que reconocían las obras infantiles más sobresalientes.[1]​ Después, Le Guin escribiría cuatro novelas más que suceden en Terramar: Las tumbas de Atuan (1971), La costa más lejana (1972), Tehanu (1990) y En el otro viento (2001).

Margaret Atwood ha considerado Un mago de Terramar como una "fuente inagotable" de literatura fantástica[2]​ y a su autora como una gran aportadora al género. La novela Un mago de Terramar ha sido comparada con otras fantasías épicas como los trabajos de J.R.R. Tolkien, El señor de los anillos,[3]​ y El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum.[4]​ Algunos autores modernos han atribuido a Un mago de Terramar la introducción del concepto del "colegio de magia" que luego se popularizaría con la serie de libros de Harry Potter.[3]

Los primeros bocetos para la ambientación de Terramar se encuentran en dos historias cortas de Le Guin, "The Rule of Names" (1964) y "The Word of Unbinding" (1964), publicadas en la revista Fantastic. Estas historias introducen conceptos importantes, como el tratamiento que Le Guin le daría a la magia, aunque todavía no aparecían los personajes de Un mago de Terramar. En 1967, Herman Schein (editor de Parnassus Press y marido de Ruth Robbins, ilustradora del libro)[5]​ le pidió a Le Guin que intentara escribir un libro para "niños más mayores", lo que le dio completa libertad para el tratamiento de los temas fantásticos.[6]​ Inspirándose en sus historias cortas, Le Guin empezó a trabajar en Un mago de Terramar, en respuesta a la estereotipada imagen de los magos ancianos y sabios y explorando los posibles orígenes de estos.

Está escrita en un tono más sombrío de lo que jamás llega a ser la obra de Tolkien, y la evolución que realiza Le Guin del personaje de Gavilán es muy diferente de la épica tolkieniana: Tolkien sitúa a un enemigo externo como base de la narración y una imperiosa necesidad de sanar una tierra herida por el mal. Le Guin habla del poder y del coste del poder, y en último término el enemigo es interno, no hay amenaza de corrupción para Gavilán -mago y futuro Archimago, niño bendecido con poder mágico y héroe profetizado, que es punto focal y protagonista absoluto de la historia- que no provenga en el fondo del propio poder que le ha sido concedido. Y corrupción es quizás una palabra demasiado fuerte, expiación o no de los pecados cometidos quizás una mejor definición.

En este cuento hay artes mágicas, entidades malignas y peleas contra dragones, pero, aun así solo son anécdotas del verdadero conflicto de Gavilán, y como tal son contadas. Pese a la apariencia de cuento infantil de Un mago de Terramar, debajo subyace otro tipo de novela más adulta, una en la que el lector no es recompensado con una catarsis final después de que el protagonista haya superado las pruebas de rigor, sino que es empujado a elaborar una relación de todo lo que ha leído hasta el último momento. Como se indica anteriormente, la novela transmite la impresión de usar los lugares comunes de la fantasía de este tipo de manera anecdótica, como quien describe lo que ha comido para el desayuno mientras construye un ambiente más "realista" en el que las motivaciones de los personajes son el verdadero motor de la historia y el resto, las llamaradas del dragón y las artes de la maléfica corte del Terranon (por ejemplo), son solo accesorios narrativos. Esta obra tendría su culminación en el tercer libro de la serie, donde los mismos temas de éste serán llevados a sus extremos, creando una obra de una profundidad poco frecuente en el género. Pero como preparación Un mago de Terramar es un magnífico libro por si solo, en el que no se presta atención al detalle más allá de lo debido -olvídense de descripciones de cortes imperiales y tesoros de dragón y den la bienvenida a páginas sobre el arte de construir barcas- en un mundo donde la vida diaria de sus personajes contrasta fuertemente con los temas de sus sagas épicas: chozas de barro frente a las grandes gestas de la antigüedad, la cría de cabras frente a las hazañas de gente que hunde islas enteras. Y en el que, cuando Gavilán pasa a formar parte de una saga propia, lo hace de tal manera que prima todavía la sensación de amenaza, de no haber completado la tarea antes que la "hazaña". Gavilán se mueve hacia un futuro de gloria, todo el mundo se lo dice, entonces ¿por qué esa sensación de desanimo? Porque el protagonista de este libro adquiere por el camino un par de lecciones muy duras sobre el miedo y el uso del poder. Y lo mejor de todo es que el lector las adquiere con él. Es muy fácil predecir que algo saldrá mal de las impetuosas acciones de Gavilán, pero el conocimiento que Gavilán adquiere al final de esta obra, el nombre verdadero del mal que le asedia, ese es un conocimiento que ilumina tanto al personaje como al lector.

Le Guin convierte ese lenguaje parco antes mencionado en una fuente de poesía (como escritura creativa), propia que justifica por qué esta novela se ha convertido en un clásico por derecho propio. Quizás no tan relevante como las fuentes en las que bebe o tan conocido como los posteriores imitaciones de esas mismas fuentes, pero sí una obra con un lenguaje e intenciones propias, aparte de todo lo demás y que debe ser leída y justificada por sí misma sin atender a nada más… Un mago de Terramar se merece un puesto de honor en los rangos de la fantasía.

Las historias de Terramar, y en general todas las novelas de Le Guin, tienen algo en común: hablan de las debilidades de las personas, y de la maduración que implica el superarlas. Gavilán es solo un muchacho cuando llega a Roke, pero ya tiene un gran poder entre las manos. Sin embargo, también es impetuoso, y tal vez demasiado orgulloso, y son estos dos defectos los que terminan costándole la terrible cicatriz, que es una excelente forma de reflejar las marcas que dejan en nosotros las dificultades que hemos sorteado.

Pero aparte de ser un libro que cuenta la manera en que Gavilán madura, nos habla sobre algo muy importante: el equilibrio de las cosas en el mundo. Cuando Ged quiere abusar de su poder para invocar a un espíritu, no sabe (o sabe, pero en su orgullo lo ignora) que esta acción tiene una repercusión. Esto refleja las ideas de Úrsula Le Guin, la cual es taoísta, y mantiene su congruencia sobre las reglas del mundo, en las cuales el individuo no existe sino que forma parte de un todo. La llegada de la sombra no es sino la respuesta del abuso del poder, no solo de Gavilán sino de todos aquellos que lo tienen sin estar plenamente conscientes de sus implicaciones. Gavilán mismo, a lo largo del libro, nunca lo está del todo, pero al menos comienza a ver algo: por muy sabio que sea, no lo puede saber todo. Por eso se niega a hablarle a la piedra del Terrenón, porque sabe que cualquier cosa que le diga será a cambio de algo, y que para vencer a la sombra debe buscar dentro de sí mismo.



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