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Venta (establecimiento)



Venta, ventorro y ventorrillo se refieren a precarios establecimientos o edificios de arquitectura popular de antigua tradición, situados originalmente en caminos o despoblados, y luego en carreteras y zonas de servicio de autovías. A lo largo de su historia, las ventas han ofrecido servicio de comida y hospedaje a los viajeros,[1]​ y pueden asociarse a otros establecimientos de carácter histórico como los mesones o las posadas.[a]​ En España, su antigüedad queda bien referida y documentada por obras literarias como el El Libro del Buen Amor (ca. 1330) o El Quijote (1615), o en pinturas como La riña en la Venta Nueva de Francisco de Goya. También se registra el uso de este término con tal acepción en algunos países hispanoamericanos, como la Venta de Aguilar, primera que se estableció en el camino México-Veracruz, o la popular Venta de Perote, ambas en México.[2]

Aunque la estructura arquitectónica puede variar en función de los modelos populares de cada región o país, las ventas, como establecimiento de conjunto al servicio de unos fines (cuya datación en España se puede confirmar en la Edad Media), tienen en común su emplazamiento, casi siempre aislado, en encrucijadas de caminos reales, pasos, etc. Otras coincidencias son: el gran portón accesible para carruajes y entrada única al recinto general; las cuadras y corrales para guardar el ganado en tránsito; pajares para alojar a los arrieros y habitaciones, en principio muy primitivas, para los comerciantes, tratantes y viajeros. Además de la gran cocina y el comedor en la planta baja, el patio interior (a menudo varios y empedrados), con pozo, abrevaderos y la escalera de acceso a la galería y el piso alto, y otras dependencias como almacenes, etc.[3]

Tomando como referencia la literaria e histórica Venta de Quesada,[4]​ que viajeros, cronistas e investigadores han querido identificar con la venta-castillo en la que se armó caballero Alonso Quijano,[5]​ hay que valorar primero su emplazamiento en el Camino Real de Madrid a Sevilla, y como punto de abastecimiento para las de la Cañada Real Soriana Oriental. Aunque esta venta manchega, en ruinas ya en el siglo xix, desapareció mediado el xx y solo quedan fragmentos materiales y el topónimo en los antiguos planos y mapas, algunos estudiosos han investigado su estructura a partir de documentos como la descripción del viajero Alejandro Dumas hacia 1846:[6]

Las ventas, como construcciones típicas de la arquitectura popular en La Mancha son descritas en diferentes capítulos por Cervantes, como escenario de varias aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; de entre ellos, quizá uno de los más descriptivos episodios es el que se narra en el capítulo 2 y siguientes, de la primera parte de la novela cervantina.[7]

Varios pasajes del El Libro del Buen Amor (1330 y 1343), relatan las vicisitudes de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita en la bajomedieval Venta de Cornejo, establecimiento en el que –según cuenta el propio autor– durmió en varias ocasiones en 1329.[8][9]

Gustavo Adolfo Bécquer describe de forma minuciosa una venta andaluza, en su relato titulado La Venta de los Gatos, publicado en noviembre de 1862, en El Contemporáneo.

En la segunda edición de Campos de Castilla, el poeta Antonio Machado publicó en 1917 un poema situado en la primitiva venta soriana de Cidones, titulado "Al maestro «Azorín» por su libro Castilla". Considerado como uno de los textos definidores del aspecto más nacional del ‘noventayochismo’,[c][10]

que va de Soria a Burgos. Leonarda, la ventera,
que llaman la Ruipérez, es una viejecita
que aviva el fuego donde borbolla la marmita.

Ruipérez, el ventero, un viejo diminuto
—bajo las cejas grises, dos ojos de hombre astuto—,
contempla silencioso la lumbre del hogar.

Se oye la marmita al fuego borbollar.(...)

La venta se oscurece. El rojo lar humea.
La mecha de un mohoso candil arde y chispea. (...)

Cerró la noche. Lejos se escucha el traqueteo

Se conservan en toda la cornisa cantábrica y con renovada tradición en Navarra y el País Vasco –a ambos lados de los Pirineos–, las ventas («benta», o «vente», en francés) como establecimientos con una variada arquitectura tradicional, casi siempre situados en las encrucijadas de las vías de comunicación. En el siglo xxi continúan funcionando como albergue, restaurante y tienda. También suelen usarse como lugar habitual de celebración o reunión gastronómica. Su antigüedad, como en el resto de España, queda patente en la frecuencia con que es posible encontrar topónimos que incluyen el término Venta (benta).[d]

También en la literatura popular menudean las ventas y ventorrillos, como escenario de reflexiones y consejos; así, por ejemplo en estos dichos, refranes y expresiones del tesoro de la tradición oral y escrita:[11][12][13]

En pinturas, dibujos, estampas y grabados, la iconografía de las ventas suele aparecer asociada a temas costumbristas o pasajes históricos.

Placa de la calle del Ventorrillo de Madrid (España).

La Venta Nueva en un cartón de Francisco de Goya.

Una venta mexicana en 1858, pintada por Primitivo Miranda, Museo Nacional de las Intervenciones (INAH).

Venta en Andalucía; Blanco y Negro (1901).



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